Relato: El Visitante de Ventanas (Localidad de la V Región)

Amigos del portal, Les dejo un relato que recopile por ahí.

El visitante de Ventanas:
Contado por Gonzalo B. (No es su nombre real)


“Si hay algo de lo que puedo acordar sobre esa noche, es del frío y el silencio. Pero no era cualquier tipo de silencio. No se imaginen ese simple efecto de como quedarse callado, y detenerse a escuchar los ruidos que te rodean. El Silencio del que les hablo es absoluto, acongojante, ese que no te dejaba estar tranquilo, que te ponía nervioso; ese que te recuerda que te tienes que morir alguna vez. Gracias a Dios que cada cierto tiempo era interrumpido por el oleaje que reventaba furioso en los roqueríos del sector. Pero por otra parte, estaba ese zumbido, ese que cada cierto tiempo regresa a mi cabeza, como un panal de abejas, como una voz desconocida. Ese sonido que jamás podré olvidar.”

Los recuerdos, me transportan casi de manera involuntaria a recordar la madrugada del sábado 26 de Julio de 1984. Un recuerdo forzoso y tenebre, una experiencia que para mi, mi esposa y unos amigos, se convirtió en una vivencia inexplicable y fantástica, con ribetes de terror absurdo, que aún se asoman desde fronteras desconocidas cada cierto tiempo y aparecen en el mundo para teñirlo con su color macabro.

Cuesta buscar las palabras necesarias para poder relatar con detalle los acontecimientos ocurridos en aquella ocasión. Entiendo que puedan creer que esta historia es producto de una noche de alucinaciones colectivas o mera sugestión, sin embargo, y humildemente, solo pretendo entregar mi versión de los hechos para que sean ustedes los que puedan juzgar. Si es verdad o si es mentira, es algo que queda entre mi persona y Dios.

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La década de los 80’s había sido extraña en Chile en todo el amplio sentido de la palabra, y cuando hablo de extraño, es que precisamente habían sucedido una serie de cosas que dejarían helado al menos creyente: Desde apariciones de monstruos marinos en el sur de Chile, oleadas de objetos voladores no identificados, duendes, casas embrujadas, profecías que hablaban del fin del mundo, y claro esta, imposible olvidar las apariciones marianas, vislumbradas por el excéntrico Miguel Angel**. Era otra época, otra gente, quizás éramos más crédulos y más inocentes. La tecnología apenas se asomaba al país por tanto, pienso que teniamos una percepción diferente de las cosas que nos pasaban, tal vez no éramos tan inmunes al mundo de lo invisible.




Con mi esposa, teniamos la costumbre cuando el tiempo lo permitía, salir a pasear durante los fines de semana por el litoral central. Salir de la capital siempre era una buena opción, sobre todo con las agotadoras semanas de trabajo, que con el tiempo parecían hacerse eternas.

El viaje de ese fin de semana, fue Junto a Alex Saavedra y María Luz González, un matrimonio amigo hace ya más de 10 años. Esa tarde salimos temprano de nuestros respectivos trabajos y partimos rumbo al litoral central, con la idea de pasar un agradable fin de semana, desconectados completamente del mundo. Nuestra ruta nos llevó finalmente hasta una localidad llamada “Ventanas”, la que nos aseguraba la tranquilidad esperada.

Esa tarde noche, siendo casi las 20 horas, llegamos a la localidad de Ventanas, ubicada en la zona central, famosa por ser el enclave de una fundición de una conocida empresa minera. En aquellos años, la contaminación provocada por las industrias no era tema, y la tranquilidad del pueblo, nos atrajo de sobremanera, más aún en esas fechas invernales. Sus calles, tranquilas y pacíficas,se teñían tímidamente con los últimos rayos del sol, que se hundía en las profundidades del océano, para dar paso a la noche.

Cuál sería nuestra sorpresa, después de unos minutos de paseo, el darnos cuenta sin mayor suerte, no encontramos ningún lugar donde poder pasar la noche. Consultamos en uno de los almacenes que estaba abierto y nos dieron el dato de unas cabañas ubicadas cercanas a la playa principal, casi en el límite con la localidad de Puchuncaví, propiedad de un tal Señor Morales,las que usualmente estaban abiertas todo el año.

No dudamos y casi como atraídos por un imán partimos en busca de la dirección señalada, que era la única opción viable a esas alturas - y a esas horas - que nos evitaría tener que emprender el rumbo a Viña del Mar o Valparaiso, o quizás tener que devolvernos a Santiago.

