El día que le hice el amor a mi profesora (Con fotos)

Tema en 'Relatos Eróticos' iniciado por MFassBender79, 28 Jul 2023.

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  1. MFassBender79

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    Este relato está basado en hechos excitantemente reales. Nada en la vida me había preparado, ni siquiera advertido, para lo que iba a vivir. Y como no soy egoísta, lo describo a continuación:


    Tengo 33 años, separado hace unos meses, de vuelta viviendo con mis papás y con el rabo entre las piernas. Un sábado cualquiera, por allá por diciembre del 2022, caminando por el mall PLAZA VESPUCIO (desde ahora en adelante mi mall favorito), recorría las tiendas cotizando teléfonos que no podía comprar, cuando de pronto alguien por mi espalda me da una palmadita con un simple: “hola”. Me giro, y para mi gran sorpresa estaba mi antigua profesora de mis años de enseñanza media: la tía “Vivi”. De pronto, en un microsegundo, todos mis pajeros recuerdo de la adolescencia volvían a mí.


    Pero antes, creo pertinente contextualizar. A la edad de 16-17 años, la tía Vivi, era esa típica profesora guapa guapísima de unos 40 años. En esos años ya era una verdadera MILF. De esas maduronas muy deseables que trabajan como docentes. Admirada y observada tanto por alumnos, como profesores, apoderados, y por supuesto, envidiada por las otras profes y administrativas feas del colegio, que eran casi todas las demás, y en especial la de Historia, según recuerdo. La “tía Vivi” era una morenaza, alta para el promedio de la mujer chilena, de cabello negro, largo, prominente y azabache, de piernas estilizadas; largas y bellísimas, un par de tetas que sólo se podían imaginar bajo la ropa. Además de ser proporcionalmente acinturada, la “tía Vivi” era en esos años una verdadera escultura. Todo en su forma era armonioso: su caminar de infarto, de hecho, recuerdo como sus caderas prominentes hacía resaltar su proporcionado y bello trasero. Además, siempre usaba tacones. No recuerdo que usara otro tipo de calzado, lo que resaltaba aún más la musculatura de sus pantorrillas. Y como si fuera poco: era bella de cara, bellos labios, siempre bien maquilla, y una sonrisa que te hacía querer besarla. O sea, una mujer privilegiada por la naturaleza. Y aunque en ese entonces ella rodeaba ya las cuatro décadas, era una mujer que fácilmente pasaba por una chiquilla de 25, por lo que, los años parecían no afectarle. Todos en el colegio alucinábamos con ella. Y por lo mismo, fue merecedora de ¡mis mejores pajas! De hecho, todavía tengo esos recuerdos húmedos cuando llegaba vestida con su falda; un poco más arriba de la rodilla, con su delantal blanco impecable y sus lentes; sosteniendo el libro de clases y cuadernos. Tan vivo tengo su recuerdo en el aula que hasta siento que la veo sentarse nuevamente en su silla de maestra, cruzando la pierna, para verle, en cámara lenta, todo lo que se llama: “muslo”, ¡una diosa! Aunque no se podía ver nada más, era lo más erótico que podíamos vivir en el colegio. Y para esos años, era mucho. Y para más recacha, era insoportablemente amable y dulce. Recuerdo estar en mi pieza, con los ojos cerrados, imaginándomela en calzones, mientras mis pajas se ejecutaban a una velocidad de motor de Ferrari. No me da vergüenza reconocerlo, porque estoy seguro de que no era el único. La tía Vivi, era un objeto de deseo digno de las mejores pornos de los 70’. Una ninfa de pies a cabeza. Ya me imagino como eran esas reuniones de apoderado, con esos viejos culiaos de la época, no faltando a ninguna.


    Ya de vuelta en el mall, después de este viaje en el tiempo recordando mi pajero pasado, ahí estaba yo. Pareciera que hubiera atravesado un agujero de gusano que me transportó a este presente. Ahí estaba ella frente a mí, mi objeto del deseo, otra vez. No la veía desde que había salido de 4to. Aunque la recordaba un poco más alta, ahora sentía que yo era levemente más alto que ella. Llevaba un vestido negro de una pieza, ajustado a su cuerpo, con una terminación un poco más arriba de la rodilla, resaltando sus piernas, zapatos de tacones, cómo debía ser, y como siempre: elegantemente maquillada y peinada. Siempre fiel a su estilo elegante. No esperaba menos.


    Reaccioné de manera natural y espontánea: la saludé con un cortés beso en la mejilla y mirándola con elocuente admiración. Parecía que ella también me miraba de igual forma, como escaneándome de pies a cabeza:


    - ¿Cómo has estado?, -me preguntó-.

    - Bien y usted, tía. Tanto tiempo, -le respondí-.

