Exposición al espacio exterior.-

Tema en 'Astronomía' iniciado por chilenoazul, 5 Mar 2015.

  1. chilenoazul

    chilenoazul Usuario Casual nvl. 2
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    La ciencia ficción nos ofrece decenas de ejemplos, aventureros poco afortunados se ven inmersos en el vacío del espacio exterior sin la protección adecuada. A continuación, se sigue una serie espeluznante de gritos y jadeos mientras los seres humanos se hinchan y retuercen entre espasmos grotescos. En una escena bastante desagradable, las venas y los globos oculares empiezan a expandirse de forma desmesurada. Esta figura nefasta de lo que alguna vez fue un intrépido aventurero se infla como un globo y, en última instancia, a medida que los tejidos vivos ceden, estalla dispersando sangre por todas partes.

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    Como es común en muchos de los temas que representa la ciencia ficción, la representación en la cultura popular no refleja la realidad de estar expuesto al espacio exterior. Desde que la humanidad empezó con los progresos en la investigación fuera de nuestra atmósfera, cierta cantidad de organismos vivos han sido expuestos al vacío, tanto de forma deliberada como por accidente. Combinando estas experiencias y el conocimiento que se tiene del espacio exterior, los científicos han logrado formarse una idea bastante clara de lo que sucedería si un ser humano sin protección se enfrentara al frio vacío carente de aire.
    En la década del 60, a medida que la tecnología nos prometía alcanzar un hito histórico de vuelos espaciales tripulados, los ingenieros se vieron en la imperante necesidad de determinar la cantidad de tiempo que tenían los astronautas para reaccionar ante una hipotética violación de la integridad, como una daño grave en la nave o un pinchazo en el traje espacial. Para cumplir dicho objetivo, la NASA construyó una serie de enormes cámaras hipóxicas para imitar las hostiles condiciones del ambiente a distancias variables de la Tierra, tomando en cuenta factores como la presión del aire, temperatura y los niveles de radiación. Una serie de voluntarios aventureros se sometieron a condiciones simuladas de varios kilómetros de altura, y otra serie de pruebas sometió a algunos animales a presiones aún más bajas.

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    Empleando los datos compilados con estos experimentos y su conocimiento del espacio exterior hasta la época, los científicos se vieron en la posibilidad de realizar conclusiones razonables sobre cómo respondería el cuerpo humano a una repentina despresurización. Una serie de accidentes posteriores demostró que sus extrapolaciones eran bastante exactas. En 1965, una prueba con un traje espacial salió bastante mal, un técnico en una cámara hipóxica se vio expuesto a un alto vacío. El traje defectuoso fue incapaz de mantener la presión y el hombre de desplomó en un corto lapso de 14 segundos. Recobró el conocimiento poco después de que la cámara se presurizó y, afortunadamente, resultó ileso. En un accidente posterior, otro técnico pasó cuatro minutos expuesto a una baja presión debido a una cámara hipóxica en mal funcionamiento. Perdió el conocimiento y empezó a ponerse morado, pero se salvó de morir cuando un miembro del personal pateó un cristal de uno de los indicadores de vidrio de la máquina, permitiendo que el aire se filtrara al interior.
    En el año de 1971, tres cosmonautas rusos que tripulaban una nave espacial Soyuz (el misterio de los tres cosmonautas que murieron sonriendo) experimentaron de una forma trágica la exposición al vacío, según lo descrito en el Almanac of Soviet Manned Space Flight:

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    “… el modulo orbital se separó normalmente por 12 dispositivos pirotécnicos que se suponía disparaban de forma secuencial, pero se activaron erróneamente de forma simultánea, y esto provocó que una rótula en la válvula de compensación de la presión funcionara de forma incorrecta, permitiendo que el aire escapara. La válvula normalmente se abre a baja altitud para regular la presión del aire en la cabina con la presión del aire exterior. Esto provocó que la cabina perdiera toda su atmósfera en aproximadamente 30 segundos mientras se encontraba a una altura de 168 kilómetros. En cuestión de segundos, Patsayev se percató del problema y se liberó de su asiento para intentar cubrir la válvula y desactivarla pero le restaba poco tiempo. Tomaría un total de 60 segundos desactivar la válvula de forma manual y Patsayev contó apenas con la mitad de tiempo antes de desmayarse. Dobrovolsky y Volkov estaban prácticamente imposibilitados para auxiliar dado que estaban atados a sus asientos, y con el poco espacio disponible para desplazarse en la capsula no había forma de ayudar a Patsayev. Los hombres perecieron al poco tiempo de perder el conocimiento. […] El resto del descenso se hizo de forma normal y la capsula aterrizó a las 2:17 A.M. El equipo de recuperación localizó la capsula y abrió la escotilla solo para encontrar a los cosmonautas inmóviles en sus asientos. A simple vista parecían dormir, pero un examen más detallado informó que no hubo una comunicación normal de la capsula durante el descenso”.

