Antr.omusica

Antr.opomúsica #17: Preguntitas sobre Dios - Atahualpa Yupanqui

La tarde está gris. la ciudad balneario se cubre de ese manto de nubes invernales que pronostica la más grande lluvia de los últimos quince años, al menos eso dice la televisión. En las rocas, cerca del muelle se encuentra Jonás, el hombre conocido por su voz áspera y guitarra al hombro. el mismo que regularmente tiene que aguantar las bromas donde lo comparan con el bíblico personaje tragado por el gran pez. Ni bíblico, ni devorado por pez alguno, más por alguna meretriz furtiva que acepte su paupérrima paga, eso, está claro, es después del quinto o sexto corto de aguardiente que Jonás siempre lleva consigo en su morral... es para salvar la noche y no morir de hipotermia, dice. "No quiero terminar como Joselito, mi compadrito flautista", recitaba cada vez que le criticaban su hábito etílico... "Prefiero morir en mi vómito que morir caga'o de frío", repetía a los siete vientos, mientras danzaba ente las rocas.

Junto a él estaba el negrito Luna, su fiel compañero de paseos desde que llegó Jonás al pueblo. Varias veces se ha ido preso por andar por las calles sin documentos, pero que se le va a hacer... tan solo tiene doce años y está solo en esta vida.

Ahí están los dos. Jonás bebe un largo sorbo de aguardiente y el negrito Luna espera su turno jugando con unas conchas de cholga que se incrustan en las rocas. Está triste. Jonás se da cuenta de aquello , pero no quiere molestar a su pequeño invitado... sigue bebiendo...

El negrito recibe el botellón de tan rudo licor entre sollozos y se pega tremendo sorbo que le provocan arcadas. Jonás solo lo mira.

Juan Luna, el negrito Luna, no puede más y se larga a llorar. Es un llanto desgarrador. De esos que se te llega a cerrar el pecho y no puedes respirar. De ese llanto que es tan poderoso, que sientes que te vas a desmayar. Jonás, en un acto paternal, lo toma entre sus brazos y lo cobija en su pecho... "Llora, hijo, llora"... es lo único que atina a decir.

"¿Por qué estoy tan solo en este mundo?", se lamentaba el negrito, escondido entre los brazos de su protector amigo... "Me tienes a mí, yo soy tu familia ahora", respondía Jonás, tratando de levantarle el ánimo al acongojado púber... "Pero yo quiero a mi mamita, ¿Por qué se me murió mi mamita? ¿Por qué se me murió tan joven?", balbuceaba entre la pena y la cura... "Son cosas de la vida", contestaba Jonás, mientras acariciaba el seboso pelo de su compañero... "Jonás, si Dios existe, ¿Por qué deja que suframos?"...

Jonás queda en silencio.

Piensa...

Mientras las olas cada vez más poderosas revientan en las rocas y salpicaban a ambos, Jonás se queda mirando al horizonte, pero no dice nada. La pregunta del negrito Luna hacen mella en su - al igual que el negrito - solitario corazón.

"Yo te voy a contar", le dijo con voz seca al negrito, que sollozaba, cada vez más calmado entre los brazos del que se estaba convirtiendo en su nuevo padre, amigo, hermano y confidente compañero.

Jonás: "Cuando tenía tu misma edad, le hice la misma pregunta a mi abuelo y mi tata no me respondió. Al tiempo murió, solo, tan solo que ni siquiera un cura pudo darle la extremaunción y los mismos pehuenches que vivían cerca de él, le hicieron un funeral, a su estilo, bien pagano. Para que decir de sus jefes. Al tiempo de su muerte, se deshicieron de esas tierras"

Negrito Luna: "¿Y eso qué tiene que ver?"

