[HU] Historia de los Cosacos (rusos)[Segunda Parte]

Tema en 'Cementerio De Temas' iniciado por Draugen, 1 Mar 2013.

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  1. Draugen

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    INDUMENTARIA Y EVOLUCION DE LOS COSACOS


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    Los cosacos habrían de hacerse famosos, entre otras cosas, por su indumentaria. Los trajes nacionales cosacos incluyen el kaftán (un tipo de casaca) o bien la cherkessa (túnica larga de origen circasiano, con cartucheras adosadas). En tiempos del Imperio zarista ruso, los cosacos se distinguían por un pantalón azul con una franja roja, lo que significaba que estaban “libres de impuestos”. Igualmente famosos se volvieron el kinzhal (puñal caucasiano), el shashka (sable) y la temida nagaika (látigo o fusta). Los cosacos llegaron a dominar un verdadero arte ecuestre con acrobacias dignas de un circo (algunos las han llamado djitovka). Desde los primeros asentamientos cosacos se hicieron populares el vino, el vodka y las canciones (de donde la expresión “beber como un cosaco”): el gopak, una danza de origen ucraniano, se convirtió en la música preferida, que hacía que los cosacos saltaran sobre las mesas y patearan y lanzaran las piernas al aire mostrando su flexibilidad y la de sus botas de cuero.

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    En el año 1615, los kitecosacos habían conseguido alcanzar municipios de las cercanías de Estambul. Tratados consecutivos entre el Imperio Otomano y la Commonwealth Polaco-Lituana pretendían un compromiso entre ambas partes para controlar a los cosacos y a los Tártaros, pero su refuerzo fue casi inexistente a ambos lados de la frontera. En acuerdos internos, forzados por el lado polaco, los cosacos aceptaron quemar sus barcos y dejar de llevar a cabo incursiones. Sin embargo, los barcos pudieron ser reconstruidos rápidamente y el estilo de vida cosaco glorificó pillajes y botines. Durante ese tiempo, el Imperio de los Habsburgo empleaba a veces de manera encubierta incursiones cosacas para relajar la presión otomana en sus propias fronteras. Muchos cosacos y tártaros compartían una animosidad recíproca debido a los daños causados en ambos bandos por las incursiones. Las incursiones cosacas continuaron de manera regular, seguidas de la venganza por parte de los tartaros y viceversa. El caos subsiguiente y la cadena de venganzas hacían a menudo de toda la frontera sudoriental de la Commonwealth Polaco-Lituana una zona de guerra de baja intensidad y provocaron un aumento del clima de guerra entre la Commonwealth y el Imperio Otomano, desde las Guerras de magnates de Moldavia a la Batalla de Cecora y las guerras entre 1633 y 1634.

    El número de cosacos se vio incrementado con la inmigración de campesinos provenientes de la Commonwealth Polaco-Lituana. Los intentos de la szlachta (pequeña nobleza polaca) para convertir a los cosacos de Zaporozhia en siervos erosionaron la lealtad cosaca hacia la Commonwealth, hasta entonce muy fuerte. Las ambiciones cosacas de ser reconocidos como iguales a szlachta era desechadas constantemente y los planes de transformar la Commonwealth binacional en tres naciones (con los cosacos y el pueblo Ruthenian) se limitaron a una pequeña minoría. La decreciente lealtad de los cosacos y la arrogancia szlachta hacia ellos dieron como resultado varias sublevaciones cosacas contra la Commonwealth a principios del siglo XVII. La mayor y más exitosa de dichas sublevaciones fue la Rebelión Khmelnytsky, que, como parte de una serie de sucesos conocidos como el Diluvio, condujo a la desintegración de la Commonwealth Polaco-Lituana. Esta sublevación liberó a los cosacos de la esfera de influencia polaca, que se aliaron entonces con el Imperio Ruso mediante la firma del Tratado de Pereyaslav. El último e infructuoso intento de reconstruir la alianza polaco-cosaca y de crear una Commonwealth Polaco-Lituano-Ruthenian fue el Tratado de Hadiach de 1658.
    Después de esto, la nación cosaca de la Hueste Zaporozhian se dividió en dos repúblicas semiautónomas del Gran Ducado de Moscú: el Hetmanado Cosaco y Zaporozhia, más independiente. Un organización cosaca se estableció también en la colonia rusa de Ucrania Sloboda. Estas organizaciones perdieron su independencia de manera gradual y fueron abolidas por Catalina II de Rusia a finales del siglo XVIII. El Hetmanado se convirtió en el protectorado de la Pequeña Rusia, Ucrania Sloboda en la Provincia de Kharkiv y Zaporozhia fue adsorbida en la Nueva Rusia. En 1775 se abolió la Hueste Zaporozhian y a los cosacos de alto rango se les concedieron títulos nobiliarios (dvoryanstvo). Algunos de los cosacos se reestablecieron para colonizar la estepa Kuban que era un punto crucial para la expansión de Rusia en el Cáucaso.

