LEVTRARU - Leutraru - leftraru - LAUTARO

Tema en 'Historia' iniciado por Levtraru, 23 Ene 2013.

  1. Levtraru

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    El Héroe Lautaro (1534 - 1557)

    Entre los españoles.

    Famoso caudillo araucano nacido en las selvas de Carampangue y el Tirúa en 1534. En 1546 Levtraru o Leftrarü, hijo del cacique de la zona llamado Curiñancu (KuRü: Negro, Ñangkü: Águila, en Mapudungún) y teniendo alrededor de 11 años de edad, fue capturado por las huestes de Pedro de Valdivia en las inmediaciones de Concepción. Tras la captura se le hizo yanacona. Permaneció como prisionero de los españoles durante seis años, en los que llegó a ser paje personal de Valdivia. Como era difícil para los españoles el pronunciar su nombre original, se le dio el nombre de Felipe Lautaro, finalmente se le llama Lautaro.

    Era despierto, audaz y emprendedor y muchas veces acompañó a su señor en el campo de batalla. Conducía los caballos de repuesto de Valdivia y se preocupaba de su alimentación y aseo. De esta manera el joven araucano se familiarizó con el caballo y aprendió a que no era un ser mitológico, sino un animal que no se conocía entre los suyos. Pronto aprendió a montar y a dominar los potros, hasta hacerse un experto jinete.

    Durante su permanencia en Concepción, Valdivia mantuvo a Lautaro, a quien había bautizado con el nombre de "Felipe Lautaro", cerca de él y en el fuerte se manejaban libremente y así pudo observar la instrucción que los españoles impartían a los indios auxiliares y ver sus evoluciones, como también la forma cómo se impartían las órdenes a toque de corneta.

    No tardó en aprender a tocar la corneta que Pero Godez usaba cerca de Valdivia para trasmitir sus órdenes y el castellano no tuvo inconvenientes en enseñar al inteligente mapuche la manera de servirse del instrumento en el campo de batalla. Este conocimiento iba a ser de gran importancia en el desarrollo de la vida militar de Lautaro y contribuyó a su designación para que mandara las huestes araucanas.

    Físicamente Lautaro era un hombre de buena estatura y que en el contacto con los españoles había aprendido de ellos la arrogancia, la desenvoltura, la forma de montar a caballo y de dominar sus bridas. Observador, el mapuche no perdió su tiempo en el servicio de Valdivia y asimilándose a su manera de ser, se hizo apreciar y mantener al lado del conquistador.

    Durante este período, hizo un cierto grado de amistad con uno de los capitanes de Valdivia, Marcos Veas, quien le enseñó el uso de algunas armas y tácticas de caballería. Esta práctica era habitual, ya que Lautaro en calidad de yanacona, debía servir como indio auxiliar en las batallas.

    En 1550, durante la batalla de Andalíen (22 de febrero) y la batalla de Penco, el (12 de marzo), Lautaro fue testigo de los escarmientos a los que Valdivia hizo someter a los derrotados mapuches, mutilando a los prisioneros y liberándolos después, como ejemplo para evitar futuras rebeliones; esto lo impactó profundamente. Es probable que a raíz de estos hechos violentos hacia su pueblo se engendrara en su interior una terrible decepción y rebelión en su ser respecto de Valdivia y los españoles.

    Familiarizado con los caballos de Valdivia, a los cuales cuidaba, pudo darse cuenta de que éstos no eran monstruos ni formaban una sola pieza con el jinete, de manera que esperó el momento de instruir a los suyos para desentrañarles este misterio. Evidentemente resolvió fugarse a la primera oportunidad.


    Fuga del campamento español

    Después de aprender sobre táctica y estrategia militar española, se fugó en algún momento del año 1552 a caballo y además con la corneta de Pero Godinez, el maestre de campo de Valdivia, regresando con su pueblo. La fuga del paje de Valdivia no pasó más allá para los españoles como un hecho casi habitual y no le persiguieron.

