Destacado 6 actos de venganza Historicos

algunas personas en la vida real se toman ese asunto de la venganza muy en serio. Y es aquí donde las cosas pueden ponerse realmente feas y, lo creas o no, peor que en un película de Tarantino.

6 – La rebelión de las hermanas Trung.

​

Trung Trac y Trung Nhi eran unas hermanas sin pena ni gloria viviendo en una pequeña aldea de Vietnam en algún momento del siglo I. Sin embargo, destacaban entre las demás por el entrenamiento en artes marciales que les habían inculcado desde la infancia. Este es un punto muy importante para la historia.

En aquella época la zona era gobernada con mano de hierro por los chinos, que tenían una especie de política de tolerancia cero cuando se trataba de subsidiarios que trabajaban como si fueran independientes. Así, cuando el esposo de Trac rompió con la convención y se opuso al tema, los señores chinos de la guerra decidieron responder con una exhibición de brutalidad que habría hecho sentir orgulloso al Imperio Romano.

Ejecutaron a los rebeldes sin la más mínima consideración y, a continuación, violaron a la viuda.

La historia nos ha demostrado que no es buena idea meterse con los vietnamitas, incluso si se es una nación poderosa y tecnológicamente superior. Esta gente son maestros en kung fu, o algo por el estilo, y cada vez que se ven amenazados simplemente suben de nivel.

Gracias a las enseñanzas tradicionales del confucionismo, los chinos consideraban a las mujeres bastante inútiles. Así, ni siquiera se imaginaron que Trac y Nhi habían sido instruidas en las artes marciales desde una edad temprana. Y por supuesto, no estaban preparados para la cantidad de excremento que se les vino encima.

Para vengar a su esposo y recuperar la libertad de su pueblo, las hermanas Trung acorralaron a los chinos. Organizaron a un ejército de 80,000 mujeres furiosas que pasaron a masacrar a los invasores, exactamente con la misma cortesía con la que habían tratado a su pueblo. O peor.


5 – La esposa del líder celta asesinado que le quitó un pedazo a Roma.

​

El Imperio Romano nunca tuvo la reputación de jugar limpio. De hecho, si le preguntas a cualquier historiador, la descripción que te ofrecerá parecerá una mezcla entre el Imperio Galáctico de Star Wars y Mordor.

Y esto se debe a que no se andaba con rodeos. Cuando el rey de los icenos, Prasutagus, murió, heredó su reino a su esposa Boudica y a sus dos hijas, pero Roma tenía otros planes: querían invadir la tribu y esclavizar a los celtas. Boudica y sus hijas fueron azotadas y ultrajadas. Desafortunadamente para Roma, no sabían muy bien con la clase de mujeres que se estaban metiendo.

Y, de una forma un tanto irónica, todo lo que sabemos sobre Boudicca viene de los registros romanos, donde se le describe como “algo terrible, con una gran melena de cabellos rojos hasta la cadera… portando una lanza para infundir el terror a cualquiera que se le pusiera en frente”. Y es que los celtas no solo eran una tribu ambiciosa, sino que fueron una de las civilizaciones más aterradoras en la historia de los humanos.

Con un ejército de ancestros de los más virulentos, Boudica pasó una arado de destrucción por toda la Gran Bretaña romana. Su primer objetivo fue Camulodunum, un puesto de avanzada romano. La ciudad entera fue destruida en un asedio brutal.

Se hicieron necesarias tres legiones romanas para vencer a Boudica. Sin embargo, antes de que la interrumpieran en su despiadada venganza, redujo a cenizas tres ciudades romanas, incendió Londres y masacró en torno a 80,000 ocupantes romanos de una forma que solo los celtas pudieron concebir.


4 – Dante Alighieri escribió “La Divina Comedia” como una represalia.

​

Durante mucho tiempo la República de Florencia estuvo dividida en lo que respecta al Papa Bonifacio VIII. La mitad del país lo amaba con pasión, mientras que la otra mitad lo aborrecía.

Pero las cosas se pusieron realmente serias en 1301, cuando el Papa nombró a Carlos de Valois pacificador de Toscana. Un político local llamado Dante Alighieri, que estaba del lado de los que odiaban al Papa, sospechó que tramaba algo feo (como de costumbre), por lo que decidió viajar a Roma para intentar resolver el problema mediante el dialogo.