Jonás: "Espera, deja que termine. Tiempo después, me acerqué a mi padre y le hice la misma pregunta. Recuerdo que esa tarde estábamos jugando dominó, muy contentos, pero al escuchar mi interrogante, cambió su cara y se quedó serio toda esa tarde. Tampoco respondió. Un par de meses después, murió en la mina, en un derrumbe. Tuvo un funeral decente, pero fuimos los únicos en lamentar su muerte. Su patrón estaba más interesado en recuperar el mineral perdido en ese túnel"

Negrito Luna: "Entiendo, pero no sé que tiene que ver conmigo"

Jonás: "Tranquilo. Mi hermano es muy desventurado. Está tan solo, trabajando tan apartado del resto del mundo, lejos, en lo alto de la montaña, que no sería extraño que muera debajo de uno de esos gigantescos árboles que tala... y todo por un puñado de monedas"

Negrito Luna: "¿Dios no existe?"

Jonás: "Yo he estado tan solo por tanto tiempo, solo tengo mi guitarra y muchas veces tengo que separarme de ella, porque le canto a la vida y la policía no lo entiende, en vez de castigar al ladrón de cuello y corbata, se ensaña conmigo, un simple trovador de vivencias y esperanzas, que te puedo decir, que quizás sí exista Dios, pero debe estar demasiado ocupado en otras cosas..."

Negrito Luna: "¿Entonces?"

Jonás: "Dios es un capitalista. Le gusta lo fastuoso. Él nos puede dar lo que le pidamos, pero definitivamente, él se sienta en la mesa de los ricos. Está mucho más cómodo compartiendo esa mesa, que mascullando miserias con nosotros"

Negrito Luna: "¿Eso quiere decir que ya no debo sentir ya más pena por mi madre?"

Jonás: "Puedes sentirla, de hecho, ella dió su vida por ti, pero no te cuestiones tantas cosas, estás solo, que debes tener las agallas suficientes como para aguantar lo que se viene en vida... es como esa tormenta que se avecina desde el Pacífico... tú tienes que ser como estas rocas... aguantar con todas tus fuerzas las embestidas de las olas... si eres fuerte, cada vez que las olas desaten su furia, nunca te moverán... pero no le pidas a Dios que te ayude... él está en cosas más importantes"

Negrito Luna: "Pero te tengo a tí... tú eres mi compañero"

Jonás: "Me preguntaste por Dios... creo que sé lo que me espera muy pronto... de eso no tengo dudas"

 

Antr.opomúsica #18: Take five - Dave Brubeck, Gerry Mulligan & Paul Desmond

El salón está lleno de una espesa capa de humo de cigarrillos. Pero a nadie parece molestarle. Es más, es el adorno perfecto para esa noche. Una noche misteriosa. Ella, por primera vez asistía a ese lugar. Se lo habían recomendado. La buena música y los tragos eran el anzuelo perfecto para todo parroquiano bohemio.

Estaba vestida de mágicas ropas. La sensualidad que irradiaba no pasaba desapercibida entre los asistentes. Rudos, con olor a tabaco y gin. Elegantes, con habanos en sus bocas y con whisky seco para sus gargantas. Uno que otro negro, de aquellos que salían en las fotos de antaño, con el pelo canoso y sonrientes, disfrutando de la música con sus botellas de aguardiente y cigarros en papel de arroz. Y ella entre todos ellos, iluminando la oscura sala.

A poco andar en ese lugar, ella clava su mirada en él. Queda hipnotizada con el sonido de su saxo. Cada nota que flotaba en el aire parecía retumbar en ese acelerado corazón. Los vellos de los brazos se le erizaban con cada segundo de música. Prende su segundo cigarro de la noche, sin dejar de observar, extasiada, al misterioso músico.

