Se cumplen ahora 16 años del genocidio de Ruanda. Una marca indeleble de infamia en el corazón del medro humano. Valentina Iribagiza tiene ahora 27 años y es ejemplo vivo de la memoria de aquella barbarie. Valentina, con 12 años, fue una de las escasas supervivientes tutsis de la matanza de Nyarubuye. Sobrevivió a los machetazos hutus y permaneció escondida entre más de 2.000 cadáveres en la Iglesia del pueblo durante 43 días; mimetizando un hilo de vida entre el hedor a muerte y el odio racial e irracional que emborrachó a toda una nación. por si no sabes ke paso ese dia. Spoiler ¡Debes iniciar sesión para ver el Spoiler! Valentina pasó su cuarentena más difícil entre cadáveres, amparada por la muerte que tanto temía. Su cobijo y su defensa eran los cuerpos putrefactos de toda la comunidad junto a la que había crecido y a la que seguía viendo día a día, pero ahora con los párpados ya caídos para siempre. El poco alimento que recibía se lo entregó algún que otro niño sano, pero también escondido, en las inmediaciones de la iglesia y que aprovechaban su clandestinidad para llevar a su compañera frutos silvestres y semillas maduras del campo. Su cuerpo, maltratado a golpes y heridas (apenas se podía arrastrar), se iba descomponiendo en vida, infestándose de larvas, piojos y toda la herrumbre que precede a la muerte. Con mucha dignidad y consciencia, esperaba el acecho del más temido de los tránsitos; al fin y al cabo nada podría ser peor que aquel infierno. Se consolaba. A la mañana del cuatrigésimo tercer día un soldado de la Interahamwe que entró a reconocer la iglesia se topó, en un descuido, con una Valentina viva pero seminconsciente y demacrada. La levantó con una sola mano y dijo : Ha llegado tu hora. Te voy a ahorcar y dejar en el mismo sitio. El único resquicio de suerte en la vida de Valentina ocurrió cuando más lo necesitaba. Un grupo de militantes del FPR, acompañados de un soldado francés, interrumpió la maniobra del salvaje y rescató a la niña de su última batalla, a desventaja, con la muerte. Se la llevaron a Kibungo, donde pasó más de seis meses en el hospital recuperándose de las terribles heridas.