[Crónica] El hombre de sangre azul

En el recuerdo hay un niño, una radio. Hay un partido que suena, el sonido envolvente del estadio circulando por la pieza. Y hay también una voz. Un relator que detalla los goles y jugadas de un fútbol que el niño de ocho años sólo tiene la posibilidad de imaginar. Afuera de esa pieza, es otro día de 1959 en la calle Rengifo de Puerto Montt.


Pero adentro es el día en que algo cambia.
El niño sigue sentado. El relator a la distancia, desde Santiago, dice con voz palpitante que se está dando un resultado imposible. Que la Universidad de Chile le va a ganar a Colo Colo, después de estar dos goles abajo. Que, a falta de una fecha para el término de la segunda rueda del campeonato, los dos equipos llegan empatados con 36 puntos. Que eso podría forzar a una definición, pero que el mérito es de la “U” porque hasta hace algunas semanas estaba en el octavo puesto, después de siete fechas sin ganar.

En la cabeza del niño queda el resultado. El 3-2 definitivo, no como una suma de dígitos, sino como la prueba de que el equipo que imaginaba por la radio podía sobreponerse a los malos momentos. Así que quiere ser parte de eso. Ahora, el niño quiere patear la pelota como Leonel Sánchez.
Sólo que en esa casa es el único.Su padre, un empleado bancario que el niño, medio siglo más tarde, describiría como un hombre “trabajador y de pocas palabras, que en los temas personales era distante”, es de la Universidad Católica. Su hermano mayor también.
Entonces en esto está solo.
Acompañado por la voz de la radio, y las páginas de la revista Estadio, construye en su mente las jugadas del equipo.
Ese niño se llama José Yuraszeck.


1.
El auto es un BMW azul. Llega a las nueve, se detiene y un chofer abre la puerta trasera. El hombre que baja, que lleva un sweater azul y una insignia del búho de cabeza roja y cuerpo azul en el cuello, es también José Yuraszeck.
Sólo que ahora es un hombre que hoy domingo cumple 61 años y es el dueño del 23.9% de las acciones del club de fútbol que persiguió durante toda su vida.
El camino a su oficina es plano, con pasillos donde se ve el hormigón al aire del CDA, el Centro Deportivo Azul de 10 hectáreas en la Avenida El Parrón de La Cisterna que Azul Azul, la concesionaria que maneja el fútbol de la Universidad de Chile, inauguró en septiembre de 2010 después de invertir casi $ 6 mil millones. En el trayecto cruzamos el gimnasio, donde entrena Sebastián Ubilla, un delantero de 21 años que Yuraszeck presentó en el mismo CDA cuatro días antes con el orgullo que tendría un padre con su nuevo hijo. Ubilla lo saluda diciéndole “don José”.
Arriba, en su oficina del segundo piso con una colección de ocho búhos en la ventana, una foto de él y su esposa Cecilia Krebs, algunos fotos de planteles campeones y un iPad con rastros de dedos por toda su pantalla, Yuraszeck, que asumió la presidencia de Azul Azul en abril, dice “me preparé por más de un año para esto”.
2.
José Yuraszeck no es un nombre nuevo. Sabemos parte de su historia. Al menos la que trazó la línea empresarial que comenzó después de que se convirtiera en ingeniero civil de la Universidad de Chile, pasara por Odeplan durante los años de Pinochet, llegara a la gerencia de Chilectra Metropolitana y saneara sus números para luego dar paso a su proceso de privatización.
Su carrera ascendente quedó suspendida en 1997, cuando dirigía Enersis y con sus socios fueron acusados de fraude, al lograr precios desmedidos en la venta del paquete controlador del holding eléctrico a la española Endesa, en desmedro de la otra mayoría de accionistas de la empresa. La justicia, en 2004, condenó a Yuraszeck y socios a pagar una multa de US$ 75 millones.
Después de eso se reinventó en negocios como el de la sal, el vino y en la comisión política de la UDI.
Mientras todo eso sucedía, había una parte suya que seguía llevándolo a ese día de la radio y los tres goles. Ya de adulto, Yuraszeck recuerda con nitidez el día en que tenía 10 años y Rubén Marcos, el mediocampista de la U y la selección, le regaló su camiseta en Tegualda, sólo porque Yuraszeck, que aún era José, le insistía cada año. O cuando era alumno en Beauchef y les dijo a unos compañeros que “algún día podríamos ser dirigentes de la U”.
Públicamente, ya adulto, Yuraszeck se perfiló como un hombre de negocios, que en las páginas económicas de los diarios no entregaba más que información dura. Pero en el Estadio Nacional era distinto y se daban situaciones como la de 1989, en que la “U” no pudo ganarle a Cobresal, perdió la categoría y él no se contuvo en las gradas.
Dice, en su oficina: “Lloré. Lloré de una pena inmensa, en el estadio. Lloré como la mayoría de los hinchas de la “U”.
Por su cabeza la secuencia se repite. La salida del estadio, con 37 años, la idea de invencibilidad de él y su generación enamorada del ballet azul, quebrada. La caminata silenciosa por Campo de Deportes. Arriba, en el cielo, la tarde soleada y triste del 15 de enero. Atrás, los 20 años acumulados sin títulos. Adelante, la espera incierta que duraría cinco años más.

