Relato "Terapia de carne"

Tema en 'Rincon Literatura' iniciado por OzLinterna_Verde, 16 Sep 2021.

  1. OzLinterna_Verde

    OzLinterna_Verde Usuario Nuevo nvl. 1
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    - ¿Cómo lo conoció? – preguntó el psicólogo.

    - Fue en un Congreso, en Santiago, hace más o menos cinco meses. – respondió la paciente.

    El psicólogo tomó apuntes y replicó:

    - ¿Y qué fue lo que le atrajo de él?

    Ella frotó sus extremidades, una encima de la otra, en varias ocasiones y luego las contrajo, realizando un gesto similar a un rezo; paralelamente miró en dirección a su bolso y respondió:

    - Naturalmente no hubo atracción instantánea. Físicamente, como es más que evidente, él no respondía a mi tipo, ni siquiera éramos parecidos, sin embargo, sí tenía diversas virtudes: para ser hombre –destacó ella– era culto; manejaba temas que la mayoría ignora, y además lograba hacerme reír. Creo que esto era lo que más me gustaba de él – afirmó ella, mientras se cubría la boca, riendo tímidamente.

    El psicólogo frunció el ceño en señal de controversia. La respuesta de su paciente indudablemente le había sorprendido: “para ser hombre” apuntó; “para ser hombre”, pensó. La paciente notó la perturbación del psicólogo y repuso:

    - ¡Por favor! No piense Usted que se ha encontrado con una misándrica/hembrista, porque créame: no lo soy. Sencillamente he indicado un hecho: él era un hombre y los hombres, tal y como Usted y yo sabemos, no son la mejor especie de esta creación. No hay nada de malo en destacarlo, máxime si ese hecho se subraya a fin de dar un cumplido ¿No lo cree?

    El psicólogo apuntó “condescendencia” a un lado de la frase “para ser hombre”, y sin contestar a la cuestionante, mencionó:

    - ¿Le quiso?

    La paciente suspiró; miró primero hacia el techo, como pidiendo fuerzas, luego bajó la vista en dirección a su bolso y con una mueca de agrado contestó:

    - Desde que nos conocimos, hablábamos todos los días, todo el día. Supongo que hubo algo en él que llamó mi atención, quizás fue su olor, siempre olía bien. Cuando estaba junto a él, esa punzante sensación de no pertenecer a este mundo, se diluía y se convertía en una amalgama de comodidad y felicidad… En ocasiones, debo reconocer, ese hombre lograba tentarme y yo creía que sería capaz de mostrarme ante sus ojos tal cual soy, sin mentiras, sin disfraces y, a pesar de que dudo que él me hubiera entendido, soportado o aguantado por más tiempo del que estuvimos, él me hizo imaginar un futuro a su lado…

    La paciente cruzó sus brazos, observó nuevamente a su bolso y en un tono más serio agregó:

    - Después de conocerle, creí que todo lo que mi madre me había enseñado respecto a los hombres era falso: no todos son malos, no todos querrían dañarme, no todos…

    La paciente hizo un alto, observó al psicólogo anotar incesantemente; inspiró, frotó una vez más sus extremidades y con tono de resignación dijo:

    - Sí, sí, sistemáticamente, se fue colando en mí… Él me regaló este bolso ¿Sabe? Sabía qué cosas me gustaban... Sí… Le quise – concluyó la paciente.

    - ¿Se lo dijo Usted a él? – inquirió el psicólogo.

    La paciente negó con la cabeza.

    - ¿Por qué ocultarlo? – preguntó el psicólogo.

    - Porque si lo decía en voz alta sería real y siendo real habría sido imposible dejarlo ir.

    El psicólogo apuntó “negación”, subrayó la palabra y preguntó:

    - ¿Y qué ocurrió entonces?

    - Como le dije, ese hombre era especial. Tenía un encanto único y ese encanto fue llenando cada espacio de mi ser con felicidad. En ocasiones me sentía tan alegre que me olvidaba de mí misma y mis días eran plenos si tan solo él me regalaba una sonrisa. Con el tiempo, me convertí en alguien que vivía únicamente para él. En otras palabras, era una sombra de la que alguna vez fui, pasé a ser alguien que se sentía valiosa únicamente estando a su lado. Me convertí en una estúpida que vivía para un hombre ¡Para un hombre! Me sentí limitada, impedida.

    - ¿Se lo dijo?

    - No ¡Por supuesto que no se lo dije!

    - ¿Qué hizo entonces?

    La paciente abrazó su bolso. Escasas lágrimas recorrieron su rostro. Las secó con sus brazos y respiró profundamente tratando de ordenar sus ideas para así controlar las emociones y la oleada de dolor que brama por salir de ella a través de sus ojos, empero, recordó al hombre diciéndole: “Cuando te sientas abrumada, respira hondo y piensa en lo que harás. Primero esto, luego esto otro. Eso nunca falla. Las crisis se superan con organización” … Cerró sus ojos, negó sus recuerdos y dejó salir las lágrimas, esta vez sin control y se dijo a sí misma “Esto me lo enseñaste tú”.

    El psicólogo guardó silencio y observó a la paciente sufrir. Luego de un rato, acercó la cajita de pañuelos hacia ella, tosió tratando de llamar su atención y le dijo:

    - Cuando esté lista. No hay apuro.

    Después de unos segundos, la paciente secó sus lágrimas, limpió su rostro con los pañuelos, sonrió y, siempre abrazando su bolso, ofreció disculpas por haberse desbordado. “Aquí no nos disculpamos por nuestras emociones”, respondió el psicólogo e inmediatamente reiteró:

    - Y entonces… ¿Qué hizo Usted?

