Esoterismo; los otros misterios Si hay un elemento que une al esoterismo y al ocultismo es el misterio, naciendo de este acercamiento, la fuente de todas las confusiones que llevan a analogarlos bajo ciertas apreciaciones. Aquel lugar común que los une, produce una cierta ambivalencia, donde pocos se detienen a advertir la diferencia que las separa, claramente, y que las hace inconciliables: la naturaleza del misterio y su propósito. Al hablar de secreto, podemos referirnos a las definiciones kantianas, que el filósofo desglosaba en las siguientes acepciones: el secreto natural o arcanum, contenido en la creación divina; el secretum, que está presente en las creaciones y actividades humanas; y el secreto sagrado o mysterium, que se expresa en las excepciones del hacer humano, en relación con el secreto natural. Lo que une al esoterismo y al ocultismo está en la última acepción, es decir, en lo mistérico, no en el secretum, ya que sus existencias no son desconocidas para cualquier persona medianamente informada. La filiación mistérica es la que hace que, uno y otro, se entrecrucen, creando encrucijadas, que desorientan a los investigadores superficiales. La filiación mistérica hace específico a cada cual, y posibilita la creación de los dogmas particulares, es decir, comprensiones de fe que unen los vacíos que deja lo inexplicable o lo imprevisible. Porque la fe es como la argamasa que une los ladrillos de la Creación o de la Naturaleza, siendo los ladrillos los hechos tangibles, que se expresan por comprobación o tradición. Unir las parcialidades que expresan las constataciones, requiere de una creencia, que pone en perspectiva ordinal los fenómenos que la mente humana necesita procesar frente evento decisional del día a día. Sin la fe – cualquiera sea su carácter – no hay capacidad de acción, no hay actos humanos. Así, cuando los arcanos cobran fuerza y presencia en el transcurrir humano, solo la fe permite pasar de una parcialidad del conocimiento a otra, cuando no se tiene el conocimiento integral. Más aún, cuando se trata de los tres formidables arcanos: “¿Qué somos?”, “¿De donde venimos?”, ¿”Para donde vamos”? Lo mistérico tiene como objeto aproximarse a los arcanos. Es como la escalera que permite subir de un piso a otro. Porque, no solo la ciencia es una opción para penetrar los arcanos. El espíritu tiene una enorme capacidad: no solo tiene la posibilidad de comprobar y ratificar, por medio del método científico y por la experiencia, sino que también tiene la posibilidad de creer. Al creer, rompe con la rigidez de la experiencia y con la amplitud del tiempo científico, cuyo transcurrir es de siglos. La espiritualidad humana necesita respuestas para la acción, y no puede esperar lo que otro hombre descubrirá y comprobará dentro de 100 años. Al fin y al cabo, la constatación de los fenómenos y la explicación de sus eventos, no es la constatación de la Verdad, sino la constatación de la realidad. La Verdad, debemos admitirlo, es una comprensión de la realidad. Ergo, la Verdad es una creencia, es una expresión de fe, y cuando digo fe, no digo fe religiosa, pues, también hay fe científica, fe filosófica, ¡fe mistérica!, etc. Los misterios son una expresión de fe. Son construcciones espirituales que devienen en comprensiones sobre la realidad, a partir de una forma o método de aproximarse a ella. Tal pues que, todo misterio contiene una promesa, porque lo que oculta en sus formas y contenidos, significará una respuesta a una necesidad del hombre, sea material o espiritual.