El experimento ruso del sueño – versión videonarrada

Discussion in 'Mitología y Criptozoologia.' started by SgtMerdy, Oct 15, 2013.

  1. SgtMerdy

    SgtMerdy Usuario Nuevo nvl. 1
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    "El experimento ruso del sueño": un clásico del terror en internet, una historia repugnante que ojalá no sea más que ficción.
    Quise hacer mi propia versión de este famosísimo creepypasta. Creo que no necesita más presentaciones. Tras la versión videorelatada les dejo el texto de la misma que adapté.

    <span style="color: rgb(153, 153, 153); font-family: verdana, geneva, lucida, 'lucida grande', arial, helvetica, sans-serif; font-size: 15px; background-color: rgb(0, 0, 0);">

    El experimento ruso del sueño

    Después de la Segunda Guerra Mundial la ciencia médica había progresado a pasos agigantados. Y esto se debía a las investigaciones y experimentos que se llevaban a cabo, tanto en EEUU como en la Unión Soviética. Pero estos estudios se hacían sin el más mínimo sentido de la ética. Se experimentaba sobre seres humanos y no había ninguna organización que velara por los derechos de aquellas personas que eran utilizadas como conejillos de India. En pocas palabras, los gobiernos hacían lo que querían.

    A finales de los años 40, el gobierno de la entonces Unión Soviética quiso experimentar qué le pasaría a un ser humano si se le privara del sueño. Escogieron a 5 prisioneros de guerra. Les dijeron que si participaban en el experimento, si hacían lo que se les pidiera, si facilitaban el trabajo a los científicos, les liberarían. Y como siempre pasa, cuando alguien no tiene nada que perder, los presos se agarraron a esa minúscula esperanza y accedieron a participar en la investigación.

    Los 5 prisioneros fueron encerrados en un gran cuarto, con puerta blindada, paredes de cemento y sellado del exterior. Había unos ventanales de cristales bien gruesos por los que los científicos podían monitorearles. En el techo había un tubo por el que les suministraban oxígeno, y era gracias a eso que dentro de la cámara podían respirar. Por una de las paredes, salía otro tubo que echaba gas. Un gas que alteraba ciertos compuestos químicos del cerebro, que trastornaba el sistema nervioso e impedía el descanso. Además, el agua y la comida que les proporcionaban a estos presos llevaban fuertes dosis de sustancias químicas, para que no se durmieran.
    Aquel lugar estaba acondicionado cuidadosamente para que no hubiera ninguna posibilidad de conciliar el sueño. Había un inodoro, en el que podían defecar y orinar a la vista de todos. Había libros, para que pudieran mantener la mente ocupada, pero la prisión faltaba totalmente de camas. Por si eso fuera poco, a la que alguien se atrevía aunque fuera a recostar la cabeza, se emitía un ruido ensordecedor por unos altavoces.

    Durante los primeros 3 días, los presos experimentaron alucinaciones. Visiones raras, fruto de estar 72 horas sin pegar ojo. Esto reportaron a los médicos que les preguntaban por el micrófono. Los doctores lo anotaban todo con lujo de detalles; con una curiosidad morbosa que sobrepasaba con creces el espíritu científico.
    Pasaron 6 días. Las alucinaciones iban a peor, y a eso se sumaban actitudes extrañas. Uno de los pacientes daba vueltas sobre sí mismo; otro paseaba en círculos como un animal enjaulado. A ratos se quedaban encogidos en un rincón, y se mecían dando golpecitos en la pared con la cabeza.
    Habían pasado 8 días, y los prisioneros ya no colaboraban con los científicos. Pasaban las horas con la mirada perdida al vacío, o miraban fijamente a las paredes y al techo. Era evidente que todo aquello era un engaño. No les iban a liberar. Aquello era un experimento hasta la muerte de los sujetos.

    El décimo día hubo un cambio sorprendente. Los pacientes se rebelaron de una forma muy astuta. Incluso dentro de su locura tuvieron la idea de arrancar las páginas de los libros, y usando sus propias heces como pegamento, las pegaron en las ventanas de la sala. Les hicieron esta jugada a los científicos, que no querían detener el experimento y ahora no podían ver lo que pasaba dentro. Así que se pusieron a escuchar. Escuchaban ese sonido helado, el sonido del silencio, a veces interrumpido por el de la respiración. Como si respiraran justo dentro del micrófono. Un médico se dirigió a los presos. Les pidió que por favor colaboraran; que iban a liberar a uno de ellos. Silencio.
    El hombre fue a la puerta de la celda, acompañado por dos soldados. En cuanto la abrió, uno de los prisioneros empezó a arrastrarse por el suelo, hasta que de pronto, cual fiera enloquecida, dio un brinco hacia uno de los soldados. Sorprendido por la agilidad de lo que no parecía ser más que un individuo desnutrido, el militar no pudo reaccionar a tiempo. Los dientes del preso se hincaron en su cuello. Rabia pura que arrancaba pedazos de carne de su enemigo. El doctor, salpicado de sangre, se quedó paralizado a la vista de aquella bestia humana que hundía su rostro en la herida del soldado, arrancando ya cachos de yugular y hasta de tráquea. Otros soldados llegaron enseguida y ejecutaron al preso. Este estaba tan bien agarrado a su víctima, que no pudieron disparar sin darle también a su compañero. Y de todas formas, el prisionero le estaba dejando en tal estado, que sacrificar a su amigo iba a ser un acto de compasión.
    Mientras retiraban los dos cadáveres, los demás hombres que hacían de conejillos de India dirigían miradas de odio hacia los intrusos. Pero no estaban alterados por haber sido engañados y utilizados para ese experimento cruel. Estaban enfurecidos porque los científicos habían dejado la puerta abierta, haciendo que se saliera el gas. Ellos no querían que los sacaran; no querían que interrumpieran el experimento. De hecho, tenían miedo a dormirse.
    Una vez restablecido el orden, uno de los doctores intentó dialogar con los prisioneros. ¿Qué les pasó? ¿Por qué hicieron eso?, preguntó. La respuesta que llegó desde el interior de la habitación fue tan corta como inquietante: ¡No corten el gas! Queremos quedarnos aquí.
    Los altos mandos del ejército ruso no tuvieron ningún problema en que el experimento continuara.

