El Futbolista Maldito Desde Italia '90 se espera que Africa "explote" y se presente en un campeonato del mundo con posibilidades reales de triunfo. Quizá en los que más esperanzas se depositaron fue en la generación nigeriana que ganó los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996. Aquellas águilas verdes, que ya habían dejado muy buen sabor de boca en el mundial del 94, tenían jugadores suficientes para presentarse con opciones en 1998 o en 2002. Pero nunca consiguieron nada importante, ni siquiera llegaron a cuartos de final en alguna edición de la copa del mudo. Es evidente que el "visionario" que profetizó en 1990, tras caer Camerún con Inglaterra en San Paolo, que los africanos eran un valor en alza en el fútbol de selecciones, era un auténtico gafe. Una de las víctimas más claras de este mal de ojo es Okocha. El más africano de todos los africanos, el jugador más genial y talentoso que ha dado el continente negro. Con su sonrisa imborrable y una forma de conducir y golpear el balón que enamora con sólo mirarlo, Jay-Jay Okocha. Augustine Azuka Okocha nació el 14 de agosto de 1973 en Enugu, Nigeria. Su infancia y juventud encajan en el típico argumento de película americana de superación para la sobremesa del domingo: familia tremendamente humilde, un hermano mayor que le inicia en el fútbol, horas y horas descalzo pateando cualquier cosa esférica en las calles sin asfaltar de su ciudad. El equipo de fútbol local, los Enugu Rangers, le ficha en 1989 tras destacar en sobremanera en una prueba hecha entre jugadores amateurs. El destino sólo le dejaría estar un año en el fútbol profesional nigeriano. En 1990, visitando a un amigo en Alemania, le convencen para hacer una prueba con el Borussia Neunkirchen, humilde club asentado en la frontera con Francia y en aquella época en 4ª división. No hay evidencias gráficas de esa prueba, yo calculo (y es una opinión personal) que le debieron bastar unos 3 minutos para convencer al responsable de que sería de locos dejar escapar un talento así. Tras 2 temporadas dando lecciones en campos modestos, el Eintracht Frankfurt se hace con el jugador en 1992 y le ofrece la oportunidad de lucirse en primera división. Es la ocasión con la que Okocha ha soñado y le abre de par en par las puertas de una selección nigeriana en la que se augura una buena generación. En 1994, con sólo 21 años, acude al Mundial de USA '94, partiendo desde el banquillo en toda la primera fase y disputando como titular sólo el partido de 1/8's frente a Italia. Aquella tarde en Boston, donde Roberto Baggio y otros 9 amigos remontaron un partido que perdían 1-0 hasta el minuto 88, es uno de los primeros recuerdos amargos de la carrera de un, por entonces, joven Jay-Jay. Sigue en Alemania hasta 1996, creciendo aun más año a año. Ese verano, con el descenso del Eintracht de Franfurt, el Fenerbache turco compra su pase por casi 2 millones de $. Pero lo importante ese año sería su viaje a USA para participar en Atlanta 96' junto a un grupo de chavales llamados a grandes cosas: Kanu, Taribo West, Amunike, Finidi, Amokachi... Yo era un crío aquel verano y recuerdo con mucho cariño la final ante la Argentina de Crespo, Zanetti o Simeone. Aquel 3-2, aparte de ser un partido apasionante, siginificó el primer título a nivel internacional del cacareado despertar africano. Para nuestro protagonista fue la auténtica presentación ante el mundo. En Turquía su juego sigue evolucionando, y su faceta goleadora empieza a destacar también. 2 años muy buenos llevan al PSG a desembolsar la friolera de 24 millones de $ en el verano de 1998, cerrando el fichaje antes de que comienze el Mundial, presagiando que el papel de Nigeria puede hacer que el precio del futbolista se dispare. En Francia las aguilas verdes no son favoritas, pero sí uno de los claros aspirantes a dar la sorpresa y luchar de tú a tú con casi cualquiera. Su primera fase, clasificándose como primera de grupo y eliminando a España, confirma ésto. Sorprendentemente, en octavos Dinamarca les apea con un inapelable 4-1 en el que los hermanos Laudrup demostraron que ni Rufai ni la defensa nigeriana tenían nivel suficiente para partidos de exigencia. Tras la eliminación, Okocha se queda en París para vivir 4 años de sensaciones enfrentadas. Si bien él se convierte en un jugador auténticamente especacular y la directiva le trae un socio como Ronaldinho Gaucho, el Paris Saint Germain (que es un club que merecería por si mismo un post como Maldito) navega sin rumbo, sin pelear por los títulos y en un baile continuo de entrenadores en el que sólo Luis Fernández encuentra cierta tranquilidad. Con su contrato finalizado en 2002, Okocha decide emigrar a Inglaterra y firmar por el Bolton antes de viajar a Japón y Korea para el Mundial. Como capitán, Jay-Jay no puede evitar el descalabro de los nigerianos, que sólo consiguen un triste empate a 0 ante Inglaterra y son eliminados. En su nuevo club Okocha alcanza su máximo esplendor como jugador, pero el nivel y prestigio del club no acompañan. Su mayor logró es clasificar al equipo 6º y garantizar el acceso del club a competiciones europeas. En 2006, cuando parecía tener aun mucho fútbol en sus botas, decide emigrar a Qatar a vivir tranquilo y llenarse los bolsillos como un pseudo-Globetrotter del fútbol. Tras un año, cuando parecía que Okocha iba a irse aun más lejos, la MLS o Australia, decide firmar por el Hull, en lo que él mismo calificó como un designio divino. Debía estar gracioso Dios aquel día, porque el pobre Okocha no pudo apenas jugar y rendir debido a las lesiones. Tal vez el estar alejado del césped neutralizó su gafe, ya que los tigres consiguieron ascender contra todo pronóstico a la Premier League aquel año. Tras esto, como no puede ser de otro modo, comprende que la mejor opción es colgar las botas. Así dió carpetazo Jay-Jay a una carrera rara, con momentos más felices de lo que nunca hubiera soñado y la sensación de que nunca se sacó a sí mismo el 100%, puede que ni siquiera el 50%. En la Europa futbolística que vivimos, donde el prototipo de jugador africano es un futbolista eminentemente poderoso, con un juego basado a menudo en una clara superioridad aeróbica y anaeróbica, Okocha era un rara-avis. Aun siendo potente como ellos, el nigeriano tenía mucho más de jugador sudamericano que de africano, aunque su estilo de juego fuera la viva imagen del carácter subsahariano. Y sobre todo tenía mucho más de jugador antiguo, de los 60' o 70' y tan genial como intermitente, que de jugador moderno. Casi cualquier partido de Okocha te enseña a un jugador rápido y estable, con un buen tren inferior, con una capacidad sobrehumana para regatear y un calidad técnica al alcance de unos pocos, tiro lejano, capacidad para conducir con muchísimo recorrido... todo lo que se le exige a una superestrella. Pero siempre te quedaba la duda de si, aun teniendo todo ese despliegue de cualidades, sabía realmente jugar al fútbol. Okocha nunca tuvo una verdadera oportunidad en un club de nivel, algo que probablemente lo hubiera elevado a la categoria de los mejores futbolistas del mundo. Talento le sobraba. Trasladaba la pelota siempre con la cabeza levantada y era casi imposible que errara un pase. Además, rompió con el prototipo de jugador africano, ese que toma la pelota acelera y se choca con la línea de fondo. A Okocha le corría sangre sudamericana por las venas y no es el único de su especie, porque gracias al Dios Fútbol, el talento no se negocia..