    Comienza a amanecer sobre el Bío—Bío cuando un jinete llevando a la brida otro caballo se adentraba en los vados del río, próximo a la desembocadura del estero de Quilacoya. Muchas veces tuvo que echar a nado sus cabalgaduras, pero por fin salió a la ribera izquierda del curso del agua. De inmediato se vio rodeado de hombres que lo miraban sorprendidos y con las lanzas en posición de ataque. Trabajo le costó al joven hacerse comprender que era uno de ellos y que había huido del campo español llevándose consigo dos caballos.

    Fue mirado con respeto por esos hombres orgullosos que no aceptaban consejos sino de sus iguales y Lautaro no lo era. Sin embargo, la elocuencia del hombre y sus conocimientos se impusieron al fin. Su figura resultaba extraña entre los suyos ya que "su atuendo era extremadamente vistoso y de una mixtura hasta entonces desconocida. El color rojo, usado en camiseta y bonete, constituía un fondo resaltante dentro del conjunto. Las prendas indígenas se mezclaban con piezas españolas arrebatadas al enemigo: muchas plumas y al mismo tiempo un peto acerado. Todo aquello, junto al caballo brioso que montaba y a la brillante corneta que esparcía por los campos sones desconocidos, era un elemento más para reafirmar el ascendiente del caudillo sobre su gente." (León Echaíz)

    Para los mapuches era incomprensible que un hombre de su raza montara aquellos seres que solamente los españoles podían sujetar. Sin embargo consintieron en acompañarlo a la reunión de los caciques más próxima. Grande fue también la sorpresa de los jefes araucanos al ver llegar a este mozo montando un caballo y más grande aún cuando les enseñó una corneta, la misma de Pero Godez, al que se la robó antes de escapar del campamento de Valdivia. La forma de expresarse del indio y su elocuencia para tratar el tema de la resistencia a los españoles motivó una reunión de caciques e indios de todos los extremos de la Araucanía.

    Según se cuenta en el poema épico La Araucana, Lautaro se presentó ante los sorprendidos caciques presididos por Colo Colo y alguno de sus "capitanes": Paicaví, Lemo-Lemo, Lincoyán, Tucapel y Elicura. Ya vencidos los naturales recelos, Lautaro demostró resueltamente sus naturales dotes de líder innato, le enseñó a su gente a perder el miedo a las cabalgaduras, aprendieron a montar y a apreciar el caballo como un arma de combate. Convocó a reuniones a campo abierto y les enseñó las artes militares y el uso de armas nuevas. Así también diseñó una serie de tácticas militares: el uso de escuadrones, la elección del terreno, las tácticas de emboscadas y de guerrillas. De esta manera, teniendo la autoridad de los caciques, dirigió una gran sublevación militar contra los españoles, quienes hasta el momento se paseaban victoriosos en todo el ámbito entre el Río Valdivia y el Biobío.

    La junta, que se había iniciado con la acostumbrada elocuencia de los caciques y de los espías que observaban los movimientos de los españoles, se sintió cautivada cuando el joven Lautraru, se levantó para explicarles muchas cosas, para ellos desconocidas, referentes a sus adversarios. Les explicó que el caballo y el jinete eran dos seres diferentes y ambos mortales y que, por lo tanto eran susceptibles de ser vencidos. Que se cansaban lo mismo que ellos cuando se prolongaban los combates y que la forma de vencerlos era la de presentarse en numerosos grupos que se fueran relevando hasta agotar las fuerzas del adversario. En aquella reunión Lautaro se ganó la confianza de los caciques araucanos y pronto estuvo frente a los mapuches comenzando a instruirlos, lo mismo que él había visto hacer a los españoles.


    El liderazgo de Lautaro

    Lautaro demostró tener condiciones innatas de líder, pronto además demostraría tener condiciones de estratega militar. Con un elocuente discurso, pronto su pueblo le respondió a sus exigencias y planteamientos, siguiéndole en su aventura militar. Enseñó a su pueblo, en base a demostraciones propias, a luchar en escuadrones, aprovechando el terreno y usando formas defensivas contra las cargas de caballería.

    No cabe ninguna duda, por la forma como se presentaron en el futuro los escuadrones formados por los indios, que Lautaro sometió a sus soldados a una disciplina de grupo y les enseñó la manera de maniobrar en el campo de batalla, empleando para ello la corneta de Pero Godez y los cuernos indígenas que se usaban en ese entonces entre ellos.

