Una descepción en el camino

Siempre he sido provocativa “sin quererlo”, mis ojos, mi personalidad, mis coqueteos, todo lo que a un hombre les atrae. Soy de una generación reprimida por la educación estricta y mojigata de los 60, e inicio de mi sexualidad en los 70. A pesar de todos esos prejuicios, era una mujer que se hacía y se hace querer, y sigo siéndolo con mis sesenta y tantos, atraigo jóvenes y machos adultos. Disfruté mi adolescencia y hasta el día de hoy disfruto mucho del sexo, sentimiento que toda mujer debiese experimentar. He conocido a mujeres que han tenido solo un hombre en su vida y no han sabido apreciar una infinidad de falos, vergas, o penes que a uno la hacen llegar al cielo.

Por esto les contaré otra de mis experiencias, y como las anteriores es totalmente real:

Vivía en casa de mi suegra, mi esposo o marido llegaba los fines de semana de la capital (como lo mencioné en mi relato anterior), tenía un vecino justo al frente de mi casa, era un joven mecánico que reparaba vehículos junto a su tío que era su jefe. Cada vez que yo hacía aseo en la entrada de mi casa, yo abría la puerta y quedaba expuesta a la visual de él, empecé a notar de que me miraba insistentemente, sin pensar que lo estaba provocando y calentando, con mis pechos balanceándose al ritmo de la “escoba”, yo estaba solo con mi vestido, sin mi sostén ni mi ropa interior, fue tanto la calentura de este vecino, que esperó el momento justo para “asaltarme”, digo asaltar porque fue muy impetuoso al momento de decidirse atacar. Yo ya había cerrado la puerta y escucho el timbre, al abrir era él pidiendo una taza de sal, lo hice entrar sin medir las consecuencias, pero al momento se abalanzó sobre mí y me baja los tirantes del vestido descubriendo mis duros pechos, y al forzarme me rasguña y le digo “¡para!, me dejaste marcada con un rasguño… me va a ver mi esposo y voy a tener problemas”. Eso lo calmó, y se fue pidiendo perdón por lo que acababa de hacer.

Al pasar el tiempo, pensé que tenía que saciar su ímpetu y sus deseos, a lo que lo provoqué y me invitó a salir. Espero no desilusionarlos, pero lo que ocurrió después me dejó más caliente y desilusionada. Me invitó a dar un paseo, desde Valparaíso tomamos una locomoción colectiva, llegamos hasta Reñaca, lugar de moteles y pub muy buenos en su categoría, iba totalmente ilusionada, y que lograría satisfacer por completo su atrevimiento de haberme querido poseer. Pero llegamos a una plaza, ya había oscurecido, nos empezamos a besar y acariciar, noté al palpar el bulto de su verga ya dura, pero empecé a sentirme incomoda al estar en un lugar público y no había señales de que me llevara a unos de los tantos moteles que había alrededor. Fue tanto la calentura para él y mi desilusión para mí, que lo seguía sobajeando por encima del pantalón, que llegó a acabar mojándose toda su entrepierna. Mi desilusión fue muy grande, quedé con las ganas de satisfacer a ese hombre (y obviamente a mí) y que un día estaba vuelto loco por meterla, y ahora acababa tan solo por sobajearlo. Mi vagina quedó con todos los jugos esperando una buena verga, pero me quedé con las ganas. Que desilusión. Pero, así como me tocaron hombres que realmente me hicieron llegar a tocar las estrellas con sus varitas mágicas que saben usar a su antojo, en realidad digo varitas, pero eran penes gruesos y extensos que golpeaban la entrada de mi útero, sintiendo mis orgasmos uno tras otro. A veces hay machos decepcionantes, que lamentablemente no se pueden apreciar a simple vista, solo ellos ven senos y culos, pero nosotras las mujeres no vemos hasta estar en el momento.

Me despido con un; “¿por qué yo no puedo tener mis aventuras, y ellos sí?

 

Esto fue parte de la vida. Claro que fue decepcionante, porque como se presentaron las cosas al principio, se vió un hombre decidido sin mediar consecuencias, y al momento de los quiubos, se desinfló dejando a una mujer ansiosa de un buen sexo, lo cual esto no ocurrió.
Por eso ya a mi edad, queda como una anecdota. Es por esto que prefiero hombres maduros y bien dotados que me lleven a sentir satisfecha en todos los sentidos.