Caliente viaje a la playa con mi polola (parte 3)

Tema en 'Relatos Eróticos' iniciado por Tangadicto, 2 Jul 2021.

  1. Tangadicto

    Tangadicto Usuario Nuevo nvl. 1
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    Cuando me levanté al baño luego de llenar con mi semen las nalgas de mi polola, pensé si todas esas confesiones que me hizo tenían como propósito calentarme, porque si fue así, vaya que lo logró, pero no dejaba de pensar en que no había querido preguntar más cosas sobre el viaje a esas sexualizadas tierras. Sabía que Andrea era objeto de deseo y más porque su grupo de amigas eran muy atractivas. También sabía que amigos de su hermano se habían hecho los lindos con ella en alguna oportunidad, pero no me causaban celos y lo que le pasaba a sus ex parejas con su cuerpo era comprensible. Sin embargo, decidí preguntar sutilmente durante el día sobre aquellas cosas que me habían causado ciertas suspicacias.

    “Me voy a bañar para sacarme tu leche, amor y me vestiré adentro para mantener la sorpresa. Arréglate y salimos a la otra playa. Oye, este cable tiene los canales porno, así que tenemos panorama para la noche jajajaj”. “Mejor hagamos un video nosotros, tu cuerpo me excita más que esos de las películas”. “Mmm, me tinca, al aire libre eso sí”. Andrea entró al baño con una bolsita con el nombre de una tienda brasileña en donde imaginé estaba la microtanga, unos leggin negros que nunca le había visto y una polera con tiras, tenida que automáticamente aceleraron el bombeo de la sangre que empezaba a irrigar mi verga. Para aumentar la excitación, prendí la tele y dejé correr la película porno que transmitía el canal Playboy que proyectaba un interracial entre un estudiante negro y una profesora milf, cuyo rostro, a medida que fumaba uno de los caños que había llevado, iba tomando los rasgos faciales de mi pareja. Comencé a acariciar mi pene para estimular la erección con tal de que fuese lo primero que viese al salir del baño.

    Cuando sentí que se cortó el sonido del agua mi ritmo cardíaco subió y comencé a pensar en la delicia erótica que aparecería detrás de esa puerta, de ese cuerpazo envuelto en el vapor del agua caliente. “Ya, estoy lista”, dijo Andrea mientras coquetamente secaba su pelo y giraba para exhibir su cuerpo, su carne aprisionada por esos ceñidos leggins que no evidenciaban marca alguna de hilo en su trasero, pero que dejaba en evidencia su cameltoe absolutamente definido, una muestra de infarto. “¿Qué tal? ¿Te gusta?”. Dejé que mi pene bombeado hablara por mí y luego, que mis manos confirmaran mi impresión agarrando fuertemente sus glúteos. “Ya, ya, sin inspeccionar por debajo ¿bueno? Déjame hacer el bolso y bajamos”. Me apartó jalando mi pene como si fuese la palanca que me haría retroceder y así fue.