    Lo primero que tuvo que hacer, podemos deducir, fue enseñar a los indios que retirarse en un momento determinado no significaba cobardía sino forma de combate y que era necesario tener una disciplina de grupo que permitiera al jefe mover sus tropas en el campo de acuerdo con su voluntad. Esta instrucción era la misma que observara en el campo español, adaptada por su natural inteligencia a la idiosincrasia araucana. Lo primero que debió imponerse para llegar a instruir a sus hombres, fue subordinar a los gen—toquis a sus deseos y hacerlos actuar en una concordancia absoluta con el pensamiento suyo en el plan que se iba a desarrollar, tanto en el campo estratégico como táctico.

    Enseñó a su gente a usar elementos defensivos para aminorar los efectos de las armas españolas y la manera de defenderse de la caballería. Esta forma de actuar debió ser obra de su poderosa imaginación, ya que, mirado desde cualquier ángulo militar que analicemos su obra, se nos presenta como un genio guerrero, a la misma altura de cualquiera de los grandes hombres del pasado. Su concepción de la forma de aprovechar el terreno y reforzarlo con elementos de la comarca, nos indica hasta qué grado de perfección en el desarrollo de los hechos, tuvo la inteligencia de este hombre providencial aparecido entre los araucanos en los momentos más difíciles de su historia.

    Creó además un verdadero servicio de "investigaciones e inteligencia", utilizando hombres, mujeres y adolescentes. A ellos se les brindaba una preparación profesional, por ejemplo en caracterizaciones: simulaban ser borrachos, locos, cristianos o traidores de su pueblo con el fin de trabajar como falsos colaboradores, sirvientes o esclavos de los españoles, simulando no entender el idioma español y así sacar información vital, además de difundir noticias o datos incorrectos sobre los posibles ataques del Ejército Mapuche; además realizaban entrenamientos de visibilidad nocturna, sometiendo al agente a vivir durante días sin ver la luz del sol, con el fin de que posteriormente en las noches, hiciera el trabajo de espionaje nocturno, viendo como si fuese de día; además se les enseñaba el exclusivo sistema de comunicación mediante el movimiento de ramas de árboles. Lautaro eligió e instruyó a comandantes para las diversas secciones de su completo y jerarquizado ejército; Incluyendo a un Toqui jefe del servicio de investigaciones, el cual supervisaba y daba cuenta de las acciones de su servicio. Físicamente, Lautaro era un joven no muy alto, más bien grueso, de unos ojos negros penetrantes, cuerpo robusto y rostro lleno. Anchas espaldas y torso levantado, de agradable apariencia. Vestía una camiseta colorada española, un bonete de cuero grana. La cabeza rapada era coronada con un copete que se dejaba como insignia de generalato; además portaba la simbólica Toki Kura, emblema de piedra que cuelga del cuello, además de la Clava que portaba en su mano, simbolos del jefe de guerra o Toki.

    La presencia física de Lautaro nos la describe Diego Rosales y dice: "Estaba arrogante el general Lautaro armado en un punto acerado, cubierto con una camiseta colorada, con un bonete de grana en la cabeza, con muchas plumas, el cabello quitado, sólo con un copete que se dejaba por insignia de general. Era araucano de nación, hombre de buen cuerpo, robusto de miembros, lleno de rostro, de pecho levantado, crecida espalda, voz grave, agradable aspecto y de gran resolución".

    "Su atuendo era extremadamente vistoso y de una mixtura hasta entonces desconocida", dice su biógrafo René León Echaíz. "El color usado en camiseta y bonete, constituía un fondo resaltante dentro del conjunto. Las prendas indígenas se mezclaban con piezas españolas arrebatadas al enemigo. Todo aquello, junto al brioso caballo que montaba y a la brillante corneta que esparcía por los campos sones desconocidos, era un elemento más para reafirmar el ascendiente del caudillo sobre su gente".

