Bayer + Monsanto = Una pareja hecha en el infierno

Tema en 'Noticias de Chile y el Mundo' iniciado por Aerthan, 24 Jun 2018.

  1. Aerthan

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    No es de extrañarse que lo primero que hizo Bayer tras completar su adquisición de Monsanto a principios de este mes fue anunciar que abandonaba el nombre de Monsanto, fusionando las divisiones de agroquímicos de las dos empresas bajo el nombre de Bayer Crop Science. Después de todo, como todo el mundo sabe, Monsanto es una de las corporaciones más odiadas del mundo. Pero Bayer tiene una historia igualmente atroz de muerte y destrucción. Juntos son una pareja hecha en el infierno.

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    Si usted le hubiera dicho a alguien hace dos décadas que para el 2018 la compañía que comercializaba la guerra química y la compañía que comercializaba el Agente Naranja iban a unirse para controlar un cuarto del suministro de alimentos del mundo, lo más probable es que usted hubiera sido etiquetado como un lunático.

    A menos que tu nombre fuera Robert B. Shapiro. Fue Director General de Monsanto de 1995 a 2000, y en 1999 dijo a Business Week que el objetivo de la empresa era unir “tres de las industrias más grandes del mundo -la agricultura, la alimentación y la salud- que ahora operan como negocios separados. Pero hay una serie de cambios que conducirán a su integración”.
    Con el anuncio de este mes, de que Bayer ha completado su adquisición de Monsanto por US$63.000 millones, es difícil negar que la visión de Shapiro se ha hecho realidad. Lástima para todos nosotros que esa visión sea una pesadilla.

    Porque, contrariamente a la propaganda corporativa que está produciendo el departamento de relaciones públicas de la compañía -la propaganda que le hace creer que esta fusión será buena para el medio ambiente, para los agricultores, para acabar con el hambre en el mundo y, por cierto, para forrar los bolsillos de los accionistas- estos dos gigantes corporativos están, de hecho, comprometidos con la consolidación y transformación del suministro de alimentos del mundo en manos de los ingenieros genéticos.

    No es de extrañarse que lo primero que hizo Bayer después de completar su adquisición de Monsanto a principios de este mes, fue anunciar que abandonaba el nombre de Monsanto, fusionando las divisiones de agroquímicos de las dos empresas bajo el nombre de Bayer Crop Science. Después de todo, como todo el mundo sabe, Monsanto es una de las corporaciones más odiadas del mundo.
    Este odio hacia Monsanto no es irracional. Después de todo, es difícil pensar en una empresa que haya arruinado la vida de más personas en todo el mundo, ya sea directamente a través de sus prácticas coercitivas y litigiosas contra los pequeños agricultores de todo el mundo, o indirectamente a través de la contaminación del suministro de alimentos con sus cultivos genéticamente modificados.

    Muchos están familiarizados con el sórdido pasado de la compañía, incluyendo su papel en el desarrollo del Agente Naranja y su contribución a la epidemia de suicidios de agricultores en la India, pero en los últimos años, Monsanto ha adquirido especial notoriedad por sus intentos de traspasar los límites de la ley de patentes en un esfuerzo autoadmitido por ganar el monopolio del suministro mundial de alimentos.

    Peor aún, gracias a una puerta giratoria con los más altos niveles del gobierno de Estados Unidos, Monsanto no sólo ha sido malvada, sino extraordinariamente eficaz en la difusión de su malvada semilla por todo el mundo. Esa puerta giratoria ha visto literalmente a docenas de altos ejecutivos de Monsanto entrando y saliendo de las agencias del gobierno de Estados Unidos que, risiblemente, se dice que “regulan” el negocio de los agroquímicos, incluyendo a: Dennis DeConcini, el ex senador de Estados Unidos que ahora actúa como asesor legislativo de Monsanto; Mickey Kantor, el Secretario de Comercio bajo el Presidente Clinton que también sirvió en la junta directiva de Monsanto; Michael Taylor, Comisionado Adjunto de la FDA de Obama, que anteriormente había ocupado el cargo de Vicepresidente de Monsanto para Políticas Públicas; Linda Fisher, que fue nombrada Administradora Adjunta de la EPA en 2001 tras un período de 5 años como Vicepresidenta de Gobierno y Asuntos Públicos de Monsanto; y el Juez de la Corte Suprema de Estados Unidos, Clarence Thomas, que se desempeñó como abogado corporativo de Monsanto en la década de 1970.