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    Si los cosacos no sirvieron siempre fielmente a los zares (del mismo modo en que no lo había hecho Mazzepa), es en la medida en que llegaron a encabezar varias revueltas campesinas que habrían de sembrar el miedo en la Rusia de la servidumbre. Entre estas revueltas destacan las de Yemelian Pugachev y de Stenka Razin, sobre las que habremos de detenernos aquí. Seguramente la revuelta del segundo haya dejado una mayor estela que la del primero, al grado de inspirar la legendaria canción de Stenka Razin.La revuelta de Yemelian Pugachev contra las tropas rusas de Catalina la Grande de Rusia (Catalina II) se produjo en el siglo XVIII. El cosaco del Don, nacido en 1742, había peleado contra Federico el Grande de Prusia y contra los turcos, hasta convertirse con el paso del tiempo en un bandido siempre fugitivo. Hacia 1773, Pugachev aprovechó el descontento de los cosacos del Don, pero sobre todo del Yaik (en los Urales), de muchos siervos rusos de la gleba fugitivos y de los “viejos creyentes” religiosos ortodoxos para declararse –lo que le valdría ser llamado “impostor”- zar y “Emperador Autócrata, el Gran Señor Pedro Fedorovich de Todas las Rusias”, y para lanzarse en una sublevación que habría de expandirse por el Volga y las riberas del Yaik, con un número de rebeldes que llegaba hasta los 25 mil hombres. Catalina la Grande decidió perseguir de modo implacable a Pugachev y salvó así la fortaleza de Oremburgo. Derrotado por primera vez, Pugachev consiguió rearmarse y marchar hacia Perm y Kazán, donde los cosacos se libraron al pillaje y el incendio de la mayor parte de la ciudad. En 1774, Pugachev anunció que, desde Kazán, marcharía hacia Moscú. Pero ya tenía un infatigable persecutor: el coronel ruso Mijelson, que le siguió los pasos hasta derrotarlo en las cercanías de los Urales. Entretanto, Pugachev había prometido a los siervos nuevos derechos y la abolición de los impuestos, y había sembrado el terror entre los terratenientes, como en Saransk, Penza y Saratov. Acorralado por Mijelson, Pugachev finalmente tuvo que darse a la fuga: cuando se puso precio a su cabeza, fue entregado a los rusos por el antiguo cosaco Iván Tvorogov. Enjaulado como un animal, Pugachev, que en una de sus correrías se había negado a reconocer a su propia familia (esposa e hijos) por seguir en el papel de “impostor”, fue llevado a Moscú y ejecutado el 10 de enero de 1774, luego de ser mutilado, estigmatizado y flagelado (aunque Catalina la Grande le otorgara la “clemencia” de cortarle primero la cabeza), y los hijos inocentes del rebelde fueron enviados a una fortaleza remota donde permanecieron encarcelados durante más de 50 años. En su ira, Catalina la Grande rebautizó el Yaik (que se convirtió en Ural), y muchos cosacos zaporogos y del Volga fueron obligados a reasentarse en el Caúcaso, a lo largo del río Terek.La revuelta de Pugachov habría de servir de marco para la novela de Alejandro Pushkin, La hija del capitán, una historia romántica donde el héroe, un noble ruso, acabaría entablando una extraña amistad con Pugachev, pese a la crueldad de éste. Pushkin había estudiado con detalle la revuelta de Pugachev, para escribir el trabajo científico Historia de la revuelta de Pugachev. Curiosamente, el célebre autor ruso habría de retratar a un Pugachev despiadado, pero también justo, talentoso y valiente, sagaz y humano. La hija del capitán