La historia del empresario penquista que ahora es obrero: saqueado, no ayudado y embargado.

Tema en 'Cementerio De Temas' iniciado por Hades, 7 Mar 2013.

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  1. Hades

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    La historia del empresario penquista que se convirtió en obrero: saqueado el 27/F, nunca recibió ayuda y fue embargado


    Ya son tres años y aun las heridas están ahí, no han sanado. A veces quisiera borrar todo lo pasado, pero no es posible. Borrar ese sábado en que no aclaraba nunca, cuando finalmente se nos vino un día muy triste, con nuestras vidas distorsionadas por el dolor y el no saber qué hacer. Pensé “los locales deben estar destruidos, quizás se cayeron, debo ir a verlos”. Pero, al llegar al puente Llacolén, Carabineros dijo que nadie podía cruzar. No se sabía cómo estaban los puentes y, ante eso, nadie pasaba.

    Al día siguiente (domingo), muy temprano, nos preparamos con Ingrid y partimos de nuevo. Era tal la cantidad de vehículos que demoramos más de dos horas en llegar a Coronel. En el camino nos dimos cuenta de que los saqueos estaban en su apogeo. La gente corría por todos lados, enloquecidos, con carros, bolsas. Camionetas llenas de cosas, hasta taxibuses. En fin, todo servía para el acarreo. Era otro mundo. El nerviosismo se fue apoderando de nosotros. Al llegar por calle Remigio Castro vimos el local 2 y nos detuvimos a revisarlo. No quedaba nada. Sólo mugre y destrucción. Los vidrios quebrados estaban por todo el piso. La cortina había sido rajada y las ventanas ya no estaban. Hasta los marcos de aluminio habían sido arrancados de los muros. Quede paralizado. En el piso, unas botellas de cerveza vacías hacían imaginar que los saqueadores al parecer celebraron antes de irse. No había nada que rescatar.


    Nos dirigimos al local 1 y a la panadería que estaba al lado, en Manuel Montt. No fue distinto. Destrucción era la única palabra que calzaba. Un hedor insoportable abundaba en ambos locales. Restos de carnes por el suelo. Restos de todo lo que se les cayó en su loca carrera a quienes eran mis clientes. Eso era lo incomprensible: eran mis clientes… “¿Por qué?”, me preguntaba una y otra vez.
    Era tal la destrucción que no atinaba a nada, solo a mirar y recorrer los locales. Estaba oscuro. No había luz. No me di cuenta cuando comencé a llorar, en silencio, con el pecho apretado, con un dolor que no sé explicar. Esto era el fruto de toda una vida de trabajo. Cuarenta años se acabaron en un día. No lograba entender qué había pasado. En qué había fallado y no paraba de preguntarme: ¿por qué?

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    La tierra se sacudía cada cierto rato, en nuevas réplicas que nos mantenían en vilo. En un lugar de la panadería que estaba con reja metálica no habían entrado. Era la sala donde se fabricaba pan y ahí estaban la harina y otras cosas. Mi mujer me dijo: “Saquemos lo que se pueda y vámonos “. Cargamos seis sacos de harina, manteca, sal; en fin, lo que pudimos salvar. Empezamos a recoger lo que estimamos podría servirnos. En eso estábamos cuando sentimos gritos y bombas lacrimógenas que caían en el patio. Nos asustamos cuando vimos que una turba trataba de entrar por el muro posterior (calle Los Carreras). Aparecieron unos carabineros que nos dijeron que debíamos irnos, ya que nuestra seguridad peligraba y ellos no podían cuidarnos. “Váyanse ahora”, nos dijeron.



    A esas alturas nos acompañaban creo que dos empleados que se quedaron a dar todo lo que quedaba en las cámaras -pollo, cerdo, etc.-, para que nos dejaran salir, ya que estábamos atrapados por la gente. De hecho, salimos contra el tránsito para escapar y nos fuimos por los cerros, pues las calles estaban prácticamente en poder de la gente. Simultáneamente, el supermercado Santa Isabel que estaba al lado de nosotros era saqueado, lo que distrajo un poco a la gente. Le dije a Ingrid que debíamos pasar al local de Lagunillas, ya que la venta del día anterior –unos dos millones de pesos- estaba ahí y necesitaríamos ese dinero.



