Rosa Renard Artigas, (1894 - 1949)

Hija primogénita del profesor catalán José Renard y de Carmen Rosa Blanco, nació en Santiago el 8 de febrero de 1894. Estudió en el Colegio Francés de Santiago. En sus primeros años, su instrucción musical estuvo a cargo de su madre quien apreció tempranamente sus dotes de pianista. En 1902 ingresó a estudiar al Conservatorio Nacional de Música. Seis años después se recibió de concertista en piano. En 1909 se presentó por primera vez, profesionalmente ante el público, en el teatro del Conservatorio, debut que la hizo merecedora de una beca del gobierno chileno para perfeccionarse en el extranjero. Viajó a Berlín y se inscribió en el Conservatorio Stern, donde estudió con Martin Krause, discípulo de Liszt. Unos años después Rosita puso en contacto a Claudio Arrau con el maestro Krause, quien a partir de ese momento se ocupó de la formación del connotado pianista. Cuando el gobierno chileno decidió suspenderle la beca de estudios, Rosita Renard pasó a ser alumna honoraria del Conservatorio Stern. En 1913 recibió el Diploma de Honor al mejor alumno de la escuela, galardón que no había sido otorgado en los últimos 50 años. Un vez graduada recibió el Premio Liszt y la Beca Mendelssohn.
Con el advenimiento de la primera guerra mundial la familia Renard decidió retornar a Chile. Luego de una serie de conciertos en Nueva York, Rosita planeó instalarse en Estados Unidos para desarrollar su carrera en ese país. Pero su madre le negó el permiso y la obligó a trasladarse a Alemania, para acompañar a su hermana quien también había sido becada. En 1925, a los 31 años de edad, decidió fugarse para escapar al control materno. Se casó con Otto Stern y volvió a Estados Unidos, ahora junto a su marido, pero la visita no rindió los frutos esperados. Ambos se instalaron en Chile en 1930.
Fue contratada como profesora de piano por la recién fundada Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile. En forma paralela se dedicó a dar conciertos en el país. Entre 1934 y 1936 retornó a Europa y Estados Unidos. A su regreso se fue a vivir a una parcela en Pirque. La segunda guerra mundial le impidió un nuevo viaje a Europa, no obstante, trajo a Chile al destacado director de orquesta austriaco, Erick Kleiber. El maestro la incluyó como intérprete en el piano, en una de sus presentaciones, quedando deslumbrado con su talento. Inició entonces una gira con ella, que culminó en el Carnegie Hall de Nueva York, el 19 de enero de 1949. De esta manera, Rosita alcanzó definitivamente reputación de intérprete de nivel mundial.
De vuelta a Chile se le diagnosticó encefalitis letárgica. Murió en la clínica Santa María, en Santiago, el 24 de mayo de 1949, tres meses después de su consagración. Es recordada como una mujer de personalidad fuerte, modesta y humilde. Existen muy pocos registros de sus interpretaciones al piano, salvo unas grabaciones de 1928, bajo los sellos Victor y Brunswick y otra, artesanal, de su famoso recital del Carnegie Hall, la cual fue efectuada sin su consentimiento.