    La principal dificultad iba a estar en hacer comprender a los mapuches los planes que se proponía desarrollar contra el enemigo. Por esta razón es que asombra a quienes estudian a este guerrero, la conducción operativa que pone en práctica y que en toda ella sigue lo que en la actualidad los maestros de la estrategia denominan principios de la guerra.
     
  2. Levtraru

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    Emboscada y muerte del Gobernador don Pedro de Valdivia

    El malón se vuelve moneda corriente en la Frontera y obliga a Valdivia a efectuar una incursión en ese sur complicado y levantisco que no se somete a las leyes de la Corona.

    Lautaro captura un emisario y se entera de que Valdivia marcha hacia el sur y necesariamente tiene que pasar por Tucapel. En efecto, Valdivia a mediados de diciembre de 1553 sale de Concepción y se dirige a Quilacoya, donde toma algunos soldados en su marcha a Arauco, los espías mapuches siguen la columna desde las alturas de los cerros y no le presentan batalla, dejándole hacer su camino. Valdivia muestra extrañeza de no recibir alguna noticia del fuerte de Tucapel y que además no sea hostigado en el camino.

    El día 24 del mismo mes, decide tomar rumbo a Tucapel, esperando encontrar a Gómez de Almagro en éste. La tranquilidad y los espóradicos avistamientos de indígenas a lo lejos le despiertan sospechas y envía en una avanzada a Luis de Bobadilla con cinco hombres para que exploren el camino y den información de la presencia del enemigo. No los vuelve a ver. Extrañado Valdivia de no tener más noticias de Bobadilla pernocta a media jornada del fuerte de Tucapel.

    El día de Navidad de ese año, se pone temprano en marcha y al llegar a las inmediaciones le extraña el silencio absoluto reinante. Al arribar a la loma donde está el fuerte, lo encuentra totalmente destruido. No aparecían ni Gómez de Almagro ni Bobadilla por ningún lado. Valdivia aun así decide seguir y hacer campamento en las ruinas humeantes del fuerte. Cuando ya avanzaban los preparativos, de súbito el bosque se llenó de chivateos y sin más aviso una masa se precipitó hacia el enclave español.

    Valdivia, experto militar, apenas pudo armar sus líneas defensivas y aguantar el primer choque, mientras la caballería cargaba sobre la retaguardia del enemigo. Los mapuches, previendo esta maniobra, habían dispuesto lanceros y contuvieron la carga. Con mucho valor y resolución los españoles lograron descomponer la carga mapuche, que volviéndose a los bosques se retiraron de la loma. Los españoles saborearon la victoria. Pero cual sería su sorpresa cuando apareció un nuevo escuadrón indígena presentándose al combate y de nuevo hubo que armar líneas y nuevamente dar carga con la caballería.

    Los mapuches además de los lanceros llevaban hombres cargando mazas, boleadoras y lazos con los que lograban desmontar al jinete y asestarle un definitivo mazazo en la cabeza una vez en el suelo. Se repitió la misma escena, y al toque de un lejano cuerno el escuadrón se retiró, no sin dejar algunas bajas y un tercer escuadrón se presentó a la batalla; esta vez Lautaro estaba detrás. Valdivia, viendo desesperada la situación, dado el cansancio y las bajas, reunió a los hombres disponibles y se lanzó a la lucha que adquirió ribetes muy encarnizados: ya la mitad de los españoles yacían en el campo y los indios auxiliares mermaban.

    En un momento de la lucha, Valdivia se dirige a quienes aún le rodean y les dice: "¿Caballeros qué haremos?". El capitán Altamirano responde: "¡Qué quiere vuestra señoría que hagamos si no que peleemos y muramos!". Valdivia, al ver perdida la batalla, dispuso la retirada pero el propio Lautaro cayó por el flanco produciendo el desbande. Era justo lo que Valdivia no deseaba y los indios se dejaron caer uno a uno sobre los españoles aislados. Sólo Valdivia y el clérigo Pozo, que montaban muy buenos caballos, lograron tomar camino de huida. Pero al cruzar unas ciénagas, los caballos se empantanaron y los indios les capturaron.

