Un cura está conduciendo por una carretera, cuando ve una monja en una orilla. El se detiene para ofrecerse a llevarla. Ella entra en el coche, cruza las piernas y se le mueve un poquito el habito, mostrando un lindo muslo. El no puede resistirse a poner la mano en el muslo de la mujer, que dice: "¡Padre, recuerdese del salmo 129!" El cura, avergonzado, se disculpa y retira la mano. La mujer repite "¡Padre, recuerdese del salmo 129!. Llegando al convento, la mujer agradece el viaje con una sonrrisa enigmática. Así que llega a la iglesia, el cura corre para leer el salmo 129 que dice: "Sigue adelante, intentalo. Alcanzarás la gloria.