    “Oye, ¿fue muy incómodo escuchar a tu hermano con la Nadia? ¿Se acostaban muy curados? ¿Qué hacían en las noches?” Pregunté mientras esperábamos la micro que nos llevaría a El Yeco, playa retirada del litoral en las que no suele andar mucha gente y que sería el escenario para el morbo de ver pasearse a mi polola con el “souvenir” que trajo desde Brasil y también, para cobrar lo que me había prometido: permitirme acabar en su cara. “Sí, igual era incómodo, porque la Nadia era super gritona y descuadrada pidiéndole a mi hermano tal y cual posición. Nada excitante, al contrario, era hasta perturbador porque es mi hermano y no me lo imaginaba teniendo sexo, pero cómo no iba a calentarse si la Nadia se ponía super porno cuando le bailaba, si al Feña se le iban los ojos con los medios cueros que tenían las minas que veíamos en cada local que fuimos”. “Y tú bailaste igual con garotos? Yo te veo en el boliche y te saco a bailar de una. Hubiese sido una pérdida de tiempo y motivo de arrepentimiento no haberlo hecho, no haberte animado a disfrutar esos encantos de la noche. A mí no me molesta, de hecho, puedes contarme con confianza, ya vi lo que eres capaz de hacer, me imagino bailando”. “jajajaja, sí, bailé, pero por cortesía, eran medios frescos, muy apasionados, pero todos se movían de una manera que daba gusto disfrutar la música con bailarines que sabían llevar el ritmo”. “¿A qué refieres con apasionados y frescos? Lo de buenos bailarines no me quedan dudas, pero lo otro me causa ciertos celos. ¿Te punteaban mucho?, ¿Tiraban manos? Cuenta a lo amiga, me gustaría conocer esa experiencia como pareja, lo hecho ya está hecho y puedes contar lo que quieras contar, pero al menos explica eso. No me voy a enojar”. “Te cuento cuando vayamos bajando, ya estamos por llegar”. Con una curiosidad excitada, mezcla de celos y generando fantasías, entre las cuales terminó predominando la del cornudo, caminé hacia la puerta de adelante para exhibir el culo de Andrea ante el chofer que debe haber conducido todo el trayecto entre el Quisco y el Yeco esperando que esa mujer bajase de su máquina. Andrea se paró de su asiento y en el pasillo se levantó su leggin incrustándose en los pliegues de la carne que ocultaba ese órgano femenino que cuya única función es la de sentir placer. Todo ese breve espectáculo fue seguido por el conductor que miraba a través del espejo retrovisor ese espectáculo. Con tal de dilatar el momento se dio vuelta y le dijo a Andrea que revisara si se le quedaba algo. Andrea ingenua se ladeó y dejó ver la curvatura de su cola, un glúteo extenso, suelto, pero estupendamente definido. “Quizás debajo del asiento, vea bien”. Andrea era algo distraída y en ese momento fue presa de su ingenuidad, siguiendo las órdenes del chofer, apoyando una de sus rodillas en el asiento del pasillo dejando principalmente su trasero en el campo visual del chofer quien ya se había volteado para mirarla, poniéndose de pie y metiendo las manos en sus bolsillos. “Amor, ¿Llevas todo? “Sí, acá está tu pareo, tu bronceador y la otra tanga que trajiste”. Andrea se puso de pie y caminó hacia la puerta, se despidió del chofer a quien preguntó la hora en que salía la última micro. “Como a las ocho, mijita, pero no suba tan tarde si trajo poquita ropa, después se pone helado” con el tono de un viejo verde que de haberla visto sola, con toda seguridad hubiese buscado la manera de saciar esa libidinosa sensación que lo sobrepasaba.

    “Ya pos, llegó el momento de las respuestas. No me voy a enojar, entiendo el contexto, es de lo más normal bailar si vas a una disco o el local que haya sido”. Mi tono de voz buscaba generar la confianza suficiente para dejar de especular con lo que pudo haber sucedido o fantasear con lo que experimentó. “Prométeme que no te vas a enojar, ¿bueno? Sí, eran muy frescos porque te apegaban a sus cuerpos casi siempre atléticos, todos hacen deporte allá y a toda hora, y te tomaban las manos para que sintieras la definición de sus músculos y también buscaban la manera de ponerte el paquete y frotarse. Por lo mismo, bailaba una o dos canciones y volvía a sentarme. Solo eso”. “¿Te pasaron cosas? ¿Eran dotados? Con confianza, estoy preguntando para derribar mitos”. “Jajajaja ¿Qué crees tú? No es mito, es verdad, sentí unos penes muy duros y grandes porque cuando se me apegaban, sentía su tamaño en gran parte de mi colita”. “¿Te fue agradable? Está bien si te gustó, no me molesta, en serio, de hecho, me gustaría que describieras un poco más. Después de lo que le hiciste al auxiliar en el bus no acepto un no como respuesta”. “Ya, si lo hice para calentarte solamente y para que la vieja no hiciera más atado, jajaja. Me da un poquito de vergüenza”. “Dale, entiendo, pero no quiero volver esto un interrogatorio, así que si quieres comentar seré todo oídos”. “Ya, ya. Hubo un moreno alto, 1,80 ponte tú, se movía muy bien y eso era bacán porque sabes que me gusta bailar. Él fue el más intenso. No sé cómo lo hizo por su estatura, pero en un momento se inclinó un poco y me puso el paquete en medio de mi culo. Ese día andaba con un vestido que me quedaba bien ajustado, ese floreado con el que salgo en varias fotos. El vestido pese a lo apretado, se recogía fácil. El asunto es que el moreno se empezó a mover de abajo hacia arriba y también de lado a lado, consiguiendo que sintiera su pene desde donde comienza el hilito que tenía puesto, hasta la parte más baja de mis glúteos. El tipo al parecer andaba sin calzoncillos porque sentí su glande rozando la piel de mi culo, porque sus movimientos tan pegados a mi cuerpo me habían levantado el vestido. En ese momento me despegué, lo miré feo y volví a sentarme. Al principio fue agradable, parte del baile, pero luego me sentí pasada a llevar. El tipo me siguió mirando, pero lo evité. Menos mal que mi hermano no vio sino hubiese hecho un escándalo. Te respeté, ¿viste? Yo te deseo a ti, te amo y quiero que solo tú me lo metas”.

