La Revolucion Protestante...La Reforma de Lutero

Tema en 'Cementerio De Temas' iniciado por Robert_b93, 1 Feb 2011.

  1. Robert_b93

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    Martín Lutero, nacido como Martin Luder, después cambiado a Martin Luther, nació en Eisleben, el 10 de noviembre de 1483 y murió el 18 de febrero de 1546. Fue un teólogo, fraile catolico augustino y reformador religionso de Alemania.
    Inauguró la doctrina teológica y cultural denominada Luteranismo e influyó en las demás tradiciones protestantes. Su exhortación para que la Iglesia regresara a las enseñanzas de la Biblia impulsó la transformación del Cristianismo y provocó la Contrarreforma, como se conoce a la reacción de la Iglesia Catolica Apostolica Romana frente a la Reforma protestante.Su matrimonio con Catalina Bora el 13 de Junio de 1525 inició un movimiento de apoyo al matrimonio sacerdotal dentro de muchas corrientes cristianas.



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    En este tiempo estalló un gran escándalo en Alemania a causa de la cuestión de las indulgencias o venta del perdon. Muchos consideraron esta práctica como un abuso escandaloso y la culminación de una serie de prácticas anticristianas fomentadas por el clero católico, pero será Lutero el primero que expondrá públicamente su opinión contraria a la venta de indulgencias y a toda la doctrina que la sustentaba.


    Para Lutero, la venta de indulgencias era una estafa y un engaño a los creyentes con respecto a la salvación de sus almas. En 1517, Lutero clavó en la puerta de la iglesia de Wittenberg sus 95 tesis, en las que atacaba la venta de indulgencias y esbozaba lo que sería su doctrina sobre la salvación solo por la fe. Este documento es conocido como Las 95 Tesis de Wittenberg y se consideró el comienzo de la Reforma Protestante.
    Las 95 tesis se difundieron rápidamente por toda Alemania gracias a la imprenta, y Lutero se convirtió en un héroe para todos los que deseaban una reforma de la Iglesia Católica. En algunos lugares hasta se iniciaron asaltos a edificios y propiedades de la misma Iglesia Católica. Por sus 95 tesis, Lutero se había convertido en el símbolo de la rebelión de Alemania contra lo que ellos consideraban prepotencia de la Iglesia Católica. Lutero arriesgaba además su vida, ya que podía ser declarado Hereje por la jerarquía eclesiástica y ser condenado a la hoguera...


    Entre los postulados podemos encontrar los siguentes:
    1. Solo Cristo: El único fundamento de la fe es Jesús. "Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo" (1 Corintios 3:11). "Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (1 Timoteo 2:5)

    2. Sola gracia (sólo la gracia): Cristo es el único que puede justificarnos. Las obras, incluidos los ritos eclesiales y cualquier otro tipo de esfuerzo humano, no son la causa de la salvación del hombre. Cristo murió por nosotros y a través de Él, por medio de la fe, somos salvos, para que nadie crea que fue salvo por su propio mérito, ni para que se glorifique de sus propias obras. Por lo tanto, la salvación es obra de la sola gracia de Dios. (Efesios 2:8-10)

    3. Sola Scriptura (sólo la Escritura): La única fuente de revelación y norma de vida son las Sagradas Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento.

    4. Sola fide (sólo la fe): La fe es lo único que, mediante la gracia de Dios, nos salva. Ninguna obra puede salvarnos, sino sólo la fe. Dice el apóstol Pablo: "Porque en el Evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá." (Romanos 1:16-17)

    Tambien rechaza la primacía y autoridad romana del Papado como institución divina. Niega la tradición dogmática de la existencia del purgatorio. El movimiento protestante iniciado por Lutero afirma el valor único de las Escrituras y la supremacía de la fe en Jesucristo. Lutero desarrolla la doctrina del Sacerdocio Universal, en donde afirma que las Escrituras son inteligibles para todos los creyentes y que cada uno, libremente, puede examinarlas mediante el proceso de distribución gracias a la creación de la imprenta. Lutero busca transformar a cada creyente en su propio sacerdote.