    - Aquí estamos, -me dijo-, vitrineando. -Me di cuenta de que estaba sola-. Te vi de lejos y me dije: “yo conozco a este guapetón”. -reí un acholado-. Así que me acerqué y te saludé, -terminó diciendo-.


    Me contó que aún trabajaba de profesora, pero en otro colegio. Uno más marginal. Me contó que las cosas ya no eran igual que antes. De pronto, nos vimos parados, en el stand de celulares, hablando trivialidades cuando me preguntó si no andaba muy apurado. Le dije que no, que sólo estaba vitrineando un celular y ya. Me invitó un café, al que acepté encantado y respetuoso, obvio. ¡Ni weón!


    Encontramos una cafetería piola en el mall: nos sentamos, pedimos dos cafés y un trocito de torta que compartimos. Nos pusimos al día. Me habló sobre su vida de profesora, lo diferente que veía el mundo, comparado desde los tiempos en que yo era adolescente y los de ahora. Me habló de sus hijos, que estaban grandes y que ya habían dejado el nido, que ya era abuela, en fin. También me mencionó que estaba “separada”. Yo también le mencioné mi situación y comenzamos como a desahogarnos, pelando a los “ex”. Mientras me hablaba, de pronto comencé a mirarla en silencio, apreciando de cerca todos esos detalles de su físico, que tanto me enamoró cuando cabro. En mi mente, su voz pasó a un segundo plano. Con la mirada, recorrí su rostro, un poco más avejentado por lo años, comprensiblemente. Imagino que ahora sería una mujer de 55 o 60 años, calculé. Pero de igual forma se veía como de 40. Su pelo negro azabache, su hermosa sonrisa y su voz dulce aún mantenían la magia. Y a pesar de que la noté un poco más rellenita, y con rasgos en el rostro por la edad, seguía manteniendo ese físico que me gustaba (a cualquiera en realidad). O sea, seguía siendo esa mujer privilegiada por la naturaleza.


    Hablamos un buen rato. La conversación hizo que el tiempo pasara más rápido, y sin darnos cuenta, la cafetería ya estaba cerrando, por lo que ya se estaba haciendo muy tarde.


    - Uff, ¡cómo pasa la hora!, -dijo como apresurada-. Cómo iré con todas estas cosas -pensó en voz alta.

    - ¿Anda a pie?, -le pregunté-, Si gusta yo la llevo a su casa, ando en auto.

    - ¿No te complica?, -me preguntó.

    - No, para nada. Además, ¿cómo va a llevar todo eso? -le respondí rapidito, adelantándome. Cada segundo extra que podía pasar con ella hacía que la bolsa de valores de la calentura aumentara.


    Nos trasladamos al estacionamiento y cargué el auto con sus compras. Eché a andar y manejé hasta su casa, según sus instrucciones. En el camino, la conversación continuaba. Mientras ella hacía memoria de anécdotas de mi época escolar, yo miraba de reojo sus piernas y aprovechaba de contemplarlas, cada vez que pasaba algún cambio. Ella parecía no notarlo.


    En cuanto llegamos a su departamento, la ayudé a subir sus compras, y en cuanto terminamos yo no sabía si quedarme para terminar nuestra conversación o ya era hora de despedirme.


    - ¿Tienes que irte, ya… te esperan en alguna parte? -me preguntó.

    - No, para nada. De aquí me voy a dormir. Así es la realidad de un recién separado, -le contesté en tono de broma.

    - Entonces quédate un ratito, yo pongo el hervidor y nos tomamos un tecito, ¿te tinca? -me preguntó juguetona.

    - ¡Ya, que rico! -respondí espontáneamente. Y La verdad es que, por mí, hubiese buscado cualquier excusa para seguir conversando.


    Se dirigió a la cocina, mientras yo esperé en el living. Y efectivamente vivía sola. El departamento tenía ese espíritu que sólo se tiene cuando una persona solitaria lo habita: a soledad, resentimiento y algo de rebeldía. Había fotos de sus hijos y nieto por todos lados, de todos excepto del: “ex”. Se nota que eso quedó borrado de cuajo. Mientras escaneaba su departamento, su decoración y muebles, escuchaba el sonar de sus tacones recorriendo la cocina, preparando todo. Me adelanté y le ayudé a poner la mesa. Al entrar en la cocina la vi tratando de alcanzar las tazas, en un mueble superior. En ese momento pude apreciar su figura de espalda, y de abajo hacia arriba, como un robot: sus pantorrillas bien definidas, piernas, muslos, trasero hermoso, y cabello negro azabache.


