Confortablemente adormecido. Por Fabián Rivera

Tema en 'Rincon Literatura' iniciado por jokercarrey, 29 Sep 2018.

  1. jokercarrey

    jokercarrey Usuario Nuevo nvl. 1
    187/244

    Registrado:
    2 Nov 2011
    Mensajes:
    9
    Me Gusta recibidos:
    1
    www.facebook.com/fabianriveraescritor

    Aquello que estoy a punto de narrar, simplemente no lo podrán creer. Pensarán con casi absoluta certeza que no son más que los desvaríos de una persona con claras tendencias psicopáticas, acaso las palabras de un homicida frustrado, o tal vez, de alguien que padece una profunda esquizofrenia. En cualquier caso, una persona con un estado de salud mental deplorable. Pero lo primero que quiero aclarar, es que no me interesa lo que los lectores puedan pensar al respecto, ni si han de creer la historia que estoy a punto de contarles. Haber tomado la decisión de hablar sobre esto me ha llevado ya varias horas, y siento que, aunque no tenga una razón específica para hacerlo, servirá de alguna forma para liberarme al fin de esto que me está carcomiendo por dentro, porque solo yo sé cuánto necesito contárselo a alguien.


    Verán, siempre he sido una persona común, ordinaria, un tipo promedio si pudiese decirse de una forma más elegante. Físicamente no soy un adonis, mi rostro sufre un acné constante, que parece permanecer impertérrito a los distintos tratamientos que he intentado realizar, se va y vuelve, una y otra vez. La verdad es que soy un muchacho flaco como cualquier otro, mi característica principal siempre ha sido el anonimato, en el colegio, por ejemplo, nunca he sido un estudiante que se destaque de alguna forma, ni por ser el mejor alumno ni por ser el peor. Aunque debo confesar que cada año escolar que he pasado lo he hecho sufriendo, ya que odio matemáticas y todo lo que tenga que ver con números o fórmulas, pero al final siempre paso, copiando o por pura piedad de mis profesores.

    Soy ese compañero que cuando falta a clases nadie extraña, esa persona que te cruzas caminando en la calle y que a los pocos segundos olvidas, soy como el extra en una película, ese que toma café solo en una mesa del fondo mientras los actores principales discuten los asuntos importantes en primer plano.

    Tampoco destaco de forma alguna en mi familia, mis primos y tíos apenas me conocen y mis padres suelen estar tan ocupados discutiendo e insultándose, que no tienen tiempo para saber mucho de mí. Vivo encerrado en mi habitación, malgastando el tiempo, tratando de buscarle algún sentido a mi existencia. Siempre he pensado que nací sin talentos y si es que tuviese alguno, probablemente debe haber estado arraigado en lo más profundo de mi ser. Mi vida a lo largo de estos últimos años, ha sido una danza entre el porno, la música y la masturbación. No le encontraba sentido a mi vida, probablemente mis momentos de mayor inspiración o lucidez mental ocurría en los recreos, donde solía estar acompañado por el Jano y el Willy —los únicos compañeros que se me acercaban y que son perdedores tanto o más que yo—, observando a aquellas mujeres que nunca podríamos poseer. Yo siempre miraba a Ayleen, casi siempre la veía sonriendo, otros días un poco seria, a veces estudiando preocupada para una prueba, otras, caminando con sus amigas. A veces la seguía a su casa, y me quedaba un rato esperando que se cruzara por una de las ventanas. Pasaba horas sentado frente a su domicilio sin que nadie se percatara, en algunas oportunidades, cuando tenía suerte, la veía salir a comprar al negocio de la esquina una vez que se había cambiado la ropa escolar. Tan solo verla me erizaba la piel.

    De alguna manera yo me había obsesionado con ella. Su imagen, su perfecta y espectacular imagen inundaba mis sueños y mis fantasías en todo nivel. Siempre fui un desconocido para ella, hasta la semana pasada quizás solo me había divisado en los paupérrimos actos de colegio en los que debía participar para ganar alguna nota, pero por lo demás, no había nada en nuestro camino que nos uniera, nada que hiciera pensar a alguien que alguna vez podría terminar siendo la mujer de alguien como yo. Ella estaba preparada para la grandeza, sin ninguna duda sería cortejada por doctores, ingenieros, abogados, cualquier tipo exitoso que la mereciera y no un pelafustán como yo.

    Recuerdo que la noche del jueves me había recostado en la cama y miraba a través de la ventana y veía como las nubes comenzaban a inundar el firmamento. En mi computador, El muro de Pink Floyd me hacía deleitarme con Comfortably numb. Estaba como en una especie de trance, se me erizaban los vellos de los brazos al escuchar cada nota de la melodía y, con la luz del dormitorio apagada, sentía como si en ese momento me fusionara con la música y dejase mi forma física y navegara a través de la oscuridad. De pronto, una fuerte luz azul iluminó toda la ventana. Me sobresalté y lo primero que pensé fue que quizás era un helicóptero persiguiendo o buscando a algún delincuente (algo cada vez más habitual en este barrio). Me levanté de la cama y de memoria encendí la luz, cuando lo hice me di cuenta de que el fuerte resplandor me había dejado ciego, comencé a parpadear y a recuperar la vista y cuando lo hice habían aparecido ante mí, cinco pequeños ancianitos y di un grito sordo. Cuatro de ellos tenían tomadas las manos y uno estaba al frente como si los estuviera representando. Todos vestían un camisón blanco, andaban descalzos, poseían una tez muy pálida y sus ojos eran grises. Medían aproximadamente un metro y llevaban su piel cenicienta marcada a los huesos del rostro. Sus cabellos todos muy cortos, eran tan blancos como sus camisones. Al mirarlos se notaba que todos tenían algún tipo de parentesco, todos se parecían mucho entre sí, pero al mismo tiempo eran todos distintos, como esas familias de sangre fuerte en las que los hermanos solo se diferencian por pequeños rasgos.

    Quise abrir la puerta y correr, gritar fuerte o lo que fuera, pero me quedé hipnotizado por la mirada del anciano líder.

    —No temas Jeremías, no hemos venido a hacerte daño. —me dijo con una voz tierna, como de esos abuelitos que aman a sus nietos.

    —¿Quiénes son ustedes? —pregunté asustado y al mismo tiempo pensando en que no tenía ninguna otra pregunta que hacer.

    —Lo importante por el momento muchacho, no es quienes somos nosotros, sino quién eres tú.

    No supe que decir y permanecí en silencio, de alguna forma aquella respuesta parecía haber alimentado mi ego y quedé mirándolo a la espera de lo que tuviera que decir.

    —¿Quieres saber quién eres? —me preguntó con una sonrisa maliciosa en el rostro, como si ya hubiese captado lo interesado que yo estaba ante su respuesta.