transcurre así, en buena medida, en la fortaleza de Belogorsk, no lejos de Oremburgo y del cuartel de Pugachev en Berda, y no deja por cierto de poner de relieve la traición de ciertos rusos y la constante deserción de los cosacos a favor de Pugachev.Más famosa que la revuelta de Pugachev habría de resultar la de Stenka Razin, uno de los grandes héroes populares en la Rusia en la Rusia del siglo XVII, y que tendría por escenario el Volga. Como ha escrito el historiador John Ure, “la leyenda cobra fuerza con la simple mención del Volga, ya que este río es en sí mismo una parte integral de la historia y la conciencia rusas”. Se ha dicho que quien controla el Volga desde Yaroslavl (cerca de Moscú) hasta Astraján (en el mar Caspio) controla de hecho la Rusia europea: el primero en conseguirlo fue Iván el Terrible. La revuelta de Razin dio lugar a canciones de taberna y relatos apócrifos, pero una de esas canciones habría de perdurar hasta hoy en la memoria.Stenka Razin tuvo pronto razones para enfrentarse con la autoridad zarista, ya que su hermano Iván, miembro leal de un regimiento de cosacos del Don, se convirtió en desertor y fue capturado y colgado por los rusos. Razin se convirtió en pirata del Volga, para descender río abajo hasta Astraján y, con cerca de 20 mil hombres, dedicarse al pillaje contra los persas en el Mar Caspio. Ya se había atraído la enemistad de Moscú e intentó, infructuosamente, buscar la protección del sha de Persia. Siguió con la piratería en el Caspio hasta que prácticamente fue derrotado por los hombres del sha. Con todo, Razin ya había ganado una enorme popularidad en Astraján. Desde 1670, Razin comenzó a acariciar nuevas ambiciones: descontentos por la sobrecarga de impuestos, los pequeños granjeros buscaban refugio entre los cosacos; lo mismo hacían soldados sin paga y “viejos creyentes” (raskolniks), enemistados con un patriarca reformador que pretendía modificar los rituales tradicionales de la Iglesia ortodoxa rusa. Todos ellos, junto con tártaros, bashkires, kalmicos y otros, terminaron por engrosar las desorganizadas filas de Razin, que decidió lanzarse Volga arriba y asediar Tzaritsin (la futura Volgogrado y Stalingrado) con éxito. Cayeron más ciudades: Kamishin, Saratov y Samara, al igual que Penza y Tambov. En su campaña, Razin había conformado un “ejército” de cerca de 250 mil hombres. La respuesta de Moscú sería implacable en Simbirsk, en el cauce superior del Volga, y que era en muchos sentidos la llave que conducía a Kazán, Nizhni-Novgorod, Vladimir y Moscú. Aunque el asedio de Razin fue prolongado, las tropas zaristas, con los streltsi, mosqueteros regulares y disciplinados, resistieron. El “populacho” que acompañaba a Razin sufrió fuertes bajas, y el caudillo tuvo finalmente que darse a la fuga con una pequeña escolta de jinetes cosacos. La Iglesia y el Estado pusieron precio a su cabeza y comenzó una persecución despiadada. Fueron cosacos leales al zar –y a traición, como solía ocurrir en las rebeliones campesinas de antaño- los que capturaron a Razin y lo llevaron encadenado a Cherkassk. De ahí fue enviado con su hermano Frolka a Moscú, donde fue paseado engrilletado sobre un carro. No hubo juicio. Luego de soportar las peores torturas, Razin fue ejecutado, y entre 1671 y 1672 se abatió sobre el Volga una represión implacable, donde los nobles boyardos que tanto odiaba el caudillo cosaco se cobraron las afrentas recibidas.


