Todo será oscuridad: Lovecraft y la cultura

Tema en 'Rincon Literatura' iniciado por Elvis Presley, 30 Nov 2014.

  1. Elvis Presley

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    Su entrada en la Wikipedia define a H.P. Lovecraft como “uno de los escritores más significativos del siglo XX en el panorama del terror”. Aunque se trate de un halago, puede considerarse envenenado. Incluso cuando se supone que las categorías culturales han difuminado sus perfiles,crear en el ámbito del género fantástico sigue acarreando un pero, una acotación. A no ser que el autor en cuestión sepa dejar claro que el género no es para él un imaginario que explorar, sino una coartada, una herramienta para hablar de temas importantes “de verdad” o canalizar inquietudes graves como artista.

    En este aspecto, Lovecraft juega con desventaja. Aunque, como señalase su primer biógrafo, L. Sprague de Camp, demostró en la nutrida correspondencia que mantuvo con amigos y colaboradores ser consciente de las pulsiones y motivos subyacentes a su obra, y, aunque aspirase a “una expresión literaria seria antes que aceptar los estándares artificiales del romance barato”, nunca dejó traslucir que su interés fuese otro que el de escribir, el de conjurar visiones y pesadillas que le salvasen a él mismo de “verse convertido en un ser prosaico por el veneno de la vida”.

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    Esa percepción de la escritura como huida de lo estipulado como real, se materializó en un corpus expresivo de hondura conceptual, en opinión de autores como Colin Wilson, “similar a la kafkiana”. Pero no ser consciente de ello, y honrar el legado de una literatura sobrenatural sobre la que llegó a escribir con pleno conocimiento de causa en 1926 su ensayo más célebre, le ha costado a Lovecraft no ser incluido casi nunca entre los grandes de la ficción o el pensamiento. Una minusvaloración que empezó a subsanar en 2005 la prestigiosa editorial de clásicos estadounidenses Library of America al publicar una recopilación de sus relatos, y de la que han sido responsables en buena medida los admiradores canónicos, literales, del autor. El peor enemigo del género fantástico no es quien lo menosprecia, sino quien lo asfixia como fan. Y es que la imaginación de Love*craft ha sido cosificada por el friki hasta reducirla a una suerte de Tierra Media primordial, en la que las coordenadas de lo fabuloso han sido señalizadas con total precisión, para que puedan así generar sin demasiados quebraderos de cabeza convenciones, juegos de rol, cómics, camisetas, fan fiction y videojuegos. En este aspecto, flaco favor le hizo al escritor de Providence el grupo epistolar de autores y lectores conocido como “Círculo de Lovecraft”, formado en torno a las excelencias de su obra cuando vivía, y que, tras su desaparición, sistematizó inflexiblemente su cosmogonía de criaturas innombrables y lugares más allá del tiempo.

    Con aquella actitud, sus primeros incondicionales salvaban a Lovecraft del olvido –su popularidad en vida fue nula–, pero daban al traste con su credo materialista, ajeno a la fe, el ritual o la mítica, pendiente únicamente de un efecto estético que trata de compensar su argumento de un sinsentido existencial para el individuo y el universo: “Vivimos en una plácida isla de ignorancia en medio de firmamentos tenebrosos e infinitos. Pero, transcurridos los ciclos del tiempo, nadie caminará por la superficie de la Tierra. Todo será oscuridad. Todas las cosas habrán desaparecido. Y el océano seguirá agitándose bajo la perpetua noche de la Tierra”.

    Como puede apreciarse, un ideario perturbador, en el que el horror literario sublima el horror a la nada, propio de un “melancólico de lo absoluto” (Francisco Torres Oliver) en quien palpitase sin descanso la pulsión de muerte. Un ideario tan distante de los dogmas escapistas o vagamente espiritualistas del fantástico mayoritario, como del que cifra las virtudes del arte mayor en las entelequias de “lo humanista”. ¿Quiere esto decir que Lovecraft no ha sido comprendido realmente hasta la fecha? ¿Que no ha dejado huella intelectual más allá del equívoco, el acorde en tono menor, la ficción de terror, la cultura popular (en 2008 su obra pasó a ser de dominio público en la Unión Europea, lo que ha vuelto a convertirle en moda editorial)?

    En el ensayo colectivo Cuadernos del abismo: homenaje a H.P. Lovecraft (2008), Juan Antonio Molina Foix detalla cómo en la obra de quien fue al cabo un rentista dado a la vida contemplativa y la lectura compulsiva, se rastrean los influjos de tratados nigrománticos, cabalísticos y lingüísticos de la antigüedad; del naturalista Ernst Haeckel y el historiador James George Frazer; de Sigmund Freud y Albert Einstein; de exploradores pioneros de la Antártida; del político y filósofo Edmund Burke, y los clásicos griegos, latinos e ingleses.

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    De la misma manera, aunque, en opinión de Brian Kim Stefans, Lovecraft no haya despertado interés general entre críticos literarios y pensadores, debido a que su universo creativo está marcado por la ansiedad y la negación de un orden, lo que le hace refractario a aproximaciones sistemáticas, lo cierto es que con los años ha ido creciendo un interés reflexivo por él. Éste se ha hecho ver en estructuralistas y deconstructivistas, en el filósofo Gilles Deleuze, académicos como S.T. Joshi, literatos como Jorge Luis Borges, Joyce Carol Oates y Thomas Ligotti, maestros de la heterodoxia como Alan Moore, y una nueva estirpe de pensadores adscritos al realismo especulativo, corriente opuesta a las formas dominantes en la filosofía moderna del empirismo realista. Sólo en el último año, David Haden cifra en 30 los estudios online aparecidos sobre Lovecraft de libre acceso para el internauta. En cualquier caso, su máximo valedor intelectual en la escena cultural de hoy ha resultado ser el penúltimo enfant terrible de las letras francesas, Michel Houellebecq.

    A quien haya leído al autor de Las partículas elementales (1998) y El mapa y el territorio (2010), no hará falta explicarle que su visión de los empeños humanos y nuestro auténtico papel en el rumbo de las cosas no dista mucho de la esgrimida por su homólogo estadounidense; en su temprano ensayo H.P. Lovecraft: Contra el mundo, contra la vida (1991), revisado en 2004, Houellebecq diseccionaba la psicología y la filosofía de Lovecraft como sólo puede hacerlo quien siente una empatía elemental por su objeto de estudio. El opúsculo de Houellebecq ha devenido obra de culto, lo que hace *honor pleno al pensamiento incómodo de un Lovecraft que llegó a manifestar la intención extrema de “no escribir, soñar cuando me apetezca, sin hacer algo tan vulgar como transcribir mis sueños para un público de cerdos”. Sus lectores.

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