    Asentí y de pronto él respondió:

    —Eres nadie.

    —¿Cómo?

    —Eres nadie, eso eres.

    En cada momento mientras me hablaba, los ancianos al fondo se susurraban en el oído. Sufrí una especie de decepción, tristemente aquellas palabras me hicieron demasiado sentido, sufrí una especie de profundo despertar y luego una tristeza enorme recorrió todo mi ser. Observé al anciano líder que tenía clavado sus ojos grises en los míos y le escuché decirme:

    —Ven Jeremías, déjame mostrarte algo.

    Alargó su pequeña y huesuda mano hacia mí como una invitación. Me acerqué lentamente y se la tomé. La mano estaba muy fría y de pronto ese mismo frío comenzó a recorrer todo mi cuerpo. El palpitar de mi corazón se aceleró, mi cuello se tensó, sentí un hormigueo en la nuca y luego de eso, me sentí como en medio de una serie de flashes, luces blancas potentes rellenaban todo mi dormitorio. A mi lado el rostro del anciano líder se mezclaba con las luces y por momentos lo veía desaparecer, todo era un caos, pero de un momento a otro sentí una inmensa tranquilidad. Cerré los ojos y me dejé llevar por esa exquisita sensación de paz.

    No sé bien cuanto tiempo permanecí en aquel estado, pero me pareció bastante, al menos un par de horas. Cuando abrí los ojos todo a mi alrededor había adquirido un brillo especial, fue como haber cambiado la imagen de un vhs a la de un blueray. Mi dormitorio era el mismo, pero yo podía ver cada trozo de pared, cada pequeño insecto, cada telaraña y casi cada partícula de polvo sobre mi escritorio. El disco de Pink Floyd seguía sonando en los parlantes de mi computador y aquello me hizo pensar en el tiempo en el que estuve en trance, ya que si bien había estado escuchando Comfortably numb cuando todo eso había comenzado a sucederme, ahora escuchaba The show must go on y bien sabía yo que aquel era el track siguiente, por lo que calculé que no podían haber pasado más que algunos segundos, o tal vez uno o dos minutos desde que el frío me había trasladado hasta aquella sensación de paz.

    Escudriñé mi dormitorio asustado, los ancianitos seguían a mi lado. Encima de mi cama vi mi cuerpo recostado con los ojos cerrados y sin emitir movimiento alguno. Pensé que era factible que estuviese soñando, aquella situación no podía ser real bajo ningún punto.

    —Tranquilo hijo —me dijo el anciano líder, pero esta vez sin siquiera mover la boca. Su voz la sentía como dentro de mí, clara y pulcra.

    —¿Qué me ha pasado?, ¿quiénes son ustedes?, ¿qué es esto?

    Ahora si parecía como si las preguntas salieran de mi a borbotones.

    —No tengas miedo y escúchame.

    —¡Por favor, explíquenme esto! —grité, pero sin escuchar mi voz, apuntando a mi cuerpo que seguía estático sobre la cama.

    —Ese que apuntas no eres tú.

    —¡Cómo no voy a ser yo!

    —Es necesario que te calmes Jeremías. Piensa si alguna vez te habías sentido tan bien como ahora.

    Por segunda vez sus palabras me hicieron demasiado sentido. Me sentía excelente, a pesar de la confusión y la intriga estaba en un estado físico totalmente placentero. Sentía que brillaba, me observaba las manos, los dedos, las uñas, todo me parecía nuevo, aquello que me estaba ocurriendo sin duda me hacía sentirme más vivo que nunca.

    —Acostúmbrate a la sensación hijo, no tengas miedo, necesitamos decirte algo importante, pero antes necesitamos que estés calmado.

    Me obligué a tranquilizarme y para ello canté un par de líneas junto a Roger Waters y una vez que me sentí tranquilo, miré al anciano líder y le dije:

    —Estoy listo, escucho.

    A espaldas del anciano líder los demás seguían tomados de la mano y me miraban con los ojos desorbitadamente grandes. El anciano líder se acercó a mí, me observó y desplegó una gran sonrisa.

    —Toma asiento y escúchame con mucha atención…

    Me senté en la silla de mi escritorio a espaldas de la pantalla del computador y me dispuse a escuchar lo que tuviera que decir.

    —La forma de vida que llevas en este momento es la forma real. Aún no te has dado cuenta porque sigues identificándote con tu cuerpo, con tu imagen, pero no debes preocuparte por eso, la sensación es totalmente normal. Pero lo cierto es, que en este momento no tienes peso, ni volumen, ni masa, de hecho ni siquiera estas inmerso en el tiempo, si no te supieras esas canciones hace rato que las habrías dejado de escuchar…

    Quise hablar y preguntarle a qué mierda se refería con todo eso, pero me hizo callar.

    —¡Escucha! Luego habrá tiempo para resolver todas tus dudas, si es que te queda alguna, pero por el momento es imperativamente necesario que escuches. ¿crees que puedas hacerlo?


    Asentí.

    —Bien, como te decía, esta forma de vida que llevas ahora es la real, y en esta forma de vida real… ¡Sí eres algo!, al contrario de tu forma humana, ahora eres una célula en un universo de miles de millones de células, donde todas son iguales y donde todas tienen las mismas capacidades. Todas interactuando entre sí y todas unidas por la energía divina. Ahora bien, no te alarmes por esto, pero, ¿ves tu cuerpo allí en la cama?

    —Sí —respondí atento y confundido.

    —Es un cadáver en este momento, tu forma física está muerta, pero tranquilo hijo que la muerte en sí no existe, lo puedes comprobar en tu interior, me estas escuchando y alejado de cualquier tipo de dolor ¿no es verdad?

    Por tercera vez ese día, asentí.

    Todo lo que decía era demasiado interesante y de pronto no quería dejar de escucharle, me carcomía la curiosidad, aún no podía entender el propósito de aquello que me estaba ocurriendo.

    —Los seres humanos vienen a la vida una y otra vez, en un ciclo interminable de nacimiento y muerte. Muchos vienen a la vida a gozar, a disfrutar de las bondades del dinero, del sexo, de la fama, de la belleza, de la inteligencia y de la buena suerte. Estrellas de cine, músicos, escritores, modelos, científicos, ganadores de la lotería, etcétera, etcétera. En fin, disfrutan de la parte hermosa de la dualidad, pero otros, como tú, viven una vida agónica y miserable, una vida insípida y llena de obstáculos, sin talentos, sin suerte y muchas veces sin lo más esencial, sin amor…

    Escuchaba atentamente, sentía una especie de tristeza interior, una especie de mera compasión por mí mismo. Cada palabra que escuchaba en mi interior me hacía posicionarla en algún momento exacto de mi vida, me sentía demasiado identificado con ellas.

