El Mutualismo Austriaco

Tema en 'Política Nacional e Internacional' iniciado por AxLogan, 6 Jun 2020.

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  1. AxLogan

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    Muchos anarcocapitalistas suelen presentarse como “anarcoindividualistas austríacos”, lo que tiende a perpetuar la confusión de que la teoría del valor-trabajo es inherente a la filosofía política mutualista –que Rothbard consideraba, en su tiempo, “aun no superada”-.

    Esto es fruto del error de suponer que la aceptación de los conceptos económicos austriacos, por ejemplo, del interés y de la productividad marginal, supone aceptar también las concepciones morales sobre dichos conceptos de los autores que los formularon. En general, Tucker o Proudhon podrían llegar a asimilar la teoría económica austriaca sin corregir sus concepciones morales con respecto a los temas tratados por ella, dirigiendo de la misma forma sus ataques contra la usura o la explotación del hombre por el hombre; de la misma forma que David Ricardo no dejaba de sancionar el capitalismo a pesar de suscribir la teoría del valor-trabajo.

    El primer error consiste en pensar que los austriacos refutaron la concepción socialista que sostiene que, bajo el capitalismo [1], los beneficios del empresario proceden del trabajador. [2]

    La Escuela Austriaca desarrolló el concepto de la productividad marginal de los factores de producción –entre ellos el trabajo-, según el cual la productividad de cada unidad de factor puede valorarse en términos de la pérdida de rendimiento que produciría la desaparición de dicha unidad. Por ejemplo, si dados 20 trabajadores y 10 máquinas la producción es de 100 zapatos y, al retirar un trabajador, la producción desciende a 90, la productividad marginal del trabajo será la diferencia entre ambas producciones: 10.

    Según los austriacos, el precio de cada factor de producción tiende a igualarse con su productividad marginal -descontando el interés-, pues de lo contrario, el “beneficio neto” producido por la diferencia entre ambos atraería a otros empresarios hasta que este desapareciera por completo. En el caso que hemos expuesto, si el salario del trabajador equivaliera a 6 zapatos, los empresarios demandarían trabajadores hasta que tal salario se igualara a su productividad, esto es, 10. De esta forma, la ganancia del capitalista quedaría reducida al interés (que trataremos más adelante).

    Lo que no suelen mencionar los economistas austriacos tan a menudo es que tal competencia está artificialmente limitada por el Estado y, por tanto, los “beneficios netos” producidos por la disparidad entre salario y productividad muy a menudo no llegan a liquidarse o, lo que es lo mismo; la “plusvalía” existe.

    Kirzner, por su parte, sostiene que los beneficios del empresario son la recompensa del ejercicio de la empresarialidad, que él define como la percepción, en un entorno de información dispersa, de unos medios económicos para obtener determinados fines también económicos. Pero a continuación de esto, Kirzner afirma que, de existir “impedimentos arbitrarios para acceder al mercado” para los demás competidores, los beneficios del empresario se convertirían en “rentas de monopolio”. Ahora, como es fácil advertir en el mundo real, el mercado está repleto de barreras de entrada a la competencia cuyas consecuencias en la tasa de beneficios son imposibles de determinar de forma precisa, lo que nos lleva a la conclusión, de acuerdo con Kirzner, que cierto porcentaje de los beneficios del capital son en realidad “rentas de monopolio”. Poco a poco vamos cercando la ganancia que se atribuye al mérito del capitalista.

    Por otro lado, Bohm-Bawerk y Mises establecieron que los individuos valoran los bienes presentes por encima de los futuros y que, por tanto, el tipo de interés es el fruto de la preferencia temporal de los mismos. Así, si un individuo considera 100 euros presentes equivalentes a 110 euros a corto plazo (supongamos, un mes), el interés será del 10%.

    En este caso, el axioma de la preferencia temporal se aplicaría a la producción, equiparando la función del capitalista con la del prestamista y la de los trabajadores con la de simples prestatarios.

    Los vieneses añaden a esto, además, que el interés empresarial tiende a igualarse con el interés crediticio, pues si el primero fuese superior al segundo, los capitales se desplazarían del sector crediticio al empresarial, y al revés en el caso contrario. Como consecuencia, los beneficios empresariales corrientes serían idénticos al tipo de interés crediticio.

    Nuevamente, los austriacos se olvidan de tomar en cuenta las grandísimas barreras de entrada (requisitos de capitalización, licencias, etc.) en el sector bancario, que elevan artificialmente la tasa de interés por encima de las preferencias temporales, aumentando también los beneficios usurarios del sector empresarial.