    Terminamos nuevamente en el comedor, conversando de todo tipo de cosas. Me di cuenta de que ya no me trataba como un alumno, que es lo que yo recordaba de su trato hacia mí, sino como a un adulto. Como si yo fuera un par igual. Eso fue extraño. Sentí que ya no había esa jerarquía profesora-alumno. Luego, encendió un cigarrillo, me ofreció uno, pero yo no fumaba. La conversación se extendió por horas: gesticulaba, sonreía, movía su cabello, cruzaba la pierna y luego la otra mientras volvía a chupetear el cigarro. Yo apreciaba sus labios, mientras me hablaba. Las hermosas y tenues arrugas de su rostro maduro decoraban aún más su esencia de mujer madura, y de reojo, lo que más me mataba: sus piernas. Otra vez la chupetada al cigarro. Cada vez que daba una fumada, era intensa. Se encendía el fuego rojo incandescente en el extremo de este. Era como si al cigarro se le fuera el alma. Que ganas de ser yo tu Kent de manzana, pensé.


    La conversación seguía en lo trivial. Volvimos a tocar el tema de nuestra vida separados: hablamos de nuestras decepciones y frustraciones. Me confesó lo mucho que se postergó como mujer al estar dedicada a un hombre, su ex, que luego le fue infiel. Algo que ella nunca perdonó. Me comentó que siempre fue dedicada exclusivamente a él, en todo. Se sintió engañada, traicionada, y que había tirado al tacho sus mejores años como mujer.


    - Pero si usted es una mujer muy bella. Apuesto que ya tiene más de algún pretendiente. -le dije.

    - Tengo y he tenido un montón, -me confesó-. Pero al final yo siempre fui de un solo hombre, nunca pesqué a nadie. ¡Qué tonta!, -se quejó-. Yo ya no sé en qué se fija un hombre. Quieren sólo una mujer para la cama, es lo único que les sirve. -Le sentí ese tono de mujer despechada.

    - Mire, no se sienta particularmente especial en eso. Somos muchas las personas que pasamos por lo mismo. No fuimos los primeros, y tampoco seremos lo últimos, -le dije en tono de consuelo filosófico barato-. Aunque en mi caso me patearon por ser un weón infiel. Pero era mejor quedar como víctima. Es más empático.

    - Mmmm, que sabio. -Volvió a dar una chupada, más intensa que la anterior.

    - -Ya no me siento tan joven, pienso que me va a acostar volver a re-construirme.

    - -Todavía eres joven, no te creas. Y también te ves bastante guapo.


    Hubo como unos segundos de silencio. A mí me quedó sonando en la mente ese juicio hacia mí. Sobre todo, el: “todavía soy guapo”. Hasta que rompí ese vacío con la pregunta:


    - ¿De verdad lo piensa?

    - Obvio. Eres un hombre guapo. Y cuando fuiste mi alumno también te encontraba así, un chiquillo atractivo. No te creas, a una también le llaman la atención los alumnos buen mozo. Las chiquillas apuesto que te miran arto. -Después de ese comentario, traté de hacer un esfuerzo en pensar en todas las mujeres que se han fijado en mí, y en mi mente sólo lograba visualizar las tetas de mi cuñada, que fue lo más reciente que tuve cerca de la cara.

    - Wow, ¿en serio cree eso? -le respondí.

    - Sí, claro -me dijo. Como convencida que yo era un adonis por la vida.


    Hubo otro silencio, pero esta vez, un poco más tenso, hasta que me hizo una pregunta en tono intimidante:


    - Y tú, ¿qué opinas de mí? -Pregunta capsiosa, pensé.

    - Que es una mujer muy bonita, -le dije.

    - ¿Todavía me ves como profesora? -No supe que responder. Miedo a decir algo inapropiado y cagarla, o tirarme a la piscina, y salir como campeón de natación.

    - La verdad… -le respondí, y muy cuidadoso-. Cuando era mi profesora, también la miraba. Además, no era el único, le aviso.

    - ¿En serio, tú qué mirabas tanto de mí? -Volvió a cruzar las piernas, al mismo tiempo que daba otra chupada de cigarro. Con ese gesto sentí que quería llevar mi atención hacia sus muslos. Ella sabía que tenía un buen físico, incluso para su actual edad. Se sacaba provecho, y lo sabía, ¡maldita sea! Odio cuando la mujer ocupa su recurso de hembra, cuando deja a todos con la baba imaginaria colgando. Así que sólo sonreí, y esperé. Pero ella se adelantó a responder por mí: “Apuesto que me mirabas el poto”, -sentenció. Yo quedé plop. No lo vi venir.

    - Es que usted tiene un trasero muy bonito, -me tiré.

    - ¡Poto! -me corrió, tajante-. Dile: “POTO”, no más… o culo. No seas siútico. -Se rió.

    - Bueno. Entonces le digo que le miraba el: “poto”, ¿así?

    - ¿Y qué te gustaba de mi “poto”? que tanto me lo mirabas, ¿se puede saber?

    - Que era bonito, -le dije, así bien gil. Obvio que no le iba a decir: “Es que señora, usted tiene LA MEDIA RAJA, ¿cómo no se la voy a mirar?, ¡¿qué quiere que haga?!

