[COLUMNA DE CRISTIAN ARCOS] Pajarito

Columna que resalta la carrera y el presente de Jaime Valdés. Destaca sus inicios y como hoy, ya en la última parte de su carrera, marca diferencias
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Hace varios años, cuando era el periodista más joven de la revista donde trabajaba, mi jefe de aquel entonces, Hugo Marcone (el mejor jefe que he tenido en la vida), me pidió hacerle una nota al jugador más joven del campeonato. Busqué en los registros oficiales del campeonato y me encontré con el nombre de Jaime Valdés Zapata. Pese a tener 17 años recién cumplidos, ya era titular en Palestino.
Al llegar al entrenamiento en La Cisterna me encontré con un muchacho silencioso, esmirriado, muy delgado, a quien apenas se le escuchaba la línea de la voz. "Me dicen Pajarito en el camarín. No sé por qué", me contestó en la entrevista, con una leve sonrisa por la obviedad de su apodo. Era un pajarito en medio de un camarín de gente grande. Pero en la cancha, Valdés dejaba de lado su timidez. Encaraba, era guapo, le pegaba de afuera y se tenía una fe inmensa.
En aquella entrevista, Valdés me confesó que admiraba a Ariel Ortega y al Coto Sierra y que el sueño de su vida era jugar en Colo Colo, porque en su casa todos eran hinchas del cuadro albo, incluido él.
Pajarito agarró camiseta de titular y no la soltó más. La rompió esa temporada. Y una oferta millonaria del fútbol italiano lo llevó a la península. En total estuvo casi quince años en el Viejo Mundo. Es cierto, nunca llegó a jugar en uno de los grandes, pero se hizo futbolista en Europa, lo que no es poca cosa. Parma, Fiorentina, Bari, Sporting de Lisboa, fueron algunas de sus estaciones.
En la cancha se portaba bien. Rendía. Jugaba. Tenía un ritmo superior a la mayoría de los jugadores chilenos. Pero tenía mala prensa. No le gustaban las entrevistas. No era carismático.
Y fuera de la cancha se portó mal. Pecados de juventud. El episodio de las luces rojas le hizo un flaco favor. Y ciertas amistades, ligadas al mundo del hampa, le trajeron más de algún problema, con incidentes poco claros.
Jugó poco en la Selección. Quizás demasiado poco. Y cuando estuvo en cancha, tampoco tuvo actuaciones relevantes.
Jaime Valdés se vino a Colo Colo al final de su carrera a cumplir un sueño. Hay futbolistas que regresan a su tierra de origen sólo a retirarse, de manera simbólica. Otros llegan a aportar. Hasta ahora, Jaime Valdés pertenece a este último grupo.
Da gusto verlo jugar. Piensa antes que el resto. Acostumbrado al fragor del Calcio, cuando recibe la pelota ya sabe lo que quiere hacer. A un toque. Dos como máximo. Difícilmente se ganará las portadas de los diarios y muchos minutos en los canales de televisión, pero es de esos futbolistas que le dan un toque de jerarquía al campeonato.