    Estos funcionarios han ayudado a allanar el camino para que Monsanto alcance una serie de objetivos corporativos clave, incluyendo la aprobación de la infame Monsanto Protection Act (Ley de Protección de Monsanto) en 2013.
    Pero, irónicamente, de todas las empresas del mundo, Bayer es una de las pocas que podía competir con Monsanto por su posición como la empresa más malvada del mundo.

    Aunque menos conocida por el público en general, la vergonzosa historia de Bayer es, como la de Monsanto, un estudio de caso de psicopatía corporativa.

    Fundada en 1863 por Friedrich Bayer y Johann Friedrich Weskott, no fue hasta 1899 que la empresa registró su producto más conocido: la aspirina. Menos recordado es el hecho de que Bayer fue la primera empresa que registró la heroína, que comercializó como una alternativa “no adictiva” a la morfina y como un “antitusígeno” [que combate la tos].

    Pero fue bajo la dirección de Carl Duisberg, a principios del siglo XX, cuando la empresa comenzó a desarrollar su carácter psicopático. En 1914, el Ministerio de Guerra alemán nombró a Duisberg como uno de los codirectores de una comisión sobre el uso de subproductos peligrosos de la industria química. No es de extrañarse que Duisberg y sus colegas directores aprovecharan la oportunidad de convertir sus residuos en beneficios, recomendando el desarrollo de gas cloro para su uso en el campo de batalla, una contravención directa del Convenio de La Haya sobre el respeto de las leyes y costumbres de la guerra en tierra (Convention Respecting the Laws and Customs of War on Land) que Alemania había firmado apenas 7 años antes.

    Bayer, bajo el mando de Duisberg, no sólo participó en el desarrollo y el uso de gases venenosos en la guerra, sino que fue su punta de lanza. Duisberg supervisó personalmente las primeras pruebas de gas venenoso y se jactó de su capacidad letal: “El enemigo ni siquiera sabrá cuando un área ha sido rociada con él y permanecerá en silencio hasta que ocurran las consecuencias”. En la sede central de Bayer en Leverkusen, Duisberg también supervisó el desarrollo del fosgeno y del gas mostaza, que instó al Gobierno alemán a utilizar: “Este fosgeno es el arma más malvada que conozco. Recomiendo encarecidamente que no dejemos pasar la oportunidad de esta guerra sin probar también granadas de gas”.

    El 22 de abril de 1915, Duisberg cumplió su deseo. Ese día se utilizaron 170 toneladas de gas cloro contra las tropas francesas en Ypres, Bélgica, matando a 1.000 personas e hiriendo a otras 4.000. Los ataques a los británicos siguieron días después. En total, unas 60.000 personas murieron como resultado de la guerra química perfeccionada por Bayer e impulsada por Duisberg, una de las grandes atrocidades olvidadas de la Primera Guerra Mundial.

    Duisberg no se avergonzó de sus logros. Al contrario, estaba inmensamente orgulloso de ellos. Incluso encargó al famoso artista Otto Bollhagen que pintara la escena de la primera prueba de gas venenoso en Colonia. Duisberg disfrutó tanto del resultado final que lo hizo colgar en su sala de desayunos de la sede central de Bayer en Leverkusen.

    Más tarde, Duisberg -inspirado por una gira de Standard Oil de Rockefeller en EE.UU.- ‘casó’ a Bayer con el cártel químico de IG Farben. Como expliqué en “How Big Oil Conuered the World” (Cómo el gran petróleo conquistó el mundo), IG Farben fue un actor clave en la floreciente ‘petroligarquía’ [petróleo + oligarquía, ‘oiligarchy’ en inglés] de principios del siglo XX, alardeando ‘petroligarcas’ claves como el príncipe Bernhard de la Royal Dutch Shell y Walter Teagle de Standard Oil en las juntas de sus diversas ramas. El Duisberg de Bayer era el presidente de su consejo de administración.

    A Duisberg se le unió Fritz ter Meer, quien supervisó la construcción de la fábrica de IG Farben en Auschwitz, que funcionaba con mano de obra esclava y participaba en experimentos humanos. Después de la guerra, ter Meer fue condenado a 7 años de prisión por su participación en el saqueo y la esclavitud de los prisioneros del campo, pero fue liberado en 1950 por “buena conducta” y, en 1956, se convirtió en presidente de Bayer AG, resucitado de las cenizas de IG Farben.