    Las 95 Tesis
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    Por amor a la verdad y en el afán de sacarla a luz, se discutirán en Wittenberg las siguientes proposiciones bajo la presidencia del R. P. Martín Lutero, Maestro en Artes y en Sagrada Escritura y Profesor Ordinario de esta última disciplina en esa localidad. Por tal razón, ruega que los que no puedan estar presentes y debatir oralmente con nosotros, lo hagan, aunque ausentes, por escrito. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
    1. Cuando nuestro Señor y Maestro Jesucristo dijo: "Haced penitencia...", ha querido decir que toda la vida de los creyentes fuera penitencia.
    2. Este término no puede entenderse en el sentido de la penitencia sacramental (es decir, de aquella relacionada con la confesión y satisfacción) que se celebra por el ministerio de los sacerdotes.
    3. Sin embargo, el vocablo no apunta solamente a una penitencia interior; antes bien, una penitencia interna es nula si no obra exteriormente diversas mortificaciones de la carne.
    4. En consecuencia, subsiste la pena mientras perdura el odio al propio yo (es decir, la verdadera penitencia interior), lo que significa que ella continúa hasta la entrada en el reino de los cielos.
    5. El Papa no quiere ni puede remitir culpa alguna, salvo aquella que él ha impuesto, sea por su arbitrio, sea por conformidad a los cánones.
    6. El Papa no puede remitir culpa alguna, sino declarando y testimoniando que ha sido remitida por Dios, o remitiéndola con certeza en los casos que se ha reservado. Si éstos fuesen menospreciados, la culpa subsistirá íntegramente.
    7. De ningún modo Dios remite la culpa a nadie, sin que al mismo tiempo lo humille y lo someta en todas las cosas al sacerdote, su vicario.
    8. Los cánones penitenciales han sido impuestos únicamente a los vivientes y nada debe ser impuesto a los moribundos basándose en los cánones.
    9. Por ello, el Espíritu Santo nos beneficia en la persona del Papa, quien en sus decretos siempre hace una excepción en caso de muerte y de necesidad.
    10. Mal y torpemente proceden los sacerdotes que reservan a los moribundos penas canónicas en el purgatorio.
    11. Esta cizaña, cual la de transformar la pena canónica en pena para el purgatorio, parece por cierto haber sido sembrada mientras los obispos dormían.
    12. Antiguamente las penas canónicas no se imponian después sino antes de la absolución, como prueba de la verdadera contrición.
    13. Los moribundos son absueltos de todas sus culpas a causa de la muerte y ya son muertos para las leyes canónicas, quedando de derecho exentos de ellas.
    14. Una pureza o caridad imperfectas traen consigo para el moribundo, necesariamente, gran miedo; el cual es tanto mayor cuanto menor sean aquéllas.
    15. Este temor y horror son suficientes por sí solos (por no hablar de otras cosas) para constituir la pena del purgatorio, puesto que están muy cerca del horror de la desesperación.
    16. Al parecer, el infierno, el purgatorio y el cielo difieren entre sí como la desesperación, la cuasi desesperación y la seguridad de la salvación.
    17. Parece necesario para las almas del purgatorio que a medida que disminuya el horror, aumente la caridad.
    18. Y no parece probado, sea por la razón o por las Escrituras, que estas almas estén excluidas del estado de mérito o del crecimiento en la caridad.
    19. Y tampoco parece probado que las almas en el purgatorio, al menos en su totalidad, tengan plena certeza de su bienaventuranza ni aún en el caso de que nosotros podamos estar completamente seguros de ello.
    20. Por tanto, cuando el Papa habla de remisión plenaria de todas las penas, significa simplemente el perdón de todas ellas, sino solamente el de aquellas que él mismo impuso.
    21. En consecuencia, yerran aquellos predicadores de indulgencias que afirman que el hombre es absuelto a la vez que salvo de toda pena, a causa de las indulgencias del Papa.
    22. De modo que el Papa no remite pena alguna a las almas del purgatorio que, según los cánones, ellas debían haber pagado en esta vida.
    23. Si a alguien se le puede conceder en todo sentido una remisión de todas las penas, es seguro que ello solamente puede otorgarse a los más perfectos, es decir, muy pocos.
    24. Por esta razón, la mayor parte de la gente es necesariamente engañada por esa indiscriminada y jactanciosa promesa de la liberación de las penas.
    25. El poder que el Papa tiene universalmente sobre el purgatorio, cualquier obispo o cura lo posee en particular sobre su diócesis o parroquia.
    26. Muy bien procede el Papa al dar la remisión a las almas del purgatorio, no en virtud del poder de las llaves (que no posee), sino por vía de la intercesión.
    27. Mera doctrina humana predican aquellos que aseveran que tan pronto suena la moneda que se echa en la caja, el alma sale volando.
    28. Cierto es que, cuando al tintinear, la moneda cae en la caja, el lucro y la avaricia pueden ir en aumento, más la intercesión de la Iglesia depende sólo de la voluntad de Dios.
    29. ¿Quién sabe, acaso, si todas las almas del purgatorio desean ser redimidas? Hay que recordar lo que, según la leyenda, aconteció con San Severino y San Pascual.
    30. Nadie está seguro de la sinceridad de su propia contrición y mucho menos de que haya obtenido la remisión plenaria.
    31. Cuán raro es el hombre verdaderamente penitente, tan raro como el que en verdad adquiere indulgencias; es decir, que el tal es rarísimo.