    - Pero no seas tan pavo, -me criticó, riendo coquetamente-, dime la verdad, -continuó-, lo encontrabas grande o no. ¡Dime! Dame detalles... quiero saber

    - ¿De verdad quiere que le diga? -le pregunté de manera muy incrédula.

    - Sí, -me respondió, tajante-. Quiero que seas honesto. Dime la verdad. En serio quiero saber. -Me miró fijo a los ojos, para terminar diciendo: “Si no, no te preguntaría”. -Otra fumada. Esta vez me di cuenta de que me hizo un gesto medio sexy con los labios al dar esa chupeteada.

    - Bueno… le miraba mucho el poto y más de alguna vez me la imaginé como se vería en ropa interior. -Después de decir tamaña sincerada, me quería enterrar vivo. Con mucho miedo de no saber su reacción. ¿La abre cagado? Pensé.


    Me miró fijamente. Dio otra lenta fumada a su cigarro, al tiempo que entrecerraba los ojos, mirándome a los míos, como analizándome. Volvió a cruzar las piernas. Esta vez mucho más lenta, notoriamente lenta. Separó el cigarro de sus labios y echó el humo a un lado. Me miró fijamente otra vez, sin decir nada, como meditando, mientras sacudía el pucho. Yo le respondí la mirada, pero con una sonrisa nerviosa. Hubo otro silencio, hasta que dijo: “Así que te imaginabas viéndome los calzones, ¿ah?... mira tú. Te la tenías calladito”.


    Luego, apagó el cigarro, se paró decididamente y me tomó de la mano y me dijo: “Ven, siéntate en el sillón”. Me llevó de la manito, como un niño. No me senté, me sentó. Después se alejó un par de pasos, se dio la media vuelta, de espaldas hacia mí, para luego tomar los bordes de su vestido con ambas manos, para luego, lentamente: levantárselo, hasta la altura de la cintura. No podía creer lo que veía. Años esperando tener este privilegio. Sentí que el motor de Ferrari volvía a encender. Ni en mis mejores pajas pude concebir un culo más hermoso, decorado con un sexy calzón tipo pantaletas con encaje negro, que combinaba con su vestido, sus tacones, su piel morena y su cabello azabache.


    - ¿Esto es lo que querías ver? -me dijo, con el poto al aire, y toda exhibida.

    - Sí. -le respondí, todo dominado.

    - ¿Era lo que tú pensabas? -me preguntó curiosa de verdad.

    - Sí. Y de verdad es más de lo que imaginé, -le dije.

    - ¿En serio? -preguntó en un tono orgullosa, mientras me meneaba el culo, muy sutilmente.

    - Sí, -le respondí.


    Al momento que seguía exhibiéndose para mí, meneaba muy lentamente las caderas, como haciendo un pequeño bailecito. Extendía el culito para que yo pudiera apreciarla más. Giraba, para permitirme verla de todos los ángulos. Me di cuenta de que disfrutaba exhibiéndose para mí. En eso estaba yo, gozando lo que veían mis ojos hasta que me hizo una petición:


    - ¿Te pido un favor?

    - ¿Qué cosa? -le pregunté, tan atento como cuando estoy en el bingo.

    - Sácame una foto con tu teléfono. Quiero ver qué ves en mí, -me dijo.


    Saqué mi teléfono. Y todo nervioso realicé una improvisada sesión de fotos. En cada toma, ella posaba diferente, como una experimentada modelo, disfrutando el morbo que le daba el que yo la estuviera prácticamente cuarteando. Se acercó a mí, y me dio la oportunidad de acariciar sus bellas piernas. Se daba vuelta y se dejó acariciar esas nalgas, por sobre ese bello calzón negro… con encaje. Luego, me dijo: “Sácamelos”. No lo día creer.

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    Tomé de su calzón por los costados, y lentamente lo bajé hasta la altura de la rodilla. Seguí sacando fotos en cada posición diferente (mientras pude). Acaricié su gran culo: redondo y suave. Por fin esa maravilla estaba frente a mí. A centímetros. Me acerqué y le di unos besos. En cuanto lo hice, sentí que ella gemía muy suave. Me di cuenta de que sentía placer con mis besos en su piel. Luego, volteó, con los calzones aún a la rodilla, exponiendo para mi todo su pubis. A centímetros de mí, pude apreciar su hermoso vello íntimo. En medio de esa tenue oscuridad, lograba apenas distinguir la sombra de sus labios vaginales, sutiles y delicados, se notaba. Acaricié, con mis dedos, de manera horizontal, y muy suave: su chorito. Y sí, estaba humectada.