    El zar decidió mejorar la paga de los soldados, luego de percatarse de la poca fiabilidad de los streltsi en las guarniciones del Volga. Para John Ure, Stenka Razin dejaría en todo caso “un legado que se convertiría en parte indisoluble no sólo del folclore sino también del propio carácter ruso”. En adelante, “para bien y para mal, habría un poco de Stenka Razin en cada ruso y mucho en cada cosaco”.
    Vassili Shukshin retrató mejor que nadie, ya en el siglo XX, las características de la rebelión de Razin en la novela Je suis vennu vous apporter la liberté. Irascible, Razin difícilmente toleraba el servilismo, y no entendía como los mismos siervos que se le habían unido solían retroceder a la hora de enfrentarse con las tropas zaristas, pero sobre todo con una Iglesia temida. Furioso, Razin acabó por atacar los íconos, grandes símbolos de la ortodoxia rusa, y por granjearse de este modo la animosidad o el temor de muchos de quienes lo seguían. Amante de la libertad y al mismo tiempo cruel y justiciero, Razin no siempre era capaz de comprender las contradicciones del “populacho” que formaba su ejército, como acabó por no comprender las propias contradicciones de los cosacos que lo entregaron, cansados como estaban de la lucha contra el zarismo.Los cosacos rusos desempeñaron un papel clave durante la expansión del Imperio Ruso en Siberia (particularmente Yermak Timofeyevich), el Cáucaso y Asia Central en los siglos XVII y XIX. También sirvieron como guías a la mayoría de las expediciones rusas de geógrafos, comerciantes, exploradores y topógrafos.Los cosacos sirvieron como guardianes de las fronteras y protectores de ciudades, fuertes, asentamientos y puestos comerciales y también llegaron a representar una parte completa del ejército ruso. Las unidades cosacas desempeñaron un papel importante en muchas guerras de los siglos XVII, XVIII y XIX (como por ejemplo las guerras ruso-turcas y las guerras ruso-persas).La Conquista y el conocimiento de Siberia no fue el único servicio que los cosacos prestaron a los zares de Rusia. También se enfrentaron a los turcos en los alrededores del mar de Azov, para beneficio de Pedro el Grande, se adentraron por Asia Central hasta toparse con los británicos (los rusos albergaban la idea de llegar hasta los mares cálidos, una idea que por cierto repetiría de la manera más absurda el demagogo ruso Vladimir Jirinovski, a finales del siglo XX), pero sobre todo sirvieron para luchar, desde las orillas del río Terek, contra la resistencia de los pueblos montañeses del Caúcaso, como los chechenos, ya en el siglo XIX. Fue en ese contexto que Lermóntov escribió, además de Un héroe de nuestro tiempo, los versos de la Canción de cuna cosaca. En la novela de Lermóntov, el “antihéroe” Pechorín, noble ruso, conoce finalmente una guarnición de cosacos del Terek, luego de sus aventuras por el Caúcaso. Por su parte, León Tolstoi también habría de inmortalizar a los cosacos del Terek en su novela homónima, Los cosacos, donde el héroe (¿o “antihéroe”?) noble ruso Olenín, cuyo desgano contrasta con el vigor de sus huéspedes (que luchan contra los abreks chechenos), se enamora de la muchacha cosaca Marianka.El historiador John Ure explica esta fascinación que podían ejercer las cosacas: “las mujeres en una stanitsa cosaca eran muy diferentes de sus congéneres del norte de Rusia, explica Ure, y radicalmente opuestas a las mujeres que podían encontrarse en un harén turco, más al sur.