    La crónica es escueta pero contundente: El día de Navidad de ese año, se pone temprano en marcha y al llegar a las inmediaciones le extraña el silencio absoluto reinante. Al arribar a la loma donde está el fuerte de Tucapel, lo encuentra totalmente destruido. No aparecían ni Gómez de Almagro ni Bobadilla por ningún lado. Valdivia aun así, decide seguir y hacer campamento en las ruinas humeantes de la ciudadela. Apenas se habían puesto en marcha los preparativos, de súbito el bosque se llenó de chivateos y, sin más aviso, una masa se precipitó hacia el enclave español.

    El propio Lautaro es quien captura a su antiguo patrón, empantanado su caballo en las prisas de la huída. Valdivia es ejecutado por el cacique Leucotón quien, con la macana, le propina un fuerte mazazo en la nuca. Una muerte mucho más piadosa que la que él y sus gentes otorgaran a sus prisioneros.


    La batalla de Marihueñu

    Pasada la victoria de Tucapel, los mapuches prácticamente sitiaron Concepción depredando sus ganados, destruyendo las labranzas y quemando toda vivienda que caía en sus manos. Lautaro prefería provocar a los españoles que batirlos a campo raso fuera del fuerte.

    Concepción, débilmente defendida con 370 soldados y 2.000 yanaconas, se dispuso para la batalla al mando del gobernador sucesor de Valdivia, Francisco de Villagra, que reunió este ejército para enfrentarle.

    Sin duda era el ejército más fuerte que se le podría presentar a los mapuches: estaban armado con seis culebrinas de terreno y, además, se hicieron de mantas de madera para protegerse de las lanzas y flechas. Esta es la primera vez que se hace uso de artillería en la guerra de Arauco.

    Bien organizado Villagra y con la moral en alto se dispuso a la marcha el 23 de febrero de 1554. Los araucanos no los molestaron en el paso del Bío-Bío y repitieron la misma conducta cuando observaron a Valdivia en su marcha hacia el fuerte Tucapel.

    Así avanzó la columna española hasta el valle de Chibilongo, dejando un destacamento para proteger las balsas. De ahí tomaron la senda de los altos de Marihueñú para atravesar la cordillera de la costa. El camino pasaba por bosques espesos, así que Villagra ordenó como precaución al capitán Alonso de Reinoso el avanzar con 30 hombres en exploración. Al llegar a la cima, que se extendía como una planicie cortada por un precipicio por un lado y por una foresta cerrada al otro extremo, fueron atacados por los mapuches obligándoles a retroceder peleando hasta juntarse nuevamente con el grueso.

    Tan pronto ganó la cumbre, Villagra hizo formar en escuadra de combate a sus fuerzas, con los emplazamientos artilleros a retaguardia. El sol levantaba con fuerza a las ocho de la mañana. Pronto un chivaterío ensordecedor se dejó sentir junto con la salida del primer escuadrón mapuche, quienes atacaron a los españoles del mismo modo que con Valdivia en Tucapel. Y una vez más se retiraron hacía el bosque siendo reemplazado por un segundo escuadrón, luego por un tercero y un cuarto que combatían con el mismo ímpetu y arrojo.

    Ya para el mediodía habían caído muerto muchos castellanos y un millar de yanaconas sin que los mapuches dieran cuartel, una embestida más y algunos mapuches lograron penetrar el círculo defensivo español y lacearon al mismo Francisco de Villagra bajándolo del caballo. Los mapuches gritaban entusiasmados : -Apo(Jefe)-, Apo...!!.

    A costa de mucho trabajo lograron quitarle su preciada presa a los indígenas no sin antes quedar bien aturdido por los incontables golpes de maza que le propinaron los mapuches, dejándole su armadura toda abollada.

    Pasada las 4 de la tarde aun se bregaba la batalla y los españoles empezaron a mostrar pánico, en una arremetida mapuche lograron cazar a los sirvientes de los cañones y mataron a todos sus 20 sirvientes, entonces Villagra dio por perdida la batalla y resolvió la retirada, pero para su estupor, los mapuches habían cortado el camino dejando sólo una senda que conducía al precipicio, muchos tomaron la senda y perecieron a golpe de una maza o despeñados.