    Pasaron otros 20 días. En todo ese tiempo nadie había podido acceder a la cámara donde estaban los presos. Las hojas de papel seguían pegadas en los ventanales, por lo que no se podía ver en el interior. Los científicos seguían dándoles de beber a los prisioneros, pero dejaron de suministrarles comida. Sabían que estaban vivos, porque los instrumentos reportaban un consumo de oxígeno dentro del cuarto, además de que se seguía escuchando la respiración por los micrófonos. De vez en cuando algún doctor les preguntaba si estaban dormidos, o qué hacían ahí dentro. No obtenía ninguna respuesta, aparte del sonido de su aliento; ese sonido ligero a la vez que amenazante

    Fue así que se atrevieron a abrir nuevamente aquella maldita puerta. Tan fuerte era la curiosidad por ver en qué condiciones se encontraban sus cobayas que decidieron correr el riesgo. Esta vez sin embargo estaban más prevenidos: había más soldados presentes cuando abrieron.
    Ojalás nunca hubieran hecho eso. La habitación les presentó un espectáculo horripilante. Los pacientes estaban sentados en el suelo, aparentemente tranquilos. Se estaban arrancando tiras de carne de todo el cuerpo. Uno de ellos había conseguido desollarse una mano. Desde la muñeca hasta los dedos se estaba quitando la piel como si fuera un guante, y era posible reconocer los tendones y hasta los huesos de las falanges.
    Otro se había logrado quitar los párpados, en un intento de conseguir algo de comer y al mismo tiempo permanecer despierto. Uno había devorado sus propios labios, y ahora lucía la dentadura destilando sangre y babas, en una macabra sonrisa de demente. El cuarto se había carcomido un dedo índice hasta el nudillo, así como una rodilla. Y estaba ahí sentado en un charco de sangre y pus, porque las heridas se habían infectado.
    Y lo más aterrador era que todos estaban despiertos; se miraban entre ellos; miraban a su alrededor; y sobre todo miraron a los científicos y a los soldados. Los militares pertenecían a una tropa bien entrenada pero aun así algunos cedieron ante ese panorama espeluznante. Uno de ellos vomitó y faltó poco para que se desmayara.

    El doctor, pensando que los presos ya eran inofensivos, dio orden de sacarles de la cámara. Pésima idea. Cuando agarraron al primero e intentaron arrastrarle fuera de ahí, el preso se le echó encima al soldado. Sólo fue un brevísimo instante, en el que clavó los pulgares en los ojos de su enemigo, hundiendo los huesos de sus dedos en las cavidades oculares. A los otros guardias les costó esfuerzo apartarle de su compañero, antes de dispararle.
    Los tres prisioneros restantes seguían amenazando a los soldados con la mirada. Aunque no hablaran, su mensaje era evidente. ¡No nos saquen de aquí o les atacaremos! ¡Cierren la puerta! Pero las órdenes habían sido clarísimas: el experimento se había terminado; había que despejar la habitación. Los prisioneros se levantaron, dispuestos a defender su salvaje adicción al gas. Los soldados apuntaron sus armas, con una actitud que delataba más miedo que voluntad homicida. Retumbaron los disparos.
    Uno de los pacientes se negaba a morir. Agitaba su lengua ensangrentada, abría la boca inspirando golosamente no para tomar bocanadas de aire, sino para inhalar cuánto más gas le fuera posible. Se arrastró, pintando un rastro de sangre en el suelo. Iba a por el tubo que surtía gas.
    El doctor se quedó anonadado. Su ánimo no le dio más que para preguntar, con tono temeroso: ¿Qué demonios eres? El preso encontró fuerzas para mirarle, ya en el umbral de la muerte. Miró al científico como a un estúpido derrotado: Soy lo que más temes. Soy la locura. Aquello que habita los abismos de tu cerebro; a lo que tienes horror.
     
    #1 SgtMerdy, Oct 15, 2013
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  2. Abril ♥

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    ya la había leído por ahi :3 pero me sigue gustando :xD:
    gracias.-
     
  3. Blackhound

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    Ya estaba. Pero es una buena historia, da para dudar si pudo ser verdad o no, si se trata de experimentos con seres humanos todo puede ser.
     
  4. SgtMerdy

    SgtMerdy Usuario Nuevo nvl. 1
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    Me enteré que esta historia no es mas que un creepypasta. Por desgracia, a lo largo de la historia, se han hecho cosas peores en experimentos sobre seres humanos.
     
  5. plindin

    plindin Usuario Nuevo nvl. 1
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    Buena la historia. Me lo imaginé todo, está para realizarla en un corto...
     
  6. Killaosky.

    Killaosky. Usuario Casual nvl. 2
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    es una de mis creepy favoritas coincido que da para algún corto...
     
  7. Anto

    Anto Usuario Maestro nvl. 6 ★ ★ ★ ★
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    Es una de las mejores creepy que hay !! Grscias.
     
  8. SgtMerdy

    SgtMerdy Usuario Nuevo nvl. 1
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    Supongo que los clásicos nunca pasan de moda