Así se hacía Lo primero -obviamente- es cortar la cabeza al enemigo. A continuación con un cuchillo se hace un corte desde la nuca hacia abajo. Se tira de la piel y se desprende del cráneo. Inmediatamente se mete en agua hirviendo durante quince minutos. Un detalle: hay que poner a hervir la piel de la cabeza casi inmediatamente después de cortada pues en caso contrario se cae el pelo. Otro detalle: no hervir más de quince minutos pues en ese caso queda demasiado blanda y no hay forma de que no se pudra. Una vez hervida durante quince minutos, hemos conseguido una reducción del 50%, que no es suficiente. Se saca del agua y se la pone a secar. Cuando ya tiene una cierta consistencia, se raspa la piel por dentro para quitar las impurezas. Este es un paso muy importante, pues si no se hace bien quedan restos de carne que se pudren y producen un mal olor espantoso. A continuación se cosen los ojos y la incisión que hemos hecho en la nuca para poder sacar el hueso. Las únicas aberturas que quedan son el cuello y la boca. Por el cuello se introducen unas piedras calientes, su misión es que la cabeza se haga un poco más pequeña y que no se deforme. A continuación se afeitan los pelos del rostro. Ahora viene el último paso, se cose el cuello y por la boca se mete arena caliente. Es esa arena la que produce la última reducción de tamaño. Ya sólo queda vaciar la arena, coser los labios y teñir la piel de negro. Sí, sí, se tiñe la piel de negro. Esas cabecitas que has visto en los museos, tan negras, no es que fueran de negros-negros-negros ni que la piel, con el tratamiento, se haga negra, es que la tiñen. ¿Para qué la tiñen? Ten en cuenta que reducen la cabeza de los enemigos. Atrapan su alma en su propia cabeza. Le cosen los ojos para que no pueda ver, y la tiñen de negro, por lo mismo: para que sólo vea el negro del infierno. Hemos conseguido una cabecita no mayor que un puño y, además, tenemos un guerrero enemigo encerrado en su propio infierno. ¡Se lo merece, por enemigo y por malo! Observación importante: la cabeza resultante no es para comer, como si fuera un pavo en Navidad, es un trofeo de guerra. En las fiestas importantes, los guerreros se cuelgan todas las cabezas que han cortado, para demostrar lo buen luchador que es. A más cabezas, mejor guerrero.
jajajja.. ta bueno la info... pa' ponerla en practica... te falto que se hace con los interiores... alguna receta de la abuela?
Vaya, por un momento pensé que estaba leyendo una receta de cocina. Así tal cual. Buen aporte, didáctico y lo mejor, que alimenta a mi conocimiento, por cierto, un tanto limitado. Gracias.