    Villagra logró perforar una salida en la emboscada y por ahí se salvaron apenas 66 soldados y algunos cientos de yanaconas, habían quedado 88 castellanos en poder de las eufóricas huestes mapuches, además se había perdido la artillería completa más bagaje y cabalgaduras. La figura de Lautaro como líder militar estaba consolidada.

    El 12 de diciembre de 1555 atacó a Penco y asaltó el fuerte. Efectuó en 1556 la segunda captura de la ciudad.


    Lautaro, Genio Militar

    —Pero, ¿quién es ese Lautaro de qué habla el prisionero?, capitán Coronas —interrogaba el alcalde de Santiago, Juan Gómez de Almagro, en el fuerte de Purén.

    —No lo sé señor alcalde —respondió éste—. Jamás he oído nombrar por aquí a tal indígena y, sin embargo, parece que trae revueltos a los indios de la región.

    —Sí que los trae, contestó Gómez de Almagro—. ¡Pero ya se encontrará con nosotros en un campo de batalla y entonces!, ¡Voto a tal, que he de pasarlo con mi lanza aunque sea el mismísimo Satanás...

    El indígena que habían cogido los españoles, armado cerca de las empalizadas del fuerte de Purén, había desempeñado muy bien el papel que se le había encomendado. Negándose a hablar, desató su lengua cuando sintió las primeras caricias del tormento e informó a los capitanes sobre los diecisiete levos (agrupaciones territoriales mapuches) que se encontraban reunidos en los alrededores para caer sobre el fuerte tan pronto como los españoles salieran de la plaza. Que toda la región de Arauco estaba sobre las armas y que obedecían al Toqui Lautaru.

    Las declaraciones del indígena hicieron pensar a Gómez de Almagro. Los había rechazado dos veces cargándolos en las inmediaciones del fuerte, y se había dado cuenta de la resistencia que ofrecían, como asimismo de las nuevas armas defensivas que usaban. Llevaban una especie de coraza hecha de cueros de lobos marinos, una suerte de bonete con celada y adornos de plumas, del mismo material, pero tan resistentes que las hachas rebotaban sobre ellos, sin causarles daño. Su forma de combatir había variado y no se presentaban, como hasta entonces, en masa que podía ser fácilmente destrozada por la caballería, sino que formaban líneas erizadas de lanzas que no dejaban acercarse a los caballos, impidiendo la acción de los jinetes.

    Gómez de Almagro había recibido una carta del Gobernador Pedro de Valdivia, como respuesta de la que le enviara anunciándole su victoria bajo las empalizadas de Purén. Para tranquilidad de la población cometió el error de leerla en la plaza de armas, y el excelente espionaje que los indios tenían, de inmediato la trasmitió a su campo, como asimismo el pensamiento de Gómez de marchar el día 24 en la noche, llevando sus mejores hombres para reunirse con Valdivia, que se lo ordenaba desde Concepción.

    Conocida por los habitantes de Purén la noticia de que 17 levos estaban próximos a caer sobre el fuerte, pidieron encarecidamente a Gómez y Coronas que no los abandonaran y éstos accedieron.


    Influencia de Lautaro en el campo mapuche

    Desde este momento, en el cual Gómez de Almagro cedía a los ruegos de los habitantes de Purén, la situación de Pedro de Valdivia comenzaba a complicarse en Concepción. Su marcha al sur estaba complementada con el amague que desde aquel fuerte debían traerle Gómez de Almagro y Coronas. Lautaro, cuyos espías estaban adentrados en el campo castellano, tuvo conocimiento de lo que planeaba el conquistador y fue él quien ideó la estratagema de mantener a los españoles de Purén enclavados en el fuerte.

    El indígena cogido era una parte muy principal de la astucia del cacique araucano y que le iba a dar muy buenos resultados. El prisionero había puesto énfasis en repetir el nombre de Lautraru, hasta ese momento desconocido entre los españoles, y de expresarles que era quien movía los evos que atacarían a Purén. Se guardó muy bien de nombrar el ataque que se llevaba al norte en Tucapel, y como los españoles daban crédito a las palabras de esos prisioneros, que hablaban por temor al tormento y a los cuales creían incapaces de pensar y discurrir un plan, no tuvieron inconveniente para estimar inmediato el peligro.

