El 1 de junio de 1962 moría en la horca Adolf Eichmann tras haber sido capturado en Argentina por el Mossad, juzgado en Jerusalem por crímenes contra la humanidad y declarado culpable. Sus últimas palabras antes de morir fueron: Larga vida a Alemania. Larga vida a Austria. Larga Vida a Argentina. Estos son los países con los que más me identifico y nunca los voy a olvidar. Tuve que obedecer las reglas de la guerra y las de mi bandera. Estoy listo. Un año después, Stanley Milgram, psicólogo en la Universidad de Yale, se preguntaba cómo era posible que una persona normal y corriente, que no tenía un especial odio hacia los judíos, hubiera podido contribuir activamente en el Holocausto solo por haber recibido órdenes. Eichmann fue el encargado de la logística de transportes de los campos de concentración nazis y puso tanto celo en su trabajo que, incluso habiendo detenido Hitler las ejecuciones masivas de prisioneros judíos al final de la guerra, él continuó llevándolas a cabo. Milgram puso entoces en marcha un experimento pionero sobre la obediencia humana: a través de anuncios en periódicos contrató voluntarios para participar en lo que ellos creían que era un estudio sobre el aprendizaje y memoria. A cada uno de estos voluntarios se les citaba junto a otra persona que se hacía pasar por otro sujeto del experimento siendo en realidad un actor y se les invitaba a extraer una papeleta de una urna que determinaría quién actuaría como maestro y quién como alumno en el experimento. Las papeletas estaban amañadas por lo que el actor siempre acababa siendo el alumno comenzando entonces la escenificación real. Al alumno se le sentaba y ataba en una especie de silla eléctrica conectada a un panel de control que manejaría el maestro y a ambos se les colocaban electrodos en el cuerpo. Se les daba una pequeña descarga de 45 voltios para que el maestro fuera consciente del dolor que podría llegar a producir al alumno y se les informaba de las nefastas consecuencias que podría acarrear el suministro excesivo de electricidad. Seguidamente comenzaba la parte práctica del experimento: el alumno debería memorizar y responder correctamente a unos pares de palabras que el maestro le habría recitado con anterioridad. Si el alumno fallaba iría recibiendo del maestro descargas eléctricas cada vez más intensas. Pero lo que el maestro desconocía era que las descargas no eran reales: el actor las simulaba poniendo cada vez más énfasis en el dolor que teóricamente sufría y suplicando parar el experimento cada vez con más angustia. El experimento era de gran realismo: los gritos del actor estaban grabados y cuando llegaba determinada intensidad en las descargas (unos ficticios 300 voltios) el alumno dejaba de contestar las preguntas y simulaba una entrada en coma. El maestro podía parar en cualquier momento de suministrar descargas pero si declaraba su preocupación por el alumno Milgram le ordenaría hasta en cuatro ocasiones que continuara. Si tras la cuarta orden de Milgram el maestro se negaba a continuar el experimento concluiría. Si no se negaba a parar se administraba tres descargas consecutivas de 450 voltios al alumno y el experimento finalizaba. Los resultados del experimento no pudieron ser más escalofriantes: el 65% de los maestros (26 de 40) llegaron a aplicar las descargas de 450 voltios, aunque declarararon sentirse incómodos al hacerlo; todos ellos llegaron a dudar en algún momento pero ninguno llegó a negarse en redondo a continuar antes de llegar a los 300 voltios. Los que llegaron hasta el punto final del experimento ni siquieran se preocuparon después por la salud del alumno. CONCLUSIÓN Toda una prueba de cómo una persona puede liberar todo su sadismo refugiándose en la premisa de que recibía órdenes para cometer sus actos. Las personas que cumplen ordenes, en una escala de jerarquía, atribuyen la responsabilidad de sus actos a la persona de mayor autoridad, porque esta es considerada como legítima. Cuando los individuos nos responsabilizamos de nuestros actos la obediencia cede cuando la responsabilidad es de otros, obedecemos las ordenes. Eichmann tan solo obedecía órdenes o no
interesante pero creo que no hacia falta un experimento para llegar a tal conclusion se agradece la info