Jerry, el pianista de la banda, nota algo especial en el ambiente. Su ceguera no le impide darse cuenta de lo que sucede. "Hay una hermosa mujer, la estás seduciendo", decía mientas reía de buena gana. El saxofonista no respondía. Estaba absorto en su trabajo. Claro, el sonido del saxo era distinto a otras noches. La fuerza y sensualidad era la que le inyectaba en cada nota desde lo más profundo de los pulmones cuando llegaba alguna mujer que cautivaba a su viril persona y Jerry, que lo conoce desde siempre, sabe que esa noche es especial, que esa mujer de ropas mágicas ha cautivado al embelesado saxofonista.

En el momento del solo de piano, él toma un vaso de whisky y se lo bebe al seco, pero antes, sutilmente, hace un brindis a la distancia con ella. La mirada de ambos se cruzan y chocan como dos meteoritos destellando hacia todas direcciones. Comienza una nueva historia, una nueva inspiración.

Noche de jazz. Ha sido una larga y excitante noche de jazz. Los aplausos se sucedían para la banda. Entre las mesas se hablaba sobre unos agentes que querían tener a la banda entre sus filas para grabar un par de discos, pero no era nada muy concreto. Ese mismo rumor acrecentaba el burbujeante ambiente entre notas de piano, saxo y contrabajo.

De a poco se ha retirado el público, pero ella, como en toda la noche, iluminando la sala, sigue sentada, con la pierna cruzada, entusiasmada con ese ángel que le dedicaba lujuriosas notas de saxo.

Él seduce. Ella se deja seducir.

La noche se acaba. Los músicos comienzan a desmontar sus instrumentos. El saxofonista se aprestaba a dejar el lugar, cuando de pronto se le acerca ella, que felinamente, le entrega una servilleta escrita. Lo toma de la barbilla y lo besa apasionadamente. Luego, se retira con el mismo felino andar.

Él toma asiento, abre el pliegue de la servilleta y lee:

"Gracias por darme la noche más placentera de mi vida".

 

Antr.opomúsica #19: Der letzte hilfeschrei - Lacrimosa

No todos los abriles son alegres, especialmente para los Ramírez. Una profunda depresión, que no había notado su familia, había conducido a Ismael a suicidarse. Pero para su infortunio, no lo logró. Las fatigadas vigas de su dormitorio, sumado a su sobrepeso, impidieron consumar el hecho. De eso han pasado cinco meses. Producto de la asfixia, Ismael quedó vegetal y está conectado a un respirador artificial.

El cielo está amenazante. Las nubes anuncian las primeras lluvias de otoño, pero lo más probable es que solo pasen hacia territorio argentino. Una suave brisa otoñal entra por la ventana de la habitación de Ismael. En ella están sus padres y el médico tratante, doctor Ernst Köeggel. Las cosas se han dilatado, el tiempo ha pasado y no hay solución para el gran dolor que ha significado para todos el ver ahí inerte en vida a ese saludable gordito alegre que pasaba horas entras jugando playstation y comiendo hamburguesas con ketchup. Nadie pensó siquiera que Ismaelito, como le decían sus tatas, podía intentar quitarse la vida, si era el mejor de su curso. Incluso estaba comenzando su primer pololeo con María José, la hermosa hija de los Saavedra. Nadie lo imaginó.

Nadie.

Son las nueve y media de la mañana y se está decidiendo algo crucial. Pero no es tan fácil. De hecho, para Israel y Sara, la decisión que deben tomar, va contra sus propias creencias cristianas. Hay que desconectar a Ismael.

Hace dos mese que el doctor Köeggel les planteó la situación, basándose en que Ismael no tendrá recuperación y su cuerpo se va deteriorando cada vez más, teniéndolo en una dolorosa, pero silenciosa agonía.

Sara está sentada en la cabecera de la cama, junto a su hijo. Le acaricia el rostro tibio, dejando en claro que sí hay vida dentro de esa yerta estatua. Israel está en la ventana, mirando hacia la montaña, en silencio, su mutismo se ha acrecentado esta última semana.