    Llegamos a Lagunillas y ahí estaban Gabriel, Nelson y, la verdad, no recuerdo quiénes más. Estaban cuidando la entrada del negocio. Como pude, abrimos la cortina y me deslicé en el piso para entrar. Saqué el dinero, y un poco de carne para llevar a casa, tan rápido como pude, ya que el supermercado Bigger que está al lado del local ya estaba siendo saqueado. Me detuve a mirar desde afuera de mi negocio. Qué penoso espectáculo. Jamás vi la miseria humana de tal manera. Las caras desfiguradas. Eran hienas peleándose la presa. Salían con todo del supermercado. Se quitaban las cosas unos a otros. Me sentí tan mal. No podía entender ese comportamiento humano. Me senté en el suelo y lloré. Me dolía el alma. Jamás hubiera imaginado que los seres humanos pudieran olvidarse de todos sus principios y enloquecer de esa forma.



    A esas alturas me preguntaba: “¿Quién debe poner orden? ¿Quién es el responsable de que esto no pase? ¿Estamos en la selva? En el regreso a casa nos encontramos con cientos de personas que saqueaban todo lo que podían: Carozzi, el molino Coronel, el Líder… El dolor se mezcló con rabia e impotencia por no poder hacer nada.


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    Un par de días después hice la denuncia en Carabineros de Coronel. Pensaba, en una mezcla de inocencia y estupidez, que a lo mejor podría recuperar mis cosas. Vino el trámite de fiscalía, declaraciones, testimonios. Recuperación: cero. A decir verdad, recuperé dos cosas: la patente comercial del local 1 (sí, el cuadrito que uno cuelga a la vista) y mi notebook, que lo tenía un joven de unos 15 años, cliente mío. Alguien escuchó y me aviso que se andaba consiguiendo los programas para instalarlos, ya que había borrado todo. Llamé a la PDI y se recuperó. Lo demás, nada.



    Al pasar los días vino la reacción a la tragedia: “Tengo que seguir, tengo hijos, familia”… Me lo repetía una y otra vez. Pero, ¿cómo? A los 15 días llegó la electricidad. Pude ingresar a mi cuenta corriente en internet. No sabía qué había pasado con las platas y… ¡sorpresa!… casi todos los proveedores habían ido a otras ciudades a depositar los cheques y tenía 74 protestos. Sí, 74. No podía creerlo. Yo que trabajé 20 años en la banca. La desesperación se apoderó de mí: ¿Qué voy a hacer ahora? ¿Y con 30 empleados que dependen de mí?
    Un amigo me aconsejaba: “Quiebra, así te libras de todo, no le pagas a nadie, ni a la gente. Y punto, borrón y cuenta nueva”. “Estás loco”, fue mi respuesta: “¿Tú crees que voy a dejar a mi gente botada? Ellos y sus familias dependen de mí. No puedo hacer eso”.

    Fui al Banco Santander. Yo era cliente de ellos. Expliqué la situación y mi deseo de volver a levantarme. Me dijeron: “No se preocupe, nosotros le vamos a ayudar. Usted es buen cliente, cuente con nosotros”.

    Me ofrecieron un crédito para empezar de nuevo: “Firme aquí para poder cursarlo”, me dijeron. “¿Oye, pero, en blanco? ¿Y a qué tasa, a qué plazo?, les pregunté. “Don Jaime, usted es un excelente cliente, le vamos a dar la mejor tasa y al mejor plazo, confíe y firme. Estamos para ayudarlo”. La desesperación del momento gatilló y firmé. Sí, firmé todo en blanco. Nunca supe las condiciones de otorgamiento, hasta la cobranza judicial. Ahí me enteré de la “ayuda” del banco. El día 1 de agosto del 2011 le pedí al banco una cuenta corriente histórica de mis créditos con todo lo que les había pedido, todo lo que les había pagado y cuánto les debía. Nunca me dieron la información. Hasta hoy no sé cuánto le debo al banco, pero creo son más de $200 millones. Y creo que no me pasaron más de $70 millones.


    Con el dinero recibido y ante la presión de los proveedores, les pagué y no capitalicé para afirmar el negocio. Posteriormente, la presión del banco fue haciendo insostenible la situación. Se echaron a andar dos locales: el de Manuel Montt 277 y el de Lagunillas. El de Remigio Castro se perdió totalmente y lo que quedaba de la panadería se ordenó y se vendió para poder enfrentar las deudas crecientes. Se pagaron los finiquitos y quedó muy poco dinero. En fin, por lo menos pude pagar al personal. Eso me dejaba tranquilo.
    Mi salud empezó a flaquear y caí en una depresión tremenda. Pasaba horas sentado en el patio, fumando y pensando qué hacer. “Acuéstate – me decía Ingrid-, ya son las dos, las tres”. “Ya, mi amor, ya voy”. Era un tormento. No podía dormir. “¿Por qué llegamos a esto?”, me preguntaba una y mil veces. No había respuesta. “La vida es así”, me decían unos. “Ya pasará”, me decían otros. Claro, no estaban en mis zapatos.


