La vecina (Parte I)

Tema en 'Relatos Eróticos' iniciado por elmono05, 29 Jul 2022.

  1. elmono05

    elmono05 Usuario Nuevo nvl. 1
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    A los 26 años me compré un departamento en el centro y me fui a vivir solo. A pesar de que estaba en un edificio grande, sólo conocía a los vecinos de mi piso con quienes hablaba de vez en cuando. Las conversaciones eran muy típicas, hola, cómo estas, qué tal el trabajo, cómo estuvo tu día, etc. todo muy normal hasta que un día llegando de la oficina me encuentro con Silvia tratando de abrir la puerta de su departamento. La saludé y le pregunté si estaba todo bien, me contó que había salido apurada y se le quedaron las llaves adentro. Yo como vecino buena onda, sin ninguna mala intención, le ofrecí pasar al mío para que no esperara en el pasillo. Al parecer, mi ofrecimiento la tomo por sorpresa porque dejó de hacer lo que estaba haciendo, me miró directo a los ojos y luego de un silencio, me dio las gracias y me dijo que no porque su pololo estaba por llegar. Yo le contesté que no había problema y que cualquier cosa me tocara el timbre.

    No habían pasado ni cinco minutos desde que entre a mi departamento cuando suena el timbre y al abrir la puerta, me encuentro a Silvia con una linda sonrisa preguntándome si tenía alguna llave que pudiera hacerle a su puerta. Agarré todas las que tenía y una por una fui probando hasta que una entró y giró. Al ver que su puerta se abría, se puso tan contenta que de un salto me abrazó y con un beso en la mejilla me dio las gracias. De ahí en adelante, pura buena onda con ella. Cada vez que nos encontrábamos me saludaba con una sonrisa y nos poníamos a conversar. Así fue como me enteré que era profe, tenía dos años menos que yo y hace un par de meses se había ido a vivir con el pololo.

    Físicamente, Silvia no era la media mina ni tampoco la más linda, media un metro sesenta y algo, flaca de piel morena con todo bien puesto, pero había algo más que la hacía particularmente atractiva. A mi gusto, tenía mucha onda, se vestía bien, era muy simpática con una sonrisa preciosa y además, tenía mucho tema de conversación, fácilmente podías estar horas hablando con ella.

    Por mi parte, yo no era el gallo más encachado ni tampoco el más feo pero mal con las mujeres no me iba. Tenía hartos amigos, un buen trabajo, viajaba harto y para mantenerme en forma, corría tres a cuatro veces por semana. Además, como buen soltero, me la pasaba de fiesta en fiesta o haciendo carretes. Por supuesto, siempre que podía invitaba a Silvia con su pololo, aunque al principio fuese sólo él, con el tiempo comenzó a sumarse e incluso, una vez llevó a su hermana chica, Marcela, que andaba igual de bien que ella.

    Pasó el tiempo y me fui a vivir dos años fuera de Chile. Por supuesto, antes de viajar tuve hartas despedidas, incluyendo una a la que fue Silvia con su pololo. Cuando regresé, volví a vivir a mi departamento y también a ver a Silvia que seguía tan mina y buena onda como siempre. Nada había cambiado en ella.

    Pasaron las semanas y carreteando en mi casa, sonó el timbre, abrí la puerta y justo vi a Marcela, la hermana de Silvia, caminando por el pasillo en dirección al ascensor. Al principio no la reconocí, pero se veía tan bien que me fue imposible no mirarla. Por supuesto, la saludé e invité a pasar, pero al igual que cuando me encontré a Silvia la primera vez, me miró directo a los ojos y luego de una pausa, me dio las gracias y me dijo que no porque estaba cansada y no quería llegar tarde a su casa, pero feliz aceptaba la invitación para la próxima. Después de eso, no me acuerdo si ella me dio su Facebook, yo la agregué o ella me envió una solicitud de amistad, la cuestión es que comenzamos a hablar. Al principio cosas triviales como qué tal tú día, qué hiciste hoy, etc. Hasta que, sin pensarlo mucho, la invité a salir y para mi sorpresa acepto.

    Marcela estaba en cuarto o quinto año de su carrera y físicamente era muy parecida a Silvia, flaca de piel morena con todo bien puesto, pero no con tanta onda ni tema de conversación como su hermana mayor. Esto último, para ese entonces, a mí poco y nada me importaba.

    Llegó el día de nuestra salida, yo me había conseguido entradas para ir a ver música en vivo al GAM, una cuestión muy piola pero con cerveza gratis. Como terminaba temprano, después iríamos a comer algo por Lastarrias y luego, tal vez, terminar bailando en el túnel. Puntualmente, nos juntamos a fuera del GAM y al verla me saludo de beso, pero no con el típico beso que te ponen la cara y listo. Me vio, se acercó con una sonrisa y abrazándome por el cuello, puso sus dos labios en mi mejilla y me dijo “qué rico verte”. Yo por mi parte, no me quede atrás, la abracé por la cintura, le di un beso igual de efusivo que el de ella y le dije “qué bacán que viniste”.

