Los Himba Es una de las pocas etnias del continente africano que mantiene sus costumbres y sus señas de identidad en pleno siglo XXI. Pero también aquí, como en casi todos los rincones del planeta, la llegada de turistas occidentales ha alterado, en parte, el ritmo de vida y las tradiciones de los himba, pueblo seminómada que habita en el norte de Namibia, cerca de la frontera con Angola. Llegar a un poblado himba supone viajar en el tiempo, adentrarse en otro mundo, en otra cultura. Unas cuantas casas diseminadas, de forma circular, construidas con paja o madera y reforzadas con estiércol de vaca, constituyen la aldea. Lo primero que llama la atención a los ojos de los viajeros occidentales es la poderosa estética de las mujeres himba. Al igual que las mujeres de otros grupos étnicos del continente africano, las himba lucen el pecho desnudo y su única vestimenta es una falda hecha con piel de vaca. Pero lo que las caracteriza es el tono rojizo de su piel, sus elaboradas trenzas y los numerosos ornamentos con los que adornan su cuerpo. Para protegerse del intenso sol y de los insectos, las himba se cubren el cuerpo con una crema hecha a base de manteca de vaca, hierbas, ceniza y ocre que proporciona ese peculiar color rojizo a la piel. Además de tratarse de una cuestión práctica, tiene también un condicionante estético: a los ojos de los hombres himba, las mujeres son así más atractivas. Otro de los elementos distintivos de esta etnia es el cabello de las mujeres, peinado con una especie de trenzas, que también se embadurnan con esta pasta, y que está coronado con unos adornos de cuero de cabra. El cuidado del cuerpo y del cabello se convierte así en un auténtico ritual todas las mañanas, que puede prolongarse durante horas. En el interior de sus chozas, las himba guardan unos potes de barro con diferentes ungüentos como el de la pasta con la que se untan cuerpo y cabello. Además, utilizan gran cantidad de ornamentos como collares de cuentas, brazaletes y tobilleras, que tienen un significado. En función del tipo de ornamentación o de cómo está colocada, se puede saber, por ejemplo, si una mujer está casada o si es viuda. Las mujeres se encargan del cuidado del hogar, de los niños, de cocinar, de construir las casas o de traer el agua, mientras que los hombres, altos y esbeltos, cuidan del ganado, sobre todo, vacas y cabras. Los himba son polígamos, y los hombres no pueden pasar más de dos noches con la misma esposa sin atender a otra. El jefe de cada tribu es también su líder espiritual. La justicia la imparten los jefes de las tribus quienes dictaminan el pago de una multa, siempre fijada en número de cabezas de ganado, en función del delito que se ha cometido. Como curiosidad, el asesinato de una mujer supone un pago mayor que el asesinato de un hombre. De esta manera, el ganado centra la vida de los himba: les proporciona alimentación -la leche es un ingrediente básico en su dieta con la que elaboran una especie de papilla-, vestimenta, protegen su cuerpo con manteca de vaca o refuerzan sus casas con el estiércol. El ganado es, además, sinónimo de estatus e identidad dentro de este grupo étnico. El fuego sagrado o fuego de sus antepasados es uno de los bienes más preciados del poblado. Durante la noche se conserva en la cabaña principal. Si el fuego se apagase la desgracia caería sobre el poblado y todos sus moradores. La encargada de salvaguardarlo es la hija del jefe mientras permanezca soltera ya que en el momento en que contraiga matrimonio, la responsabilidad de mantenerlo recaerá sobre una de las mujeres ancianas. Los himba son un pueblo seminómada. Cuando uno llega a uno de estos poblados, por lo general, solo se encuentra con las mujeres y los niños, muchos niños, ya que los hombres han llevado a su ganado en busca de pastos. Esparcidos en una zona árida del norte de Namibia, cerca de la frontera con Angola, y en las inmediaciones del río Kunene, los himba se enfrentan hoy en día a unas duras condiciones de supervivencia, siempre a merced de la climatología y de los pastos para sus ganados. Hasta hace pocos años, era una de una de las zonas más vírgenes del sur del continente africano, sin que la influencia de la colonización europea hubiese dejado su huella en este pequeño rincón del planeta. Los himba habían permanecido así prácticamente aislados del mundo exterior. Pero la llega del turismo a principios de la década de los noventa, tras la independencia de Namibia en 1990, está alterando poco a poco ancestral forma de vida. Los himba han visto en el turismo una fuente de recursos, lo que está llevando a algunos de sus miembros a abandonar paulatinamente su tradicional modo de subsistencia. Desgraciadamente, están incorporando costumbres que no forman parte de su vida o consumiendo productos ajenos a su cultura como los dulces. Y lo que es peor, el alcohol. De hecho, los primeros problemas de alcoholismo ya han surgido. Galería Fuente
Dejando de lado el morbo, realmente son hermosas las mujeres, considerando donde y cómo viven, salen del prototipo al que estamos acostumbrados cuando hablamos de tribus africanas. Interesante el reportaje.
Me llama poderosamente la atención su piel, de un color greda impresionante y como una escultura, una piel casi sin imperfecciones, interesante info