    —…Y de acuerdo a la ley del destino, eso es necesario. Como bien dicen por ahí “los débiles están allí solo para justificar a los fuertes”.

    Hizo una pausa y luego me pregunto:

    —¿Has comprendido mis palabras hasta el momento?

    —Sí, sí —respondí un tanto aturdido— creo que he comprendido y me preguntaba si yo acaso… ¿He vivido antes?

    Otra gran sonrisa desplegada por el anciano líder. Sus dientes eran muy derechos, blancos y demasiado grandes para su esquelético rostro.

    —¿Quieres comprobarlo por ti mismo?

    —Supongo que sí, pero… no sé cómo hacerlo.

    —Concéntrate en ti, todas tus vidas pasadas están aquí contigo. Todas las experiencias, anécdotas, dolores, sufrimientos y alegrías están en ti. Solo debes buscarlas, ¡concéntrate!

    Lo hice, cerré mis ojos y me concentré. Fue más fácil de lo que esperaba, aquellas vidas anteriores se presentaron ante mí como videos de youtube. Pude contemplar 18 vidas anteriores. En todas ellas había sido un tipo ordinario, en cada una de esas vidas había sido un ser humano poco agraciado o agraciada. En más de la mitad de mis vidas había sido hombre, en otras menos había sido mujer, pero en casi todas tenía el mismo acné. En algunas de mis vidas había sufrido abusos en mi niñez, en otras varias había tenido padres alcohólicos, drogadictos y violentos. En todas había sido un alumno mediocre, parecía como si mi inteligencia hubiese estado condicionada y derivada de un cuerpo a otro. Mis vidas de adulto no eran más que una colección de fracasos. Las existencias más exitosas me mostraban calvo, trabajando de contador como mi padre, sumido en la computadora sufriendo de estrés, con un arma siempre en el escritorio lista para ser usada. Había sido repartidor de pizzas, basurero, una vez incluso cartero. En dos de mis vidas me había suicidado ahorcándome, en casi todas fumaba como una chimenea, pero en poco más de tres, era un drogadicto empedernido. Una vez había muerto en un accidente atropellado en la carretera mientras deambulaba solo en estado de ebriedad. Todas mis esposas habían sido horribles, gordas, feas como yo de mujer, y malas. Muchas de ellas me habían sido infieles, varias hasta me odiaban y me habían abandonado. Había desarrollado muchos cánceres distintos, el más terrible: cáncer de colon. La mayoría de mis muertes habían sido en la más absoluta soledad, sin hermanos, ni hijos, ni amigos que lloraran por mí, en medio de la podredumbre de habitaciones maltrechas y tristes.

    En un momento llegué a pensar que todas esas imágenes me mostraban realidades falsas o distorsionadas de lo que realmente podrían haber sido mis vidas anteriores, pero en el estado en que me encontraba era imposible no conocer una verdad, aquello que era, lo podía sentir, y además recordaba y sentía cada una de esas vidas, cada enfermedad sufrida, cada llanto, cada lamento, cada frustración.

    La lista de situaciones sigue y sigue, pero en un intento por resumir diré que en ninguna de mis vidas tuve éxito en nada, ¡por la mierda si hasta fui cartero una vez!

    Luego de terminar de observar el desfile de fracasos, abrí mis ojos y volví mi vista hacia los ancianos. Ahora todos me miraban fijamente y asentían sin decir palabra alguna.

    —¿Y ahora que sigue? —les pregunté entregado a lo que sea que fueran a decirme, como si aquella situación se hubiese convertido ahora en lo más normal del mundo. Mi cuerpo seguía inerte en la cama, los blancuzcos y pequeños ancianitos me observaban sonriendo y yo, sin seguridad de la forma incluso en la que estaba existiendo, escuché dentro de mí fuertes y claras las primeras palabras que de alguna manera me daban una esperanza.

    —Nosotros podemos hacer que todo eso cambie Jeremías, que toda tu tristeza y mala suerte se vaya para siempre.

    —Me gustaría saber por qué mis vidas han sido lo que han sido, o sea, ¿qué diferencia tengo yo con alguien exitoso?

    —La configuración, solo eso.

    Fruncí el ceño y le increpé:

    —¿Podría ser más específico?

    —Es por como tu forma humana ha sido configurada, tu cruel destino te ha sido designado desde el principio de tu existencia, ya te lo dije antes “los débiles solo están allí para justificar a los fuertes”

    —Pero, ¿por qué? ¿Quién designa? ¿quién tiene el poder de decidir quién ríe y quién llora?

    —Adivina —me instó con la mirada muy seria, con el rostro parco y una mueca de molestia en el rostro.

    —¿Dios? —pregunté solo porque me pareció lo más obvio.

    El anciano líder sin quitarme de encima su penetrante mirada de ojos grises asintió.

    —¿Y ustedes quiénes son? ¿Cuál es el propósito de su existencia?

    —Nuestra existencia no existe en el plano material, también somos células dentro de lo creado, pero somos como…

    Se quedó pensando. Detrás de él los cuatro ancianitos que seguían tomados de la mano no paraban de susurrar entre sí, como si deliberaran sobre la respuesta que yo estaba esperando.

    —…cómo un virus —dijo finalmente— sí, como un tipo de virus.

    —¿Y su propósito?

    Los pequeños ancianitos que estaban detrás del líder comenzaron a temblar, pero el anciano líder se acercaba a mi arrastrando los pies, con una sonrisa en su boca y, empleando el mismo tono tierno que había usado la primera vez que me había dirigido la palabra, me dijo:

    —Nuestro propósito es ayudar a seres como tú a ser felices, exitosos, a lograr cada uno de sus sueños.

    —¿Y qué debo hacer? Me imagino que eso no será gratis.

    —Tienes razón, pero el precio que debes pagar no es nada ante lo que podemos hacer por ti.

    —¿Y cuál es ese precio?

    —Antes de hablar de negocios, permítenos darte una pequeña muestra de lo que podemos ofrecerte. ¿te parece? —dijo extendiendo su mano hacia mí con una sonrisa sugerente en el rostro— solo serán pequeños cambios, pero que traerán consigo enormes resultados.

    Extendí mi mano hacia él y le di un apretón de manos, Al instante en que su fría mano me tocó perdí la conciencia y quedé sumido en la negrura.

    En algún momento mi teléfono celular comenzó a sonar producto de la alarma programada y desperté. Estaba encima de mi cama con la misma ropa que había usado el día anterior, mi computador estaba suspendido por la inactividad. Había pasado toda la noche durmiendo profundamente y en ese momento pensé que todo lo que había vivido, los pequeños ancianos, mi existencia en otro plano, mis vidas pasadas, todo eso había sido un sueño, nada más que imaginación de mi cerebro.

