Cada 8 de agosto, mucha gente recuerda el aniversario de uno de los más horrendos homicidios perpetrados en Calama. Ese día, Irene del Carmen Iturra Sáez, 27 años alegres y generosos, dejó su vida al interior del local en el que ganó el sustento para ella y sus hijos, conoció el esplendor, las cualidades, los defectos y la miseria de sus semejantes, supo de los sueldos y salarios de obreros y empleados, aprendió a brindar con todos los licores y combinados y distribuyó, caritativa, entre los más pobres del barrio, parte del dinero que ganaba. Su vivir se apagó de mala manera. Fuerza, armas blancas y contundentes, puños y pies, cayeron uno a uno sobre su indefensión. De la cabeza a los pies, de mano a mano, sin que ni un milímetro se eximiera de la violencia. Murió apelando a la piedad de sus verdugos. Más tarde, con la misma frialdad, descubrieron que su cuerpo era grande para meterlo en un pequeño vehículo. La solución fría y horripilante es estremecedora. La cercenaron, hartas partes, innumerables. La envolvieron en restos de la ropa que le habían destruido. Y con esa carga los restos fueron llevados a un cerro cercano a Chuquicamata. Unas paladas de tierra, muy superficiales. Allí la dejaron a disposición de los animales del desierto. Posteriormente, su conviviente estampó una denuncia por presunta desgracia. En los primeros días de septiembre la hallaron. Sus restos decoraban dramáticamente el cerro. Sólo lograron identificarla el 10 de septiembre. Había pasado un mes. En lo que quedaba del destrozado cadáver sobresalían sus pies y parte de sus piernas, cubiertas por botas negras. En ese mismo momento, su nombre vital se convertiría en el que hoy recibe veneración, "Botitas Negras". Devotos Sus funerales tuvieron lugar en el cementerio de Calama, donde su tercera tumba antes del incendio, parecía un jardín poblado de todas las especies. Junto a las flores, gran cantidad de placas como testimonio de agradecimiento, además de miniaturas de botitas negras junto a peticiones de estudiantes, obreros, empleados, profesionales, bailarinas, trabajadores de la noche. Desde Putre hasta Punta Arenas y desde el otro lado de la frontera llegan los agradecimientos. Los salteños de Argentina están incluidos entre los reconocedores de los bienes y favores. Es que la "Botitas Negras", desde el día que sus compañeros de trabajo le pidieron un favor, ha sumado devotos. Cada lunes, el mausoleo de Irene del Carmen Iturra Sáez recibe la visita de cientos de personas que disputan la posibilidad de aproximarse para rezar agradecidos, implorar a Dios para glorifique su alma y, la Botitas Negras no deja a nadie sin respuesta. Hay quienes lloran de agradecimiento, no faltan los desmayos, los elogios, el respeto, la piedad. Patrona Para gran cantidad de personas, la "Botitas Negras" es la Patrona de los pobres, de los que no son recibidos en ninguna parte, de los que suelen tener dificultades para tener el pan diario. También de quienes trabajan dándole vida a la noche. La describen como santa no canonizada. Aseguran que debe estar cerca de Dios porque de lo contrario no haría milagros. Muchos creen que algún día podrán proclamarla su Patrona sin remilgos ni escrúpulos. Basan sus sentimientos en los favores que han recibido. Mientras tanto siguen rezando, pidiendo, llorando y angustiándose como en el día horrendo en el que la policía descubrió, al interior de un negocio nocturno, la sangre en la pieza cinco.
muchas gracias por el aporte conosco muy bien la historia de las botitas negras siempre mi abuela me cuenta que a ella le realizo un milagro en lo personal nunca le e pedido nada pero como aqui en calama mucha gente es devota de ella no lo dudaria en pedirle algo si algun dia lo necesito muy agradecido.