Cuando conocí a mi suegro (Parte 2)

Después de lo que pasó en casa de Elías con su padre; Julián, pasaron ocasiones en las que seguimos viéndonos, hasta que hubo un día en el que simplemente no aguantamos más y dejamos que nuestras emociones más primitivas dominaran todo. Una tarde lluviosa en la que yo había salido más temprano de la uni, mientras Elías tenía que rendir un certamen, yo me di un paseo por la casa de Julián para conversar. Nunca conversamos haha, apenas llegué a casa, él me agarró en sus brazos, besando mi boca y acariciando cada espacio de mi cuerpo. Me llevó al sillón en ese mismo momento y me dejó en la misma posición en que quedamos la última vez. Yo estaba en 4 y él metía su mano debajo del pantalón, jugando con mi vulva mientras nos besábamos ardientemente.
Yo sentía un deseo realmente poderoso, trataba de mover mi cintura contra él, pero me hacía sufrir sin quitarme la ropa aun. Él parecía estarlo disfrutando mucho, pero lo único que yo estaba deseando en aquel momento, era poder sentirlo dentro de mí. Al cabo de unos minutos excitándonos, él se quitó los pantalones y me hizo masturbar su pene mientras seguíamos besándonos. Luego se puso de pie frente a mí y me dijo que debía chupárselo para seguir jugando.
Obviamente yo obedecí, tenía unas ganas tremendas de comerme aquello que tenía en frente y yo era una chica joven, libre y estaba a punto de hacer algo de lo que pensaba que no me arrepentiría jamás. Comencé lamiendo el tronco de su pene hasta llegar a la cabeza, después fui metiéndolo en mi boca poco a poco hasta chuparlo con delicadeza. Julián parecía disfrutar mucho, sujetaba mi cabeza y la presionaba contra él con cada vez más fuerza.
Ya habiendo pasado un buen rato, él me sujetó para acostarme en el sillón y simplemente al abrir mis piernas, fue metiendo su pene en mi vagina. Yo estaba en un completo éxtasis, no podía creer lo que estaba pasando. Su aroma se metía por mi nariz, su piel estaba calentita y yo sentía mi cuerpo helado. Sus gemidos en mi oído se volvían una exquisitez y yo estaba sintiendo cómo me penetraba con sensualidad.
Estaba teniendo sexo con ese hombre tan masculino en ese sillón, me estaba sujetando el trasero mientras me lo metía cada vez con más fuerza. Luego de un ratito, me tomó de la cintura y volvió a ponerme en cuatro, ahí fue que empezó a embestirme de manera más violenta, pero a mí me gustaba mucho. No quería que parara por ningún motivo y quería seguir sintiendo su grueso pene en mi interior.
Él se estaba esforzando en hacerme sentir deseada, jugosa, deliciosa, excitante, codiciada. Mientras me sostenía de los hombros y el pelo, parecíamos estar forcejeando por quién se presionaba más con el otro.
Fue un buen rato en que estuvimos así, hasta que Julián decidió ir más fuerte y llegó el momento en el que sacó su pene y sentí que un líquido caliente caía sobre mi espalda. Julián se estaba corriendo y había botado un buen chorro de semen sobre mí.
No podía creer que había tenido ese sexo tan rico, tan exquisito, tan delicioso... y lo había hecho con ese hombre. Él me dijo que aprovechara de ir a ducharme, para que estuviera limpia. Y en eso que acabé, Elías había llegado a casa. Su papá le inventó la excusa de que yo había llegado a darle la sorpresa a su hijo, pero como había estado en un taller deportivo, me había duchado en casa. Después de comer algo, fuimos a la pieza con Elías a ver pelis y pues, como toda pareja joven, acabamos besándonos y subiendo la temperatura más de la cuenta.
El momento era muy excitante, pero realmente no se sentía lo mismo. Los besos y las caricias de Julián no se comparaban.

Dejaré esto hasta aquí, porque se viene parte 3.