    32. Serán eternamente condenados junto con sus maestros, aquellos que crean estar seguros de su salvación mediante una carta de indulgencias.
    33. Hemos de cuidarnos mucho de aquellos que afirman que las indulgencias del Papa son el inestimable don divino por el cual el hombre es reconciliado con Dios.
    34. Pues aquellas gracias de perdón sólo se refieren a las penas de la satisfacción sacramental, las cuales han sido establecidas por los hombres.
    35. Predican una doctrina anticristiana aquellos que enseñan que no es necesaria la contrición para los que rescatan almas o confessionalia.
    36. Cualquier cristiano verdaderamente arrepentido tiene derecho a la remisión plenaria de pena y culpa, aun sin carta de indulgencias.
    37. Cualquier cristiano verdadero, sea que esté vivo o muerto, tiene participación en todos lo bienes de Cristo y de la Iglesia; esta participación le ha sido concedida por Dios, aun sin cartas de indulgencias.
    38. No obstante, la remisión y la participación otorgadas por el Papa no han de menospreciarse en manera alguna, porque, como ya he dicho, constituyen un anuncio de la remisión divina.
    39. Es dificilísimo hasta para los teólogos más brillantes, ensalzar al mismo tiempo, ante el pueblo. La prodigalidad de las indulgencias y la verdad de la contrición.
    40. La verdadera contrición busca y ama las penas, pero la profusión de las indulgencias relaja y hace que las penas sean odiadas; por lo menos, da ocasión para ello.
    41. Las indulgencias apostólicas deben predicarse con cautela para que el pueblo no crea equivocadamente que deban ser preferidas a las demás buenas obras de caridad.
    42. Debe enseñarse a los cristianos que no es la intención del Papa, en manera alguna, que la compra de indulgencias se compare con las obras de misericordia.
    43. Hay que instruir a los cristianos que aquel que socorre al pobre o ayuda al indigente, realiza una obra mayor que si comprase indulgencias.
    44. Porque la caridad crece por la obra de caridad y el hombre llega a ser mejor; en cambio, no lo es por las indulgencias, sino a lo mas, liberado de la pena.
    45. Debe enseñarse a los cristianos que el que ve a un indigente y, sin prestarle atención, da su dinero para comprar indulgencias, lo que obtiene en verdad no son las indulgencias papales, sino la indignación de Dios.
    46. Debe enseñarse a los cristianos que, si no son colmados de bienes superfluos, están obligados a retener lo necesario para su casa y de ningún modo derrocharlo en indulgencias.
    47. Debe enseñarse a los cristianos que la compra de indulgencias queda librada a la propia voluntad y no constituye obligación.
    48. Se debe enseñar a los cristianos que, al otorgar indulgencias, el Papa tanto más necesita cuanto desea una oración ferviente por su persona, antes que dinero en efectivo.
    49. Hay que enseñar a los cristianos que las indulgencias papales son útiles si en ellas no ponen su confianza, pero muy nocivas si, a causa de ellas, pierden el temor de Dios.
    50. Debe enseñarse a los cristianos que si el Papa conociera las exacciones de los predicadores de indulgencias, preferiría que la basílica de San Pedro se redujese a cenizas antes que construirla con la piel, la carne y los huesos de sus ovejas.
    51. Debe enseñarse a los cristianos que el Papa estaría dispuesto, como es su deber, a dar de su peculio a muchísimos de aquellos a los cuales los pregoneros de indulgencias sonsacaron el dinero aun cuando para ello tuviera que vender la basílica de San Pedro, si fuera menester.
    52. Vana es la confianza en la salvación por medio de una carta de indulgencias, aunque el comisario y hasta el mismo Papa pusieran su misma alma como prenda.
    53. Son enemigos de Cristo y del Papa los que, para predicar indulgencias, ordenan suspender por completo la predicación de la palabra de Dios en otras iglesias.
    54. Oféndese a la palabra de Dios, cuando en un mismo sermón se dedica tanto o más tiempo a las indulgencias que a ella.
    55. Ha de ser la intención del Papa que si las indulgencias (que muy poco significan) se celebran con una campana, una procesión y una ceremonia, el evangelio (que es lo más importante)deba predicarse con cien campanas, cien procesiones y cien ceremonias.
    56. Los tesoros de la iglesia, de donde el Papa distribuye las indulgencias, no son ni suficientemente mencionados ni conocidos entre el pueblo de Dios.
    57. Que en todo caso no son temporales resulta evidente por el hecho de que muchos de los pregoneros no los derrochan, sino más bien los atesoran.
    58. Tampoco son los méritos de Cristo y de los santos, porque éstos siempre obran, sin la intervención del Papa, la gracia del hombre interior y la cruz, la muerte y el infierno del hombre exterior.
    59. San Lorenzo dijo que los tesoros de la iglesia eran los pobres, mas hablaba usando el término en el sentido de su época.
    60. No hablamos exageradamente si afirmamos que las llaves de la iglesia (donadas por el mérito de Cristo) constituyen ese tesoro.
    61. Esta claro, pues, que para la remisión de las penas y de los casos reservados, basta con la sola potestad del Papa.
    62. El verdadero tesoro de la iglesia es el sacrosanto evangelio de la gloria y de la gracia de Dios.
    63. Empero este tesoro es, con razón, muy odiado, puesto que hace que los primeros sean postreros.