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    Sentado ahí en el sillón y ella parada frente a mí, era la posición ideal. No quería perder esta oportunidad así que me acerqué y besé su pubis. Lamí sus vellos vaginales, suavemente. ¡Qué exquisito sabor! Sentía un aroma a intimidad femenina profunda, nauseabunda y morbosa. Ella separó un poco las piernas y yo traté de alcanzar sus labios vaginales, afirmándome de sus caderas. Por más que trataba de estirar mi lengua, apenas sentía que lograba llegar a su conchita. Mientras lo hacía, tenía la impresión de que su clítoris estaba muy cerca de mi órgano gustativo, porque cada vez que la estiraba, ella gemía un poquito más intenso. Traté de acomodarme para intentar tener una mejor postura, pero ella me detenía y me día: “No… sigue haciéndolo así… sigue”, con un tono más deseoso. Así que seguí como estaba, tal cual. Traté de bajar aún más mi cabeza para lograr alcanzar esa conchita y cuando pude lograrlo, mi lengua logró rozar su clítoris, de atrás hacia adelante, suave… varias veces, lentamente. Ella me tomaba de mi pelo y me empujaba hacia abajo para que yo lograra alcanzar su vulva, y así fue. Sentí lo mojada que estaba. Su flujo vaginal era espeso, como una dulce miel, pero con mejor sabor. Su olor a excitación vaginal me calaba por la nariz. Más loco me volvía. Ella ahora estaba gimiendo un poco más intenso, al mismo tiempo que movía su pubis hacia delante y atrás, como refregándome su vagina en mi cara. Me encantó la sensación de beber de su chorito.

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    Luego de un buen rato, con mi lengua en medio de sus piernas, ella me separa de su elixir y me toma de la mano y me invita, sin decir palabra a pararme. Luego es ella quien se sienta, como intercambiando roles. Me dejo llevar. Total, ella es la profesora, ella dicta la lección. Se termina de sacar los calzones, que aún estaban a la altura de sus rodillas, y comienza a acariciarme los muslos. Yo intuyo hacia dónde va todo, y me dejo llevar.


    Acaricia mi paquete un momento. Después, va por mi cinturón para desabrocharlo, lo logra. Después, va por mi pantalón para desabrocharlo, lo logra. Me deja con el boxer al descubierto. Y al igual hiciera yo con sus calzones, me los baja, dejando mi pichula al aire toda parada. Estaba excitado hace rato, pero con ese gesto, logró que se me endureciera aún más. Ella me miraba hacia arriba, y yo a ella hacia abajo. Con una mano agarró mi pico todo parado y comenzó a agitarlo muy suave. Más que nada acariciándolo. Yo ya estaba muy caliente. De hecho, ella apretó un poco en la punta, en ese lugar donde se asfixia el cuero del pene con el glande, con el propósito de sacar juguito pre-seminal. Vi como su intención era acumularlo ahí frente a ella. Luego, volvió a mirarme y me dijo muy sensual:


    - ¿Quieres que te confiese algo?

    - ¿Qué?, -dije yo, excitado a mil.

    - Hace más de un año que no tengo a un hombre en mi boca. Y que rico que seas tú. -Me mató con eso.


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    Sentí que me agarró con más fuerza, para finalmente echárselo a la boca. Comenzó a chuparme lentamente, marcando sus labios muy intensamente, haciendo presión en la cabecita. Yo gemía y gemía suave. Hice lo mismo que ella a mí: la tomé de su cabello negro azabache y la empujé a mí pene, como un hombre dominante. Ella se dejó: “Sácame una foto”, me decía: “Quiero verme mientras me lo como”. Miraba a la cámara como si fuera un espejo. Me chupaba, sonreía y volvía a chupar. Parecía que estaba actuando, como una actriz porno de los 70’.


    Luego de dos o tres minutos de chuparme intensamente la pichula, sin respiro, se la quitaba de la boca para seguir masturbándome, suave. Me besaba las bolas, la base del pene, la cabecita y el tajito. Me miraba y me decía: “Tienes un pene exquisito. Te felicito. El destino quiso que nos encontráramos”.


    - ¿Qué cosa? -le preguntaba yo, para obligaba a seguir hablándome. Una mujer que habla mientras tiene sexo es para mí, una suerte como pocas.

    - ¡Esto necesitaba! -me decía, al tiempo que tomaba con más fuerte mi pene y le daba otra chupada, pero con sonido-. Necesitaba esto, tener a un hombre en mi boca… sentir su excitación, su deseo, su calentura, su olor… ¡su sabor a sexo! -Y siguió chupándome, ¡más intenso!