    Quedaba la desazón entre los dos capitanes por conocer la identidad de aquel hombre que mandaba ahora a los mapuches y del cual éstos contaban maravillas. El hombre se presentaba para ellos como un enigma difícil de resolver y eso causaba mayor inquietud.


    Inche Lautraru..,. ¡Yo soy Lautaro ...!

    En efecto, en el campo indígena se encontraba un mozo de dieciocho años que había logrado hacerse oír por los caciques y éstos lo designaron Toqui, accediendo a sus deseos y por haber mostrado conocimientos que hasta ese momento ellos no poseían, sobre el arte de la guerra que practicaban los españoles.

    El pánico hizo que toda la región de la Frontera prácticamente se despoblara. Sin embargo el instinto atávico del saqueo hizo que los mapuches desperdiciaran la ocasión de acabar con todo intento de conquista por parte de los españoles. A Lautaro le fue imposible convencer a sus huestes de volver a la guerra dedicándose, éstas a desvalijar Concepción y reducirla escombros. Santiago se sobrepobló haciéndose difícil la convivencia y el sostenimiento de esa masa que conformaban habitantes y refugiados. Comenzó la presión de los primeros para que estos últimos regresaran a sus tierras.

    En el pueblo mapuche la guerra también comenzó a hacer mella. No hubo cosechas y el fantasma del hambre acechaba. Las enfermedades, desconocidas para los nativos y, por ende, letales, comenzaron a socavar la fortaleza física de los guerreros, diezmados por las venéreas, la gripe y, especialmente, por el tifus. Sin embargo se dieron maña para despoblar y luego destruir Angol, despoblar Imperial y vencer nuevamente a los españoles a las puertas de Concepción la cual quedó nuevamente sin habitantes. Dos años estuvo La Frontera sin la presencia española. Pero la sequía, el hambre y el tifus lograron lo que el conquistador no pudo.

    Aun así, al año siguiente emprendió la marcha con la intención de atacar a Santiago. A pesar de la hambruna y el tifus logró reunir más de 2.000 guerreros cruzando por primera vez el Bío-Bío y seguir rumbo al norte. En su marcha fue reclutando gente entre los picunches, gente pacífica poco dada a los mesteres de la guerra. Si a ello se agrega que Lautaro mantenía una rígida disciplina entre sus hombres pero, a su vez, dejaba que cometieran toda clase de tropelías cuando esas comunidades indígenas no se enrolaban en sus huestes, tenemos una fuerza doblemente debilitada por lo raleado de las tropas mapuches y la reticencia, cuando no el rencor, de los picunches. Aun así los mapuches lograron sendas victorias en el pucará de Peteroa y en el cruce del río Itata en los cuales se utilizó por primera vez, la caballería mapuche armada como lanceros.

    Pedro de Villagra, primo como Juan de Villagra de don Francisco de Villagra inició una campaña reuniendo 50 jinetes, doce arcabuceros y 300 yanaconas. Supo que Lautaro tenía cuartel en un pucará situado en Peteroa y pronto estuvo en las inmediaciones fortín mapuche, Lautaro lo atacó por la retaguardia, haciendo uso por primera vez de caballería mapuche armada como lanceros e hizo replegarse a Pedro de Villagra hacía un valle encajonado y envió emisarios hacia Santiago para pedir refuerzos. En el camino se encontraron con Diego Godinez que traía 30 jinetes los cuales por casualidad se toparon con 180 mapuches que iban camino a reunirse con su caudillo. Se trabó una furiosa batalla donde Godinez quedó tan mal herido que tuvo que retirarse. Mientras tanto Lautaro cruzó el río Itata y reagrupó sus fuerzas en la orilla norte del río.