    La paciente sintió que el psicólogo era frío y desatendía su emoción; ella creía que el psicólogo no valoraba su fragilidad y que le arrinconaba para obtener una respuesta… “¡Qué idiota!”, dijo ella para sus adentros… “Tú me hubieras consolado”, insistió. La paciente se vio despreciada e incómoda y pensó que lo mejor para terminar con esa molestia, era expresar su sentir. Con ese fin movió sus labios, pero volvió a recordar al hombre y sus consejos: “Comunica siempre lo que sientes. Dime qué pasa contigo ¡No me dejes afuera!”, y sólo para no darle gusto a la sombra de sus memorias, decidió guardar silencio y obliterar su desagrado.

    - ¿Y bien? ¿Desea contarme qué ocurrió? – insistió el psicólogo.

    - Sí – dijo ella molesta y aferrada a su bolso.

    - Pues bien…

    - Hicimos el amor…

    - Un acto totalmente normal en una pareja ¿No es así?

    La mujer sonrió, asintió con su cabeza y dijo:

    - No he terminado.

    - Lo siento, continúe.

    - Cuando terminamos, él me miró a los ojos con una ternura inigualable. Me estremeció. Me dijo que era mío y yo le respondí que era un idiota. Me dijo que yo no tenía que expresar mis emociones con palabras, que él me entendía, y que mi cuerpo le había dicho que yo también era suya. Me susurró que se quedaría conmigo para siempre y que quería que fuéramos en serio. No entiendo cómo ni por qué, pero esas palabras me hicieron sentir única: tenía razón, yo era suya. Lloré, lloré y le abracé, porque yo sabía que lo nuestro terminaría, lo supe en cuanto lo conocí. Después, él me dijo que no temiera, que podía confiar en él, porque ÉL ME AMABA. Cuando le escuché decir esas palabras sentí mariposas en mi estómago, fue la primera vez que las sentí. En ese momento, supe que yo también lo amaba y hubiera querido que el mundo estallara antes de que ese instante concluyera…

    - ¿Y luego?

    - Lo devoré –ella rio con la boca abierta exhibiendo sus dietes– Devoré sus brazos, devoré sus manos. Engullí sus piernas y su abdomen. Y mientras él se ahogaba en gritos, desgarré su carne, destrocé su pecho y vi que su sangre y su corazón eran rojos, como lo son todos los de los seres humanos. Entonces quité el velo de mis ojos: él no tenía nada de especial, por fin pude notar que era igual a todos los otros que asesiné y devoré antes, de modo que no me sentí mal y me alimenté de sus entrañas hasta no dejar nada de él. Y con ello, me sentí liberada, ya no cautiva de una emoción humana, si no que volví a ser yo misma.

    - Comprendo –dijo el psicólogo– lo que Usted refiere es un acto absolutamente natural. Las hembras mantis engullen a los machos después de la cópula…

    “Cópula”, "Mantis" repitió ella en su mente…

    - No debe arrepentirse por actuar guiada por su naturaleza. Lo que hizo estuvo bien, es parte de nuestra naturaleza dado que somos "mantis", por mucho que haya desarrollado “sentimientos” por él. Antes bien, véalo como un paso en su desarrollo como persona: ha logrado dejar atrás esas emociones, en pro de sus propias necesidades.

    - No tengo remordimientos –respondió la paciente, tomando fuertemente su bolso– de hecho, me siento aliviada. Ya le dije que vuelvo a ser yo misma.

    - Muy bien, siendo así, hemos terminado por hoy. Le pido pase por secretaría para proceder al pago de los honorarios. Nos veremos en la próxima sesión.

    La mantis se levantó de su asiento, batió sus alas, creando un zumbido estridente pero corto, se retiró de la habitación, pagó por la sesión de terapia y salió del edificio.

    Más tarde, estando ya sola en su hogar, un hervidero de sensaciones la asaltaron: recordó los ojos del hombre, el olor de su barba, el sabor de sus besos, las conversaciones matutinas sobre filosofía, las caminatas por la playa. La mantis se lamentó por no haberse mostrado tal cual era, sin disfraces: “Quizás sí me hubiera aceptado”, pensó, y luego cerró sus ojos y gritó desconsoladamente y se sintió invadida por un sufrimiento que no pudo asimilar, y se derrumbó. Golpeó su rostro con sus zarpas, castigándose por sus decisiones, se maldijo mil veces y lloró: lloró por su amor perdido, lloró por el pasado, lloró por los recuerdos y lloró por no haberle dicho que lo amaba; la mantis lloró porque entendió que no volvería a ver al hombre nunca más; la mantis lloró y lloró por largos minutos, pero durante todo ese tiempo la mantis jamás soltó su bolso… Y cuando sintió que su tormento era ya insoportable, lo abrió y recordó el momento en que el hombre se lo había obsequiado: "Es para ti, amor. Sé que te encanta este color", había dicho él... La mantis miró con añoranza hacia el interior del bolso, introdujo su zarpa y extrajo la cabeza decapitada de su amor; la observó, la besó en incontables ocasiones y la abrazó, diciendo:

    - Después de todo, sí dejé un recuerdo de ti en mí.
     
  2. TOROCONTETAS

    TOROCONTETAS Usuario Avanzado nvl. 4 ★ ★
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  3. Selk.

    Selk. Usuario Nuevo nvl. 1
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    Me encantó el relato, en especial ese guiño kafkiano. Ojo con la estructura gramatical, especialmente a lo que concierne a las interrogaciones y exclamaciones, pero está de 10.
     
  4. OzLinterna_Verde

    OzLinterna_Verde Usuario Nuevo nvl. 1
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