En una jugada maestra, el Papa invitó a Dante para que pasara un tiempo con él, mientras en secreto ordenaba a Valois que marchara a Florencia con una milicia armada para derrocar al gobierno local e instaurar un régimen alienado a él.

Para rematar, Bonifacio multó a Dante con una cantidad enorme de dinero, como castigo por estar en Roma. El nuevo consejo de Florencia aprobó una declaración en la que se establecía que Dante jamás podría volver a la ciudad, bajo pena de muerte. Y esta orden no fue revocada sino hasta el 2008. Como si 700 años después el castigo no hubiera dejador de ser eficaz.

Lo mejor que podría haber hecho el Papa era matar a Dante en lugar de jugar al sabelotodo, pues el político exiliado pasó a difamarlo personalmente en lo que se convirtió en una de las obras literarias más leídas e influyentes del mundo occidental, la Divina Comedia.

Incluso sin la ayuda de la prensa, el brillante estilo de rimas de Dante y el uso del italiano con la seguridad de que todo mundo escucharía su lado de la historia le dieron una característica especial a la obra. Insertó en su texto a todos aquellos que lo habían hecho enojar en la vida, situándolos en un infierno irónico, como un lugar reservado especialmente para el Papa Bonifacio VIII.

En el poema, el propio San Pedro denuncia el papado como una “cloaca sangrienta”, y el trono papal en la Tierra como “vago”. La catapulta resultó tan eficiente que algunas familias tuvieron que construir iglesias enteras para compensar el daño que Dante había hecho con sus nombres y empresas.

En nuestros días, sería el equivalente a que Eminem lanzara un álbum con 40 canciones en el que él, personalmente, difamara a otra persona famosa. El mundo completo se enteraría.


3 – La venganza de Enrico Dandolo.

​

El Imperio Bizantino prácticamente fue el Biff Tannen (villano del “Volver al Futuro”) de la Europa en el medioevo. Cuando el Imperio Romano de Occidente empezó a decaer y a desintegrarse, su equivalente oriental, el Imperio Bizantino, fingió no escuchar sus súplicas desesperadas, haciéndose con la reputación de imperio mandamás en el continente europeo.

La política de no intervenir cambió en 1171, cuando los bizantinos decidieron aprovecharse de la próspera República de Venecia. ¿Cómo lo hicieron? Tomando prisioneros a sus comerciantes sin motivo, hurtando sus bienes y colocándoles apodos despreciables. Naturalmente, Venecia se molestó mucho por el tema pero, con una formación pobre de militares, no tenía mucho que hacer.

Entonces, los bizantinos pensaron que sería divertido cegar a Enrico Dandolo, el líder de Venecia, y seguir perturbando a la ciudad durante más de 14 años. El error fue dejar a Enrico con vida, sirviendo como emisario de Venecia, pese a que ya no podía ver.

En 1204, 33 años después que los bizantinos lo dejaran ciego y subyugaran a su pueblo, Enrico volvió a Venecia armado hasta los dientes, y comandó a los ejércitos de la Cuarta Cruzada para saquear Constantinopla.

Fue un acto de venganza ciega (disculpa el infame juego de palabras) tan brillante como brutal, ya que tomó a todo mundo completamente desprevenido. La ciudad nunca antes había caído en manos de un enemigo, pero este sujeto se las arregló para que eso sucediera y, de paso, conquistó a todo el Imperio Bizantino.

Con su venganza finalmente cumplida, Enrico murió un año después, a la edad de 90 años.


2 – Pierre Picaud fue el verdadero conde de Montecristo.

​

En 1807, un sujeto francés llamado Pierre Picaud lo tenía todo en la vida: un empleo estable como zapatero, una casa en los alrededores de la Riviera Francesa y una novia terriblemente maravillosa.

Todo el mundo conoce (y odia) a un sujeto tan afortunado como este. Tres amigos de Pierre: Loupian, Solari y Chaubart, siempre quisieron hacerlo menos, así que cuando eventualmente le pidió matrimonio a su novia, estos tres aprovecharon la oportunidad para planear la broma de despedida de soltero más “desagradable” de la historia: enviaron una carta al gobierno acusando a Pierre de ser un espía inglés.

La “broma” resultó en que Pierre fue brutalmente encarcelado en la fortaleza Fenestrelle durante siete largos años sin ninguna acusación formal. Para hacer las cosas peores, su ex amigo Loupian pasó ese tiempo quedándose con su ex-futura esposa.