    Hay un episodio dentro de esta época que narra una entrevista concertada a distancia, entre dos cerros, que ocurrió entre Lautaro y uno de los capitanes de Villagra, Marcos Veas, antiguo amigo de Lautaro en tiempos de Valdivia, en que este soldado español insta a Lautaro a deponer las armas ya que no se podría oponer por siempre al poderío español. Lautaro respondió rudamente a Veas fijando al Maule como frontera para los españoles y además pidiéndoles un tributo en caballos, mujeres y armas a cambio de no ser atacada la colonia. La oferta de Lautaro fue rechazada ipsofacto por Veas y terminó la entrevista y la amistad.

    Lautaro avanzó hacía el río Maule y una vez cruzado se enteró que Francisco de Villagra había salido de Santiago con un batallón punitivo de 50 jinetes y 30 arcabuceros más un millar de yanaconas. Juzgando Lautaro que la capital quedaba desguarnecida avanzó hacia el norte, dejando pasar a Francisco de Villagra hacía el sur.

    Para entonces Lautaro se había ensorbecido por sus victorias y su ascendiente sobre su pueblo se transformó en un dictador y volvió a cometer toda clase de tropelías en contra del pueblo picunche y los promaucahues ganándose numerosos enemigos, entre ellos un indio joven quien vio morir quemado delante de él a su padre, este indio que dejaría vivo sería su perdición. En el actual sector de Chillán, Lautaro sufrió la deserción de su gran aliado, un cacique llamado Chillicán quien no pudo soportar el grado de abusos de su caudillo y se alejó con sus huestes desistiendo de la empresa de Lautaro. Esta importante baja en sus fuerzas fue un duro golpe al orgullo de Lautaro y lo hizo desistir de avanzar hacia el norte en pos de Santiago y como estaba avanzado el otoño y sin alimentos prefirió retornar a regañadientes hacia Mataquito y reagruparse en Peteroa.

    Y fueron esos abusos y los rencores que provocaron los que causaran la derrota definitiva del gran caudillo y su muerte. Por primera vez los servicios de inteligencia con que contaba ocultaron información, la distorsionaron para trastocarla en un ataque por sorpresa de los españoles el primero de abril del año 1557 cuando Francisco de Villagra pudo tomarse el desquite cayendo sobre el desprevenido campamento del Toqui que dormía confiado Ens. Propia seguridad. La sorpresa no fue total porque un corneta dio el toque de diana antes de tiempo. Aun así se produjo la desbandada mientras Villagra y su guardia, dateados por espías indígenas, se dirigían directamente a la ruca donde dormía Lautaro con Guacolda, su esposa. Empuñando la espada de Valdivia, muere atravesado por una lanza mientras los suyos son pasados a degüello luego de una resistencia de más de cinco horas. Con el fin de Lautaro, desaparece una figura notable de la guerra de Arauco, nadie más llegó a igualar sus condiciones de líder ni su genio militar, que estuvo a la altura de los grandes estrategas de su época.

    La figura de Lautaro creció con el tiempo. La lucha contra el conquistador duró trescientos años haciendo exclamar a Felipe Segundo: La guerra de Arauco me está costando la flor de mis Guzmanes. Solo en 1850, en plena república, una crisis económica provoca que las autoridades chilenas decidieran “pacificar” los pueblos al Sur de La Frontera arrebatándoles con tratados amañados, el alcohol y las armas las tierras que tan bravíamente defendieran durante mas tres siglos. Hoy el pueblo mapuche vuelve por sus reivindicaciones luchando por defender su idioma, sus creencias, su identidad y por recuperar las tierras que tan arteramente les fueran arrebatadas.

    [FONT=&quot]“La extinta Logia Lautarina o Logia Lautaro, creada en el siglo XIX en Londres por Francisco de Miranda, lleva su nombre por el ejemplo de resistencia ante los españoles. Cabe señalar que las estrategias militares de Lautaro, son enseñadas en las principales academias de guerra del mundo, las cuales son calificadas como "geniales", compartiendo su busto junto a los mas grandes estrategas militares del mundo, como el gran mariscal ruso Zhúkov, Napoleón, Gengis Kan, Alejandro Magno, Simón Bolívar, entre otros. Asimismo se hace mención que Lautaro es considerado como el primer General militar de Chile”.[/FONT]
     
  3. AVE DEL TERROR

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