Dice: “Me hice hincha de la ‘U’ y la he seguido por 53 años. En la buenas y en las malas. En las penas y derrotas. Recuerdo que la única campaña de la ‘U’ que seguí completa, que fui a todos los partidos, fue la campaña que hicimos en Segunda División”.
Hay un dato más que liga la historia maldita del pasado de la Universidad de Chile a la historia personal de José Yuraszeck. Una circunstancia que explicará cosas en el futuro y que muestra a un hombre de negocios capaz de comprar la misma cosa dos veces. Y sin recibirla nunca. Dice, riéndose: “Yo he comprado abonos en dos estadios de la ‘U’. Dos estadios que nunca se construyeron”.


3.
Hubo un tiempo en que José Yuraszeck no entraba al palco del Estadio Nacional con la complicidad del público, el fútbol jugándose de memoria allá abajo y la tranquilidad de saber que a su equipo era casi imposible eliminarlo.
Pero el lunes 11, cuando se juega el partido de vuelta de una llave de playoffs contra Cobreloa que en Calama se partió ganando por 2-0, Yuraszeck se sienta junto a Carlos Délano, director y también accionista de Azul Azul, dejando los protocolos del poder en el estacionamiento. Está con su camiseta de siempre, la número 10 que lleva su apellido, y un gorro que recuerda la Copa Sudamericana que ganaron aquí mismo en diciembre pasado.
En esa copa, pero en la versión de 2009, cuando Yuraszeck llevaba un año como presidente de la comisión de fútbol del club, la “U” llegó al segundo partido de semifinales. Se jugaba contra el Fluminense brasileño. La ida había terminado con empate a uno. El local, en el estadio Santa Laura de Independencia, tenía la primera opción de pasar.
Pero un gol del carioca Fred lo jodió todo.
Entonces, a la salida, cayeron las monedas y los escupos. Un director que prefiere no identificarse, dice que fue duro. Que fue el momento “en que José peor lo pasó”.
-A pesar de que el principio fue difícil, nunca pensé en salirme A diferencia de otras actividades en que dices ‘sabes, este asunto no funcionó, mejor lo abandono’, el fútbol no se puede abandonar. El fútbol es una pasión-responde Yuraszeck.
Muchos años antes, cuando el club era dirigido por el doctor René Orozco, invitaron a Yuraszeck a ser parte de la directiva. Dijo que no. “Me negué, pues no concibo una actividad en que los que la dirigen no tengan que responder por sus actos”, explica.
La llegada en 2008 a ese club que no tenía más infraestructura que una fanaticada fiel lo fue consumiendo de a poco. Primero, obligándose a dedicarle tres días de la semana al fútbol. A ser parte de los directorios, incluso poniendo su casa un domingo o un día de semana, entre tres y cuatro horas, tarde en la noche, para que los dirigentes se reunieran. Conversando con ellos, aprendió cómo se gana en un rubro determinado por los azares que deben ocurrir para que una pelota termine en un arco.
