Simbolismo de la calavera y la araña

Simbolismo de la calavera y la araña

-La Calavera: origen del pensamiento y por tanto del mandamiento supremo, representa el avatar microcósmico de Dios, siendo la matriz del espíritu, la inteligencia y el conocimiento. En numerosas leyendas europeas y asiáticas el cráneo es considerado como el homólogo de la bóveda celeste, como sucede en el Grimnismâl islandés donde el cráneo del gigante Ymir se convierte en la bóveda del cielo. La simbología de la calavera se une también a la de la cabeza como trofeo de guerra.


Se considera al cráneo como el trono de la fuerza vital del cuerpo y del espíritu. De ahí el deseo de muchas culturas de conservar para sí los cráneos de los muertos, en la creencia de que este acto les brindará el poder espiritual que sus poseedores tuvieron en vida. En sentido general, es también el emblema de la caducidad de la existencia, que aparece en ejemplos literarios como Hamlet o Fausto. Al ser lo que resta del ser vivo una vez muerto, igual que una concha de caracol, adquiere el sentido de vaso de la vida y del pensamiento. De ahí también la utilización de calaveras como receptáculo de la vida a su más alto nivel por los alquimistas en sus operaciones de transmutación.



Entre los masones, la calavera simboliza el ciclo iniciático: la muerte corporal preludio del renacimiento a un más alto nivel espiritual. La calavera adornada por dos tibias en forma de X es símbolo de la sumisión de la naturaleza bajo la influencia predominante del espíritu, y se considera símbolo de perfección espiritual.


-La Araña: aparece ante todo como una epifanía lunar, dedicada a hilar y tejer debido al carácter pasivo de la luna por su luz reflejada y por sus fases afirmativas y negativas, crecientes y decrecientes. Su hilo evoca a las Parcas, pero su tela es considerada como frágil por la Biblia y el Corán. Así la Biblia dice "Él ha construido una casa de araña, él ha creado una tienda de guardián: se acuesta rico, pero es la última vez, porque cuando despierta ya no hay nada" (Job, 27, 18). En el Corán se dice en cambio "Pero la casa de la araña es la más frágil de las casas" (Corán, 29, 40). Esta fragilidad evoca la de una realidad de apariencias ilusorias y engañosas.



Este contraste entre esencia y existencia se manifiesta en el mito de Aracne. Atenea, diosa de la Razón Superior, es la maestra del arte de tejer. Aracne, una simple mortal, tiene tal habilidad en este arte que osa provocar a la diosa. Ambas se enfrentan, y Atenea borda a los doce dioses del Olympo en toda su majestad, y en cada una de las cuatro esquinas de la obra evoca los castigos impuestos a los mortales que han osado desafiarlos. En respuesta, Aracne representa los amores de los Dioses por vulgares mortales. Ultrajada, Atenea golpea a la joven, que siente entonces el deseo de ahorcarse. Pero Atenea le salva la vida y la convierte en araña, condenada a balancearse eternamente, representando así la ambición castigada.
Pero también se refiere la figura de la creadora cósmica. Tejedora de la realidad, es la dueña del destino lo que explica su función de adivinadora. En cambio la araña que pende de su hilo recuerda la cadena invisible que nos une al creador, al cielo, y a través de la cual tratamos de ascender hacia él.

Se establecen así tres sentidos simbólicos en la araña: la capacidad creadora al tejer su tela, la agresividad y el de la propia tela, como red espiral dotada de un centro. Es símbolo al mismo tiempo de la construcción y destrucción sin césar, simbolizando la inversión continua a través de la cual se mantiene el equilibrio del cosmos. Es el sacrificio continuo por medio del cual el hombre se transforma constantemente.

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