    En el GAM todo muy entrete, buena música y harta cerveza. Como había mucho ruido, para que Marcela me escuchara le hablaba bien cerca de su oído y como ella era más baja que yo, apoyaba una mano en mi pecho e inclinándose hacia mí, acercaba su boca a mi oreja para que la escuchara. Cada vez que hablábamos al mismo tiempo, mi nariz rozaba la de ella o nuestras mejillas quedaban muy cerca y para disimular la coincidencia, nos reíamos nerviosamente. Cuando todo terminó, caminamos por calle José Ramón Gutiérrez, nos sentamos en una banca y mientras conversábamos, nuestros cuerpos se acercaban como si se necesitaran el uno al otro. Mientras tanto, yo miraba fijamente su boca y pasando mi mano por su hombro, la acerqué aún más a mí. Ella respiraba profundo y me miraba fijamente. De un momento a otro, nuestra conversación paso a un segundo plano y en un silencio, nuestras bocas se encontraron. Sus besos eran calientes y cada vez que apretaba su cintura, su respiración se agitaba. En una pausa, me miró a los ojos y me dijo “qué rico”, yo sin pensarlo mucho, le propuse tomar un taxi e irnos a mi casa. Me miró un poco indecisa, yo sabía que no quería encontrarse con su hermana, pero me tomó la mano y me dijo !vamos!

    Salimos a la Alameda y tomamos el primer taxi que pasó. Cuando llegamos al departamento, cerré la puerta y nos fundimos en un beso apasionado. De su boca pasé a su mejilla y de manera sutil a su oído, luego bajé a su cuello y la apreté contra mí. Marcela respiraba agitada y repetía como un mantra “qué rico”. Pasé mis manos por su espalda y tomándola por el culo, la apreté aún más contra mí para que sintiera mi erección. Caminamos sin separarnos hacia el dormitorio y caímos a la cama. Le saqué la polera y chupé sus tetas. Con cada succión, Marcela gemía, me agarraba del pelo y apretaba mi cabeza contra su pecho repitiendo una y otra vez “qué rico”. En un momento, deslicé mi mano dentro de su pantalón y encontré su sexo suave que al primer contacto con mis dedos hizo que su cuerpo se arqueara, luego con una tierna sonrisa, me tomo del cuello, beso mis labios y ofreciéndome sus pezones, acerco nuevamente mi boca a ellos.

    Tomé su pantalón con ambas manos y lo bajé hasta sus tobillos. Aún recuerdo su cara cuando levanto sus caderas en señal de aprobación y estirando sus piernas dejó caer el pantalón al suelo. Acto seguido, la besé en la boca y bajé por su abdomen, el olor de su sexo era exquisito, continue bajando para comerle su entrepierna, pero me detuvo con un suave y enérgico ¡métemelo! Sin más preámbulos me puse un condón y coloqué mi pene en la entrada de su vagina, justo antes de penetrarla la miré a los ojos y noté en su cara un poco de decepción, le pregunté qué pasaba y me pidió hacerlo sin condón. Desconcertado, le dije que no y sin espacio para la duda, la penetré lentamente. Marcela estaba tan caliente que no puso objeción alguna.

    Mientras aumentaba el ritmo de mi penetración, sus gemidos en mi oído y su respiración agitada anunciaban que su orgasmo estaba por llegar. Sus manos se perdían en mi nuca y sus labios me besaban con dulzura, en sus ojos podía ver un deseo genuino. De un momento a otro, su cuerpo se tensó, sus manos me abrazaron fuertemente y luego de una pausa, con voz agitada, me dijo al oído “qué rico estuvo eso”. Sabía que su orgasmo había llegado, así que me moví rápido y aferrándome a ella fuertemente, descargué todo mi semen dentro del condón.

    Estuvimos un rato abrazados y luego de un par de besos bien amorosos, me levanté al baño. A mi regreso, encontré a Marcela con la tanga puesta, arropada hasta el cuello y lista para dormir. Yo por mi parte, venía preparado para comenzar el segundo round, pero al llegar a la cama me abrazó y colocando su cabeza en mi pecho se quedó dormida. Sin mucho que hacer, cerré mis ojos y desperté con la alarma del teléfono. Era día de semana, tenía que ir a trabajar y Marcela a la U, así que nos vestimos, comimos algo rápido y nos fuimos. Al llegar el metro nos despedimos de beso y quedamos en hablar. Continuará...
     
    #1 elmono05, 29 Jul 2022
    Última edición: 30 Jul 2022
  2. bauza

    bauza Usuario Habitual nvl.3 ★
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    Buen relato, esperamos la continuación
     
  3. jotaeme

    jotaeme Usuario Casual nvl. 2
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    Buen inicio....debe haber una mejor continuación...
     
  4. casadobi

    casadobi Usuario Nuevo nvl. 1
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    Excelente relato....
     
  5. vientonorte

    vientonorte Usuario Casual nvl. 2
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    muy buen relato