    Cuando el cuerpo humano es expuesto repentinamente al vacío del espacio, una serie de lesiones comienzan a suceder de forma inmediata. Pese a que son relativamente menores en un inicio, se acumulan rápidamente dando lugar a un proceso potencialmente letal. Uno de los primeros efectos es la expansión de los gases contenidos en los pulmones y el tracto digestivo debido a la reducción de la presión exterior. Una víctima de una descompresión explosiva aumenta tremendamente sus posibilidades de supervivencia con el simple hecho de exhalar durante los primeros segundos, de lo contrario resulta probable que la muerte se produzca una vez que los pulmones se rompan y liberen burbujas de aire hacía el sistema circulatorio. Esta exhalación podría tener lugar con un grito de sorpresa, aunque, naturalmente, sería inaudible, dado que no hay aire para conducir las ondas de sonido.

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    Ante la ausencia de presión atmosférica el agua se convierte espontáneamente en vapor, lo que provocaría humedad en la boca de la víctima y una evaporación rápida del contenido en los globos oculares. Este mismo efecto causa que el agua en los músculos y tejidos blandos del cuerpo se evapore, lo que provoca que algunas partes del cuerpo se hinchen hasta el doble de su tamaño normal en cuestión de segundos. Esta hinchazón puede resultar en una serie de hematomas superficiales debido a la rotura de los capilares, pero no sería suficiente para romper la piel.
    En cuestión de segundos la baja presión haría que el nitrógeno se disolviera en la sangre formando burbujas, una dolorosa condición conocida entre los buzos como “mal de montaña”. La exposición directa a la radiación ultravioleta del sol también podría causar quemaduras solares severas en cualquier área de piel sin protección. Y contrario a la creencia popular, dado que el calor no se transfiere fuera del cuerpo rápidamente ante la ausencia de un medio conductor como el aire o el agua, la muerte por congelación no es un riesgo inmediato en el espacio exterior a pesar del frío extremo.
    Durante unos diez segundos – un tiempo suficiente para estar merodeando por el espacio exterior sin ningún tipo de protección – un ser humano se sentiría muy incómodo, pero aun así guardaría su integridad. Dependiendo de la naturaleza de la descompresión, esto podría otorgar a la víctima el tiempo suficiente para tomar medidas y salvar su vida. Pero este periodo de “conciencia útil” estaría casi exclusivamente dedicado a mitigar los efectos de la asfixia cerebral. Ante la ausencia de presión de aire el intercambio de gas de los pulmones sucede a la inversa, sacando oxigeno de la sangre y acelerando un estado de falta de oxígeno conocido como hipoxia. Después de esos segundos críticos la victima experimentaría pérdida de la visión y un deterioro de la conciencia, y los efectos de enfriamiento de la evaporación reducen la temperatura en la boca y nariz de la víctima a un punto cercano al congelamiento. La inconciencia y las convulsiones llegan segundos más tarde, y una coloración azulada en la piel conocida como cianosis comienza a hacerse evidente.
    En este punto la victima entra en un estado de estupor sin respuesta, pero el cerebro aún está intacto y el corazón continúa latiendo. Si se administra oxigeno presurizado en el próximo minuto y medio existen grandes probabilidades de que la víctima se recupere por completo apenas con lesiones menores, aunque la ceguera inducida por la hipoxia podría mantenerse por algún tiempo. Sin una intervención en los primeros noventa segundos, la presión arterial caería lo suficiente como para que la misma sangre comenzara a hervir, y el corazón dejara de latir. No existen registros de reanimación exitosa más allá de este umbral.

    Aunque el ser humano es incapaz de sobrevivir mucho tiempo en el espacio exterior, es notable que el tiempo de supervivencia se maneje en minutos y no en segundos, así como la capacidad de soportar aproximadamente dos minutos en un ambiente tan inhóspito sin daños irreversibles. Aunque no lo parezca, el cuerpo humano es una máquina muy resistente.


    Saludos.-
     
  2. trufy

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    buen tema.......
     
  3. MuRaKi

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    bueniiisimo
     
  4. kuchen

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    ... wen articulo...
     
  5. VOLCANO1

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    exelente compita..... se agradece salu2
     
  6. SecoL

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    Muy buena lectura, gracias.