    Me levanté y me di una ducha. Tenía prueba de matemáticas y sabía que me iba a ir mal, pero ya estaba resignado, probablemente este año repetiría por ese maldito ramo. Mi mente no dejaba de pensar en el largo sueño que había tenido la noche anterior. Me vestí y me fui a la cocina, estaba solo, mis padres ya se habían ido al trabajo. Me hice un pan con margarina y me tomé té. Salí de casa con mis audífonos puestos, escuchando Faith no more a todo volumen, tratando así de animar mi día. Tomé el bus y me fui todo el camino pensando, con la mirada clavada a través de la ventana. Autos, casas, perros, personas. Cada una de ellas con una historia propia, todos protagonistas de su propia novela. Dirigí mi mirada ahora a los pasajeros que me acompañaban en el bus, Muchos de ellos, la mayoría, iban hipnotizados en sus teléfonos celulares, otros, con el rostro inexpresivo, observaban también a través de la ventana como recién lo había hecho yo.

    Si todos hemos sido programados, si en realidad estamos en una jaula donde los barrotes son las capacidades y la suerte, ¿qué tanto valdría la pena vivir? ¿De qué serviría intentar atravesar el muro si has sido diseñado para jamás llegar arriba? Similares pensamientos habían dejado a Faith no more muy atrás de ellos, ya que no podía escuchar más que mis reflexiones. En ese momento, se apareció mi colegio a través de la ventana y rápidamente bajé del bus.

    Todo estaba como siempre, el portero apurando a los alumnos a entrar, los pasillos de ladrillo, las puertas de los salones con un cuadrado que mostraba el curso al que pertenecía ese año. Iba caminando a través de esos pasillos hacia el salón del segundo piso que nos había sido asignado en marzo, pero notaba algo en el aire, algo extraño. De alguna forma sentía como si todo el mundo me estuviese observando, como si de pronto algo en mi hubiera cambiado y esto los intimidara de alguna manera.

    Entré al salón y estaba esperando los sonidos antipáticos del grupo del fondo. Siempre el llegar atrasado a la clase había sido particularmente horrible por la razón de estar solo frente a todos, recibiendo muchas veces el reto o broma por parte del profesor de turno, pero en esta oportunidad todo fue diferente. Cuando toqué la puerta y la profesora me fue a abrir, todos levantaron la mirada y a pesar de que la profesora bromeó diciéndome: ¡Buenas noches!, ninguno de mis compañeros hizo sonido alguno, es más, a quien yo observaba levantaba su barbilla y me saludaba como si me conociera de toda la vida. Por algún momento quise volver al anonimato, no estaba seguro de lo que estaba sucediendo y recordé a los pequeños ancianitos de mi sueño, sonriendo y asintiendo.

    Tal vez todo estaba cuadrándome por mi propia mano, tal vez siempre todo había sido de esa manera y era yo, el que ahora recién valoraba cualquier demostración de respeto. Sí, tal vez todo era sugestión, pero mi sueño había sido demasiado real y no podía dejar de analizar con pinzas todo cuanto sucedía a mi alrededor.

    Me senté en mi pupitre, saqué el cuaderno y mi lápiz. La profesora dijo:

    —Como ya les dije hace unos minutos, la prueba de hoy la he suspendido hasta la próxima semana…

    Ahí recordé de inmediato el terrible examen del que me había salvado. Matemáticas, maldita asignatura del terror. Nunca antes la profesora había suspendido una prueba así que eso produjo en mí una ligera sensación de felicidad.

    —…tuvieron mucha suerte, porque la impresora del colegio falló y no pudieron tenerme las impresiones a tiempo. Aprovechen esta suerte haciendo el siguiente trabajo con el que ganarán décimas para la prueba…

    Luego de eso explicó el trabajo que debíamos realizar para ganar esas tan ansiadas décimas, y todo el curso se puso a trabajar.

    Pasaron las horas. En el recreo seguía sintiendo el peso de todas aquellas extrañas miradas. De pronto, busqué con la mirada a la mujer de mis sueños, Ayleen, y me sorprendí porque ella me observaba. Un pequeño sentimiento de inseguridad cruzó por mi cerebro y miré a mis espaldas a ver si acaso observaba a alguien más. Pero no era el caso, detrás de mí no había nadie. De todas maneras, no pude seguir sosteniendo la mirada en ella, observarla como un mirón cada recreo era una cosa, pero algo totalmente distinto era observarla mientras me observaba.

    Se acercaron a mí los dos únicos “amigos” que podría considerar como tales, aunque creo que la categoría “amigo” era más bien por parte de ellos que por parte mía. Willy por un lado venía con una bolsa de papas fritas y el Jano masticaba un chicle.

    —Nos salvamos de la prueba, que suerte. —dijo Willy con la boca llena de papas trituradas.

    —Síí —respondió Jano— fue un verdadero milagro. Vieja de mierda menos mal que no nos tocó a segunda hora o habría mandado a imprimir las pruebas a un negocio.

    —¿Tú crees? —preguntó Willy.

    —Te lo aseguro, así lo hará con los otros cursos.

    Yo solo asentía u opinaba vagamente. Seguía sintiendo que todo el mundo me observaba, de repente les dije:

    —Cabros, si les hago una pregunta, ¿me la pueden contestar seriamente?

    Sí, claro. —dijeron los dos casi al mismo tiempo. Seguía volviendo mis ojos hacia Ayleen que ahora estaba inmersa en su grupo de amigas, pero entre ellas desviaba su mirada hacia mí, constantemente.

    —¿Tengo algo raro? —les pregunté— porque he sentido toda la mañana algo extraño, como si todo el mundo me observara distinto.

    Los dos se quedaron mirando y estallaron en una sonrisa histérica.

    —No tienes nada raro hueón —dijo Willy.

    —Estás paranoico, ¡quizás de cual fumaste hueón! —agregó Jano.

    —Puta que son maricones, dijeron que me contestarían serios. —les increpé con el ceño fruncido.

    Al escucharme ambos se quedaron tranquilos y me pidieron disculpas.

    —Nada extraño hueón, todo es normal, estás imaginando huevás —explicó Jano.

    —Bueno, todo excepto por la cancelación de la prueba de matemáticas —comentó Willy.

    —Ah sí, sí. Ha sido eso lo único extraño —convino ahora Jano.

    —No, no, pero miren, emmm… Por ejemplo… Ayleen me ha estado mirando todo el rato, o sea que yo creo que ni siquiera ha sabido que existo y ahora no me quita los ojos de encima.

    Mis dos compañeros se quedaron mirándome totalmente confundidos.

    —Siempre te mira, cómo no te habías dado cuenta antes. —dijo Willy

    —¿Sí? —pregunté— ¿están seguros?

