[HC] [CONCURSO] Huaso: no hay que ser humano para ser un gran deportista.

"Volví a desmontar y a medir las distancias, una y dos veces; el mayor Montti se colocó en un lugar determinado para dar el 'ya' desde donde debía empezar a apurar el caballo. Lo conduje por última vez frente al salto, le hablé, lo acaricié, le transmití toda mi fuerza y mi fe y le dije: 'Huaso', esta es nuestra oportunidad. Ahora o nunca. Entonces picó justo donde me lo había fijado y en un accionar mágico de elasticidad, potencia, decisión y armonía, voló por el aire, salvando el obstáculo con cero falta".
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Alberto Larraguibel​

Me presento, soy el caballo Huaso. Nací en Chile, en el año 1933. Soy un caballo alazán pura sangre y llegue a medir 1,68 metros de altura. Mis padres fueron dos magníficos caballos de carrera llamados Henry Lee y Trémula. Aunque mi nombre es una de las cosas que me hacen conocido en el mundo, la verdad es que mi nombre de bautizo no fue Huaso, sino que fue Faithful. Todos en la familia esperaban que yo fuese tan exitoso como mis padres en las carreras de caballos, pero resulta que no fue tan así… Todos mis amigos caballos ya habían ganado muchas carreras en su infancia, yo no había ganado ninguna. Era una especie de decepción para la familia.





Mis dueños, al ver que no rendía como caballo de carreras, me vendieron a un club de polo. Pero pucha, creo que tampoco di lo que esperaban de mí en ese deporte. No soporté los duros entrenamientos, así que me compró el Ejército de Chile. Tantas oportunidades y yo no rendía. Casi me sacrifican por un accidente grave que tuve en mis entrenamientos con mi primer jinete, el capitán Gaspar Lueje.





Parecía ya que había abarcado todas las áreas en las que se puede realizar profesionalmente un caballo, sin frutos. Hasta que apareció mi eterno compañero: el capitán Alberto Larraguibel Morales, quien comenzó a entrenarme en la equitación, y especialmente en el salto alto.

No rendí frutos inicialmente. Pero el capitán Larraguibel no se daba por vencido. Las hazañas llegaron luego de un duro entrenamiento, día a día, saltando sin parar con Alberto en mi lomo. Gracias a 2 años de entrenamiento ya teníamos el récord nacional y el récord sudamericano. Faltaba el récord mundial. Corría el 5 de febrero del año 1948, estábamos en la bella ciudad de Viña del Mar, en el Regimiento Coraceros. Ese año era el tan esperado Concurso Ecuestre Internacional, el mundial de fútbol de los caballos. Era la oportunidad que teníamos con mi capitán Alberto para alcanzar la gloria.



Gutiérrez y Ossopo, el récord que rompimos.

Nuestro compatriota, el teniente Riquelme con su caballo llamado chileno eran nuestros amistosos rivales en la prueba del salto alto. No lograron superar la vara, que estaba puesta en 2,44 metros, logrados por el jinete italiano Antonio Gutiérrez y su caballo Ossopo, en 1938. ¡Era una marca difícil de superar! Con Alberto teníamos 3 intentos. Primer intento: me dio miedo. No me atreví a saltar. Segundo intento: salté, con un miedo enorme, pero mi vientre rozó una vara y la botó al suelo. ¡Casi! La gente estaba expectante, había un silencio de ultratumba para nuestro tercer y último intento.




Tercer intento: salté. No boté nada. Miramos hacia atrás para ver si realmente lo habíamos logrado. ¡Sí, lo habíamos saltado! ¡Habíamos roto el récord mundial de equitación en salto alto! Con mi capitán no podíamos creer que habíamos saltado incluso más que Gutiérrez y Ossopo, llegando a los 2, 47 metros. El lugar explotó en ovaciones. El récord se quedaba en Chile.



Pasada la hazaña, mi vida cambió. Pasé de ser un caballo fracasado a ser el caballo más reconocido de este rincón alargado del continente. Paseaba por los pastos de la Escuela de Caballería del Ejército en Quillota, galopaba sin montura, era feliz descansando. Nadie me decía nada, lo tenía merecido. Así viví hasta mis 28 años, cuando fallecí el 24 de agosto del año 1961. Mis restos descansan en aquel mismo lugar, en la bella ciudad de Quillota.


La réplica de la valla que saltó Huaso en 1948.

Hasta ahora, el récord que logramos con el capitán Larraguibel sigue invicto. Son 66 años de gloria intactos. En 2007 en Viña del Mar, en la avenida Jorge Montt, instalaron una estatua en mi honor. Existe también una réplica de la valla que salté. La pueden ver en el Santiago Paperchase Club, en la capital. Creo que, soy sin duda, el caballo más famoso y exitoso que ha tenido Chile. Esto demuestra que por muy adversos que sean tus inicios, no hay que dejar nunca de esforzarse ya que con cariño y dedicación todo resulta. No hay que ser humano para ser un gran deportista, ¿o sí?


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