Cerca de las 9 y media de la noche, llegamos a la dirección señalada: Una calle llamada “Camino el Tebo”, que era rodeada por pequeño bosquecillo de eucaliptos. Ahí a lo lejos pudimos divisar las cabañitas, que no eran más que tres, y que se encontraban cerca de una casa más grande de color blanco. El camino era de tierra, y había un pequeño cerco, en donde colgaba el clásico letrero de “Se arriendan cabañas”. Más allá pudimos divisar un almacén, pero nos llamó la atención lo aislado del resto de las demás casas que estaba el bloque de cabañas.

Decidimos bajarnos para ubicar al Señor Morales, por lo que comenzamos a llamar al interior de la casa. Luego de un rato, se asomó un malhumorado hombre cincuentón, de ojos claros y barba blanca, que nos preguntó qué es lo que queríamos. Obviamente le comentamos lo mal que nos había ido con nuestra búsqueda de un lugar para alojarnos, por lo que preguntamos en el pueblo y nos habían dado el dato de sus cabañas. No teníamos intenciones de regresar a Santiago por la hora, por lo que pensamos que nuestra “conmovedora” historia sería suficiente para que el señor Morales decidiera arrendarnos alguna de sus casas por un par de noches, que parecían a simple vista disponibles.

El Señor Morales nos miró serio. Se llevó la mano al bolsillo de su camisa a cuadros, y sacó un cigarrillo de una arrugada cajetilla de cigarros marca Record. A continuación, sacó una caja de fósforos del bolsillo de su pantalón, y procedió a prender el cigarro, mientras nos miraba en silencio. Todos creímos que estaba dándole vueltas al asunto de cuánto nos iba a cobrar por la noche, pero cuál sería nuestra sorpresa al enterarnos que Morales “no tenía intenciones de arrendar sus preciadas cabañas”, aduciendo que la fecha “no era buena para los arriendos” y que “ya era muy tarde para andar haciendo tratos”. Definitivamente no nos quería ahí. Le insistimos que ya era tarde y peligroso retornar a Santiago. Morales se anduvo molestando. Apago el cigarro y dijo que que solo por eso haria una excepcion. Diciendo algunos garabatos, se fue a la casa, y volvio con el manojo de llaves que correspondía a la cabaña número 3.

Comenzamos a bajar nuestras pertenencias del auto, y mientras lo hacíamos, nos llamó la atención un detalle que hizo ver el Señor Morales, que no dejó de ser curiosa:

- Si tienen cualquier problema con la casa, no quiero que me paguen. Quiero que se vayan al tiro, porque la verdad es que yo no arriendo nada por estas fechas acá, así que no quiero reclamos, ni nada, quiero que se vayan calladitos. Así que creo que estamos claros, ¿o no?”.

Pensamos que el caballero había tenido un mal dia, o tal vez se había molestado por nuestra insistencia. A esas alturas de la noche, ya daba igual, estábamos cansados y queríamos tomarnos algo caliente, conversar un rato y dormir. Sin embargo me preguntaba a mi mismo, ¿Cuál sería el misterio de la Cabañita?

Eran cerca de las 11 de la noche cuando finalmente pudimos instalarnos en la casa.
Había una pequeña cocina a gas licuado en donde calentamos agua para tomarnos unos tecitos y comer algo. Al cabo de un rato, los tés se convirtieron rápidamente en un par de piscolas, y unos paquetes de cigarros. La conversación se torno amena y relajada, casi un ritual necesario cuando se va a la playa. Sin televisión ni radio, el silencio que rodeaba la zona era interrumpido sólo por nuestras voces y las olas que reventaban furiosas contra los roqueríos.

Cerca de la una de la mañana, decidimos irnos a dormir. La Cabaña constaba de tres dormitorios no muy grandes, pero bastante acogedores. Yo con mi esposa, decidimos utilizar la habitación que daba hacia el mar, la que a pesar de ser muy sencilla, poseía un gran ventanal que daba hacia el bosquecillo, oscuro, como boca de lobo. Ese detalle me dio un poco de miedo, así que con toda rapidez, cerré las cortinas, y me senté al borde de la cama a fumar el último cigarro, mientras mi mujer se acostaba. Cai rendido al rato, agotado por la jornada.

A eso de las 2 de la mañana más o menos, y en medio de un sueño profundo, comencé a escuchar un zumbido similar al que tiene uno en los oídos a veces, producido por cambios de presión. Era rara la sensación, al principio pensaba que estaba en mi cabeza, pero luego, de afuera. Era molesto, me despertó a mi, y a mi mujer. Al rato mi amigo Luis, y su mujer María Luz, también despertaron por el zumbido. Luis pretendió darle una explicación lógica al fenómeno, diciendo que probablemente alguno de los procesos de la fundición de Ventanas, produjera el famoso ruido, y que también, fuera esa la condición que el dueño de la cabaña nos recalcó al darnos la autorización de quedarnos ahí. Ahí pensé en que había resuelto “El misterio de la cabañita”.