    Las mujeres cosacas eran famosas por su independencia y espíritu; participaban en los mismos trabajos que los hombres y también compartían la camaradería en el campamento”. Las mujeres debían criar a sus hijos, atender la agricultura y los negocios y cuidar los bienes mientras sus maridos se encontraban en campaña militar, pero, en ocasiones, familias enteras de cosacos seguían a las tropas con todas sus pertenencias, y las mujeres llegaban a luchar junto con los hombres. Las mujeres cosacas gozaban de libertades, trato igualitario y mucho respeto desde el siglo XV, algo que para muchos se antojaba inimaginable. Las bodas cosacas eran una auténtica fiesta, y muy especial por su manera de proceder: el novio, vestido con la cherkessa, a caballo, acompañado por una docena de amigos, iba a buscar a la novia a galope a través de la stanitsa, y disparaba al mismo tiempo tiros de pistola al aire. La novia subía en un equipaje e iba a la iglesia, escoltada por el novio y sus amigos. Luego de la ceremonia religiosa, ya de por sí con la belleza del rito ortodoxo, se volvía a casa y comenzaba la fiesta.
    En toda su historia, los cosacos siempre tuvieron que enfrentarse al problema de las lealtades divididas, y, en ocasiones, incluso al doble juego con el poder ruso, como el que llevara a cabo el caudillo Iván Stepanovich Mazzepa (que inspirara una obra de Byron), que en el siglo XVIII sirvió a los invasores suecos de Carlos XII contra Pedro el Grande. Aunque partidarios de los zares, los cosacos, amantes de la libertad, siempre fueron tratados por los dueños de Rusia con cierto recelo, aunque a la larga se convirtieran en una especie de guardia pretoriana. Prueba de este recelo está en que el atamán de los cosacos solía ser un ruso, y no un cosaco.Los cosacos cumplieron con una labor de primer orden en la conquista de la inmensa Siberia, aproximadamente al mismo tiempo que los conquistadores españoles se adelantaban por el continente americano. Sin embargo, y pese a que avanzaban con los íconos y emblemas religiosos por delante, los cosacos no emprendieron el exterminio sistemático de las poblaciones que encontraban a su paso, ni consiguieron realmente sojuzgarlas, pese a esporádicas escaramuzas e innegables exacciones. A diferencia de lo que ocurriera en América, la conquista de Siberia no se hizo con la espada por delante.Cuando los cosacos del Don comenzaron a adentrarse en el oriente ruso, Cristóbal Colón aún no había descubierto América, y su ruta marítima habría de ser más corta que la que los cosacos emprendieran por la enorme masa terrestre siberiana. Estimulado por la familia de comerciantes y aventureros Stroganov, el cosaco Yermak Timofeyevich, apoyado por siervos exiliados y delincuentes en fuga, fue el primero en explorar Siberia Occidental (hasta las vertientes orientales de los Urales, palabra que en tártaro significa “cinturón”), desde 1581, y en enfrentarse –lo que a la larga le costaría la vida- con las bandas de tártaros islamizados asentados en la región. Muerto Yermak, los cosacos prosiguieron, pese a las inclemencias de un medio con frecuencia inhóspito, con su expansión por los cinco mil kilómetros que conforman la mayor masa terrestre de la tierra (llegaron al Pacífico por el mar de Ojotsk, al norte de Japón, en 1639). El ritmo de expansión de los cosacos en Siberia, desde que Yermak la iniciara en 1581, llegaba hasta casi siete mil quinientos kilómetros cuadrados al año. Interesados en el comercio de pieles, los cosacos fueron adentrándose por el Lena (el cosaco Basilio Bugor fue considerado su descubridor), y Piotr Beketov comenzó con la fundación de Yakutsk. Otros cosacos llegaron hasta el Kolyma e incluso a Novaia Zemlia, en el extremo norte de Liberia. Llegados por el sur hasta el río Amur, los cosacos se enfrentaron ocasionalmente con los chinos. En 1648, Semyon Ivanovich Dezhnyov consiguió rodear la península de Chukotka y atravesar el estrecho entre Siberia y Alaska: logró demostrar así que el continente asiático no estaba unido por tierra a América ni a la gran masa ártica, pero su informe fue guardado durante cien años en los archivos de Yakutsk, hasta que Pedro el Grande enviara al danés Vitus Bering para cartografiar la región. En todo caso, si hubo exacciones de los cosacos en Siberia, fue en la medida en que no recibían ninguna paga y tenían que recurrir al pillaje, como ya era habitual. Siempre en Siberia, los cosacos llegaron hasta las orillas del río Amur, como habrían de hacerlo más tarde hasta el Ussuri, desecaron enormes marismas, y a costa de un duro trabajo y grandes sacrificios crearon nuevos campos de cultivo y de cría de ganado. Las orillas del Amur podían ser el granero de Siberia. El cometido principal de aquellas colonias de cosacos era el de defender los territorios recientemente conquistados frente a las ambiciones chinas, aunque las comunidades cosacas también habrían de recibir ayuda de jornaleros chinos. Con los cosacos vivían condenados a destierro a Siberia. Finalmente, la paz entre rusos y chinos en el Amur llegó con los Tratados de Nerchinsk (1689).