    64. En cambio, el tesoro de las indulgencias, con razón, es sumamente grato, porque hace que los postreros sean primeros.
    65. Por ello, los tesoros del evangelio son redes con las cuales en otros tiempos se pescaban a hombres poseedores de bienes.
    66. Los tesoros de las indulgencias son redes con las cuales ahora se pescan las riquezas de los hombres.
    67. Respecto a las indulgencias que los predicadores pregonan con gracias máximas, se entiende que efectivamente lo son en cuanto proporcionan ganancias.
    68. No obstante, son las gracias más pequeñas en comparación con la gracia de Dios y la piedad de la cruz.
    69. Los obispos y curas están obligados a admitir con toda reverencia a los comisarios de las indulgencias apostólicas.
    70. Pero tienen el deber aún más de vigilar con todos sus ojos y escuchar con todos sus oídos, para que esos hombres no prediquen sus propios ensueños en lugar de lo que el Papa les ha encomendado.
    71. Quién habla contra la verdad de las indulgencias apostólicas, sea anatema y maldito.
    72. Mas quien se preocupa por los excesos y demasías verbales de los predicadores de indulgencias, sea bendito.
    73. Así como el Papa justamente fulmina excomunión contra los que maquinan algo, con cualquier artimaña de venta en perjuicio de las indulgencias.
    74. Tanto más trata de condenar a los que bajo el pretexto de las indulgencias, intrigan en perjuicio de la caridad y la verdad.
    75. Es un disparate pensar que las indulgencias del Papa sean tan eficaces como para que puedan absolver, para hablar de algo imposible, a un hombre que haya violado a la madre de Dios.
    76. Decimos por el contrario, que las indulgencias papales no pueden borrar el más leve de los pecados veniales, en concierne a la culpa.
    77. Afirmar que si San Pedro fuese Papa hoy, no podría conceder mayores gracias, constituye una blasfemia contra San Pedro y el Papa.
    78. Sostenemos, por el contrario, que el actual Papa, como cualquier otro, dispone de mayores gracias, saber: el evangelio, las virtudes espirituales, los dones de sanidad, etc., como se dice en 1ª de Corintios 1
    79. Es blasfemia aseverar que la cruz con las armas papales llamativamente erecta, equivale a la cruz de Cristo.
    80. Tendrán que rendir cuenta los obispos, curas y teólogos, al permitir que charlas tales se propongan al pueblo.
    81. Esta arbitraria predicación de indulgencias hace que ni siquiera, aun para personas cultas, resulte fácil salvar el respeto que se debe al Papa, frente a las calumnias o preguntas indudablemente sutiles de los laicos.
    82. Por ejemplo: ¿Por qué el Papa no vacía el purgatorio a causa de la santísima caridad y la muy apremiante necesidad de las almas, lo cual sería la más justa de todas las razones si él redime un número infinito de almas a causa del muy miserable dinero para la construcción de la basílica, lo cual es un motivo completamente insignificante?
    83. Del mismo modo: ¿Por qué subsisten las misas y aniversarios por los difuntos y por qué el Papa no devuelve o permite retirar las fundaciones instituidas en beneficio de ellos, puesto que ya no es justo orar por los redimidos?
    84. Del mismo modo: ¿Qué es esta nueva piedad de Dios y del Papa, según la cual conceden al impío y enemigo de Dios, por medio del dinero, redimir un alma pía y amiga de Dios, y por que no la redimen más bien, a causa de la necesidad, por gratuita caridad hacia esa misma alma pía y amada?
    85. Del mismo modo: ¿Por qué los cánones penitenciales que de hecho y por el desuso desde hace tiempo están abrogados y muertos como tales, se satisfacen no obstante hasta hoy por la concesión de indulgencias, como si estuviesen en plena vigencia?
    86. Del mismo modo: ¿Por qué el Papa, cuya fortuna es hoy más abundante que la de los más opulentos ricos, no construye tan sólo una basílica de San Pedro de su propio dinero, en lugar de hacerlo con el de los pobres creyentes?
    87. Del mismo modo: ¿Qué es lo que remite el Papa y qué participación concede a los que por una perfecta contrición tienen ya derecho a una remisión y participación plenarias?
    88. Del mismo modo: ¿Que bien mayor podría hacerse a la iglesia si el Papa, como lo hace ahora una vez, concediese estas remisiones y participaciones cien veces por día a cualquiera de los creyentes?
    89. Dado que el Papa, por medio de sus indulgencias, busca más la salvación de las almas que el dinero, ¿por qué suspende las cartas e indulgencias ya anteriormente concedidas, si son igualmente eficaces?
    90. Reprimir estos sagaces argumentos de los laicos sólo por la fuerza, sin desvirtuarlos con razones, significa exponer a la Iglesia y al Papa a la burla de sus enemigos y contribuir a la desdicha de los cristianos.
    91. Por tanto, si las indulgencias se predicasen según el espíritu y la intención del Papa, todas esas objeciones se resolverían con facilidad o más bien no existirían.
    92. Que se vayan, pues todos aquellos profetas que dicen al pueblo de Cristo: "Paz, paz"; y no hay paz.
    93. Que prosperen todos aquellos profetas que dicen al pueblo: "Cruz, cruz" y no hay cruz.
    94. Es menester exhortar a los cristianos que se esfuercen por seguir a Cristo, su cabeza, a través de penas, muertes e infierno.
    95. Y a confiar en que entrarán al cielo a través de muchas tribulaciones, antes que por la ilusoria seguridad de paz.
    Wittenberg, 31 de octubre de 1517.