Luego de unos minutos, nos juntamos en el living a fumar unos cigarros, y el sonido cesó de un momento a otro. El sueño que tenía en ese momento era 10 veces mayor que antes, así que necesitaba urgentemente ir a dormir. Sin mayores sobresaltos, y a los breves minutos, casi como por arte de magia, caímos en un sueño profundo. Pensaba para mi, que todo lo anterior no había sido más que una molestia pasajera y que se resumiría a ese episodio.

Repentinamente y en medio de ese reparador sueño ,el silencio opresivo de la noche se convirtió en algo total y absoluto, tanto así que desperté completamente lucido, con los ojos abiertos en medio de la oscuridad, como si hubiera dormido toda la noche y quisiera levantarme atraído por un impulso sonambulo.

Como si alguna fuerza misteriosa me controlara, caminé hacia el ventanal del dormitorio. Me paré un momento tras de las cortinas, como cuestionando lo que estaba haciendo. Corrí las cortinas de tela, lentamente, para tratar de mirar hacia el cielo y solo vi oscuridad. Me dio miedo, mucho miedo, pero una curiosidad enorme sobre lo que habría en esa oscuridad, me mantenía ahí como una carnada para el abismo. No pude más con los nervios, y decidí cerrar las cortinas. Pero en cuanto moví mi mano hacía las cortinas me di cuenta que algo venía bajando lentamente desde el techo de la cabaña.

¿Era un perro,o una gaviota, o quizás algún animal nocturno? - pensé - , hasta que en esas fracciones de segundo, aquel bulto antes de tocar tierra, quedó suspendido en el aire mostrando su forma: Era algo como un anciano de piel blanca como la nieve, de cuerpo raquítico, con ojos rojos y un rostro cadavérico alargado, inhumano, con dedos largos terminados en garras y brazos que casi tocaban el suelo. Terminó de descender suavemente a nivel del piso, hasta erguirse frente a mi, en una figura aterradora de más de 2 metros.

Apenas pude reaccionar y cerrar rápidamente la cortina, que se calló y dejó entrever a la figura a través de la ventana, resaltando en la oscuridad de la noche. Me fui hacía atras, y apenas pude agarrar de la mano a mi mujer la que asustada, salió a gatas de la pieza. Salí gritando del dormitorio, gritandole a Luis lo que estaba pasando. Grite desesperado:

- ¡Hay un huevón gigante afuera!”

Me dio susto, estaba nervioso, Grite, me entumecí, nunca había visto algo antes asi, fui a la cocina y sacamos unos cuchillos y nos armamos de valor para salir fuera de la casa a buscar al extraño ser que había visto. Esos breves minutos se transformaron en un revoltijo de gritos, y confusión. Salimos afuera y no había más que oscuridad, y el sonido del mar reventando en los roqueríos. No hubo éxito en nuestra búsqueda. Nos quedamos en el living de la casa, conversando y tomando café, creyendo que tal vez, lo que vi no fue más que parte de un mal sueño provocado por el cansancio. Sin embargo decidimos quedarnos esperando el amanecer, para poder aclarar las ideas y lo más probable, regresar a santiago o irnos a otro lado.

- “El misterio de la cabañita”, seguía pensando maldiciendo para mis adentros por la decisión.

Avanzó la madrugada, conversamos un rato sobre las cosas raras a las que habíamos estados expuestos en nuestra vida, pero jamás se nos hubiera pasado por la cabeza una visión de esa índole. De pronto el silencio, y el zumbido, pero esta vez al interior de la casa. Por momentos,daba la impresión de que estuviera flotando entre nosotros una presencia fantasmal.

Fumamos mucho, pero no le prestamos mayor atención.Tenía que amanecer en algún momento. Nuevamente fuimos interrumpidos por el zumbido, hasta que al fin paro. La mujer de mi amigo, Marialuz, no aguanto las ganas de ir al baño, y decidió ir.

Según lo que contó después, al abrir la puerta, encontró una bañera llena de agua - que nadie de nosotros había llenado - , y en el borde, un cuerpo que tenía sumergida la cabeza en el agua, y que emitía el zumbido que había estado sonando toda la noche. Su cabeza sumergida en el agua, de pronto comenzó a girar para mirarla. Grito y casi se cae. No tuvimos el valor de ir a revisar. Tomamos nuestras cosas, nos subimos rápidamente al auto, y nos fuimos de ahí. Volvimos a Santiago de madrugada.

Después de todo esto que les relato, mi vida cambió para siempre. No se si el encuentro con este ser fue la llave a una nueva realidad que hasta ahora sigo buscando, pero sin duda nunca podremos olvidar esa noche de terror.

 

Hay una segunda parte de esta historia, que si gustan puedo agregar.
Saludos!