[Juego] Cadáver exquisito / V4.0

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cerrando la ventana hasta quedar en oscuridad. antes de alejarse, dio una breve mirada hacia la calle, como si buscara algo o alguien. No hay nadie. En silencio se aleja, tratando de meter el menor ruido, ya que el piso de madera ya era viejo. El pasillo estaba oscuro, apenas iluminado por una tenue luz en el fondo que se prendía y apagaba, provocando pequeños cortes de energía. No era miedo, pero si muy adrenalínico.

No era miedo, pero si muy adrenalínico.

 

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Tanto fue así que su piel se puso totalmente rubicunda

Y, claro, empezó a danzar...

 

El oso le tomo las muñecas con fuerza, y el conejo...

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le dijo: "no tengo tu miel, no tengo tu miel" un tanto asustado. El oso lo miró fijo y de un zarpazo le sacó la cabeza, agarrándolo de las orejas volteó y dirigiéndose al resto, dijo: "Al próximo que vea merodeando mis territorios le va a ir peor". da media vuelta y se va, lanzando la cabeza del conejo por sobre su hombro, cayendo en los pies del conejo mayor. Este la recoge y grita: "Fútbol!"

Este la recoge y grita: "Fútbol!"

 

Este la recoge y grita: "Fútbol!"

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Otra vez estaba el viejo del vecino con las ventanas abiertas, dejando a todos saber, que hace, que ve y que huele. Una lata....
Lo mejor que podía hacer es dirigirse a su cuarto, hecharse en la cama

y prender la radio antes de coger un cigarrillo

 

y prender la radio antes de coger un cigarrillo

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para saber la situación actual. El ambiente era delicado, se alzaban las trompetas de guerra y sinceramente el país no estaba preparado para una. Coge el cigarrillo, suspira y al momento de encenderlo algo lo distrae... desde el cielo se sienten ruidos estruendosos... ¡AVIONES!, gritó. se siente un silbido y luego todo se vino a negro...

se siente un silbido y luego todo se vino a negro...

 

se siente un silbido y luego todo se vino a negro...

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Algo le había golpeado la cabeza y se encontraba estirado en el piso, con los ojos medio abrir casi inconsciente. Un grito de amenaza recorría el ambiente y en el, estaba un sujeto de rara apariencia con un pasamontaña cubriéndole la cara. Con un movimiento inestable se acercó a él y lo tomó para llevárselo mientras hablaba por un teléfono diciendo mensajes en ruso. Hasta que, se escuchó a la distancia el sonido de un helicóptero...

hasta que se escuchó a la distancia el sonido de un helicóptero...

 

hasta que se escuchó a la distancia el sonido de un helicóptero...

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"¡El avión!, ¡El avión!", gritaba el enano. "No es un avión, es un helicóptero, maldito enano ya ni sabes lo que dices con tanta planta alucinógena que te echas encima". "¿Bueno y qué tanto?, además que me haces trabajar todo el día y me pagas una miseria, en cambio las fiestas y banquetes con los turistas son para ti. A la mierda contigo", dice el pequeño, quitándose la corbata y alejándose entre el espeso bosque tropical.

quitándose la corbata y alejándose entre el espeso bosque tropical.

 

quitándose la corbata y alejándose entre el espeso bosque tropical.

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para encontrarse con lo que no sería nada mas ni nada menos que la hija de juanjose, la que habia quedado ciega hace no mas de dos semanas, con un hijo perdido en medio de la ciudad de boston y un fuerte dolor medio a medio en toda la...

un fuerte dolor medio a medio en toda la...

 

Un fuerte dolor medio a medio en toda la...

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En toda la región torácica, sintió una fuerte punzada en su pecho y luego de un gemido, cayó al suelo desvanecido en medio de la calle. ¿Qué te ha pasado? Le dijeron los transeúntes con una expresión de preocupación -su cuerpo yacía tendido en medio de la acera y un frío sudor húmedo empapaba sus ropas, un zumbido en sus oídos calaba fuerte en su cabeza- No lo sé, respondió cansado, observé algo en la otra calle y al saber que era un dolor fuerte me atacó, no recuerdo que era exactamente, pero en sus ojos observé:

En sus ojos pude contemplar la muerte y su respirar era como el balbuceo de miles de condenados en el inframundo.

 

En sus ojos pude contemplar la muerte y su respirar era como el balbuceo de miles de condenados en el inframundo.

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Su nombre era Caronte, su bote un zodiac del 78'. Al poner un pie dentro, posó su mano sobre mi hombro, su halitosis llenó el espacio entre nosotros y tras unos segundos, refunfuñó: ¿Tienes tarjeta rip? No, contesté. Extendí hasta él una bolsa con taps; la observó un instante. Una trémula e iracunda mirada me arrojó hasta la orilla de Aqueronte.

Jaló con ahínco la cuerda del motor y perdí de vista su sombría silueta al fundirse en la penumbra.