    Andrea se puso delante mío, llevó sus brazos hasta mis hombros, paró la cola, estiró su boca, y con una voz juvenil y provocativa me preguntó: “¿Te enojaste o te calentaste?”. La miré con cara de póker, intentando jugar con su curiosidad sobre la confesión que acababa de lanzar. “Estoy un poco enojado, muy molesto, te diré, pero ¿sabes? lo entiendo; hubiese hecho lo mismo en su lugar, pero con menos centímetros”. Andrea se rió y me preguntó cómo se me podría pasar el enojo, tomando una distancia suficiente para que pudiese observarla con sus manos en la cintura y con una cara que demostraba su intención de complacerme, una actitud servicial que rayaba en lo sumisa. Sin dejar de mirarla seriamente, me saqué la mochila donde llevaba las cervezas y las dejé en el piso, al lado suyo, retrocedí un paso, crucé mis brazos a la altura de mi pecho y le dije: “el enojo puede que se me pase tomando una cerveza y fumando un cigarrillo, sin embargo, esto que me contaste me dejó algo confundido y necesito pensar un poco así que conforme al gran esfuerzo que he hecho por controlar mis manos para no arrancarte ese leggins y bajártelos para descubrir eso que tanto has reservado, tendrás que destapar la cerveza y encontrar en mis bolsillos los puchos y el encendedor. Me parece lo más justo por ahora”. Mi cuerpo hervía y experimentaba la tercera erección tras haberme deslechado en esa cola enorme que robaba miradas por donde pasaba, ese trasero que acumulaba los agarrones y manoseos de cada hombre que había besado y que parecían haberse acostumbrado a ahogar penes ajenos con la inevitable presión que esas carnes ejercían sobre los genitales masculinos que se acoplaban en él.

    Sin pronunciar palabra alguna y haciéndose cargo de cada una de mis indicaciones, Andrea giró y puso su culo en el bulto inyectado de sangre que contenía ligeramente mi short deportivo, estiró sus brazos y atenazó mi poto con sus manos pequeñas, para luego descender y disponer su cuerpo en 90° para arrancar dos latas de cerveza, fingiendo dificultades para lograr su cometido sin dejar de golpear mi verga con ese culo que movía sinuosamente, lentamente. Entendía su juego perfectamente, sabía que ya tenía las latas listas para arrancarlas del plástico que las contenía, no obstante, disfrutaba sintiéndome completamente excitado, listo para penetrarla. “Ay, no puedo sacarlas, estamos en bajada. Afírmame fuerte, por fa. Eso, sí. Pégate bien contra mi cuerpo que me voy a caer”, decía dedicándome “la mirada del ciclista”. Su petición de mantener ceñidos sus glúteos contra mi pene en aquella posición propició que mis manos se introdujeran en sus leggins y que pudiese tantear por primera vez el hilo que llevaba incrustado en las hendiduras de su carne erógena, la que estimulé enredándolos en mis pulgares que no pudieron sino levantarse para maximizar el roce sutil de esa hebra de tela contra su clítoris y despegando unos labios presumiblemente tan humectados como mi pene contra el género de mi calzoncillo, mediante un bamboleo que arrancó un denso pero breve gemido que acabó con un golpe de nalgas contra mi verga cada vez más hinchada, y el reposicionamiento vertical de Andrea con las cervezas en las manos: “¿te la abro?. Sus manos que portaban las cervezas que beberíamos antes de bajar lograron que rompiese mi seriedad impostada tras saber lo que ocasionaba su trasero y que sonriese ante lo seductora de su atención, sin dejar de pensar que las cilíndricas formas de esas cervezas, no eran sino un par de miembros que tras un leve movimiento de sus dedos, adquirirían la dimensión líquida que llevaría hasta su boca, tal cual como imaginaba que ocurriría con mi pene en la playa que imaginaba desolada, decorada solamente por su cuerpo escindido por el diminuto hilo que separaba su piel más sensible de aquel leggins que no lograba contener la forma perfecta de su vulva.
     
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  2. bauza

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    Jajqjqjq, buen relato para la previa, pero nos dejaste más metidos que la tanga de tu mina jajajab
     
  3. panasonic

    panasonic Usuario Casual nvl. 2
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