Si crees que esta es la historia de “El conde de Montecristo”, estás en lo correcto. El sujeto que escribió ese libro, Alexandre Dumas, basó su novela en registros históricos detallados de la policía sobre el verdadero caso de Pierre Picaud, cuya increíble historia de venganza era demasiada extraña como para considerarse verdad.

Los detalles son un poco vagos pero, de alguna forma, cuando estaba en prisión, Pierre se hizo millonario. Supuestamente compartió su celda con un compañero llamado Torri con quien inició una amistad tan cercana que terminó quedándose con su fortuna una vez que murió. Es esto, o el sujeto asaltó un camión blindado cuando le dieron libertad condicional. Como sea, Pierre empleó su riqueza recién adquirida para hacer justicia por mano propia.

Durante una década, Pierre empleó su dinero para articular una serie de planes que terminarían con los traidores arruinados y muertos. Uno por uno, sus antiguos amigos terminaron misteriosamente muertos, pero fue a Loupian a quien le preparó un final más dramático.

Pierre primero engañó a la hija del hombre para que se casara con un criminal, que mató a la pobre joven a golpes. A continuación, quemó el negocio de Loupian, hizo que su hijo fuera a prisión y le puso un fin definitivo a las cosas apuñalando a su ex amigo.

Pierre terminó secuestrado y asesinado por un cuarto amigo, Allut, que sabía lo que estaba haciendo, pero no le resultó suficiente con denunciarlo. Según la policía francesa, su confesión en el lecho de muerte había sido terriblemente detallada, convirtiéndose en la base para la historia entera, lo que significa que la única razón por la que supimos de esta venganza es por qué Pierre no vivió el tiempo suficiente para terminar su trabajo.


1 – No te metas con Gengis Kan.

​

Después que Gengis Kan decapitó a todo el que se le puso enfrente en su recorrido por Asia como una máquina, el Imperio Mongol entró en contacto directo con Medio Oriente por primera vez en su historia. Como señal de buena voluntad, Gengis envió un destacamento de 450 hombres para el vecino Imperio Khwarezmid, con un montón de obsequios (que deben haber sido algo así como diamantes y prostitutas).

No se sabe qué demonios hizo Gengis Kan para enfurecer a los Khwarezmid, pero no mostraron agradecimiento por los regalos. De hecho, el gobernador Inalchuq de Otrar asesinó a todo el destacamento, menos a un mercader mongol.

Gengis, en aquel momento, estaba dispuesto a ofrecerles a sus vecinos otra oportunidad, imaginando que quizá simplemente no habían entendido el mensaje. Por lo que envió otra delegación, esta vez con el jefe de Inalchuq, Shah Ala Muhammad II, para preguntar qué había sucedido. Shah respondió cortándoles las cabezas a los embajadores mongoles.

Cuando supo de la masacre de su emisario, Gengis se escapó lentamente hacia las montañas para contar hasta diez y recomponerse. Tras pensarlo algunos días, volvió revigorizado y, a continuación, le obsequió a los Khwarezmid algo que el mundo no volvería a ver hasta la Segunda Guerra Mundial.

Para vengar a sus emisarios perdidos, Gengis reclutó a tres de sus mejores “cuatro perros de guerra”, entre ellos Subotai, más conocido como el general más grande de la historia. Tras montar un cerco en torno a la fortaleza de Inalchuq durante seis meses con tecnologías chinas recién adquiridas, Gengis finalmente recibió una satisfacción de su “agrado” al, supuestamente, derramar plata derretida en los ojos y en la boca de Inalchuq. A continuación, tocó el turno a Shah.

Gengis Kan invadió Khwarezmia con un ejército conformado por los 200 mil soldados mejor entrenados del mundo, destruyó a un ejército cinco veces más grande e incluso desvió ríos para borrar del mapa a la ciudad del sultán.

Gengis ni siquiera perdonó a los animales. Todo el imperio fue literalmente aniquilado, con sus cuatro millones de habitantes reducidos a montañas de osamentas.

El propio Shah huyó a una isla en el Mar Caspio, donde murió de pleuresía, fracasado y solo. Así, el famoso dicho de “no matar al mensajero” se hizo tan popular (en algunas partes del mundo).

​