"Hágalo". Fueron las únicas palabras que logró articular Israel, antes de caer de rodillas, cubriéndose el rostro y llorar desconsoladamente. El especialista cierra la puerta de la ya fría habitación. No puede abstraerse de todo lo que está pasando y una lágrima cae por su mejilla, dejando de lado toda ética médica. Sara continúa acariciando a su hijo y ahora le susurra una canción de cuna.

"¿Por qué no nos dijiste lo que te pasaba?, ¿Por qué no me dejaste saber lo que sentías?, ¿Donde estaba yo, egoísta, viviendo mi mundo y te dejé de lado", se preguntaba en voz alta la madre. No tuvo respuesta. Al menos, no pudo oírla.

"Mamita, mamita, ayúdame, despiértame. Reméceme para que me despierte. no llore mamita, es mi culpa, todo esto es mi culpa. Ayúdenme, hagan que abra los ojos. Quiero abrazarlos y decirles lo mucho que los amo. A todos. Por favor, no me dejen morir. Yo estoy vivo. Estoy vivo".

Pasaron cinco minutos. Todo está en silencio. Ernst Köeggel está sentado en una silla, tomando un vaso de agua. Espera la orden. Sara no deja de cantarle a su bebé mientras sigue acariciándolo insistentemente. Israel se acerca a ella y la toma por el hombro. "Sara, deja que parta", fueron las débiles palabras que se le escaparon a Israel, como tratando de no decirlas. Ella no escucha. Está en trance. Para ella, solo existe su hijo.

"Eras tan bello cuando naciste. No sabes lo que me costó que llegaras a nuestras vidas, si incluso el doctor casi me hizo decidir optar por alguno de los dos para que viviera, pero yo me opuse y luché por nosotros y saliste, inmenso, como siempre has sido. Cuando dijiste papá, lloramos todos. Siempre nos has dado alegrías. ¿Recuerdas ese paseo a Pichilemu? Terminaste intoxicado con tanto marisco, que tu mismo te bautizaste como el "Teta de Piure". Siempre saliendo con frases para el bronce, entregándonos tu alegría y tus ganas de vivir. No se cuando cambiaste. No me di cuenta. Perdóname hijo. Perdóname". Ella queda en silencio. La mano aprieta fuerte su hombro. Es Israel, que le repite: "Deja que parta".

Köeggel se acerca al respirador. Solo espera la orden de Israel.

"Deténgase. Usted no me puede robar a mi hijo. No me puede quitar a mi niño. Nadie más que yo sabe el amor que nos tenemos. Tan solo tiene dieciséis años. Es fuerte, puede sanarse. No me lo mate, no me lo mate", suplicaba Sara.

"Sara, ya hemos conversado esto. Aunque lo tengamos veinte años más conectado, Ismael no va a cambiar de estado. Dejemos que descanse. De todos modos, sabemos que nunca nos abandonará y que estará junto al señor, cuidando de nosotros", respondía Israel, tratando de reconfortar a su atribulada esposa.

Un pequeño rayo de sol atraviesa las nubes. La brisa que se cuela por las cortinas de la ventana, despeinan a Ismael. Köeggel espera inmutable la orden de Israel. "Ya, Sara. Es la hora", le ordena.

Sara abraza a su inerte hijo y llora desconsolada. "Te amo, te amo más que a todo en este mundo. Eres mi vida. Tu familia te ama, no lo olvides nunca", le dice al oído y luego le besa la tibia frente.

"Mamita, no lo permitas, no dejes que muera, ayúdame, estoy vivo, estoy vivo, si tan solo me ayudaran a abrir los ojos, no me dejes. Yo los amo. Los amo a todos".

"Está vivo, Ismael movió su mano. Lo sentí, lo sentí, Israel. Ismael no quiere morir. Movió su manito, mira, mira, su manito", habla descontrolada la dolorida mujer.