    Ante la propaganda gigantesca del gobierno de que nos ayudarían y que cada caso sería atendido, escribí una carta al señor Piñera contándole mi situación y que necesitaba ayuda. Me analicé como ciudadano: daba trabajo a 30 personas, nunca una evasión de impuestos, cumplía con todas las leyes laborales, estaba en una zona muy afectada. “¿Por qué no me van a ayudar?”, pensaba. El señor Piñera me contestó a través de uno de sus asesores: que no me preocupe, que la Corfo, que Sercotec, que ésto, que el otro. Puras mentiras, jamás recibí ayuda de nadie.
    Las medidas ofrecidas en el discurso:


    SUBSIDIO DE RECONSTRUCCION: 40 millones de dólares
    FONDO DE COBERTURA PARA LA RECONSTRUCCION: 120 millones de dólares
    SOCIEDADES DE GARANTIA RECIPROCA: 20 millones de dólares


    ¿Qué les parece? Son como $ 86.400 millones. Me gustaría saber dónde fueron a parar, quiénes son los “damnificados” que recibieron esa ayuda. Amparado en la Ley de Transparencia, le solicité a la Corfo el detalle de la ayuda a la pequeña empresa por los daños del terremoto.


    Hago el siguiente ejercicio: supongamos que el número de comerciantes saqueados sean unos mil, ya que dejo fuera a las grandes cadenas y negocios que contaban con seguros y a los cuales les fue devuelta la pérdida. Tocaríamos como $86.400.000 cada uno. Y agrego que las perdidas, dependiendo del tipo de negocios, fueron muy distintas; en algunos casos de dos, tres o cuatro millones de pesos, lo que hace que la cantidad a cubrir sea inmensamente mayor. ¿Dónde está ese dinero?



    En la medida que mis problemas aumentaban, recorrí todas las instituciones financieras y bancarias buscando ayuda. Nada. Volví a escribir al señor Piñera y seguían llegando hermosas cartas llenas de mentiras. Nada se cumplió, solo lindas palabras, pero ayuda: cero.
    La mochila de deudas era tal, que dejé de pagar las imposiciones a mis trabajadores. Es lo más vergonzoso que he hecho. No pagar las cosas de mi gente fue un dolor que no me dejaba dormir. Trataba de mantener el negocio a punta de créditos de algunos empresarios amigos, ya que la mayoría me vendía solo en efectivo.


    Habían transcurrido meses del terremoto y la cosa no mejoraba, mi salud estaba cada día más resentida. Pastillas para dormir, pastillas para levantarme. Me había convertido en un zombi. El empresario alegre y trabajólico ya había pasado. Me convertí en un hombre amargado, taciturno, deprimido; todo era negro, no se veía la luz… ¡qué desesperación!

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    En el local 1 tenía mi oficina y ahí pasaba encerrado, a oscuras, horas y horas. Algunos empleados se acercaban y me animaban o lloraban conmigo. No veía salida. En esos días leí mucho la Biblia, la historia de Job. Esa historia era mi retrato, mi espejo; que hombre más grandioso y cuánta fe había en el. Empecé a reunirme con gente cristiana y eso me hizo ver las cosas de otra forma. Conocí a Dios. Me enteré de todo lo que había hecho por mí y todo lo que podía hacer si tan sólo yo lo aceptaba y creía. Mi vida cambió.


    En los días de encierro en mi oficina tomé la decisión: no podía seguir. Hablé con un amigo que tenía negocios del mismo rubro y le ofrecí mis locales. En tiempos normales podría haber sacado unos $ 50 millones por el local matriz, considerando la clientela, la ubicación y el prestigio del negocio, pero solo lo vendí en $ 30 millones. Lo primero que hice fue poner al día todas las imposiciones de mis trabajadores. Fue un alivio importante. Con lo que quedó, finiquité al personal. Por cierto, no alcancé a pagarles el ciento por ciento de lo que les correspondía, pero traté de ser lo más justo y equitativo posible.


    Me quedé sin un peso. Me fui a mi casa sin nada. Cuarenta años de trabajo y terminé solo con deudas impagables y una depresión. De los 30 empleados, 29 firmaron conformes y solo uno no estuvo de acuerdo y me demandó, por lo cual me han embargado. Le hice una oferta que rechazó. Por eso me retuvieron cheques de devolución de impuestos, los que serían entregados al demandante. Sin embargo, no aparecen recibidos por él y me siguen cobrando. Debo dejar en claro que las cosas que tenía en mi casa fueron embargadas por el Banco Santander y rematadas. Mi yerno, Salomón Puente, me pasó cosas de él y esas son las que ahora me está embargando en el juicio laboral.



