Mientras espero que el avión despegue, pienso en lo que vi en las pantallas. ¿Cómo es posible que el gobierno llegara al extremo de eliminar inmediatamente a los seres de luz? Recuerdo que mi padre decía "las políticas progresistas de la década del 10, acabaron con la sociedad", pero cuando leo sobre la historia previa al colapso, la isla era cosmopolita, un paraíso fiscal y con una agitada vida turística. "Llenar de seres de luz todos los países con supremacía blanca para que se mezclaran y así crear una nueva raza dominable, fue un acierto por parte de los poderosos, que usaron a los abominables Jesuitas de la extinta Iglesia Católica como fachada para tal aberración". Las palabras de mi padre parecen sacadas de una mala película conspirativa, más aún porque nací en un lugar con histórica supremacía negra. Mi madre era negra. Mientras miro el color de mis manos y más confundido me siento por el discurso panfletero de mi padre, cruzo vista con la chica de la fila del frente. Una colorina de piel blanca como la leche y unas cuantas pecas del color de su pelo. Me sonríe levemente y se pone sus audífonos. Creo que haré lo mismo apenas despegue. Estoy un poco nervioso. No vuelo desde que regresé desde Domo London y tres años no pasan en vano. Tanta medida de seguridad llega a ser exasperante, pero por fin despegamos y prefiero escuchar un poco de música. Agradable sorpresa que en el menú de clásicos estuviera Void Pedal. Cierro mis ojos y vuelo con mi mente. Despierto con las turbulencias. Miro la hora y entiendo que ya estamos cerca. Espero que hacer transbordo en Domo Panamá sea fácil y sin tanto trámite como en casa. Mis desconocidos compañeros de viaje duermen y aprovecho de releer mis nuevos documentos. Dentro de la carpeta está mi pasaporte, informe de vacunas y otros documentos legales, número de contacto con la embajada y una tarjeta. También hay un sobre sellado. Lo tomo para abrirlo y miro nuevamente a mi alrededor, encontrándome de sopetón con la colorina que me mira con cara de alerta y diciéndome NO con su mirada y un casi imperceptible movimiento de cabeza. Cierro la carpeta y abro la ventanilla para cortar aquella conexión. ¿Piratas? ¿Es cierto que existen? Mis ojos no dan crédito a lo que ven. Cada vez que el avión se acerca más a la superficie para aterrizar, puedo ver con más claridad que realmente se trata de piratas, teniendo una escaramuza con la policía naval internacional. Es casi surrealista, un barco de última generación con la famosa y ya casi mítica bandera de la calavera. Entonces es real el tráfico de órganos. Miles de niños desaparecidos en todos los domos y para qué decir en los sitios que no tienen ese privilegio de vivir aislados. Espero que mi estadía en Domo Panamá sea breve y pueda seguir camino hacia el sur. Saco la foto de mi hijo junto a mi esposa del bolsillo interior de la chaqueta. La beso y la vuelvo a guardar. Espero verlos pronto. Continuará...