"Ya, no empieces con tus paranoias. Es imposible que lo haya hecho. Ismael está vegetal, no puede moverse... Sara... ya es suficiente, no hagamos esto más difícil", le dice bruscamente a su esposa. Israel está mostrando una falsa frialdad, ya que por dentro está tan o más derrumbado que Sara. Es su hijo, su primogénito el que está en esa cama, postrado, sin reacción alguna. Y la culpa también le corroe los huesos.

"Mamita, me sentiste, me moví. ¿Viste que estoy vivo? Por favor, muéveme hasta que pueda abrir los ojos... no me dejes así... no me abandones".

Sara abraza llorando a Israel. Él la ase fuerte. Ernst baja la vista. En sus veinticinco años de carrera había visto algo similar. Esto escapaba de toda lógica.

"Mamita... papito... los amo... cuiden a mis hermanitos. Díganles lo mucho que los amo... siempre estaré con ustedes... siempre".

Sara llora desconsolada, hundiendo su cara en el pecho de Israel. Él, impávido, mueve la cabeza en señal de acción. Ernst Köeggel asiente.

Tut Tut Tut Tuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu...

...

Finalmente, llueve en la ciudad.

 

Antr.opomúsica #20 - Tú por mi - Christina y los Subterráneos

Para ti, con cariño...

Ha pasado el tiempo y no se... es como si todo hubiese sido ayer... tú, con esa sonrisa de niña inocente y yo, un tanto más seria, pero complaciéndote en todo.

Fue muy loco como nos conocimos, casi un accidente... ese incendio en la discoteque nos unió y no nos separó más... hasta... ya sabes...

Tardes completas escuchando a la Velvet Underground, pintando y tratando de cambiar el mundo... todo era perfecto... tú... yo... nuestro techo juntas... todo era ideal...

Pero bien dicen... cuando todo es perfecto, algo siempre ocurre y destruye todo lo bueno... el mundo nos tenía envidia... eramos invencibles...

En fin...

Dicen que nada es eterno...

Recuerdo que fue idea mía... yo quise ir en busca de... eso... maldita la hora... maldito el lugar... maldito el segundo en que decidiste ir conmigo... maldito el instante en que aceptaste... maldito el momento en que lo hicimos...

Qué vertiginoso... no nos dimos ni cuenta...

Fue como una bola de nieve...

Nunca más supe de ti...

Por eso te escribo esta carta... para que sepas... que aunque han pasado cinco años de entonces... pienso en ti... estás presente en cada instante... nunca te has ido de mi lado... yo te siento tan dentro mío... tal y como lo sentía cuando vivíamos juntas...

Algún día te veré... de eso estoy segura... ¿Pero cuándo?...

Mientras tanto, me preparo para cuando ocurra eso... porque si vuelves a mi vida, no te soltaré jamás... Warhol, la Velvet, nuestras pinturas, nuestro techo, nuestras sábanas... todo nos espera... porque si apareces, sabré que vienes por mi.

Cariñosamente...

Ivana.

Ps. Pero no puedo dejar de pensar en todo el daño que me hiciste entre medio... cuando entre tanta droga te metiste con esa hueona maldita... la que te vendía los motes... esa maraca hermana del chico Osvaldo... en las mismas sábanas que te hacía el amor, te pillé con ella... claro... aprovechaste que fui de visita a casa de mi padres y nunca pensaste que llegaría antes... te quiero, pero no quiero tenerte cerca mío... aun no... aunque me derrito por esa piel suave y ese saborde mujer... pero mataste todo lo hermoso que había... perra.

 

que no se pierda...

 

que no se pierda

 

Antr.opomúsica #21: Adiós - De Saloon

Él piensa...

"¿Qué puedo hacer en este momento? Te tengo aquí, a mi lado. Estamos en silencio. Hemos estado así desde hace un par de días... no sé... esto no está resultando. ¿Cómo decirte lo que me pasa sin herir tus sentimientos? no puedo pensar con claridad... no puedo..."

Ella piensa...