    Al principio, la Iglesia Católica no dio demasiada importancia a las ideas de Lutero, ni a sus ataques contra la doctrina de salvación por las obras, pero muy pronto tuvo que reaccionar ante las noticias que llegaban de Alemania, de que gran parte de la gente estaba desafiando el dominio de la Roma papal.

    Lutero continuó atacando la venta de indulgencias y la doctrina que sustentaba tal práctica mediante escritos que la imprenta difundía por toda Alemania. Lutero hacía un llamamiento a la nobleza alemana para que negase obediencia al Papa y apoyase una reforma de la Iglesia Católica alemana; afirmaba también, de acuerdo a su interpretación de la Biblia, que todos los cristianos eran sacerdotes sin necesidad de ninguna ordenación especial y negaba la autoridad suprema del Papa sobre la cristiandad universal. Lutero criticaba así mismo los numerosos sacramentos de la Iglesia Católica, reduciéndolos a solo dos, que eran bíblicamente fundamentados y afirmaba también que los poderes civiles debían tener plena autoridad política sobre la Iglesia Católica. Esto iba más allá de la doctrina de la salvación por la fe y suponía una auténtica amenaza para la Roma papal. Finalmente, el Papa declaró a Lutero un hereje y lo excomulgo, es decir, lo dejó separado de la comunidad de la Iglesia Católica.

