Cuando la vida real supera la ficción, verdaderamente pone los pelos de punta. En Madrid cuatro miembros de una familia taiwanesa convivieron durante un mes con los cadáveres de tres de sus consanguíneos. Los cuerpos de los difuntos (el padre, su hija chica y el hijo lolo) quedaron tendidos, así, como si nada, en el living de la mansión y nadie dijo ni pío a la policía. El hedor era cada vez más insoportable. Cómo será que las autoridades sanitarias petazetas llegaron guiados por el aroma. Ahí encontraron -además de los cadáveres- a la madre, dos niñas y un niño, vivos y terriblemente enfermos. La Guardia Civil (policías) no encontraron rastro alguno de violencia en los cuerpos. Los investigadores han descartado la hipótesis de un homicidio y apuntan a que posiblemente se tratara de alguna enfermedad viral y peligrosa, como la meningitis.