"Qué pena esta película, me dan ganas de llorar, pero no quiero, pero es que tengo tanta pena. Felipe, mi amor... ¿Qué nos está pasando? Yo te quiero, pero parece que a ti se te pasó... no... no quiero que me vea llorar..."

La película continúa... el romance se acaba, ella llora y él se va de casa. Todo queda sumido en un sepulcral silencio. el murmullo de la sala rompe la tensión que transmite la cinta. Unas voces que nacen de la nada ruegan por recuperar el silencio... ese silencio que muchas veces delata las ganas de decir cosas, cosas que a veces es mejor reemplazarlas con silencio...

Él piensa...

"No llores, que me da pena. Te veo llorar por la película y creo que lloras por nosotros... no quiero irme de tu vida... cuando comenzamos, juramos que sería para siempre... pero ya ves... tenemos que terminar. A mi no me engañas... esos suspiros no son por la película. no llores, por favor..."

Ella piensa...

"Se terminó. No puedo hacerme más la ciega y la tonta... nada dura para siempre... de que nos sirve querernos si no somos el uno para el otro... me siento incómoda... quiero salir de aquí..."

La película se ha vuelto predecible, es usual en estos casos... películas mamonas, comedias románticas donde ya sabes el desenlace. La vida real siempre tiene ese sabor de lo inesperado, que es casi imposible reflejar en una proyección en la tela blanca...

Él piensa...

"¿Valió la pena luchar tanto?... es como esa canción de Machuca... tanto luché... tanto remé para que lo nuestro funcionara, que cuando te logré tener, todo se fue a la mierda... ¿Es amor?, ¿Fue amor?..."

Ella piensa...

"Felipe... si en este momento me tomas de la mano, sabré que me amas... y olvidaré todo esto..."

Impredeciblemente, la película llega a su fin... pero no es el final el impredecible... sino... que ese final proyectado desde esa pequeña ventanilla en lo más alto de la sala, se refleja en dos butacas...

Felipe: ...

Camila: ...

Felipe: "Camila... te quiero..."

Camila: "Felipe... yo también te quiero..."

Felipe: "Camila... yo tengo que decirte algo..."

Camila: "Dime..."

Felipe: "No eres tú... pero no se..."

Camila: "Es el final, ¿cierto?"

Felipe: "Yo siempre te juré que te amaría hasta el final..."

Camila: "Pero este es el final..."

Felipe: "No podemos mentirnos... los dos sabíamos que esto no podía seguir... tú con tus cosas y yo... con las mías"

Camila: "No te preocupes... se que me quieres, como yo a ti... pero no es suficiente... no hay un amor como para estar juntos"

Felipe: "No se trata de cuanto amor falta o sobra... pero..."

Camila: "No te excuses tanto... yo lo tengo claro... simplemente no podemos seguir"

Felipe: ...

Camila: "Tranquilo... mañana, cuando nos veamos en clases, estaremos serenos y podremos conversar..."

Felipe: "Yo te quiero... y te querré por siempre... no lo olvides..."

Camila: "Lo se, no me olvido"

Felipe: "No podré estar con nadie más"

Camila: "no digas eso... tenemos recién diecisiete años..."

Felipe: "Pero ha sido toda una vida"

Camila: "Felipe... contigo me hice mujer... eso es muy valioso... por eso te quiero y te seguiré queriendo... pero no podemos seguir juntos... simplemente... no da para más"

Felipe: ...

Camila: ...

Felipe: "Debemos irnos... comienza a entrar la gente para la próxima función"

Camila: "¿Y si nos quedamos para verla de nuevo? Quizás esta vez ellos no se separen y sigan juntos por siempre"

Felipe: "Las segundas partes no funcionan... solo dilatan la muerte definitiva... la agonía es mucho más dolorosa"

Camila: "Te quiero"

Felipe: "No lo olvidaré"

Camila: ...

Felipe: "No llores, por favor... no llores..."

