Pasión Prohibida - Parte 1

Tema en 'Cementerio De Temas' iniciado por fdo6500, 14 May 2009.

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  1. fdo6500

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    Estos relatos son un resumen de mis primeras aventuras sexuales, cuando comenzaba mi adolescencia. Una advertencia antes que sigan leyendo: lo que voy les a contar es SUPER FUERTE, no apto para cardíacos ni mucho menos para mujeres cartuchas. Porque el tema de estos relatos no es la “puerta delantera”, sino la voluptuosa, estrecha, misteriosa y prohibida “puerta trasera” de las chicas… la tierna y redonda colita de las mujeres, con ese precioso orificio de labios rosados, escondido y tímido… Así que si el tema no les gusta, mejor paren de leer al tiro.

    Según me explicaba un amigo médico experto en sexualidad, desde chicas las mujeres presienten intuitivamente que su colita es una zona especial y distinta del “chochi”, intuyen desde chiquititas que la colita es perturbadoramente erótica y prohibida… Así que a las lectoras mujeres, les sugiero que respiren hondo y se preparen, porque lo que sigue podría despertarles los más perturbadores sueños eróticos.

    Pero no crean ustedes que no me gusta el “chochi” de las chicas. De hecho, me encanta besarlas ahí abajo y jugar con su clítoris y ver cómo cierran los ojos y se estremecen al sentir mi lengua… es maravilloso, embriagante… y penetrarlas por ahí también es delicioso… algún día escribiré mis experiencias por la “puerta delantera”.

    Y bueno, basta de comentarios introductorios y vamos a los relatos. ¡Espero que los disfruten tanto como las protagonistas!

    Todo comenzó cuando yo tenía 12 años. Entre los amigos del barrio, había uno, a quien llamaremos Carlos, que era el mayor del grupo. Un caluroso día de diciembre, cuando ya habían terminado las clases, Carlos apareció con un misterioso libro bajo el brazo. Nos juntó sólo a los hombres y nos dijo que era un libro “prohibido”. Nos prestó el libro para que lo leyéramos de a uno, y así lo fuimos leyendo en las tardes, escondidos en el “club” que teníamos en una casucha en un sitio eriazo.

    El libro era una novela corta, que narraba las primeras experiencias del “placer prohibido” de dos colegialas y sus compañeras, todas supuestamente alumnas de un internado en algún lugar de Rusia. Este internado era para chicas con problemas conductuales, que habían sido expulsadas de todos los otros colegios, así que las que llegaban ahí, habían sido internadas en castigo y para ser transformadas en chicas sumisas y obedientes, sometiéndolas por la fuerza si era necesario.

    La máxima autoridad del internado era el “Director”, a quien las colegialas debían llamar “Maestro” ó “Mi Señor”. El Director era también el único hombre en todo el internado, el resto eran todas mujeres, y obviamente a todas les gustaba el Director, porque era un tipo mayor, pero alto, atlético y muy buenmozo.

    Cuando las colegialas llegaban a un cierto nivel, tenían que someterse a un rito de confesión de pecados y penitencia, que se hacía en privado con el Director, que era también una especie de rector y verdadero amo de las alumnas. Las dos amigas habían llegado recién ese año al internado, justo a tiempo para el rito de la “confesión”.
    Las dos amigas estaban cada vez más asustadas y curiosas, a medida que se acercaba la fecha en que les tocaría a ellas. Cuando les llegó el día, pidieron autorización para ir juntas, y el Director las autorizó por ser las dos nuevas.

    Entraron en la cámara del Director y éste cerró la puerta con llave. Las hizo arrodillarse a las dos, y con un látigo en la mano, comenzó a interrogarlas. Les preguntó primero respecto a pecados triviales, y después les preguntó si eran vírgenes, y las dos dijeron que sí. Acto seguido, les preguntó si habían tenido “sueños sexuales con hombres”, y antes que alcanzaran a contestar les dijo con voz de trueno que si mentían, el castigo sería mucho peor.

    Asustadas pero extrañamente excitadas, ambas chicas confesaron haber soñado con hombres que las hacían perder la virginidad, y el Director les dijo que tendrían que pagar por estos “sueños sucios”, y el castigo sería que los sueños se harían realidad y tendrían que perder la virginidad con él. Les ordenó desvestirse y las llevó hasta una cama en la pieza del lado, e hizo que una se sentara a observar cómo él desfloraba a la otra.