    Mientras lo tenía en su boca, sentía sus gemidos de placer. Es de verdad que esta mujer disfrutar chuparlo, pensé. Yo me envalentoné y la volví a tomar del cabello, tímidamente, pero esta vez más fuerte. Y cuando lo hice, sentí que ella respondió con un gemido más intenso. Le gusta esto. Sentí como eso le daba más placer. Veía salir mi pene de su boca una y otra, y otra vez. Mientras me chupaba totalmente poseída y excitada, sentí como acariciaba mis nalgas, acercándose cada vez más a mi culo. Eso, al parecer, la excitaba aún más, así que, le di lo que quería. Logró hurguetear entre mis nalgas. Con una mano abrió mi culo y con la otra buscó mi ano, al tiempo que me seguía chupando, totalmente inspirada. Con su dedo comenzó a acariciármelo. Sentí como eso la excitó aún más, haciendo que me chupara con más intensidad. Intensidad que yo aproveché para agarrarla de su hermoso cabello con más fuerza. Igual como se agarra a las putas. Ella respondió a todo eso con más gemidos intensos y excitantes: “mmmm, mmmm, mmmm”, gemía. “Le gusta mucho esto”, pensé. No lo podía creer.


    De cuando en vez se sacaba todo mi pico baboseado de la boca para tomar un respiro, para luego volver a chupar. A veces se paseaba mi pene por toda su cara, y otras veces me daba una paja tan rápida, que me daba la impresión de que buscaba mi eyaculación, pero que no lograba obtener.


    En un momento dado, volvió a tomar un respiro y mirando a mi pene, dijo: “Ya se me había olvidado lo rico que era tener un pene en mi boca, en serio lo necesitaba”. Volvió a chupar, para luego por última vez tomar un respiro, mirarme y preguntarme muy sumisamente, mientras yo aún la tenía agarrada de las mechas:


    - ¿Quieres penetrarme?

    - Sí, -Le respondí-. ¿Es lo que usted quiere? -le pregunté, (y sin poder tutearla, todavía. A pesar de todo).

    - Sí. -Me respondió, sin demora-. ¡Métemelo… hazme tuya, quiero sentirte dentro de mí!


    Lo más expedito que pude, me saqué los pantalones que tenía abajo, quedando sólo con la camisa que llevaba. Ella aún con el vestido a medio subir, semi desnuda hacia abajo, y con los tacones puestos, se dirigió al comedor, se puso contra la mesa y levantó el culito. La postal era hermosa. Yo ahí sin creerlo. “Ven me dijo”, como invitándome a su culo. “Hazme el amor”, me volvió a decir.



    Yo me acerqué, comencé a acariciar ese culo grande, redondo e imponente. Tenía que hacerlo antes de entrar ahí. Sentí como ella reaccionó a mi manoseo. Con mi dedo medio; acaricié esos labios vaginales, separándolos para dejar salir su fluido vaginal. Literalmente era como meter los dedos al frasco de la miel. Con mi pulgar busqué su ano, el cual encontré y acaricié. Más gimió, al punto que ya no podía tener su culito quieto. Era mucho el placer, las cosquillas y el deseo. Estaba a punto de penetrarla, pero antes quería dar una última probada con mi lengua a ese culo, como corresponde. Me agaché, abrí sus gigantes nalgas y pude ver su vagina y ano en todo su esplendor. Después de abrir esos húmedos labios íntimos con mis dedos, pude contemplar, privilegiadamente, la oscura profundidad de su agujero vaginal. Llegué a sentir un aroma a mujer excitada que antes no había tenido la suerte de percibir. Ya no había pudor, ni miedo: sólo morbo y deseo. Lamí con todo mi ser su vagina y ano. Tenía que hacerlo, por todos mis compañeros que la deseábamos en el colegio y que quizás yo era el único que podía estar ahí. Así que esto… es por ellos, pensé. No estoy aquí de rajúo, no más. No, no, no. Era la divina providencia que quería cerrar el círculo. Justicia para mis compañeros, pensé. Busqué su orificio vaginal con mi boca y con todo lo que pude la penetré con mi lengua. Fue como hacerle el amor, pero con mi boca. Ella gimió más y más.


    - ¡Pero qué rico esto, dios mio… ohhh..mmmm…. nunca me habían hecho esto, no pares!, -me decía, gimiendo.


    Mientras seguía besando su vagina y ano, sentía que sus espasmos eran cada vez más intensos. Entre más sentía yo que le daba placer, más efusivo era yo. ¡¡Más lengua, más saliva, más placer!!


    - ¡¡Ufff, nooo, nooo voy a acabar… me vas a hacer acabar…. Noooo, nooo, para, por favor!!


    En cuanto me dijo eso, toda caliente, más intenso fui. Busqué su clítoris y la raspé con mi lengua para aumentar su placer. Sus gemidos intensos y sin pausa me indicaban que ella ya estaba cerca de su orgasmo. Eso tenía que saborearlo. Seguí arrodillado ahí detrás de su culo; chupando su vagina, cuando de pronto un gemido más fuerte me avisaba que ya venía: “oooohhhhh mmmmmmmm ahhhhhhh… aaaayyyyy… aaagggghhhhhh…!!!


