Existen varias creepypastas y videos de terror ambientados en redes sociales (sobre todo en Facebook y Youtube), pero son muy escasas aquellas que se ambientan en Twitter. Aquí les traemos una historia de terror que involucra al fundador de ese social network tan popular: Jack Dorsey. Durante los primeros meses en que Twitter estuvo en desarrollo, Jack Dorsey y su equipo de creadores recibieron tweets con contenido perturbador, de parte de un usuario que nunca se llegó a identificar. Mensajes realmente inquietantes que llegaban hasta el acoso. Obviamente se trata de una historia ficticia, aunque hay varios elementos que sí son ciertos. @RottenBird Twitter, esa red social que hoy utilizan cientos de millones de personas, tiene en sus orígenes un episodio bastante oscuro. Fue creado a comienzos de 2006, por un equipo de programadores de una empresa de podcasts llamada Odeo. En su versión experimental el servicio se llamaba AudioBlogger, y pretendía ser una plataforma para enviar mensajes de audio entre usuarios. Pero al poco tiempo el grupo de creadores, encabezado por Jack Dorsey, prefirió realizar una red en la que se pudieran intercambiar mensajes de texto. Finalmente, el 31 de marzo de 2006, Twitter vio la luz. Al principio fue una red social de uso exclusivo para los dependientes de Odeo y sus familiares y amigos cercanos. Ninguna persona ajena a estos podía registrarse, y durante los primeros cuatro meses Twitter no debíó de tener más de cincuenta usuarios. Pronto estas personas comenzaron a intercambiar mensajes de texto. Jack Dorsey era el jefe del equipo de creadores de la nueva red. Un día cualquiera de finales de abril se encontró un tweet realmente peculiar. Procedía de un usuario llamado @RottenBird (que en español se traduciría como Pájaro Podrido), lo que sorprendió bastante a Jack, pues él seguía a todos aquellos pocos usuarios que se habían registrado a esa red privada. Y él estaba seguro de no haber visto ese username nunca. Cosa aún más extraña, el tweet en cuestión llevaba un fichero adjunto... un fichero de audio. Quizás los informáticos de su equipo habían activado la función para envíar mensajes de sonido, tal como se podía hacer con el proyecto inicial de AudioBlogger. Escuchemos este mensaje, pues. Esto fue lo que pasó por la cabeza de Jack al abrir el tweet. El audio no duraba más de cinco segundos, en los que se escuchó algo inesperado: - Juajuajuajuajua. Una risa prolongada, de tono perverso. Sonaba como si de una voz alterada se tratara, y en otro contexto tal vez hubiera tenido su gracia. Pero la verdad es que Jack detectó cierta maldad de fondo, que le daba un sentido perturbador a esa risa. Sin embargo, al ser Jack Dorsey un programador serio y profesional, optó por responder a ese tweet, pasando también el mensaje a sus principales colaboradores: Muy bien jugado lo del Pájaro Podrido. Pero ¿qué les hace pensar que enviar mensajes grabados será una buena función para los futuros usuarios de Twitter? Curiosamente, pasaron las horas sin que ninguno de sus compañeros contestara su tweet. Pero mucho mayor sería su desconcierto dentro de unos minutos. Jack de pronto se dio cuenta que necesitaba comprar comida, por lo que agarró su tableta, hizo una lista y salió de casa. Estaba ya en el supermercado, cuando recibió un nuevo mensaje. Se puso a revisar en el tablet y efectivamente era lo que imaginaba, y al mismo tiempo temía: un tweet de audio de @RottenBird. La grabación era muy corta al igual que la anterior, pero eso sí, más inquietante: - ¿Adónde vas? Esta vez a la voz se acompañaba una especie de gemido aspirado, como de persona mentalmente perturbada, o alterada por el uso de alguna droga. Ahora Jack empezó a preocuparse, porque ninguno de sus conocidos podía saber que había salido de casa. ¿Quién era ese usuario? ¿A quién pertenecía esa voz? Y sobre todo ¿cómo pudo saber que él había ido a algún sitio? Si se trataba de una broma, desde luego era