    Pero este legado de muerte no es una reliquia antigua del pasado lejano de Bayer. Década tras década, la compañía continúa involucrada en escándalo tras escándalo, involucrando destrucción ambiental sin sentido, lesiones e incluso asesinatos en masa.
    De hecho, no es difícil ver por qué estas dos compañías -cada una de las cuales es un titán de su respectiva industria, cada una culpable de los más atroces crímenes contra la humanidad y de la destrucción del medio ambiente- sentirían afinidad entre sí. Pero, ¿por qué fusionarse? ¿Qué tiene que ganar un gigante farmacéutico al comprar y fusionarse con un gigante de agroquímicos, especialmente uno que lleva tanto equipaje como Monsanto?

    Si la conexión entre estos gigantes corporativos parece tenue, entonces quizás la clave para entenderla se presenta en esa cita de 1995 del ex CEO de Monsanto, Robert Shapiro: “Estamos hablando de tres de las industrias más grandes del mundo -la agricultura, la alimentación y la salud- que ahora operan como negocios separados. Pero hay una serie de cambios que conducirán a su integración”.

    La integración de la agricultura, la alimentación y la “salud” es la meta, y una vez que esa meta se alcance, todo el sistema de soporte vital de la población humana, incluyendo todos nuestros alimentos y “medicinas”, estará en manos de unas pocas mega-corporaciones. De hecho, la historia de la producción de alimentos y productos farmacéuticos siempre ha seguido la misma trayectoria: alejarse de los naturales y abundantes materiales orgánicos producidos localmente, y acercarse a las artificiales y escasas alternativas sintéticas producidas en fábricas.

    El control del suministro mundial de alimentos es, por supuesto, (junto con el control del dinero y el petróleo) uno de los pilares sobre los que los oligarcas globalistas intentan construir su sistema de control total. Aunque no hay prueba alguna de que lo haya dicho, la dudosa cita que a veces se atribuye a Henry Kissinger no deja de ser cierta: “Quien controla el suministro de alimentos controla a la gente; quien controla la energía puede controlar continentes enteros; quien controla el dinero puede controlar el mundo”.

    El proceso de consolidación de estas industrias no es, por supuesto, nada nuevo. De hecho, empezó hace mucho tiempo. Como expliqué en “How Big Oil Conquered the World“, incluso la industria agroquímica actual tiene que ser vista en su contexto histórico como una fusión de los gigantes de los fertilizantes petroquímicos (Dupont, Dow, Hercules Powder y otros negocios en la órbita de Standard Oil) con el cártel de semillas “ABCD” de Archer Daniels Midland, Bunge, Cargill y Louis Dreyfus. Estos campos, anteriormente separados, se fueron consolidando gradualmente bajo la bandera del “agronegocio”, que se desarrolló en Harvard Business Schcool en la década de 1950 con la ayuda de la investigación realizada por Wassily Leontief para la Fundación Rockefeller.

    Y como también expliqué en “How Big Oil Conquered the World“, la Gran Farmacia también fue una creación del mismo impulso hacia la consolidación, y encabezada por la misma gente. Desde la institucionalización de la profesión médica financiada por Carnegie y Rockefeller hasta el papel de Standard Oil en el suministro de productos petroquímicos para la floreciente industria farmacéutica, pasando por el papel de investigadores del Instituto Rockefeller como Cornelius Rhoads, que desarrolló la quimioterapia a partir del gas mostaza de la que fue pionero Bayer, la superposición de los intereses oligárquicos en la consolidación del control mundial ha sido muy clara.

    Luego, con el avance de la tecnología de los GMOs en las décadas de 1980 y 1990 (nuevamente con la considerable ayuda de los Rockefeller y otros intereses petroleros), se presentaron nuevas oportunidades para la consolidación. Las semillas solían ser vendidas por las compañías de semillas, y los fertilizantes y herbicidas solían ser vendidos por las compañías químicas. Pero entonces llegó la “revolución” de los GMOs y todas estas compañías derivaron de las ramas de la “biotecnología” para crear semillas genéticamente modificadas. Esto, a su vez, abrió oportunidades para crear variedades de semillas GMO adaptadas para trabajar con herbicidas y fertilizantes patentados. La combinación de semillas transgénicas y agroquímicos especialmente adaptados ha sido especialmente lucrativa para Monsanto, que fue la primera en capitalizar esas sinergias cuando obtuvo la aprobación regulatoria para su primera soja Roundup Ready en 1994. El Roundup, también conocido como glifosato, se ha convertido en el producto químico agrícola más utilizado en la historia del mundo.