    —Siempre de verdad —dijo el Jano un tanto preocupado— ¿te sientes bien?

    Después de esa charla con mis compañeros, volvimos a ingresar a clases. Todo transcurrió con normalidad o al menos eso me obligué a creer, pero hasta allí, todo cambio había sido sutil, todo me había salido bien y recordé las palabras del anciano líder: “solo serán pequeños cambios, pero que traerán consigo enormes resultados”.

    Llegó la hora de salir y lo único que quería era llegar a mi casa y relajarme, iba caminando al lado de todos los demás estudiantes, pero antes de que me acercara al portón de salida alguien me tomó la mano por detrás. Me volví y la vi, era ella, Ayleen.

    —Hola —me saludó— me llamo Ayleen soy del otro primero medio, del primero medio B…

    —Sí, lo sé —le dije, tratando de algún modo de ocultar un poco cuánto sabía de ella. Habían sido dos años de recopilación de información y la conocía mucho más de lo que cualquiera hubiera pensado.


    —Yo soy Jeremías.

    —Sí, también lo sabía. —dijo y esbozó su hermosa sonrisa esta vez, exclusivamente para mí.

    La observé, su jumper se ajustaba a su cintura como piel, sus pechos extremadamente hermosos y firmes resaltaban sus caderas de infarto. Me puse nervioso y no pude decir nada por unos segundos, mientras toda la población escolar transcurría por al lado de nosotros, como un mar hacia la salida.

    —Necesito que me ayudes con algo —me dijo— ¿podrías?

    —Sí, por supuesto —le respondí muy confundido— ¿qué necesitas?

    Me apretó la mano que no me había soltado en ningún momento y me condujo por los pasillos del colegio. Luego, subimos la escalera y me llevó a la biblioteca. Una vez que estuvimos adentro cerró la puerta con pestillo, se abalanzó hacia mí y me abrazó. Seguía sintiéndome extraño, de pronto me di cuenta que mis lánguidos brazos estaban colgando a mis costados. Reaccioné y también la abracé. Comencé a acariciarle la espalda y podía sentir el pestillo de su sostén.

    —¿Qué pasó? —le pregunté y se me había pasado la idea de que estaba sufriendo por algo, porque cada vez me apretaba más, con mayor desesperación.

    —No me sueltes, por favor no me sueltes. —me decía— He esperado tanto tiempo por este momento, prácticamente desde que llegué al colegio.

    No la soltaba y en mi pecho sentía mi corazón palpitando violentamente mientras sus senos se aplastaban contra mí. Una erección que no pude evitar apareció y quise soltarla por la vergüenza, pero ella me miró fijamente y sin decir nada comenzamos a besarnos como dos desesperados. En un momento mientras nos besábamos sentí su mano apretando mi pene y volví a mirarla a los ojos. Le brillaban, y en sus mejillas tenía un rubor natural bellísimo producto de la excitación y la presión. Se mordía el labio y seguía manoseándome. La tomé de la cintura y la subí encima del escritorio que teníamos al frente. Sentí que todos los libros a nuestro alrededor eran los únicos testigos de todo lo que estaba viviendo, todos esos personajes de ficción como espectadores de un estadio lleno mientras yo la poseía. Le levanté el jumper y ella misma me ayudó a quitárselo, que más puedo decir, encima de ese escritorio fue mía. Le hice el amor como sé que solo podría hacérselo a ella. La besé por completo, cada exquisito trozo de su cuerpo me llevaba al cielo, y cada gemido me devolvía a la vida. Cada beso era miel, cada caricia un éxtasis, la amaba tanto. Comencé a besar su cuello y la oía gemir en mi oído tan exquisitamente que pensé que me iba a desmayar.

    De repente el pomo de la puerta comenzó a vibrar y tocaron de ella. Ayleen me miró con sus hermosos ojos y su cuerpo desnudo, sonrojada, tan inocente como si no supiera lo hermosa que era. Nos vestimos en un segundo mientras sentíamos que golpeaban la puerta con mayor agresividad.

    —¡Abran la puerta! —gritaba una mujer adulta afuera.

    —Ya vamos —gritó Ayleen mientras echaba su sostén y calzón en el bolso. Luego me miró y me levantó las cejas como diciéndome: ¡ahora!

    A mí me costaba reaccionar, evidentemente estaba viviendo un sueño, pero lo hice, abrí la puerta.

    —¿Qué está pasando aquí? —nos preguntó a ambos.

    —Nada —dijo yo, sintiendo el sudor frío en mi frente y la transpiración en mi espalda.

    —Estábamos leyendo mientras escuchábamos música. —contestó Ayleen— por eso no escuchamos la puerta.

    La mujer adulta sin duda no nos creyó, pero la explicación no dejaba cabos sueltos.

    —Bueno, espero que esto no se vuelva a repetir —o algo así fue que nos dijo muy enojada.

    Salimos de allí tomados de la mano, luego caminamos hacia su casa en todo momento abrazados. Mi mano sudorosa rodeando su cintura y su delgado brazo rodeando la mía.

    —No sé porque esperé tanto tiempo para decidirme a hablarte, pero estoy feliz de haberlo hecho —me dijo con el mismo rubor en las mejillas que le había quedado luego de hacerle el amor.

    —Yo siempre te observaba Ayleen, de verdad. ¡He estado enamorado de ti desde el primer día que te vi en el colegio!

    —¿En serio? —me preguntó y esbozó una gran y maravillosa sonrisa.

    —Sí, claro. ¿no te dabas cuenta que todos los días te observaba?

    —Bueno…sí…pero no pensé la verdad que yo pudiera gustarte.

    Quedé perplejo ante su respuesta. ¿Cómo era posible que pensara acaso en la fantasía de que a un hombre no pudiera gustarle? ¿Cómo podía pensar incluso que a alguien como yo no podría gustarle?

    Se lanzó a mis labios y volvió a besarme apasionadamente.

    —Aquí es mi casa —dijo— mañana te veo en el colegio.

    Me detuve y me hice el sorprendido, pero obvio que yo conocía su casa. Un último beso y luego se fue. Me quedé afuera de su domicilio paralizado. Poco después de que entró, miró por la ventana del segundo piso y me lanzó un beso.

    Me fui caminando hasta el paradero de buses. En el camino no dejaba de pensar en todo lo que estaba viviendo con la mirada clavada en la vereda. Recordando al anciano líder diciendo: “permítenos darte una pequeña muestra de lo que podemos ofrecerte. ¿te parece?” ¿había sido todo real y todo mi día se los debía a aquellos extraños seres? Incluso la pregunta misma era estúpida, por supuesto que tenía que ver con ellos, algo habían cambiado en mi programación o como sea que fuese lo que me habían explicado el día jueves. Pero, ¿qué podían querer de mí? ¿qué mierda tenía para negociar un perdedor como yo, aparte de mis granos y mi mala suerte?

