El salón está lleno de una espesa capa de humo de cigarrillos. Pero a nadie parece molestarle. Es más, es el adorno perfecto para esa noche. Una noche misteriosa. Ella, por primera vez asistía a ese lugar. Se lo habían recomendado. La buena música y los tragos eran el anzuelo perfecto para todo parroquiano bohemio. Estaba vestida de mágicas ropas. La sensualidad que irradiaba no pasaba desapercibida entre los asistentes. Rudos, con olor a tabaco y gin. Elegantes, con habanos en sus bocas y con whisky seco para sus gargantas. Uno que otro negro, de aquellos que salían en las fotos de antaño, con el pelo canoso y sonrientes, disfrutando de la música con sus botellas de aguardiente y cigarros en papel de arroz. Y ella entre todos ellos, iluminando la oscura sala. A poco andar en ese lugar, ella clava su mirada en él. Queda hipnotizada con el sonido de su saxo. Cada nota que flotaba en el aire parecía retumbar en ese acelerado corazón. Los vellos de los brazos se le erizaban con cada segundo de música. Prende su segundo cigarro de la noche, sin dejar de observar, extasiada, al misterioso músico. ...
Jerry, el pianista de la banda, nota algo especial en el ambiente. Su ceguera no le impide darse cuenta de lo que sucede. "Hay una hermosa mujer, la estás seduciendo", decía mientas reía de buena gana. El saxofonista no respondía. Estaba absorto en su trabajo. Claro, el sonido del saxo era distinto a otras noches. La fuerza y sensualidad era la que le inyectaba en cada nota desde lo más profundo de los pulmones cuando llegaba alguna mujer que cautivaba a su viril persona y Jerry, que lo conoce desde siempre, sabe que esa noche es especial, que esa mujer de ropas mágicas ha cautivado al embelesado saxofonista. En el momento del solo de piano, él toma un vaso de whisky y se lo bebe al seco, pero antes, sutilmente, hace un brindis a la distancia con ella. La mirada de ambos se cruzan y chocan como dos meteoritos destellando hacia todas direcciones. Comienza una nueva historia, una nueva inspiración. Noche de jazz. Ha sido una larga y excitante noche de jazz. Los aplausos se sucedían para la banda. Entre las mesas se hablaba sobre unos agentes que querían tener a la banda entre sus filas para grabar un par de discos, pero no era nada muy concreto. Ese mismo rumor acrecentaba el burbujeante ambiente entre notas de piano, saxo y contrabajo. ...
De a poco se ha retirado el público, pero ella, como en toda la noche, iluminando la sala, sigue sentada, con la pierna cruzada, entusiasmada con ese ángel que le dedicaba lujuriosas notas de saxo. Él seduce. Ella se deja seducir. La noche se acaba. Los músicos comienzan a desmontar sus instrumentos. El saxofonista se aprestaba a dejar el lugar, cuando de pronto se le acerca ella, que felinamente, le entrega una servilleta escrita. Lo toma de la barbilla y lo besa apasionadamente. Luego, se retira con el mismo felino andar. Él toma asiento, abre el pliegue de la servilleta y lee: "Gracias por darme la noche más placentera de mi vida".