[Concurso] El gol de mi vida - Christián Giménez y el sufrimiento de una generación

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Mi idea es contar el otro lado de la moneda, no un gol de un triunfo, sino un gol de una derrota que me marcó a mi y a una generación que creció viendo como deslumbraba un equipo cuya gran parte del plantel había nacido en casa.



Era el 13 de diciembre del 2006, y el país se había vuelto a paralizar cosa que no hacía de esa forma un ya lejano día de junio de 1991. Colo Colo jugaba nuevamente la final de una copa internacional, la final de la Copa Sudamericana.


No tenía más de 12 años y estaba ilusionado por el equipo que tenía Colo Colo, en ese tiempo y especialmente con ese equipo los ídolos internacionales se veían opacados en comparación a los locales: ¿Ronaldinho? El Mati Fernández, el mejor de América! ¿Van Nistelrooy? Suazo! ¿Pirlo? Arturo Sanhueza! Nadie necesitaba otros jugadores porque ese plantel marcó a una generación de hinchas a fuego e hizo que de allí en adelante a todos los equipos que le sucedieron vivían entre las sombras de un equipo imborrable del Colo Colo más contemporáneo.


Para qué gastar 30 lucas en la polera de Brasil original con el estampado de Ronaldo, era mejor gastar 35 por la polera del Kalule Meléndez o la del capitán David Henríquez. Colo Colo se afianzó por ese tiempo como el más grande sin apelación alguna, nadie los paraba.


Cómo no ilusionarse con un equipo que casi en forma descarada le metía 7 goles a otro, cómo no confiar en un equipo que jugaba tan bien, cómo no creer en un equipo que había demostrado tanto, que confió en el plantel que tenía.


Sin embargo ese 13 de diciembre se marcó a fuego en mi existencia como hincha del fútbol e hincha del albo. Habiendo nacido en una familia teñida de azul, siempre en estas instancias fui en cierto modo dejado de lado. A qué azul le alegra el triunfo blanco, más aún cuando fue en un tiempo donde nadie lograba pararlos, todos querían que fuesen vencidos. No me alcancé a hacer la plata para ir al estadio, y menos pedirle a mi viejo que me acompañara

Siempre voy a recordar todo lo que hice para ir al estadio e igual no lo logré. Ni machetear, ni pedirle plata a mis amigos y primos, no me alcanzó


Resulta que ese día a mis viejos se les ocurrió la brillante idea de pasar a ver autos usados al lado del mall a la hora del partido, como estaba vacía la wea para ellos fue lo más inteligente que habían hecho en el mes.


Ya eran las 10:30 cuando recién pude llegar a mi casa, en el camino me lo sufrí todo, porque el empate en el primer partido no había asegurado nada. Suazo había hecho el primer gol y todo era celebración hasta que un weon empató, no me acuerdo como se llamaba.


Cuando llegué a mi casa me pegué a la radio y nadie podía sacarme de allí. Escuchando cada jugada, imaginando cada pase, cada movimiento, enganche, finta y gambeta. Cada movimiento de un plantel del que cualquier conocedor del fútbol hubiese admirado y observado atentamente.


Hasta que como por el minuto 70' ocurrió lo que nadie esperaba, gol de Pachuca. Christian Giménez no solo le estaba dando la Copa al equipo mexicano, sino que le estaba quitando el título a uno de los mejores equipos que habían visto mis ojos, le quitaban el sueño a un equipo imparable, y a una hinchada ya recientemente acostumbrada a los logros y a la gloria, a una hinchada que ya revivía los grandes logros del pasado y ya comenzaba a cimentar los del futuro.

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La esperanza no se perdió, todos confiábamos en el equipo, teníamos a los mejores jugadores de América, arriba era el mejor equipo, de eso no habían dudas, y además de eso en el resto del campo éramos un equipo muy sólido. Sin embargo no contábamos con que el otro equipo también jugaba. Quizás esa fue nuestra debilidad, era tanta la confianza en el equipo, era tanto el excitismo que finalmente terminó haciéndonoslo pagar caro. Perdimos. Se nos hizo corto el partido, los jugadores hubiesen seguido corriendo dos horas más, hubiesen seguido tirando al arco defendido por el recientemente fallecido Miguel Calero (pd: Pelao culiao)


Recuerdo que apenas terminó el partido lloré como un niño de dos años al que le quitan su juguete favorito. Perdimos lo que más queríamos, lo que añorábamos con más ansias, uno de los pocos títulos a los que no había accedido Colo Colo, se escapaba. Y un plantel glorioso terminaba saliendo por la puerta de atrás. El dolor por ese gol no se fue hasta una semana después, pero sigue en mi mente... Puta la wea, copa era nuestra!


Mi viejo me consolaba pero se veía que era un consuelo falso, así como esos hinchas de la U que decían que se sentían felices porque Colo Colo ganó la Libertadores, o viceversa cuando los hinchas albos se alegraron porque la U ganó la Sudamericana. Se le notaba lo falso a lo lejos, pero igual le agradecí el gesto.


Ese gol de Pachuca se instaló para siempre en mi mente y en mi piel, caímos como los grandes, perdimos contra un gran rival. Teníamos uno de los mejores equipos que podíamos pedir y eso no bastó.


Esa derrota se marcó a todos los hinchas de Colo Colo, se marcó en todos los hinchas que vimos a un equipo cuyos jugadores siguen brillando hasta la actualidad, no logró imponerse, que le faltó esa cuota se suerte, de jerarquía, de experiencia con la cual los campeones marcan las diferencias.


Ese gol, esa lúgubre noche, ese ingrato partido, todo eso fue el gol de mi vida, lo sufrí como nunca, y ahora cada triunfo lo celebro como si no hubiese un mañana. Cada victoria, cada paso en búsqueda de lograr algo similar a lo que el equipo hizo ese año, todo eso me acerca a lo que viví, a lo que todos vivimos. Ese equipo mereció más, merecimos mucho más...


Muchos grandes goles están en mi memoria, desde las genialidades de la dupla Bergkamp-Henry, hasta la magia del gordo Ronaldo, entre muchísimos otros, pero ese gol significó mucho más para mí que todos esos juntos, porque no fue un gol que celebré fue un gol que sufrimos.