    Paso a paso hemos rodeado el beneficio del empresario, que en un contexto de “competencia universal”, como proponía Benjamin Tucker, se reduciría a una tasa ínfima –equivalente a la preferencia temporal del momento, descontando las barreras de entrada actuales- y permitiría el control obrero de las empresas poseídas hoy por los capitalistas. Fuera de la torre de marfil de los economistas austriacos, que se abstraen de la realidad, su teoría económica es perfectamente compatible con el socialismo.

    La propuesta de Hayek de “desnacionalizar el dinero”, aunque él la concibiera tan solo como una forma de acabar con la inflación, también camina en esa dirección.

    Autogestión obrera y Escuela Austriaca
    En general, la Escuela Austriaca ha sido reacia a las ideas cooperativistas y autogestionarias, si bien Murray Rothbard propuso que la transición de la economía planificada al mercado libre en los países “socialistas” se llevara a cabo mediante la entrega a los trabajadores de los medios de producción, lo que demuestra cierta confianza por su parte en que estos serían capaces de administrar sus puestos de trabajo.

    Ludwig von Mises es quizá el mayor detractor de la autogestión obrera [3] dentro de la Escuela Austriaca, llegando a afirmar que, si los trabajadores fuesen dueños de los medios de producción, menguaría la productividad y, como consecuencia, estos ganarían mucho menos que bajo la empresa capitalista. Esta y muchas otras afirmaciones erróneas de Mises serán tratadas en un artículo próximo sobre la autogestión; aquí nos centraremos en sus objeciones al cooperativismo como sistema social, y no como propuesta de administración empresarial.

    Por ejemplo, en Crítica del Intervencionismo, Mises comenta que:
    “Los sistemas sindicalista y corporativista se basan en el supuesto de que la estructura productiva existente en un determinado momento permanecerá invariada. Sólo en el caso de que este supuesto sea correcto sería posible prescindir de las transferencias de trabajo y capital desde un sector a otro.”

    En la misma línea, comenta en El Socialismo que:
    “[…] el sindicalismo haría prácticamente imposible una transformación de la producción. No cabe duda alguna de que, allí donde el sindicalismo fuera amo y señor, cesaría el progreso”.

    Tras estas dos citas, no cabe duda de que Mises se refiere a un sistema que comparte con el mutualismo la premisa de que los medios de producción deben ser para los trabajadores y que, a su vez, estos deben interactuar entre sí en el marco de un mercado libre. Donde el sistema que critica Mises y el mutualismo se separan es en el carácter estático del primero. La escuela sindicalista, cuyos principales autores conozco tan solo a través de él (Mises no los menciona en ninguna parte), proponen la expropiación de los medios de producción y creen que a partir de ese momento la dinámica del mercado se limitará al intercambio de mercancías entre las distintas unidades de producción. Cuando se les plantea el problema de recolocar el capital y el trabajo de acuerdo a las demandas del mercado, los sindicalistas tienen un problema.

    En cambio, el mutualismo se concibió como un sistema eminentemente dinámico, hasta el punto de que concibe la propia toma de los medios de producción por los trabajadores como el fruto de la dinámica del mercado, y no de una fuerza coactiva ajena a él. Además, otro pilar del mutualismo, el banco popular, fue un mecanismo ideado única y exclusivamente para garantizar el crédito mutuo entre los obreros y, por tanto, que estos pudieran ampliar, reducir o cambiar de negocio de acuerdo a las necesidades del mercado. [4]

    El principio de costo
    El principio de costo fue un concepto ideado por Proudhon y Warren, cada uno de forma independiente, que consiste en que toda mercancía no puede venderse por más del costo de su producción, incluyendo el mantenimiento de los productores.

    Josiah Warren materializó esta idea en su experimento de la “tienda de tiempo”, en la que los usuarios entregaban sus productos y a cambio tenían acceso a otros muchos con un valor equivalente, en horas de trabajo. Proudhon quiso llevar a cabo una idea parecida a través de sus Bancos de trueque, que centralizarían el cambio de mercancías entre los productores calculando, de la misma forma, el trabajo contenido en ellas.

    Para la Escuela Austriaca, por el contrario, el precio es la consecuencia de las distintas valoraciones subjetivas de vendedores y compradores y, lo que es más importante, su función es advertir a los productores qué es rentable producir.