    Sentí un suave chorro cálido que emanó de su intimidad, como un néctar. Chorreó por mi nariz, y luego por mi boca. Sentí su sabor. Fueron varios salpicones de squirt que iban a acompañado de más gemidos que, obviamente no podía soportar. Imagino que un año sin sexo, la dejó muy acumulada de placer. La dejé respirar un poco, mientras recuperaba el aliento. Respiraba profundo, mientras yo acariciaba sus nalgas, suave.


    - Me hiciste acabar rico, -me dijo agotada-. Pero tú no has acabado, -continuó diciendo-. No te irás así, ¿verdad? Con las ganas puestas, -me dijo.

    - La voy a penetrar, -le respondí-. En tono de sentencia.

    - Ufff, y yo perdiéndome de todo esto, por orgullosa, que tonta soy -dijo en tono de lamento-. Ya. Entonces, dale. Penétrame. Quiero que me goces toda, ¿me escuchate? -me dijo.

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    Me estaba acomodando, buscando entre sus nalgas, su vagina, cuando me detuvo y me pidió que pusiera el celular arriba de la mesa, apuntando a nosotros. “Quiero ver cómo me haces el amor. Quiero ver tu cara”, me decía. Y así lo hice. Puse el celular y ambos aparecimos en la pantalla. Ella sonrió dulcemente. Sabe que es fotogénica. Sonreía a la cámara, mientras yo me vía atrás. Ella acomodó su culo para facilitarme las cosas. Busqué otra vez su vagina y cuando la encontré, la penetré. Ella me sintió entrar. Vi como su rostro cambió. La tomé de las caderas y comencé a penetrarla. Su vagina era suave y cálida. Estaba excesivamente húmeda. Toda chorreada; desde su vagina, incluida sus piernas y tobillos… Hasta el piso estaba salpicado de squirt. De a poco comencé a subir el ritmo. Me excité a mil. A esas alturas mi pico ya estaba muy sensible. Ella movía su gran culo para acelerar mi orgasmo. Como se nota que era una experimentada MILF. Veía que me miraba en la pantalla del celular, igual como mira al espejo.


    Aumenté la velocidad de la penetración. A esas alturas, hasta yo estaba buscando la eyaculación, que demoraba, mientras ella me daba barra a través de la pantalla:


    - ¡Dale, dale… acaba! Acaba dentro de mí. ¡Quiero sentirte! ¡Disfrútame!



    Ya estaba sintiendo muy cerca el orgasmo, hasta cuando ya no pude retenerlo más… la volví a agarrar de las mechas, a riesgo que no le gustara, pero fue todo lo contrario, me dejó. Y, por último, como acto final, involuntario e irresistible: le di un nalgazo que sonó increíble: ¡Paf!... A lo que ella respondió: “¡Eeesooo!”. Le había gustado. “Dame otro”, me pidió.


    Yo ya estaba cerca, cerca, cuando volví a dar otro nalgazo. El que me pidió, pero ahora con más confianza. Estaba a punto de acabar, con las bolas rebotando en la puerta de esa vagina, como loco. Ella entregada total, mirando mi rostro en el celular, muy atenta a mi expresión, cuando finalmente ocurrió… “UUUUUFFFFFFFFF… AAAAGGGHHHHHHHHH”. Todo adentro, adentro, pensé… No puedo creer que estoy inseminando a esta mujer. Creo que sentí tres o cuatro descargas de semen dentro de ella. Sucedía mientras apretaba sus caderas para no tambalear, preocupado de que mi pene no saliera de su vagina. Quería estar seguro de que toda mi eyaculación estuviera dentro de ella. Era una forma de marcarla. Y aparentemente, ella quería lo mismo.


    - Uy, queee rico -decía ella-. Te sentí dentro mío. Acabaste en mí.

    - Ufff, sí…

    - Te sentí todo, todo, -me dijo.


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    Luego de eso, saqué mi pene todo flácido y embetunado. Con restos mezclados de: semen, flujo vaginal y líquido pre-seminal. Ella se incorporó y miró mi pene todo derrotado. Lo tomó, lo acarició suavemente un poco, todo blando. Yo me dejé, obviamente, cuando ella hizo su acto final. Se agachó y me volvió a chupar. Pero esta vez, no para chuparme como una vampira deseosa de pene, sino más bien como para limpiarme o masajearme, o quizás para sentir el sabor de esa morbosa mezcla. Con sus dedos echó el forrito hacia atrás, y comenzó a chupar cada rincón de mi pene. Por los lados y debajo de la cabecita. Cada rastro de nuestra caliente mezcla. Después de un minuto o dos, se incorpora nuevamente, se levanta y se va al baño.


    - ¿Te quieres bañar?, -me pregunta.

    - Sí, -le respondo.


