Lujuria por todos los poros de la piel, gula de sexo, avaricia por querer más y más, pereza para detenerse, ira contra la rutina, envidia de las prácticas sexuales de tus homólogos y, por encima de todo, la soberbia que se está seguro de lo que cada uno quiere en la cama. ¿Cuál de los siete pecados capitales es tu debilidad? Dicen que los hombres pecan de lujuria y ellas, de soberbia. Miremos cada uno de estos pecados desde un ámbito lúdico-sexual. Después, ponlos en práctica porque la única manera de librarte de ellos es cometiéndolos Lujuria, las prácticas al límite Es el pecado del sexo. Está producido por los pensamientos, deseos, obsesiones y prácticas de naturaleza sexual. Variedad de los placeres carnales que llevados a su máximo grado puede derivar en adicciones al sexo, adulterio e incluso violación. Suele ser el pecado que produce más separaciones y divorcios. Puedes liberar esa tensión sexual sin necesidad de buscar terceras personas que satisfagan tus instintos más animales, hablando con tu pareja. Exprésale la necesidad que tienes de innovar en la cama, de descubrir cosas nuevas. También puedes utilizar las fantasías sexuales para tener tus aventuras. Proyéctalas en tu compañero. También te puede ayudar cambiar los roles de dominación en la cama o introducir juguetes en la relación Gula, la comida y sexo Se identifica con la glotonería. Desde el punto de vista sexual, lo podemos asociar tanto a una gula voraz y una pasión desmedida por el sexo, como al deleite que provoca la introducción de alimentos en el juego sexual. Porque sexo y comida siempre han estado íntimamente relacionados. Un banquete orgásmico es lo que te proponemos para incorporar este pecado a tu vida sexual. La cocina es toda tuya, comienza a desarrollar toda tu creatividad. Elige los alimentos más adecuados para el encuentro. Valóralos en función de tus preferencias y sus capacidades afrodisíacas. Comerte un yogurt, helado o unas fresas puede convertirse en una experiencia única si lo haces en el cuerpo desnudo de tu pareja. Avaricia, ¡quiero más! La codicia es, como la lujuria y la gula, un pecado de exceso. En temas de cama puede interpretarse como el deseo de querer más y más. Pero ¿con qué frecuencia es normal practicar sexo? ¿Una, dos, tres veces al día? ¿Cuándo nos estamos extralimitando? No hay una cifra estipulada que determine que estamos dentro de la normalidad. Lo que para nosotros puede resultar algo aceptable, para nuestro marido puede ser insuficiente y nuestro vecino lo puede considerar vicio. Pereza o cómo evitar la rutina en la cama La pereza, ha sido catalogada como la tristeza de ánimo, también en lo que se refiere al sexo. Seguro que en alguna ocasión te ha dado una pereza enorme hacer el amor. Acabas haciéndolo casi de forma mecánica y lo que debería ser algo divertido se convierte en un mero trámite. Cuando comiences a sentirte cómoda (muy cómoda) en tu relación, ten cuidado. Tu vida sexual puede estar cayendo en la rutina. El primer paso para que esto no suceda es recuperar la espontaneidad que requiere el buen sexo. Vuelve a los rituales para sorprenderlo y dejarlo sin aliento, igual que cuando le conociste. Hay que provocar el deseo. Te proponemos algo que puede funcionar: la filosofía del Tantra aplicada al sexo, es decir, sexo sin prisas, donde las caricias se convierten en máximas protagonistas de la relación. Otro tipo de alicientes, como juguetes o pelis subiditas de tono, también os pueden ayudar Ira canalizada en el mejor sexo La ira siempre va unida a términos negativos como odio, venganza, enojo... Cuando lo llevamos a las relaciones de pareja se transforma en discusiones continuas, insatisfacción, rencor, incluso temor. Es, sin duda, el pecado capital más destructivo. Para evitar llegar al genocidio de la pareja, nada mejor que canalizar esta adrenalina a través del sexo. Envidia hacia las prácticas sexuales de los demás Se dice que la envidia es hija de la soberbia. Desear algo arrebatando este placer a los demás, es su esencia. En nuestro caso puede ser el desear al novio de tu mejor amiga, desear la intensidad del sexo de los vecinos de al lado o desear incluso el placer de tu propia pareja como algo tuyo. A la envidia se le combate transformándola en fuente de inspiración para conseguir lo mejor en tu vida sexual. Soberbia para aprender a valorarnos en el plano sexual Es el principio de todo pecado. Es el orgullo desmedido y el menosprecio hacia los demás. Pero, sobrevalorarnos en el sexo puede estar bien para imponer nuestros deseos en la relación e improvisar en la pareja. Saber lo que se quiere en la cama es dar un paso hacia la felicidad, eso sí, sin llegar a anular la voluntad de nuestro compañero. Amarnos a nosotros mismas como lo haríamos a nuestro prójimo, es el principal mandamiento de la soberbia. Contágiate de la seguridad que da este mortal pecado y revélate ante ese cinturón de castidad que durante siglos una educación machista ha impuesto, física o psicológicamente, a las mujeres. Tú tienes el poder de decir y decidir lo que quieres. Esa búsqueda de la satisfacción individual te llevará a buscar la satisfacción de la pareja a través de nuevas experiencias.