El triunfo que comenzó a separar a la “U” del resto no llegó sin hacer guiños a su pasado. Sucedió en la final del Apertura de 2011, cuando el equipo que dirigía Jorge Sampaoli le dio vuelta una final a la Católica, el club por el que gritaba su padre. El resultado final, contra todo pronóstico, fue 4-1. Yuraszeck, en su oficina, tiene la entrada de ese día enmarcada. Un director recuerda de esa vez que, en su calidad de presidente de la comisión de fútbol, entró al camarín saltando y gritando. Tocando el bombo, celebrando con jugadores. Recuerda también que Yuraszeck llevaba una camiseta con un chuncho fosforescente. Que en medio de los festejos de una final que lo devolvía a las jugadas imaginarias que recreó en calle Rengifo, José era el que más brillaba.
4.
En esas 10 hectáreas de La Cisterna, todos saben una cosa de José Yuraszeck: que observa. En febrero de 2011 pidió que le instalaran una oficina en el segundo piso del CDA. Porque desde que llegó al club se ha preocupado del fútbol formativo, que es donde se producen los jugadores que llegarán al primer equipo en el futuro, en niveles que en el club nunca antes habían visto.
Hernán Saavedra, gerente de las divisiones inferiores de la “U”, enumera las decisiones de Yuraszeck en esa etapa: les dobló el presupuesto que hoy asciende a poco más de US$ 2 millones anuales. Les puso una van de acercamiento desde la estación de metro El Parrón, para que los cadetes no sufrieran asaltos. Reforzó la gerencia, robusteciéndola con un equipo de 70 personas, incluido el proyecto de la ‘Casa azul’: un hogar a tres cuadras del CDA, donde 20 jóvenes con proyección se educan y alojan. Allí se graduó, por ejemplo, el defensa Igor Lichnovsky, a quien Yuraszeck le entregó personalmente su diploma el año pasado.
Por todo esto, José observa. Ni siquiera cuando se quedó con la presidencia de Azul Azul, en abril de este año, dejó su oficina en el CDA. A diferencia de su antecesor, Federico Valdés, que dirigía todo desde su despacho en la Universidad del Desarrollo, Yuraszeck quiere estar donde rueda la pelota.
Al igual que cuando presidía la comisión de fútbol, hoy está atento a los partidos que se juegan en el complejo y pide informes diarios y semanales de todas las categorías, partiendo desde la sub 8, que se suben a la intranet del club. Ahí, cada uno de los cadetes tiene una ficha completa: cómo y qué entrena, además de análisis sociales, nutricionales y sicológicos. Hernán Saavedra dice que no pasan más de 15 días sin que él tenga que hacer una presentación a Yuraszeck, porque el tema del fútbol joven es su obsesión y el primer departamento que modeló en el CDA. Una persona cercana a Azul Azul cuenta que una vez, durante una reunión, Yuraszeck estalló, de la nada, gritando “gol”. Sucedía que desde su ventana estaba siguiendo el partido que en la cancha de pasto jugaba la sub 16.



La necesidad de seguir aprendiendo sobre fútbol lo ha llevado, ahora como presidente, a estar cinco días a la semana en el CDA y a pedir cualquier tipo de información: desde qué tipo de colaciones comen los cadetes hasta cuáles son los prospectos juveniles de los clubes de la competencia. “Incluso sabe cuáles son nuestros jugadores de 12 años que tienen proyección”, dice Saavedra.
Con el equipo adulto no fue distinto.
Todos los días habla con Sampaoli. Y cada semana invita a dos o tres jugadores a conversar a su oficina. Antes de proponer el nombre de un futbolista para contratarlo, mira 10 partidos de él, con sus mejores y peores jugadas.

