[RELATO]Son Solo Nubes

Son Solo Nubes


Arriba, en el cielo, en ese negro cósmico que nos rodea, miles de formas, millones de luces y colores contrastados y vigorosos se cruzan y se confunden en nuevas tonalidades y en otras millones de combinaciones y mezclas. La inmensidad del universo me convoca en una actitud de reverencia, de increíble paz… y la verdad, estoy hasta los huevos de tanta solemnidad.
Debo decir que no entiendo las razones reales que me llevan a narrar este momento, tal vez la decepción, tal vez la desesperación que me ofrece ver esta vida aparentemente interminable… terminando.
El pesimismo ante la ineludible llegada de un momento de pánico, un lugar de encrucijada, definitivo e inevitable. Tal vez sea la nostalgia, la desesperanza o la fatiga, no lo sé.
Solo sé que no puedo parar de reír mientras voy recitando en esta pequeña grabadora adosada al brazalete de mi muñeca, mis más íntimos pensamientos.
Entonces creo, que si llegas a escuchar esta historia, puede ser que al igual que yo al decidirme a iniciar el relato, lo estés haciendo por los motivos equivocados.

Me tendí hace unas horas sobre este páramo verde y callado que corona el pequeño asteroide terraformado en el que viajo. Me recosté en este lugar porque necesito la soledad que me ofrece, no es el momento para estar rodeado de inútiles y personas desagradables tratando de matarme lentamente con sus estúpidas caras.
Ahora me encuentro aquí acostado mirando el cielo y observo las vivas formas que nacen ante mis ojos y juegan en ondas de infinitos colores, para luego difuminarse en el escaso aire tibio, las luces rojas, amarillas, verdes y anaranjadas en el constante cielo oscuro, ráfagas gaseosas y haces de cometas cercanos. Todo lo que pueda decir o siquiera imaginar, es inútil para describir la somnolente piedad que me provoca una espera adornada por esta tranquila quietud.

A lo lejos, unos kilómetros más abajo, puedo ver las bioplantaciones, los biocultivos y manufacturas que empacan nuestra abundante producción agrícola, para luego distribuirla a través de otros mundos colonizados dentro del sistema solar y más allá de la nube de Oort, en donde las gigantes gaseosas abastecen los convoyes militares de energía.
Hoy día, nuestra ruta comercial contempla incluso hasta sectores coloniales en Alfa Centauri y Próxima Centauri, más allá de todo lo conocido antes de la pérdida total del planeta, cuando nos obligamos a huir y comenzamos a colonizar el espacio.

Es increíble lo lejos que hemos llegado como raza, como hombres. La humanidad lo demuestra siempre y lo ha hecho a través de toda su historia, que la fragilidad alcanza solo hasta cuando la supervivencia misma del género se ve en peligro.

Más allá de eso, somos demonios.

Si cierro los ojos, y ahora los tengo cerrados; recuerdo el sol en mi querida tierra, recuerdo el cielo azul y las manchas hermosas que causaban las nubes en su marcha a través del viento y el aire. El sonido melódico de los pajaritos en su interacción musical frenética entre los abundantes árboles. Extraño a los malditos grillos cantando por las noches sin dejarme dormir, los amaneceres vividos tras la batalla, los horribles anocheceres cuando todas las sombras amenazaban.
Extraño el efecto visual de las ondas luminosas sobre el cielo polar, haciendo el cambio desde un rojo carmesí sangriento, pasando por el violeta brillante hasta llegar al negro absoluto, cuando las estelas de fusión de los acorazados espaciales atravesaban las últimas capas de la atmósfera y se internaban en las rutas universales.
Extraño las nubes, los cirros, los cúmulos y todas sus formas como acogedoras almohadas acunando un cielo despejado.

Aquí, mientras avanzamos a velocidades hiperlumínicas, los campos de contención clase +6 logran crear una pequeña atmosfera rodeando esta inmensa piedra errante, estabilizando la gravedad interior, otorgándonos un mínimo de protección para establecernos como hábitat particular, mientras nos desplazamos con aceleración imposible, impulsados por motores Hawking tipo C-Plus, sobre mi asteroide privado y modificado, “El Mercantil TIR-NAN-ONG”, mi propio paraíso volador, mío, símbolo de mi poder y riquezas.

No hay nubes, cielo azul, ocasos, ni pajarillos. Solo miríadas de insectos polinizadores nano-adaptados, inmensamente modificados, legión tras legión de cuasi maquinitas trabajadoras.
Maldita piedra muerta.