    En esta historia, no puedo dejar afuera a las AFP, la “asociación de frescos profitadores”. Ante la situación que vivía y después de haber impuesto en el sistema antiguo siete años y 30 en el nuevo, decidí pensionarme anticipadamente. Tenía una cotización de enero del 2010 en que me decían que sacaría una pensión de unos $ 700 mil, lo que para mí era muy bueno, teniendo en cuenta que me había quedado sin ingresos. Pero, me salieron con que la crisis asiática, que La Polar, etc. Mi pensión real hoy es de $ 350 mil. No hay calificativos para esta tropa de sinvergüenzas que están profitando de las platas de los imponentes. En realidad, pienso que este tipo de negocios se creó para estafar a la gente. Y las noticias de todos los días me lo confirman.


    Volviendo a lo principal, fui uno de los comerciantes que demandó al Estado acogiéndome al artículo 19, inciso 24, de la Constitución Política, que asegura a todas las personas “el derecho de propiedad en sus diversas especies sobre toda clase de bienes corporales o incorporales. (…) Nadie puede, en caso alguno, ser privado de su propiedad, del bien sobre que recae o de alguno de los atributos o facultades esenciales del dominio”.
    De acuerdo a lo anterior, quiero que el Estado asuma su responsabilidad respecto de lo que dice. No me interesa quién es personalmente responsable. Me interesa vivir en un país que proteja a su gente y que cada vez que suceda una situación similar no salgan todos como locos a robar, porque eso fue: un robo. No me digan otra cosa, porque son excusas; fue un robo y no tiene otro nombre. Espero que la justicia funcione y que restaure económicamente todo el daño causado, que en mi caso es sobre los $ 100 millones.



    Bueno, a fines de 2011 me quedaba un solo negocio, el más chiquito: Lagunillas. La verdad, desde el 30 de octubre yo ya no aparecí más en ningún local y este negocio lo empezó a trabajar mi hijo Claudio. Pensé que de a poco este local volvería a ser lo de antes, pero al lado se instaló otro comerciante del mismo rubro y eso complicó aún más las cosas. Traté de venderlo y así tener dinero para finiquitar a la gente. Cuando tomé en arriendo la propiedad, la dueña del local me pidió trabajo y accedí, ya que consideré me ayudaría a cuidar el lugar. Esta señora me dijo que no aceptaría que yo vendiera el negocio, porque ella no le arrendaría a otra persona. Como ella trabajaba en el local, decidí dejárselo a los empleados y que ellos lo trabajaran y me pagaran con sus finiquitos. Desconozco las conversaciones de ellos, pero finalmente se quedaron tres y le pagaron el finiquito a la señora. Todo esto valorado en unos $ 9 millones, que equivalen a la mitad de lo que cuesta realmente ese negocio. Pero ya no quiero nada más con negocios y menos con Coronel, que resultó ser una pesadilla para mí.


    ¿Qué hago hoy? Bueno, pensionado con $ 350 mil mensuales correspondientes a más de 40 años de imposiciones, por cierto que con eso no puedo vivir. Tengo aún una hija en la universidad y como en Impuestos Internos aparezco como “empresario”, no tengo derecho a nada y debo pagar $ 150 mil al mes por sus estudios.



    Busqué trabajo y entré de carpintero a una constructora. A mi edad no puedo elegir y “la necesidad tiene cara de hereje”. Así es que me adapté a mi nuevo trabajo en la “contru”. Mucha gente me ha cuestionado: “¿Cómo se te ocurre trabajar en eso?”. No saben que es un trabajo tan digno como cualquiera. Varios ya no me miran porque ahora soy obrero. Solo los amigos de siempre (muy pocos) se alegran de que me haya levantado y me animan a seguir.

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    Este empresario “brillante”, que salió en el diario como un ejemplo de esfuerzo y que dio charlas en Inacap y en la Facultad de Negocios de la Universidad del Bio Bio, cuyas ventas eran de $ 1.500 millones al año, hoy vive de su pensión y de su trabajo en la construcción.
    En los días en que he escrito estas reflexiones he recibido respuesta de la Corfo en relación a mi consulta acerca de a quién ayudaron. La verdad, no me contestaron lo que yo preguntaba y se fueron por las ramas sin aclarar nada. Seguiré intentándolo. No por molestar, sino porque creo que quienes sufrimos las consecuencias del terremoto y los saqueos nos merecemos a lo menos que se nos diga la verdad sobre la ayuda que, dicen, nos entregaron.
    Para terminar, quiero decir que cuando nos sentimos en el fondo del abismo los amigos de verdad aparecen. Esos son los que están siempre contigo antes y después. Y seguirán estando por siempre. A ellos les doy las gracias. Son muy pocos, pero buenos.


