Yo con mi mejor amiga, hermosa y lujuriosa.

Tema en 'Relatos Eróticos' iniciado por rappartner, 2 Sep 2015.

  1. rappartner

    rappartner Usuario Nuevo nvl. 1
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    Hola, Aleja, espero que estés bien, permíteme recordarte quien soy…
    Me invitaste a tu casa, ese día no había nadie en ella y tú estabas en una tierna piyama de chica, estuvimos hablando en unos muebles, de pronto te fuiste y me dejaste leyendo una de tus historias escritas en uno de esos viejos pero interesantes diarios tuyos.
    En un momento me llamaste desde el segundo piso, yo subí y estaba una luz saliendo del baño así que me dirigí, entonces estabas en la ducha, y me dijiste que si te ayudaba en algo, cuando entre había una repisa debajo de la tubería, y estaba "lejos" para ti. Me dijiste que cogiera un objeto, yo me acerque y tú te quedaste en medio de la repisa y de mí, dándome la espalda con la cara larga mirando hacia arriba.
    Me acerque lo suficiente, quedamos rosando nuestros cuerpos contra la pared, tuve nervios, no sabía si alejarme, porque sería hipócrita decir que no me atraías.
    Yo sentía tu trasero mientras intentaba ayudarte, cuando cogí el objeto, tu "accidentalmente" moviste la perilla y me empecé a mojar mientras tu reías con una mirada picara.
    Cogí tu cintura y sin separar nuestros cuerpos te hale hacia atrás. Terminaste tan mojada que se notada tus calzones dándole forma a tu bello trasero, y se notaba tus tiernos y hermosos pezones que no los cubrías más que tu pijama mojada y casi que transparente.

    Luego me empujaste con tu trasero hacia el otro lado de la repisa. Termine con mi espalda reposada en la pared y con tu cuerpo reposado dulcemente sobre el mío. Tu cuerpo desde tu cintura hacia arriba lo inclinaste hacia adelante diciendo tener frío con tus brazos cruzados y emitiendo un gracioso pero a la vez muy erótico gemido. Al hacer esto me dejabas ver y sentir tu lindo trasero reluciendo su mayor forma con la posición y con tu cuerpo mojado sobre la erección que me causaba ver tu sensual cuerpo sobre el mío.

    Te agarre la cintura y mientras subía mis brazos te fui enderezando, te cogí de nuevo tu cintura y me gire poniéndote de frente y recostada contra la pared, yo detrás tuya apretando nuestros cuerpo como esperando que fuéramos sólo uno. Puse mi cara al lado de la tuya mientras lamia tu oreja sin decir ni una sola palabra, nuestros cuerpos, los movimientos y la excitación reflejada en nuestros ojos lo decían todo.

    Llevaste tus manos hacia atrás, donde estaba yo, las llevaste al centro mientras tocabas mi pene y lo agarrabas fuertemente. Yo no aguante y lleve mis manos a tus senos, las pasaba suave y múltiples veces sintiendo tus duros pezones, luego te volteo desde tu cintura, te puse de frente, nuestras miradas hablaban entre ellas, lo maravillosos que se sentía una conversación de pasiones carnales. Me acerque lentamente hacia tu boca. Mientras mis manos volvían a sentir tus ricos senos, mientras tus manos sentían la rigidez de mi pene... mis labios sentían lo que tú sentías, tu sentías lo que yo sabía y quería. Era fabuloso, tus caderas temblaban de nervios y placer, mis ojos no querían mirar, solo querían sentir, sentir tu cuerpo, sentir el momento.

    Pasamos varios minutos haciendo lo mismo, no podíamos parar, no había tiempo para palabras o alientos. Te quite tu camisa, admiraba el maravilloso color y textura de sus senos, pezones hermosamente rozados que pedían por mí, que pedía por ellos, lleve mis labios, mientras estos apretaban tus senos, mi lengua daba uno y miles de recorridos por tus senos, tu alzabas tu cara de placer, uno y miles de sonidos que expresaban lo que tú y yo sentíamos, me apretabas mi cabeza queriendo más, buscabas algo más que metafísico, el placer chorreaba por tu alma mientras la mía atravesaba la tuya.

