El Evangelio de Lucas Gavilán

El Evangelio de Lucas Gavilán puede ser considerado como una reescritura de el Evangelio de San Lucas visto desde la perspectiva del México de los años setenta, decimos reescritura ya que Leñero se encarga de corresponder a la perfección la numeración y los temas con el texto bíblico. Es una novela que cautiva desde el inicio con su narración del nacimiento de Jesús, no en un pesebre, sino en los lavaderos de una pobre vecindad y rodeado de prostitutas no de ángeles y pastores, de igual manera que coloca de forma extraordinaria a cada uno de los personajes y sucesos biblicos en el panorama del México Echeverrista: a San Juan Baustista no lo veremos en el desierto, sino como bracero en la frontera con Estados Unidos y en lugar de morir decapitado le será aplicada la ley fuga; a Jesucristo, con apellido Gómez, lo representa como albañil y no como carpintero, de la misma forma en que la visita al templo de Jerusalen en donde Jesús se pierde durante las fiestas de la Pascua, la traslada a una peregrinación a la Basílica de Guadalupe. Nos deleitaremos con la recreación que Leñero hace de la “nueva región del Jordán”, trasladada a los pueblos de los alrededores de la zona metropolitana del Distrito Federal, en donde se lleva a cabo la multiplicación de las tortillas, los nopales, los tlacoyos y los quesitos, en donde Jesucristo Gómez es seguido por pepenadores, sindicatos, ligas agrarias y ejidatarios. En la última cena se sirve pozole y pambazos; el Monte de los Olivos se verá transformado en el Parque Lira, los azotes se convierten en descargas eléctricas las que a la postre causarán la muerte de Jesucristo en una camioneta de la policía camino al campo militar y en lugar de ser sepultado en un sepulcro nuevo, será depositado en una fosa común del Panteón de Dolores en donde el sepulturero informará a las afligidas mujeres que ese hombre no está muerto, que siempre vivirá.

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