    Se desvistió y se acercó a la primera, que lo esperaba de espaldas, desnuda y nerviosa. El libro decía que el Director tenía un pene “descomunalmente grande”, y que las colegialas “temblaron de miedo” al ver el monstruoso tamaño del miembro viril. El Director le separó las piernas a la colegiala que lo esperaba de espaldas y la besó suavemente allí abajo, una y otra vez, hasta que la sintió bien mojada. La pequeña gemía y suspiraba de placer. Entonces, puso la punta de su enorme miembro en la pequeña vagina y comenzó a penetrarla, e inmediatamente sintió la exquisita estrechez de su virginidad, mientras la chica gemía de dolor al principio, y de placer después de varios avances. Así la tuvo un buen rato, hasta que comenzó a retroceder para salir, conteniendo el orgasmo y reservando energías para la otra colegiala. La chica, ya sin ningún pudor, estiró los brazos deseando más, pero el Director le dijo que ahora era el turno de su amiga.

    A todo esto la otra estaba toda excitada y mojada, viendo lo que le habían hecho a su amiga, y que ahora le tocaba a ella. El Director repitió el mismo rito de los besos con la segunda, y como ya estaba bien mojada, no tardó en atacarla con su viril miembro. Pero esta vez, el miembro entró con increíble facilidad hasta el fondo, y el Director supo de inmediato que esta colegiala no era virgen. De todos modos la hizo gozar un buen rato, igual que a su amiga, simulando que no se había dado cuenta. A diferencia de la primera novicia, que sólo había experimentado un orgasmo, esta chica tuvo varios orgasmos, y disfrutaba y se movía con evidente experiencia en el tema.

    Completado más ó menos el mismo tiempo que estuvo con la primera, el Director retrocedió, conteniendo nuevamente el orgasmo, se incorporó y le ordenó a la primera colegiala vestirse, diciéndole que había cumplido bien y que había pagado por sus pecados, y que se fuera a descansar. Entonces la segunda colegiala se incorporó e hizo ademán de comenzar a vestirse, pero el Director le gritó con voz enojada: “¡Tú no! ¡Tú te quedas!” y le ordenó que se quedara desnuda en la cama. Su amiga terminó de vestirse y salió de la pieza, pero no resistió la tentación y en vez de salir de la cámara del Director, hizo como que abría y cerraba la puerta principal y se quedó escondida mirando desde atrás de unas cortinas.

    Entonces el Director le dijo a la otra: “Tú haz cometido un pecado doble, porque me mentiste cuando dijiste que eras virgen... ¡Confiesa!” La colegiala le confesó que en realidad no era virgen, y que había tenido un amante antes de entrar al internado, y que había tenido relaciones con su amante muchas veces.

    El Director escuchó toda la confesión, y le dijo en tono autoritario:

    “¡Tú has cometido un pecado doble, porque mentiste en tu confesión…! Por lo tanto, ¡tendrás que pagar tu doble pecado con un castigo especial!”

    El Director se acercó a un mueble y sacó un frasco, lo abrió y lo dejó sobre la cama, al lado de la colegiala. Ella miró el frasco a su lado con una mezcla de curiosidad y temor, vió que contenía una crema, y una sospecha terrible y oscura comenzó a rondarle en la mente, cuando él le ordenó:

    “¡Date vuelta y agáchate!”

    La chica tembló de miedo y se quedó paralizada de terror por un instante, pero luego obedeció sumisa, se dio vuelta y se agachó sobre la cama, dejando su precioso culito levantado en el aire, desnudo y vulnerable. La amiguita, escondida, miraba todo y también temblaba de miedo…

    Entonces el Director se puso detrás de la chica, y le dio varias latigazos en las nalgas. A la pobre chica se le caían las lágrimas, sus manitos se crispaban en las sábanas y sollozaba, pero el escozor de los latigazos también la hacía sentir extrañamente relajada, y un calor le invadió todo el cuerpo. Después de darle varios azotes, el Director tomó el frasco, se untó los dedos con la crema blanca, los introdujo entre las nalgas de la chica y comenzó a acariciarle voluptuosamente esa entrada pequeña y prohibida, entre aquellas dos perfectas redondeces, mientras le decía:

    “¡Por haber cometido un doble pecado, serás sometida a un castigo especial…! ¡Haz mentido cuando me dijiste que eras virgen, no lo eras y has desvirtuado el primer castigo! ¡¡Ahora deberás recibir el verdadero castigo que te mereces… Prepárate para pagar por tu pecado!!

    La pequeña temblaba y se estremecía… y su amiga, mirando todo detrás de las cortinas, también temblaba entera, con una extraña mezcla de excitación y miedo…

    Continuará…
     
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