Camila: "Adiós, Felipe... adiós"

Felipe: ...

Las luces se apagan... y un asiento está vacío... ese espacio no podrá ser reemplazado... el frío de ese vacío inunda la sala... y las luces de la proyección comienzan a iluminar el todo... la historia se repite... es la función de las cinco... y terminará igual que la anterior...

Incluso...

Cómo esta pequeña novela de amor... que no es amor...

 

Antr.opomúsica #22: Part of me - Tool
La mañana está soleada. Los rayos del sol entran majestuosamente por los grandes ventanales de la habitación. Cada objeto en el cuarto está dispuesto de manera perfecta. Nada queda al azar. Colores, posiciones, uniformidad, pulcritud, delicadeza, buen gusto, todo está como debe ser. La imagen se clava en ese ojo, observador, que sin pestañear escudriña todos los rincones, hasta que se concentra en un solo punto. El frente. El espejo lo dice todo. “Eres lo que eres”, musita Gabriel. Está desnudo frente al gran espejo Luis VI, legado de su bisabuelo Händel.

Todo es silencioso en el cuarto. Solo el tic tac del reloj cucú interviene cada segundo. “¿Por qué es así?”... “Es así, porque así tiene que ser”, se responde inmediatamente Gabriel. “Todo lo que hago, no es por mi, es por ti... porque tú sabes cada cosa de que debo hacer, el cómo y el cuando”, continúa el impávido hombre.

“Ya no deseo más esto”

“Quisiera que fuese distinto”

“No puedo, eres tú, quien me domina y no puedo controlarlo”

“Me conoces al dedillo... controlas todo”

“Cada segundo, me monitoreas, como si yo fuese un computador”

Palabras, frases sueltas y silencios de por medio. Él continúa quieto, desnudo, examinándose frente al lujoso espejo. Una suerte de hedonismo y vanidad recorre su cuerpo. Es incontrolable. Lo sobrepasa. No es él. Sí, es él. No... no lo es... la verdad es que es él, pero no él mismo, sino su otro “él”. El superior. Ese ser individual, que cuando desea, es parte de él.

Más palabras... pero ininteligibles. Solo escarba en si mismo. “Eres parte de mi, maldito”, reclama Gabriel. Comienza a moverse, hacia un costado y luego al otro. Pareciera que quiere comprobar algo. Es como si deseara que esa parte de él se desprendiera y lo liberara, pero no. Es parte de él.

Se zafa y vuelve al lugar.

La quietud vuelve al individuo. El ojo vuelve a escudriñar. El tiempo parece estancado. El tic tac del reloj ya no interviene, a pesar de que sigue su frenética carrera por el tiempo, segundo a segundo. Pero el tic tac no logra capturar al tiempo, porque este le lleva un segundo de ventaja. El ojo sigue mirando atentamente cada centímetro, nada queda sin ser analizado. “¿Qué gano con todo esto?”, se pregunta serenamente. “Nada, no logro nada”, se responde al instante. “Todo lo sabes... me conoces tan bien... sin decir nada, me manejas a tu entera disposición... no necesitas hablar, porque yo mismo me respondo, claro, eres tú, soy yo...”

La mano comienza a agitarse. Los ojos se cierran. Una leve sonrisa da indicios de que el momento es sublime. Todo acabará. El tic tac del reloj es frenético, cada vez más rápido, como si un segundo valiera por diez. Los latidos del corazón son cada vez más agitados, la respiración se dificulta cada vez más. Las piernas tiemblan. El espejo brilla.

“No se hasta cuando estarás aquí y no saco nada con luchar en tu contra, otra vez me has vencido”, piensa con apuro desmesurado.

La mano deja de moverse.

Gabriel abre los ojos.

“Eres parte de mi y me dominarás a tu antojo, hoy y cuando lo desees”, se dice en voz alta, ya más reposado.

Todo ha acabado. Todo ha acabado.