    Y lo más importante, lo que me ha sostenido y me ha cambiado la vida: Cristo. Cuando más mal estuve, apareció su mano bondadosa para sostenerme y mostrarme su amor. He cambiado todo lo material por lo espiritual y ahora soy verdaderamente rico. Soy rico en amor, en familia y en todas las bendiciones que recibo día a día de Jesús.


    Reconstruir no es solo hacer casas (de tercera categoría) sino ver el daño que sufrieron cientos de personas que hoy están sicológicamente destruidas y que fueron abandonadas a su suerte y a su desgracia. Quiero justicia, por mi mujer, por mis hijos y por mis nietos. Ni nosotros ni ninguno de los comerciantes que sufrimos esta tragedia nos merecíamos lo que hemos vivido.


    FUENTE: CiperChile
     
  2. lostar

    lostar Usuario Nuevo nvl. 1
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    No conocia la historia, me dio mas pena que la cresta, trate de imaginar todo lo que ha sufrido
    y simplemente llore. Ojala se le pueda ayudar en algo, cosa a la que me sumaria sin dudarlo.

    gracias por compartir la historia.
     
  3. nasho!

    nasho! Usuario Nuevo nvl. 1
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    Me di la paja de leer el testamento y quede plop. Pobre señor, lo destacable es que aun estando en banca rota y casi en las ruinas siempre pensó en sus trabajadores. Pero esas son las vueltas de la vida, un día estas arriba y al otro estas en el suelo.

    Me sumo al de arriba, si se le pudiese ayudar de alguna forma, seria fantastico

    PD: AFP de mierda, siempre cagándose a la gente.
     
  4. manfigol

    manfigol Usuario Casual nvl. 2
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    que malaa !!,
     
  5. crucifixio

    crucifixio Usuario Casual nvl. 2
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    Y es aquí cuando saltan las interrogantes de cuanto se podría haber levantado a este tipo de gente que realmente sufrió con el terremoto si no se hubiera condonado la deuda de Jhonsons por 110 millones de dolares o sea mas de 5 mil millones de pesos para que ganara solo uno......el Sr. horts Paulmann y su buen socio el Sr. Pereira, director del SII.

    Gracias Piñata por tus mentiras!!
     
  6. xc_cristian

    xc_cristian Usuario Casual nvl. 2
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    Viendo el asunto friamente dejando de lado lo religioso que era y lo correcto con sus empleados,el señor no estaba hecho para los negocios sin seguros, sin ahorros, sin inversiones en terrenos, considerando que llego a ganar 1500 millones por año, que hizo la plata?? por eso siempre es bueno el ahorro y mejor aun si esta en algo material y explotable como terrenos, arriendos,etc.

    tambien hubiese sido mejor declararse en quiebra y ayudar a sus empleados por fuera, si a la larga igual se iban a quedar sin pega, lo otro las ayudas no se repartian en partes iguales, ni mucho menos se entregan tales cantidades de dinero a la gente, se imaginan 86.000.000 por persona, solo por el terremoto.

    pd: por mas que rece la plata no vuelve, lo unico que le queda es empezar de cero.
     
  7. drwire

    drwire Usuario Avanzado nvl. 4 ★ ★
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    ¿Si Johnsons quebraba cuánta gente iba a la calle señor inteligente?
     
  8. ~real~

    ~real~ Usuario Casual nvl. 2
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    x 2867846879480982'
     
  9. ~real~

    ~real~ Usuario Casual nvl. 2
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    Trabajas o trabajaste para ellos?

    Bien, si tu respuesta es no, quiero informarte que de igual manera se despidieron 1200 empleados a nivel nacional.

    Y si tu respuesta es si, deberías saberlo si no lo sabes eri un weon por no enterarte de las patrañas de tu empresa.
     
  10. crucifixio

    crucifixio Usuario Casual nvl. 2
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    Aprende un poco de legislación tributaria y ve lo que pasa con las empresas con pérdidas......Sr. Genius.
     
  11. Andrea Pirlo

    Andrea Pirlo Usuario Maestro nvl. 6 ★ ★ ★ ★
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    esta wea me dio rabia, animales qls sin RACIOCINIO, todos los wns que saquearon q la xupen y la vuelvan a xupar
     
  12. kristianXIII

    kristianXIII Usuario Casual nvl. 2
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    q lastima weon puta q injusticiaa!!
     
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