-Lo que hizo José desde que llegó a la comisión de fútbol fue conversar largo con ellos, aprender de sus gustos personales, de sus proyectos- dice un dirigente .
Ese aprendizaje es el que Yuraszeck más valora. Por eso tiene a uno de sus cercanos, Peter Hiller, a cargo de la comisión que ya no preside, pero de la que aún es parte.
Hace un año, por ejemplo, estuvimos con el actual presidente de Azul Azul en su oficina. Salimos a la terraza y ahí, apuntando a los puntos azules que se movían a lo lejos, dijo “esos son los movimientos que repiten todo el día. La gracia es que después se vuelvan mecánicos. Que los ejecuten sin pensar”.
Esa manera de estar siempre presente fue importante para un jugador como Diego Rivarola, quien recuerda que “siempre estuvo preocupado de estar con el equipo . De ser una cara visible para lo que el equipo necesitara. A mí me regaló una champaña para mi cumpleaños. Y cuando me retiré, me enmarcó los últimos botines que había usado”.
Esa habilidad de entender los códigos del fútbol lo llevó al punto en qué, junto a los directores de Azul Azul, instaló la idea de que lo más importante, por sobre los nombres de dirigentes, técnicos o jugadores, es el proyecto. Por eso es que una vez, cuenta un ex funcionario del club, Yuraszeck pudo convencer a Sampaoli de que se necesitaba comprar a un jugador que el entrenador, en un principio, no quería. Y ese jugador, en la cancha, ha hecho goles importantes.
5.
Pero para llegar a dirigir la comisión de fútbol y, luego, a la presidencia del club, Yuraszeck debió sobreponerse a otros liderazgos internos que perseguían lo mismo e imponer su hegemonía dentro del directorio. En Azul Azul, su principal adversario ha sido Carlos Heller, el mayor accionista de la concesionaria, a quien Yuraszeck logró superar en peso en los directorios a través de alianzas estratégicas, como la que sostiene con su amigo Carlos Délano.
Con Yuraszeck, Heller ha sostenido varias discrepancias públicas y algunas desaveniencias dentro del directorio. Una de las más notorias fue cuando mostró su molestia al no ser invitado a la recepción que se hizo en La Moneda para el equipo, después de que se ganara la Copa Sudamericana. Consultado a través de su encargado de prensa, Carlos Heller se excusó de hablar con El Semanal.
José Yuraszeck, en cambio, responde así cuando se le pregunta por las dificultades de aunar visiones en un directorio donde no todos piensan igual: “A diferencia de otros clubes, los once directores de la ‘U’, somos todos hinchas de toda la vida. Y por otra parte, se discuten las cosas. Somos once personas, todos inteligentes. Tenemos ideas distintas, las discutimos y llegamos a consensos de qué es mejor”.
Un ex funcionario del club piensa que el bajo perfil que ha tenido la disputa interna en el último tiempo se debe a los resultados conseguidos en la cancha. Dice: “Lo importante para el poder de José han sido los triunfos. Sin eso, Carlos Heller lo podría haber atacado por la prensa. José estaba en el puesto correcto, en el momento correcto”. La misma fuente dice que desde que Yuraszeck entró a la comisión de fútbol, sus metas eran “el CDA: que ya está; el fútbol formativo: que ya está ordenado; y los títulos: que han aparecido. Lo último que le queda es el estadio”. “Si lo logra y gana la Libertadores -dice un director- será el mejor dirigente en nuestra historia”.
En el palco del Nacional, su amigo Carlos Délano sólo explica que “José ahora trabaja el doble. Sus negocios personales los ha dejado botados. Es sacrificado. No es como una empresa en que llegas el día lunes y no ha cambiado nada la cosa. Lo que pase el domingo, hace distinto al lunes. Creo que él le ha puesto empeño, creatividad e inteligencia. Es tan bueno como Federico (Valdés)”.
Después de unos minutos, Délano dirá que con el fútbol vuelven a la infancia y mostrará su camiseta del Ballet Azul.



Abajo, en la cancha, Roberto Cereceda pondrá el 2-1 final que ese lunes clasificaba a la “U” a semifinales del Apertura. Cuando eso sucede, José Yuraszeck se para de su asiento y grita como un niño de ocho años. Festeja con sus brazos extendidos y desde atrás parece como que abraza la cancha. Como si en este instante, Yuraszeck controlara todo lo que se mueve en el césped.


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