de pésimo gusto. Con estos pensamientos que le rondaban por la cabeza, regresó a casa. Esa misma noche llamó por teléfono a Biz Stone, uno de sus principales colaboradores en el proyecto de Twitter, para comentarle lo que le había pasado. Sobra decir cuál fue la respuesta de su compañero. A los informáticos no se les había ni siquiera ocurrido habilitar la función de compartir archivos de audio por Twitter. De hecho, esa idea había sido descartada por todos los miembros del equipo, hace ya meses. ¿Qué sentido tendría reintroducirla en el nuevo proyecto de red social? Después Biz revisó el listado de usuarios registrados; no apareción ningún @RottenBird en la lista de esos cincuenta miembros. Simplemente ese usuario no existía. Jack se preparó para acostarse. A la mañana siguiente hablaría con todos los miembros de su equipo. Además se revisarían todos los códigos y la configuración de Twitter. Estaba ya en cama, pero no acababa de conciliar el sueño, tan atormentado como estaba por sus dudas, pero a la vez curioso por saber quién hubiera podido colarse en una red privada. Al fin y al cabo Twitter estaba todavía en su versión alfa; eso significaba que no estaba del todo terminado. Aparte de eso, solamente unas pocas personas de confianza sabían del proyecto y tenían una cuenta en la red social. Su flujo de pensamientos fue interrumpido por el sonido de su ordenador, que había dejado conectado a internet. Jack presentía lo que eso significaba: era el sonido que notificaba un nuevo tweet. Su curiosidad fue suficiente para impulsarle a levantarse y acudir al escritorio. Otra vez un tweet del maldito pájaro podrido, con un mp3 adjunto: - ¡Te sigo! ¿Me sigues tú a mí? Siempre con esa voz distorsionada que rezumaba depravación. Acababa de escuchar el mensaje, y oyó otra señal de un nuevo tweet recibido, pero esta vez vino de la tableta que estaba en el dormitorio. Por alguna etraña razón el ordenador de mesa no se lo notificó. Jack corrió a revisar la cuenta desde el tablet, y ahí tenía un nuevo mensaje de audio: - ¿Dónde estoy? Jojojojo. Algo o alguien parecía conocer sus movimientos, y se estaba burlando de él. ¡Hasta aquí llegó esto!, pensó Jack. Llamó a la policía, denunciando el acoso y pidiendo que enviaran a alguien a vigilar su casa. Cuando llegaron, mostró los mensajes a lo agentes. Al abrir los tweets recibidos descubrió que ya no quedaba nada de ellos. El nombre de usuario @RottenBird se había vuelto indescifrable: no quedaba más que una serie de cifras y símbolos sin sentido aparente. Como si @RottenBird se hubiera descompuesto, haciendo honor a su nombre. Y los ficheros de audio... bueno, ya no contenían ninguna grabación. Al reproducirlo sólo se escuchaba un ligero chasquido; el típico ruido de fondo que capta el micrófono cuando graba y no hay ningún sonido. La policía se quedó ahí el resto de la noche, pero las investigaciones que se hicieron en los días siguientes no llevaron a nada. Jack Dorsey y su equipo de programadores revisaron Twitter de arriba a abajo, en busca de cualquier intento de intrusión de un posible hacker, o de cualquier fallo que pudiera estar creando esos usuarios y mensajes indeseados. Pareció todo normal, teniendo en cuenta que la red social todavía estaba en fase experimental. En los meses que siguieron el equipo trabajó duro para perfeccionarla; durante ese periodo tanto Jack, como otros miembros del equipo, recibieron esos mensajes de audio perturbadores. Y siempre se borraban al rato de haberlos reproducido; al igual que @RottenBird, que no dejaba de esfumarse dejando tras sí el rastro ilegible de números y símbolos. Aquellas apariciones continuaron hasta el 15 de julio de 2006, cuando por fin Twitter estuvo terminado y fue presentado al público mundial. A partir de ese momento ya no se tuvieron noticias de ese usuario fantasma, ni de sus extraños tweets. Pero ¿quién sabe si @RottenBird sigue circulando por la red y acechando a los twitteros?
