"En aquella fatídica noche, cuando el auge de las espesas negruras otorgaba a la oscuridad la fuerza de helar los más valientes corazones, los ladridos caninos, sedientos de sangre y tan aterradoramente violentos atacaban con euforia las vacías e infinitas tinieblas, pero a la vez, se les acoplaban macabramente infundiendo el más horrendo de los temores y eliminando la posibilidad de ocultarse en el sueño. Así me mantenía sentado en mi cama, mirando receloso a la puerta cerrada con seguro, vigilando a que de pronto no se abriera de golpe y entrara algún horror desde el macabro exterior. Soportaba angustiosamente el bestial griterío de los perros furiosos, que sufrían descomunales ataques de ira inconcebibles de imaginar, pero reales, propiciados sólo por la irracionalmente oscura y espantosa noche. Probablemente fuera de mis cabales, abrí con cautela la puerta, asomando mi figura única entre otras tres puertas cerradas, y bajé por la escalera cuidando de no tocar nada más que el suelo que pisaba, pues una extraña repulsión me producía ese entorno que me resultaba completamente ajeno, tanto como lo viera, o como lo palpara, o como lo olfateara, o como escuchara el crujir de la madera bajo mis pies, como si la endemoniada noche corrompiera el lugar que hasta hace poco consideraba mi casa, haciéndole un lugar extraño y terriblemente claustrofóbico. Llegué hasta el primer piso, y mis pies tocaron el suelo frío, como si en años no hubiera sido pisado por ser alguno, como si hubiera sido abandonado hacia tiempo, conservando desagradables recuerdos de desconocidos infortunados que hayan perecido o pasado terribles momentos allí. Así sentía yo al posar los pies sobre el suelo, y cada paso era tan agobiante y tan cauteloso, como si caminara sobre brasas o rodeado de espeluznantes arañas. Avancé lentamente, hasta al fin alcanzar la puerta, y parado allí agucé el oído, entonces escuché a los perros vociferar con furia y hacer resonar con fervor las cadenas que les ataban, abrí la puerta de golpe, sintiendo en el momento el fresco viento nocturno helar todo mi cuerpo, y al tiempo hacerse un silencio profundo y barbitúrico. Como acabando de despertar, me giré y entré en la confortable y tranquila casa, y como si nada hubiera pasado, como si jamás hubiera salido de mi cama y bajado la escalera entre pesadillas, me pregunté en silencio e incredulidad hacia donde iba."