    Cuando llegué al paradero de buses, el colegio estaba allí desierto excepto por el portero que leía el diario y que me saludó al verme pasar por fuera. Me imaginé llevando su vida y recordé parte de lo que había visto en mis vidas pasadas, pero ahora cada parte me parecía una imagen borrosa solo algo fugaz, como aquello que uno sabe que olvidará. De hecho, hoy mismo aquellos recuerdos son más una sensación que imágenes en mi cabeza.

    Tomé el bus de regreso a casa en un santiamén, llegó apenas al minuto que lo esperaba. Hasta esto tan insignificante surgió en mí el sentimiento de atar cabos. Todo era sutil, pero todo estaba enlazado. Me había costado al principio, pero poco a poco comenzaba a comprenderlo.

    Llegué a casa a eso de las ocho de la tarde, pensé de inmediato que teníamos visitas puesto que la casa estaba iluminada y en el interior sonaba Under pressure de Queen. Entré a la casa, la mesa del comedor estaba llena de ensaladas, bebidas, cervezas. En el equipo de música estaba puesta la radio Futuro , acababa de terminar el tema de Queen y Pirincho Cárcamo hablaba sobre la participación de David Bowie en la canción. Mi mamá apareció, estaba sonriente como no la había visto hace años, apenas me vio se abalanzó y me dio un abrazo.

    —Tanto que te demoraste hijo. Te estuve llamando al celular, pero no hubo caso de comunicarme contigo.

    Su abrazo y sus caricias eran para mí algo tan desconocido, pero al mismo tiempo sentí que lo necesitaba, Me encantaba recibir ese afecto.

    —Tuve que quedarme en la biblioteca —dije, pensando en cada una de esas palabras en lo que había vivido junto a Ayleen.

    Mi mamá tomó mi bolso y me dijo:

    —Anda a saludar a tu papá que está afuera haciendo un asado.

    —¿A qué se debe esto mamá?

    —Anda y pregúntale a tu papá, que él te de la gran noticia.

    Caminé por el pasillo con la nariz impregnada del olor a carne que se asaba en la parrilla de mi papá. Cuando salí al patio, él me miró, sonrió y con su calva brillando se abalanzó hacia mí y me dijo:

    —Hola hijo, por fin apareciste.

    —Hola papá, ¿a qué se debe todo esto? —pregunté demasiado intrigado.

    —Lo que pasa hijo es que hoy ha sucedido algo espectacular.

    —Sííí —dijo mi mamá que venía llegando con un vaso de bebida y unas marraquetas en una panera. Me entregó el vaso de bebida y se dirigió a la parrilla a prepararme un choripán.

    —¿Qué cosa? —pregunté de nuevo ya un poco irritado, o ansioso como quiera verse.

    Mi papá tomó una cerveza, le dio un largo sorbo y luego me dijo:

    —Resulta que en la empresa falleció el gerente general y bueno, no es que aquello en particular me alegre, pero gracias a eso nuestra vida cambiará para siempre…

    —¿Vas a querer mayonesa hijo? —interrumpió mi mamá.

    —Sííí gracias, pero déjelo terminar —le respondí.

    —…bueno, lo que pasa hijo es que ¡me nombraron gerente general de la empresa! —exclamó con una sonrisa tan grande que no le cabía en el rostro.

    —¡Lo felicito papá! —le dije con gran excitación— y eso ¿Qué significa, más dinero?

    —No solo más dinero hijo, mejor horario, menos trabajo, más regalías. Incluso tu mamá puede quedarse acá en la casa si quiere.

    —Sí, por supuesto —dijo mi mamá— me vendría bien un descanso, mi espalda ya no da más.

    Nos quedamos comiendo y conversando hasta altas horas de la noche. Mi mamá y mi papá derrochaban felicidad, incluso los vi darse un beso, algo que jamás les había visto hacer.

    Esa noche me dormí apenas al acostarme. Me sentía plácido y en paz. Antes de caer entre los brazos de Morfeo, me quedé contemplando las estrellas a través de la ventana que tengo al costado de mi cama. Hermosas luces centelleando a miles de millones de kilómetros. Tenía casi la certeza de que vería en cualquier momento aquella luz azul brillante y resplandeciente y que aparecerían los ancianos, pero perdí la conciencia antes de que pudiera profundizar en aquellos pensamientos.

    El fin de semana fue más o menos similar a los que estaba acostumbrado a vivir, pero con ciertos pequeños cambios que por supuesto marcaban una gran diferencia. Ayleen se había ido a pasar el fin de semana a Viña del mar con su familia, por lo que no me fue posible verla el día sábado, pero estuvimos todo ese día conversando por teléfono. Si no la llamaba yo, al rato me llamaba ella, todo iba de viento en popa. Mis padres estuvieron cariñosos todo el fin de semana, mientras yo me dedicaba a escribir gran parte de este relato, a escuchar música, estudiar matemáticas y pensar en Ayleen.

    La noche del sábado al dormirme soñé con los ancianos, estaba en el colegio besando a Ayleen y de pronto aparecía el anciano líder vestido de escolar, lo veía acercarse a nosotros con su piel blanquecina y sus ojos grises y cuando llegaba a nosotros me decía:

    —Aún falta la parte final del trato Jeremías.

    —¿A qué trato se refiere? —me preguntaba de inmediato Ayleen.

    Con mi cerebro intentaba mandarle mensajes al anciano diciéndole que lo conversaríamos más tarde, que por favor no me arruinara ese gran momento. Parecía entenderme porque luego de eso él desaparecía de mi vista, pero una vez que entraba a clases todos mis compañeros de curso habían sido sustituidos por réplicas de los pequeños ancianos, y todos me miraban fijamente.

    Desperté sobresaltado, tenía empapado todo el cuerpo. Tuve que quitarme la camiseta y cambiármela como en mis peores resfriados. Me acerqué a la ventana y me aferré a ella. Aún estaba de noche, comencé a observar las estrellas, el cielo estaba tan despejado que podía verlas titilando en el firmamento con tanta fuerza que sentía que en cualquier momento explotarían. De pronto, sentí el peso de todo lo que me había sucedido esos días y un ataque de pánico quiso apoderarse de mí. Me concentré en la imagen de los ancianos y comencé a invocarlos.

    Por favor vuelvan, terminemos con esto, la incertidumbre me está matando —oraba con las manos unidas y los ojos cerrados, mientras sentía el frío recorriendo mi transpiración.

    Vuelvan, vuelvan, vuelvan —rogaba.