    La acompaño al baño. Mientras yo me meto a la ducha, ella se sienta en su bidé, con las piernas abiertas esperando a que mi semen baje de su vagina. Se limpia con papel higiénico, sorprendida de la abundancia de esperma emanando de su interior.


    - Oye, eres bien abundante tú, parece -me dijo, al momento que me muestra el papel higiénico en donde hay rastros de una poza de semen que sacó de su vagina- Y me sigue bajando, -me vuelve a decir.

    - ¿Y eso es malo? -le pregunto.

    - No, pero me llama la atención. A mi ex sólo le salían un par de gotitas, y con eso me hizo tres hijos. Contigo me queda claro que hubiera tenido cien. -me dijo en tono de broma.


    En cuanto salí de la ducha, pasé frente a ella, que aún estaba en el bidé, cuando me detuvo. Volvió a tomar mi pene, ya todo flácido y blando, para darle un beso final de agradecimiento: “Es muy cumplidor tu amigo”, me dijo, y luego rió. Después de eso, ella también se metió a la ducha.


    Mientras yo trataba de procesar todo lo ocurrido, no pude dejar de admirarla mientras se bañaba, toda desnuda y frente a mí. Lo increíble de cerrar este círculo de fantasía adolescente, fue la increíble suerte de vivirla con un polvo y sexo increíble. Le tomé instantánea, sin que me lo pidiera.


    - Me sacaste una foto, -me dijo.

    - Sí, para tener un recuerdo de este momento. Quizás no se repita. -le dije.

    - ¿Y por qué no, algo no te gustó?

    - Me encantó, -le dije.

    - Entonces repitámoslo. Es más, quédate esta noche. Hazme compañía. Y mañana por la mañana lo repetimos. Hace más de un año que no tengo nada. Me sacaste todas las telarañas, con eso te digo todo. -Volvió a reir.


    Esa noche nos acostamos piluchitos y abrazados. Comentando lo sucedido, entrelazando y frotando nuestras piernas desnudas. Nos dimos un gran beso y sellamos nuestra fantasía. Ella se recostó en mi pecho y con la otra mano la pasó sobre mi pene. Yo le di un beso en la frente y segundos antes que se durmiera me susurró: “Gracias por hacerme el amor. Voy a dormir relajadita”. Luego de eso se durmió.


    Este relato, además de ser una experiencia intensa, es también una promesa. La misma tía Vivi lo quiere leer y está ansiosa de saber cómo queda. Espero les guste y si es así, se viene la segunda, tercera, cuarta y quinta parte.

    Al amanecer del día siguiente, sólo puedo adelantar, que la tía Vivi me tenía una preparado un amanecer muy oral.


    Continuará…
     
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  2. Esparrow

    Esparrow Usuario Nuevo nvl. 1
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    Maldito suertudo ... exelente relato.. y mas exelentes las fotos...
    Puto amo..
     
  3. RonalRTP

    RonalRTP Usuario Casual nvl. 2
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    Excelente el relato pero no puedo ver las fotos porque??? :llorando::llorando::llorando::llorando::llorando:
     
  4. Kokeed

    Kokeed Usuario Nuevo nvl. 1
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    Exelente relato uff
     
  5. Yochoy

    Yochoy Usuario Nuevo nvl. 1
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    Ufff me imaginé a la tía Vivi, ya que no pude ver las fotos tampoco. Sueño cumplido, fanatasía hecha realidad. Que ganas de ver una sesión de fotos entera con esa mujer de ensueño!!!
    Gracias y cariños a ella.
     
  6. Panteranzers

    Panteranzers Usuario Nuevo nvl. 1
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  7. Mammut88

    Mammut88 Usuario Nuevo nvl. 1
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    Tremendo relato, se ve exquisita esa milf aproveche de darle no más si ella pide carne.
     
  8. Harley_Davidson

    Harley_Davidson Usuario Leyenda nvl.7 ★ ★ ★ ★ ★
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    Excelente relato y material de apoyo, se agradece el aporte.
     
  9. Carreta 2020

    Carreta 2020 Usuario Nuevo nvl. 1
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    ...¿Y de sus tetas, nada? soy teta adicto y me imagino las de la tía. sus pezones deben hincharse y endurecerse de calentura!!
    yo tuve la audacia de culiarme a mi profe, cuando estaba embarazada!!
     
  10. MFassBender79

    MFassBender79 Usuario Nuevo nvl. 1
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    ME CAGO EN LA HOSTIA!!!!
     
  11. bkdo74

    bkdo74 Usuario Casual nvl. 2
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    Esperando la continuación Y más fotos
     
  12. Krusty chile

    Krusty chile Usuario Nuevo nvl. 1
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    Sin conocerla, viví la fantasía junto a ustedes.
    A veces uno necesita un cariño después de cerrar un ciclo, y llega de los lugares menos esperados.

    Saludos!