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    En 1521, el recién elegido Emperador Carlos I de España (y V de Alemania) convocó una dieta de worms (asamblea de todas las autoridades del imperio) en la ciudad de Worms e invitó a Lutero a que asistiera a la Dieta para explicar su postura. Muchos advirtieron a Lutero que se trataría de una trampa, pero Lutero estaba decidido a acudir pese a todos los peligros. La Dieta se celebró y Lutero expuso su doctrina ante el mismo Carlos V, pero este no quedó convencido por Lutero y, en cambio, hizo una declaración de lealtad y fidelidad a los principios de la Iglesia Católica.

    La Dieta terminó y Lutero se dispuso a regresar a Wittenberg, pero en el camino de vuelta, fue secuestrado por agentes de Federico III de Sajonia, que quería protegerle y que lo escondió con nombre falso en el castillo de wartburg. El duque quería salvar a Lutero de posibles maniobras de la Iglesia Católica, por lo que Lutero tuvo que quedarse en el castillo y aprovechó ese tiempo para realizar su primera traducción al alemán de la Biblia. Mientras Lutero estaba escondido, sus partidarios empezaron a interpretar sus doctrinas, en un sentido que Lutero no había previsto, como producto de la doctrina de Lutero de la interpretación libre de las Escrituras.

    Varios seguidores de Lutero (pronto serían rechazados por el propio Lutero y denominados "reformadores radicales") comenzaron a decir que se debían destruir todas las pinturas, estatuas e imagenes religiosad, que los sacerdotes tenían el deber de casarse, y no sólo afirmaban que la iglesia cristiana no debía tener propiedades, sino, según sus interpretaciones de la Biblia, que todos los cristianos debían tener las mismas propiedades y que, por lo tanto, se debía abolir la propiedad privada y repartir todos los bienes entre los integrantes de la comunidad cristiana. De esta manera, corrientes radicales que apoyaban todo esto, como el anapbatismo, fueron criticadas por Lutero y posteriormente combatidas por católicos y protestantes por igual.

    En 1529, Carlos V convoca una Dieta en la ciudad de Spira y en ella intenta convencer a los nobles que se han convertido al Luteranismo, para que se sometan a la autoridad del Papa, pero los príncipes y señores luteranos se niegan y protestan en la convocatoria de la Dieta, y a causa de esta protesta los católicos comenzarán a llamarlos con el nombre de Protestantes.

    Despues de fallidos intentos de una Paz en el Imperio (español-aleman) entre Catolicos y Protestantes, Lutero muere en 1546 mientras Carlos V preparaba en Alemania una campaña contra la Liga de Esmalcalda, defensora del protestantismo. Carlos V presentó su campaña no como una guerra contra los protestantes, sino como un castigo contra los nobles que se habían rebelado contra su Emperador; en su ejército había sobre todo tropas españolas, pero también nobles protestantes que no se habían unido a la liga y que permanecían fieles a Carlos V. El ejército de Carlos V derrotó a la liga de Esmalcalda en 1547.

    Se iniciaba asi una era de purgas y divisiones en la Iglesia Catolica...


    continuara...
     
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