La fidelidad de Calafate, un perro de Río Grande, en Tierra del Fuego, es conocida entre al gente de la zona austral de Argentina. El can vivía desde hacía más de nueve años en el cementerio municipal de esa ciudad. La muerte de su dueño no impidió que el can quisiera seguir a su lado. Calafate pertenecía a un obrero chileno, Pedro Vera Cárcamo, quien falleció en un accidente de trabajo en 2004. A pesar de su muerte, su mascota iba a su encuentro. Se escapaba de la casa cada día para ir al cementerio, hasta que finalmente se quedó allí a vivir, junto a la tumba de su dueño. Al principio los empleados lo echaban y los que lo habían heredado lo iban a buscar. Pero siempre volvía. Recuerdo que tenía hambre y lo sorprendíamos comiéndose las velas, por lo que lo sacábamos corriendo, pero siempre volvía", recordó uno de los empleados municipales al diario local El Sureño. Pero nadie pudo alejar a Calafate de su amigo. Y su fama fue creciendo. Todo el que visitaba el campo santo preguntaba por el animal, y algunos le llevaban algo de comida. Hasta el pasado martes, cuando fue atacado por otros perros, resultando herido de muerte. A pesar de que recibió cuidados por parte de los empleados del cementerio, lo encontraron sin vida cuando ingresaron a trabajar al siguiente día. Calafate ha sido sepultado cerca del quincho donde compartía sus días con el personal del cementerio, y cerca de donde descansa quien fue su dueño más querido.