    De esta forma, el “lucro”, tan atacado por Proudhon, Warren, Tucker, etc., quedaría justificado por su función esencial en los mecanismos autorreguladores del mercado.

    De todos modos, esta oposición entre ambas escuelas es aparente, porque tanto una como otra reconocen que la competencia libre tiende a reducir los beneficios hasta que estos se igualan con la desutilidad que produce el trabajo, o, en otras palabras, hasta lo que los mutualistas llaman el “Precio de Costo”.

    Es cierto que los austriacos no creen en el equilibrio general y, por tanto, no consideran que el mercado pueda reducir el precio de todas las mercancías hasta el “precio de costo”, puesto que las necesidades, los actores y la información del mercado cambian constantemente. En cualquier caso, reconocen que la competencia tiende siempre hacia el costo, y en muchos casos lo alcanza.

    La cuestión de la tierra
    Otro punto de disensión entre mutualistas y austriacos es la propiedad de la tierra, aunque no nos extenderemos en esta cuestión, que ya ha sido tratada en otros artículos. Simplemente cabe señalar que Hayek consideraba que, en un orden espontáneo, los conceptos de propiedad y justicia tendían a ser aquellos que eran más beneficiosos desde el punto económico para la comunidad y, ya que la propiedad convencional sobre la tierra encarece su adquisición mediante la asignación de precios a parcelas que no los necesitan –porque no están siendo ocupadas-, es probable que, de acuerdo con Hayek, la propiedad mutualista se convierta en norma general en una sociedad libre.

    Conclusión
    El mutualismo austriaco se puede considerar como un intento de incorporar las nuevas herramientas de análisis que aportaron los economistas de Viena, sin alterar el corpus del mutualismo clásico. Se puede decir que este fenómeno comenzó con la publicación por Kevin Carson de Studies in Mutualist Political Economy, en el que el autor incorporaba ya algunos elementos austriacos en la teoría del valor-trabajo, aunque sin duda el “mutualismo austriaco” puede ir mucho más allá en la asimilación de conceptos económicos (no juicios de valor) austriacos, sin apenas modificarse.

    También tiene cierta influencia en los sectores más radicales del libertarianismo y el rothbardianismo, que disienten con las concepciones más reaccionarias de los anarcocapitalistas de derechas, pero debe quedar claro que el “mutualismo austriaco” No es una claudicación ante el anarcocapitalismo y que este no es “anarcoindividualismo austriaco”.

    [1]: En la literatura socialista de cualquier tendencia, el capitalismo es el sistema que mantiene el divorcio entre los propietarios y los trabajadores a través del aparato coercitivo estatal. Así aparece en Marx, por ejemplo, cuando afirma que “el capital vino al mundo rebosando sangre y cieno”.

    [2]: Podemos omitir toda la parafernalia innecesaria y llena de contradicciones que desarrolló Marx en Das Kapital.

    [3]: Mises llama “sindicalismo” a la autogestión obrera o cooperativismo. Según él, el sindicalismo es “la tendencia que trata de lograr un estado social en el que los obreros sean los dueños de los medios de producción”. El Socialismo, pág. 270.

    [4]: Si el sindicalismo que critica Mises dispusiera de esta herramienta, su crítica caería en saco roto.

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  2. Agnostos Theos

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    No, no podrían, los mutualistas son anti-capitalistas (Proudhon muy particularmente), los austriacos son capitalistas. No hay ninguna manera en que un "mutualismo austriaco" pueda ser coherente internamente, ninguna.
     
  3. AxLogan

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    Depende de la definición de capitalismo que uses. Aunque no lo creas Escuela austriaca =/= mises institute y/o Rothbard.
     
  4. Agnostos Theos

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    Tendría que ver esa definición de capitalismo y teoría austriaca sin propiedad privada.
     
  5. AxLogan

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    Ah pero si en el mutualismo hay propiedad privada, sólo que es no es la lockeana, y creo que hay un "puente" en lo que escribió Elinor Ostrom
     
  6. Agnostos Theos

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    No, en el mutualismo no hay propieda privada, lo que hay es propiedad personal y colectiva, y posesión (individual y colectiva), pero no propiedad privada.

    Entonces, tendría que ver esa definición de capitalismo y teoría austriaca sin propiedad privada.

    He leído algo de Elinor Ostrom y no he visto nada que no se haya dicho antes miles de veces y de distintas formas. En este caso, no es más que una aplicación de la concepción de contratos de Proudhon.
     
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