    Nada sucedió, me levanté de allí, arreglé mi cama dando vuelta mi colchón y pretendí volver a dormirme, pero los pensamientos no me dejaban tranquilo, eran un ciclón en mi cerebro, voces imposibles de callar. Había comenzado a tomarle el peso a vivido ¿Realmente todo eso estaba pasando? Sentía como si mis padres, mis compañeros y Ayleen fuesen meros actores dirigidos por un enigmático director, o quizás ya estaba muerto y aquello que estaba viviendo era mi paraíso personal. Me quedé sumido en esas ideas hasta que salió el sol y lo primero que hice con el fin de acallar mis pensamientos, fue levantarme y comenzar a estudiar matemáticas. Aunque a esas alturas todo lo que pudiese pasar me servía para hacer conjeturas, tenía la poderosa certeza de que al fin estaba entendiendo la materia. Pasaba un ejercicio tras otro, revisaba los resultados al final del libro y cada vez con mayor frecuencia habían comenzado a coincidir con los míos. Si llegaba a clases el día lunes con ese mismo desempeño, sin duda sorprendería y aprobaría el ramo con holgura.

    Mi teléfono celular comenzó a sonar a eso de las 12.00 p.m. Era Ayleen que además de saludarme con su habitual carisma y cariñosidad, me dio la gran noticia de que después de almuerzo se vendrían a Santiago y que quería verme, “me muero de ganas de verte” —habían sido sus palabras exactas—. Todo era tan irreal y a la misma vez tan vivo, almorcé junto a mis padres, escuché un poco de música y seguí escribiendo este relato. Cuando me dieron las 18.00 horas partí hacia la casa de Ayleen.

    Llegué a su casa. Ayleen salió corriendo a recibirme, sus padres aún descargaban parte del equipaje y la vieron abalanzarse hacia mí y besarme. Sentí miedo, pensé en algún minuto que su padre la reprendería y tendría que salir de allí por el escándalo producido, pero no pareció causarle ninguna extrañeza. Ayleen me tomó de la mano y me llevó hacia él.

    —Papá, él es Jeremías.

    —Hola, hola Jeremías. Raúl es mi nombre —se presentó y me dio un apretón de manos.

    Luego me tocó el turno de conocer a su madre.

    —Ayleen no deja de hablar de ti —me dijo ella con una sonrisa en la cara y con las cejas en alto en una mueca chistosa.

    Yo sonreía, pero no podía decir nada. No estaba acostumbrado a tanto. Ahora que lo escribo se me ha hecho un nudo en la garganta. ¿Tanto? ¿Era tanto que una mujer me amara, que mis padres se quisieran y que mi cerebro funcionara mejor? ¿Era tanto?

    Llegué a casa esa noche y me recosté en mi cama. Encendí el computador y le di play al reproductor de música. Apagué las luces, me sentía rendido, hacía frío y sentía mi nariz congelada. De los Guns and Roses, pasaba a Faith no More, de ahí a Pink Floyd y de ahí a los Guns otra vez. estaba con esas tres bandas resonando en mi dormitorio mientras dormía y una a una se iban combinando las canciones con imágenes en mi cerebro. De un instante a otro comenzó a sonar Comfortably numb, salí de mi sueño asustado. Cuando abrí los ojos y recuperé la sensación del cuerpo, vi que los pequeños ancianitos estaban apostados a un costado de mi cama, todos ellos estaban observándome fijamente y conservaban el mismo orden en que los recordaba, cuatro de ellos de la mano detrás del a esas alturas mítico anciano líder.

    Me senté en la cama y me pareció dar un pequeño grito, aunque no estaba seguro.

    —Tranquilo Jeremías, tranquilo —susurró el anciano líder—, no te haremos daño, pensé que la muestra que te dimos lo habría dejado claro.

    —¿Qué quieren de mí? —pregunté.

    El anciano líder frunció el ceño y su arrugado rostro pálido, pareció atisbar un rastro de rubor en sus esqueléticos pómulos.

    —Ayudarte, por supuesto. No entiendo tu reacción, hoy ya deberías sentirte feliz.

    —Tengo preguntas, muchas preguntas.

    —Te las responderemos si te calmas, ¿nunca has escuchado la frase: “el universo se rinde ante una mente serena”?

    —¿Por qué yo?

    —Supongo que porque cumples el perfil, porque eres uno de los abandonados de dios.

    —Pero entonces bien podría haber sido otro, el mundo está lleno de personas que sufren. ¿por qué exactamente yo?

    —Probablemente debido a la ley de atracción, te elegimos porque algo nos atrajo a ti. Lamento que mis respuestas parezcan vagas, pero las cosas más complejas a veces pueden ser respondidas de las formas más simples, sencillamente porque así son.

    —¿Entonces he sido elegido por azar, por coincidencia?

    —Las coincidencias no existen, ustedes los humanos le llaman coincidencia a cualquier acto que ocurre cuando no conocen la ley que rige ese evento.

    Me quedé callado y no sé si por miedo, impotencia o inusitada tristeza, rompí a llorar con mis manos cubriéndome el rostro y con la cabeza gacha. El anciano líder se subió a mi cama y con su pequeño cuerpo me dio un abrazo mientras yo no podía dejar de sollozar.

    —Pobre ser humano, mira lo que te han hecho. Tú, que en este momento debieras sentirte feliz, esperando un hermoso nuevo día, te retuerces de dolor y sufrimiento.

    Su abrazo me reconfortaba. Sentía sus pequeñas y frías manos acariciando mi cabello y el susurro constante y latente que emitían el resto de los ancianitos.

    Me despegué de sus brazos y una vez que con mi antebrazo me sequé las lágrimas, le pregunté:

    —¿Todo ha sido real?

    —Todo ha sido real —me confirmó—, todo lo que recuerdas de estos tres últimos días ha sido real: nuestra primera visita el jueves y luego el resto de los acontecimientos hasta hoy, pero es muy importante que recuerdes la sensación de cuando abandonaste tu cuerpo, lo real en este plano, es solo una ilusión, la verdadera existencia reside más allá de la muerte.

    En ese momento me armé de valor y fui al grano:

    —¿Qué debo hacer? ¿cuál es el precio de todo esto?

    El anciano líder se bajó de la cama, caminó hacia mi escritorio y se sentó en la silla frente a mí.

    —Primero, quiero que tengas claro que no estás obligado a realizar el acto que te propondremos. Esto es solo una negociación y en caso de que te niegues, tu vida simplemente volverá a la normalidad y algún día del futuro nos será más que el recuerdo de un sueño. Aunque déjame decirte que no creo que pierdas esta oportunidad.

    —Por favor, hable —dije con los dientes apretados— díganme por favor ahora que es lo que quieren que haga.

    —Está bien, pero por favor escucha con atención y no preguntes nada hasta que yo haya terminado. ¿entiendes?