    Me alejaste y te arrodillaste con tu miraba encima de la mía, ni un momento para mirar otro lado, tu sonrisa pícara me desvestía, bajabas lentamente mi pantalón sin ni quiera tener que mirarlo, sabias donde estaba y como lo querías, tu mirada seguía haciendo su trabajo.

    Sacaste mi pene, sonreíste bellamente, lasciva, lo agarraste, sacaste la lengua y la llevaste hasta él, luego con tus labios le diste cero espacio, todo era placer, sentía tus labios una y otra vez recorrerme, lo hacías rápido, lento, infinito, maravilloso. Con tu lengua saboreabas, sentías y te regocijabas en él. Me humedecías tanto que ya no sabía quién era o que hacía. Éramos solo tú y yo y ese instante.

    Te paraste lamiendo tus labios, yo te hale de la mano y te lleve hasta tu cama, te tire, te desvestí, me recosté sobre ti, te volví a besar, mis manos agarraban tus manos fuertemente, mi cuerpo apretaba sobre el tuyo, nuestros ojos cerrados dejaban todo al tacto y la imaginación. Lleve mis labios a tu cuerpo y de beso en beso fui bajando, pasando una que otra vez mi lengua sobre tu lisa y clara piel, pase por tu pezón hasta llegar a tus piernas, lamí tu ombligo, lamia tus pezones besada tus piernas, tu cuello, todo. No sabía por dónde empezar o terminar, solo sabía que todo lo hacía bien… tampoco me importaba.

    Ya sabias donde iba a parar, y no lo hacía, estabas tan desesperada y el placer no quería aguantar lo pedias a gritos de alma, así que quise darte eso que tanto querías. Me acerque y empecé con una suave lamida por toda tu vagina, luego me concentre en rodear tu clítoris con mi lengua, lo acorrale, pero no lo tocaba, mi saliva descargaba en tu piel y humedecía más lo que ya estaba húmedo de la excitación. Toque tu clítoris, lo apreté un poco con mis labios, lo rodee y mi lengua le daba el toque de Dios. Sentía el lindo aroma que emitía tu cuerpo, mi lengua se paseaba suavemente por tu clítoris, lo hacía rápido, lento, fuerte, suave y de todas maneras posibles. No parabas de gemir y sentir que tocabas el cielo, introduje uno de mis dedos mientras se movían dentro de ti. Mi dedo, mi lengua, escribían una canción sobre tu cuerpo. Luego me aleje un poco mi cara, volví a tus senos, mientras mi dedo seguía haciendo lo suyo. Introduje otro, ya eran dos que te daban placer, poco a poco iba aumentando su velocidad, mi lengua en tus pezones, y tu mente en el cielo, nuestros cuerpos en el infierno. Éramos uno, éramos dos, éramos todo y éramos nada.
    Tu corazón empezaba a latir de manera tan abrupta que no podías ni respirar, tus gemidos aumentaban y su volumen variaba.

    Agarraste mi pene y lo pusiste en tu vagina, mis manos encima de tus senos, tus dedos en tu clítoris, lo hacíamos sin parar, era bello, malvado y bendito lo que hacíamos, el placer aumentaba a un ritmo precipitante.
    Hicimos una cantidad de poses, de todas las maneras posibles permitimos que nuestros cuerpos navegaran en este infinito mar que nos faltaba por recorrer, mar que recorríamos en un barco de dos cuerpos que pedían ser uno solo. Lo hicimos por horas, no podíamos parar, queríamos más, llegamos a tal punto de alegría… de excitación... La infinita alegría, el final más glorioso, un tsunami de placer caía sobre nuestros cuerpos que sentían la más gloriosa experiencia, regocijados en la excitación del pecado tocados por mil diócesis viendo tal experiencia de dos sujetos que chorreaban placer, como un acantilado de alegría, la más bella experiencia, terminaba son un sabor dulce, con un sabor que sabe perdurar por los años.
    Espero que algún día lo recuerdes así como yo, espero que te mejores, espero que no te hayas olvidado de mí.