Fue uno de los más eficaces perros de combate que sirvieron en las filas del ejército castellano durante la conquista de las tierras americanas. Este ejemplar perteneciente a la raza de los alanos españoles sólo sería igualado en destreza y fidelidad por su hijo Leoncico. Becerrillo fue adiestrado en la Isla de La Española, que por aquel entonces era un enclave geográfico bajo dominio español en el que los perros de presa tradicionales españoles, los alanos, se entrenaban con fines militares. El hecho de que fuesen los alanos la raza canina escogida para el adiestramiento respondía principalmente a dos motivos: la excelente capacidad de guardia que estos animales poseían y la robustez y vigorosidad de su fisonomía, la cual era considerada como perfecta para dar caza a los indios prófugos. En el año 1511, Becerrillo abandonaría la Isla de La Española para dirigirse a la Isla de San Juan junto con su amo Sancho de Aragón, aunque cierto es que algunos cronistas también lo han relacionado con el conquistador Diego de Salazar. Becerrillo, como la mayor parte de los canes empleados durante la conquista americana, pertenecía a la raza de los perros alanos españoles, los cuales eran una mezcla de dogo y mastín. Según la crónicas americanas, Becerrillo era descomunal, con muchas manchas de color negro que irregularizaban su pelaje rojizo. Además, poseía una nariz oscura y unos ojos de color ocre que se hallaban circundados por pelo de tintes negruzcos. Tenía una mandíbula poderosa que albergaba unos dientes afiladísimos, capaces de arrancar de cuajo la extremidad de un adulto sin mayores dificultades. Este animal era extremadamente valorado entre los integrantes del ejército castellano por varios motivos: en primer lugar, era muy apreciado por su ferocidad y total entrega en el campo de batalla. En segundo lugar, era de gran utilidad para dar caza a los indios que intentaban huir, puesto que el perro en un principio no utilizaba la violencia, sino que se limitaba a arrastrar con suavidad al enemigo hasta la posición en la que se encontraban los aliados; pero cierto es que si los nativos oponían alguna clase de resistencia, la crueldad de Becerrillo no tenía límites. En tercer lugar, el perro en cuestión tenía la capacidad de entender a la personas le hablasen en la lengua que le hablasen, y además, sabía diferenciar con tremenda facilidad a los indios amigos de los rebeldes. Y por último, el can era extremadamente fiel, puesto que era capaz de arriesgar su propia vida para salvar a cualquier allegado. Como consecuencia de todas la cualidades que poseía Becerrillo, este recibía doble ración de comida (que en más de una ocasión era mejor que la de los propios infantes) y un sueldo por los servicios prestados a su Patria. Concretamente, el salario que ganaba era el equivalente al de un ballestero. Hay una anécdota en la que se cuenta como en cierta ocasión el amo lo mandó a matar a una nativa, ordenó el ataque y el perro comenzó a correr tras su presa. La mujer, ya anciana, al ver el feroz animal ante ella se arrodilló y le enseñó una carta que le había dado su amo y le rogó que no la matara. El perro comprendió que aquella mujer era pacífica y le decía la verdad y lejos de matarla la lamió. Becerrico estuvo muchos años en servicio y murió en una refriega con los pueblos indígenas al ser alcanzado por una flecha envenenada de los Caribes.
buena info men! me recuerda a los perros de los polis, que reconocen de una a los vendedores de peliculas piratas jajajaja!