    Monsanto y Bayer -por no mencionar a sus cohortes en las industrias agroquímicas, farmacéuticas y eufemísticamente denominadas “ciencias de la vida”- buscan en última instancia lo mismo: el control total sobre la población, desde la ingeniería genética de su suministro de alimentos hasta el control de sus “medicamentos” y productos químicos. Se trata de una carrera hacia la centralización completa, y con esta adquisición, Bayer y Monsanto están consiguiendo una ventaja.

    Particularmente aterrador, entonces (aunque no sorprendente), es que esta última ronda de consolidación esté encabezada por dos corporaciones tan deplorables como Bayer y Monsanto.

    Bayer: Una de las piezas del sombrío (y ‘petroligárquico’) legado de I.G. Farben; proveedor de químicos para los ataques de gas venenoso de la Primera Guerra Mundial; vendedor consciente de vacunas contaminadas con VIH; asesino en masa de abejas; vendedor de cultivos transgénicos contaminados.

    Y Monsanto: Volcador de productos químicos tóxicos; vendedor orgulloso de carcinógenos; demandante de granjeros; causa de suicidios de granjeros; supresor de la disidencia científica.

    ¿Se siente usted seguro sabiendo que un cuarto del suministro de alimentos del mundo pronto estará en sus manos combinadas?

    Si no, entonces todos los esfuerzos que se han hecho en los últimos años para “Marchar contra Monsanto” deben traducirse en un “Boicot contra Bayer” y todos sus amigos en el floreciente cártel de biotecnología/agra/semillas de la industria franca de los GMOs. Sólo aumentando nuestro apoyo a los productos de origen local, orgánicos y heredados, podemos esperar suplantar a este nuevo mega-gigante y consignarlo al cubo de la basura de la historia al que pertenece.


    Fuente: Bayer + Monsanto = A Match Made in Hell
     
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  2. darapa

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    Si es Bayer es bueno.
     
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  3. Łояб.цдмpігЭ

    Łояб.цдмpігЭ Usuario Casual nvl. 2
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    Dios los cría, el diablo los junta.
     
  4. tavodeath

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    Negocios son negocios........lo demás un loly.
     
  5. mike hranica

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    Directo del infierno men
    Para que se acabe está wea luego nomás
     
  6. heraclito27

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    Los indios ignorantes que le temen a los GMO...

    Lo único cierto del articulo es que debería haber una industria unificada de salud, que incluya la alimentación. Los gobiernos deberían forzar a la población a comer mas sano mediante impuestos.
    Las personas que reciben transferencias netas del estado deberían comer pellet diseñado para humanos, no comida.
     
  7. ***POTRO***

    ***POTRO*** USUARIO BANEADO
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  8. madnes

    madnes Usuario Habitual nvl.3 ★
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    Asi como Estados Unidos, que hizo que se integrara la comida chatarra en toda la educación, claro, pero tambien hay vegetales. Pero las autoridades se lavan las manos diciendo que la decision final es de los jovenes quienes deciden comer Pollo con papas fritas en vez de algo mas saludable.

    A los gobiernos les importa una mierda lo que tu consumas, no peques de ingenuo que subiendo los impuestos a la comida chatarra ará que la gente opte por comer sano.
     
  9. heraclito27

    heraclito27 Usuario Habitual nvl.3 ★
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    El estado ahorraría cuantiosos recursos si las personas vivieran en forma mas saludable. Los gobernantes son elegidos por el mismo grupo al que tienen que regular. Si establecen impuestos y restricciones, la gente los evaluara mal. Son como adictos a quienes se les restringe el consumo de drogas.

    Lo solución ideal es que empresas nobles como Monsanto o Bayer pudiesen formular algún tipo de alimento, quizás sintético, que sea saludable y adictivo. Un pellet que los humanos disfruten comer en ciertas dosis diarias. Por ahora es ciencia ficción.
     
  10. nanuk72

    nanuk72 Usuario Habitual nvl.3 ★
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    Lo peor de todo esto es que ya no queda comida sana, todo tiene restos de plomo, arsénico, pesticidas, etc, etc. y mas encima si haces un huerto propio las semillas son genéticamente modificadas.... es decir estamos hasta el loly.
     
  11. Frank_

    Frank_ Usuario Habitual nvl.3 ★
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    Empresas nobles ?
     
  12. heraclito27

    heraclito27 Usuario Habitual nvl.3 ★
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    Claro, son empresas que han expandido el limite de lo posible, tienen enorme merito. Hay que ser valiente para romper los paradigmas y atreverse.