Evoco, entre inexplicables e incontenibles risas, las batallas que gané al comienzo de la conquista de los mundos, décadas después del gran error del 2032 que terminó con nuestra antigua Tierra perdida dentro del agujero negro creado por los científicos, cuando nos vimos obligados a escapar y buscar nuevos lugares, planetoides, mundos, nuevas estrellas y nuevos hogares, a través de la vía láctea y más allá.
Millones de imágenes de lucha invaden los recuerdos del pensamiento, los ejércitos aniquilados bajo mi mando, aplastados por mi puño como insectos y que arden todavía a través del tiempo en las páginas de la historia. Infanterías quebradas, estrategias rotas, me veo y recuerdo ordenando estelas de muerte y aniquilación, para formar así la sociedad humana interestelar que conocemos hoy.

Todo creado y destruido por mi poderosa mano.

Fui pionero en los campos inexplorados de la nano-genética ARN, me hice conejillo de indias y pagué grandes sumas para que la muerte y ese incompetente de Dios no me atrapasen. Recibí tratamientos nuevos y riesgosos extendiendo mi vida y mi salud aparente hasta alcanzar los 279 años estándar, según la duración de los años en la bella y perdida Tierra.
Mis fuerzas se han mantenido intactas desde la juventud, mi temperamento incólume, mi orgullo, un roble; como los extintos árboles pétreos, fuertes como rocas. Todavía me puedo follar a un par de jovencitas cada noche, y si estoy de humor duermo la siesta con tres ninfas.
Nunca escapé de misiles, balas, láseres, rayos de plasma o varas de muerte. Al pasar los años, mi mirada fría y terrible todavía aguarda el momento para acechar, asesinar y conquistar cualquier objetivo, máquina, mundo o humano.
Y sin embargo ahora, no logro controlarme, no puedo dejar de reír.

Debe ser una respuesta nerviosa, porque los dolores son terriblemente agudos, espasmos que atraviesan todos mis terminales sensitivos, que se alojan principalmente en mi vientre y se expanden como una explosión desde los intestinos, a través de mis genitales, estallando hasta la nuca y por todos lados.
La ultra morfina dejó de aliviarme hace más de una semana y la desesperación se apoderó de mi alma (si es que existe tal cosa).

Pasaron unos días hasta que encontré la calma espiritual, un estado de contemplación dentro del cúmulo de espasmos y aguijones que recorre mi cuerpo. En este sitio, este es el lugar.
Observando mis propias nubes, esas que me siguen a todas partes, una tarde tibia y sin más compañía que mi propia conciencia, entre mareas constantes de dolor, ví esas hermosas formas de agua agruparse y deambular de aquí para allá, y supe que era este “el” lugar, en esta meseta empastisada que quería morir, sobre mi propio asteroide, al borde del desmayo en mi universo privado, entre mi propia paz.

A mi manera.

Y aunque sé lo imposible que resulta la existencia de nubes en este infame asteroide sin ríos, arroyos o mar…las veo por todas partes, de todos los colores. Estratos que cubren el cielo por completo, nimbos como olas refrescantes sobre playas en llamas, pequeños cúmulos manchando el azul cristalino hasta el horizonte y cirros paralelos en luces bronceadas como guirnaldas de estrella y en todas sus variedades de rojo vivo, en atardeceres anaranjados y amaneceres dorados, deambulando sobre mi cabeza, nublando los paisajes en mi conciencia y cerrando poco a poco mis ojos llenos de ira y llanto.
Mientras me encuentro aquí enrollado sobre mi estómago hirviente, ahogado de dolor en un hilo de bilis que no me deja de caer por la comisura de los labios, perdiendo toda la dignidad acumulada en los casi tres siglos de una vida orgullosa, una sombra negra de espasmos se expande por todo mi cuerpo, conquistando mis células en un avance mortal, en una metástasis irreversible y acelerada.

Es eso lo que me hace reír… tal vez.

La niebla de la soledad, las nubes de un cáncer que me recorre entero, descompuesta en miles de otras nubes figurativas que recorren los recuerdos más queridos. Tanto poder, reconocimiento y dinero acumulados para nada, todos quienes conocí se han ido, arrastrados hacia la inevitable vanidad de la vida humana, la que quise combatir, atenuar y erradicar, pensando en mi propia mortalidad como un defecto del ADN primitivo, la herencia más estúpida de mi estúpida raza, defecto propio de las culturas retrogradas del confín en un mundo frágil y espantoso, el único adversario digno de mi fuerza, el único que logró matarme y el único a la vez que logró devolverme, a través de todo su dolor, mis amadas nubes.
Es como para reír.

 

Eso es predisposición, gracias igual por leer.

 

Gracias por los comentarios, no entiendo porqué este relato fue movido.
Perdón por lo ignorante.