    —Sí.

    —Hay un jardín infantil en esta dirección —dijo mientras me entregaba un papel con una calle y un número anotados—. Este lugar no debería quedar a más de una hora desde aquí. Necesitamos que estudies el lugar y que el día 11 de septiembre te dirijas allí y elimines a todos quienes se encuentren adentro, tanto a parvularias como infantes…

    —¡No! —grité— ¡no puedo hacer eso!

    —¡Cállate! —me gritó más fuerte el anciano líder.

    Pensé que mis padres llegarían a mi dormitorio y se encontrarían con semejante escena, pero aquello no ocurrió.

    —…como te decía: tanto parvularias como infantes deben morir, y una vez que estén todos muertos, tú debes suicidarte. Una vez que vuelvas a la vida, tu suerte habrá cambiado para siempre.

    —Pero no puedo hacer eso, ¿por qué tendría yo que matar inocentes, que dirían mis padres, cómo se lo explicarían?

    —¿Quieres que te convenzamos? ¿serviría decirte que, de ese lugar, ese día, se desatarán una serie de eventos que traerán al mundo un nuevo Hitler? De que sirven los adornos y las razones si sabes que esta vida es un sueño, una ilusión. Además, recuerda que una vez que mueran todos volverán a nacer.

    —Pero… ¿por qué me piden eso? Si pueden programar la vida en esta realidad, ¿por qué no hacen que todos ellos mueran de una enfermedad o algo así?

    —Jajajá —rió el anciano líder—. No tenemos un poder absoluto como te estás imaginando, somos como un virus, recuerda, y solo mediante un huésped como tú podremos interferir en esta injusta realidad.

    —¿y si decido no hacerlo?

    —Sería una verdadera lástima, porque nos gustabas y queríamos ayudarte.

    —Pero…

    —Si tú no lo haces, otro lo hará. Es cosa que busquemos a otro, hay seguramente una multitud esperando una oportunidad como esta.

    Me quedé pensando. ¿De qué manera podría yo asesinar a alguien? El solo pensarlo me hacía temblar.

    —Tendrás todo el día de mañana para tomar tu decisión, nosotros vendremos a conocer tu respuesta la noche de mañana. ¿te parece bien?

    —¿Y de qué forma tendría que matarlos?

    —Eso ya es problema tuyo, pero recuerda: todos deben morir, incluyéndote.

    Me agarré el pelo de la cabeza con ambas manos.

    —Jeremías, Jeremías —dijo el anciano líder—, tú ya estás por sobre el humano, debes concentrarte y comprender la magnificencia de tu existencia, contemplar lo que realmente eres.

    Me acosté en la cama rendido y lo último que escuché antes de sentir que desaparecían fue:

    —Tú felicidad está en tus manos.

    Dormí profundamente y sin ningún tipo de sueños. Sobresaltado desperté a la mañana siguiente, mis padres otra vez desencadenaban una riña en el comedor.

    —¡Sé que quieres que sea como tu perro! —gritaba mi mamá—. ¡Yo no soy tu perro!

    Me levanté y me dirigí al baño, al mirarme al espejo me percaté de que nuevas espinillas habían crecido en mis mejillas, no quise pensar en eso, me vestí y me fui al colegio sin desayunar. En la prueba de matemáticas fui un verdadero asco, apenas vi los ejercicios mi mente quedó en blanco, estoy seguro que he vuelto a reprobar el ramo.

    Salí al patio a encontrarme con Ayleen y esta parecía no conocerme, era evidente que recordaba lo que había pasado entre nosotros, pero se alejaba de mí constantemente. Estuvo con sus amigas todo el primer recreo y en el segundo me dirigí a ella y le pedí que por favor me explicara que mierda le pasaba, por qué mierda estaba actuando así conmigo después de todo lo que habíamos vivido.

    —¡Todo fue un error! No sé que mierda me pasó y te juro que me muero si alguien se entera de lo que tuvimos. —dijo con los ojos llenos de lágrimas y apretando los puños, mirándome con una mezcla de odio y repugnancia.

    Cada palabra penetró en mí como un cuchillo gélido. Sus ojos seguían mirándome ahora a lo lejos con el mismo odio y con una profunda vergüenza. Sentí rabia y pena, todo había comenzado a equilibrarse, todo había comenzado a volver a su cauce. Sí, por supuesto eran sutilezas, pero que traían consigo sentimientos de miseria, sufrimiento y dolor.

    Me escapé del colegio saltándome la pandereta y llorando me dirigí a mi casa. Compré un par de cigarrillos y aunque nunca había fumado los fumé. Mientras caminaba siguiendo el trayecto que debía recorrer el bus, fui quemando uno a uno mis primeros cigarros. Me dolía la garganta y el centro de la frente, pero seguí echando humo como condenado a muerte todo el trayecto, pensando, sufriendo y pensando.

    Esta misma tarde fui a conocer el jardín infantil. Era una pequeña casa y según averigüé no trabajan allí más de 5 adultas y el resto unos 30 niños. He estado pensándolo toda la tarde y mientras escucho música en mi computador aquí tendido en mi cama, escucho de pronto las palabras de Axl Roses en Welcome to the jungle: “And when you´re high you never, ever want to come down” (“Y cuando estés arriba nunca, vas a querer bajar”) Cómo tan pocas palabras, pueden contener tanta sabiduría.

    Estoy decidido, convencido de hacerlo. He comprendido a lo que se refería el anciano líder cuando me decía que yo ya debería estar por sobre el ser humano, porque ¡ya soy más que un humano! Al fin he podido comprender mi existencia, soy una especie de dios.

    Tengo el arma de mi padre cargada y algunas municiones en el bolso, también dos bidones llenos de bencina. Las balas serán para los adultos y por supuesto para mí, el fuego en cambio será para los niños. Ya no siento miedo, estoy completamente decidido, tengo lista mi respuesta una vez que vuelvan los pequeños ancianos. Si tú, que estás leyendo este relato ahora tienes a tu hijo en un jardín infantil y muere mañana en mis manos, te pido que no tengas miedo, te aseguro que al fin y al cabo la vida en esta realidad es solo una ilusión, un sueño.
     
  2. Darobass

    Darobass Usuario Nuevo nvl. 1
    17/41

    Registrado:
    28 Ago 2015
    Mensajes:
    147
    Me Gusta recibidos:
    1
    Buen cuento lo seguire leyendo luego
     
  3. Ermitaño

    Ermitaño Usuario Habitual nvl.3 ★
    187/244

    Registrado:
    30 Ago 2008
    Mensajes:
    10.024
    Me Gusta recibidos:
    12
    Brutal!
    Aunque era predecible el giro, el cuento es bueno. Y muy bien usadas las referencias musicales.

    Saludos