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    EL PAPEL DE LOS COSACOS DURANTE LA INVASION RUSA Y A TRAVES DE LOS AÑOS K LO PRECEDIERON


    Durante la invasión de Rusia por Napoleón, los cosacos fueron los soldados rusos más temidos por las tropas francesas. Los cosacos también tomaron parte en la guerra partisana en el interior de la Rusia ocupada por los franceses, llevando a cabo ataques contra líneas de comunicación y suministro. Estos ataques, cometidos por cosacos junto con la caballería ligera rusa y otras unidades, fueron uno de los primeros desarrollos de la táctica de la guerra de guerrillas y, en cierto modo, de las operaciones especiales tal y como las conocemos hoy.Los europeos occidentales habían tenido pocos contactos con los cosacos antes de que los aliados ocuparan París en 1814. Siendo lo más exótico de las tropas rusas vistas en Francia, los cosacos atrajeron la atención y alcanzaron notoriedad por sus supuestos excesos durante la campaña de 1812 (invasión de Rusia por Napoleón).

    U
    na de las proezas más grandes de los cosacos ha sido el servicio prestado al ejército ruso durante la invasión napoleónica, a principios del siglo XIX. Como los franceses, el teórico prusiano de la guerra, von Clausewitz, habría de asombrarse por el modo en que los cosacos se lanzaban con la mayor ferocidad sobre la retaguardia de las tropas de París que se retiraban en desorden y en pleno invierno de Rusia. La campaña rusa llegó hasta la capital francesa, junto con los cosacos, y uno de ellos, el conde Matvei Ivanovich Platov, habría de hacerse famoso entre los ingleses y desfilaría con sus huestes en Hyde Park. En Londres, como antes en París, los legendarios cosacos se habían convertido en una de las grandes atracciones del público que asistía a los desfiles de la victoria contra Napoleón. Cuenta la anécdota que Napoleón dijo en alguna ocasión, aunque pensara de ellos que eran poco menos que salvajes: “denme 20 mil cosacos, y conquistaré a toda Europa y hasta el mundo entero”. La respuesta de los cosacos del Don, por boca de sus atamanes (jefes), habría sido ésta: “mande 20 mil francesas, y dentro de 20 años tendrá 20 mil cosacos. Pero todos ellos van a servirle a Rusia”.

    Siguiendo la Revolución Rusa, durante la Guerra Civil, la mayoría de los cosacos se encontraron a ambos lados del conflicto. Los cosacos reclamaban una “República cosaca independiente” (la Unión de Cosacos del Don y del Kubán), bajo la dirección de Piotr Nikolayevich Krasnov, pero los monarquistas “blancos”, como en el pasado zarista, se oponían a cualquier veleidad autonomista de sus “aliados”.
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    Con el fin de la Primera Guerra Mundial, algunos cosacos, apoyados por el jefe contrarrevolucionario “blanco” Wrangel, se encontraron en Grecia, Yugoslavia y otros países balcánicos, solo para constatar con frecuencia que el trato de sus “aliados”, en especial los británicos, no era realmente de amistad, como lo relatara en sus memorias el cosaco Nicolas Svidin (Le secret de Nicolas Svidine). Algunos, como el propio Svidin, lograron llegar hasta Francia e instalarse allí, para trabajar como choferes de taxi, en centros de juegos de azar de la Costa Azul (en Niza), como obreros o granjeros, en las terribles condiciones de la Legión Extranjera francesa en Marruecos, o en centros nocturnos (Svidin terminaría dirigiendo un coro de cosacos del Kubán), con una vida de peripecias. Svidin, quien conocía el lugar en Bulgaria donde había sido enterrado el “tesoro” de los “blancos”, con pertenencias (en particular de joyería) y papeles de cierto valor, y que hizo hasta lo imposible por recuperarlo (incluso utilizando un curioso pasaporte panameño), no dejó de constatar que, si en la Unión Soviética los procedimientos de la policía eran extremadamente duros, en un país como Bélgica las cosas no siempre eran más sencillas. Al igual que otros “rusos blancos”, algunos cosacos, como el mismo Svidin se negarían más adelante a pelear junto con la Alemania nazi contra la Unión Soviética, por más desacuerdos que tuvieran con los bolcheviques. Algunos cosacos regresaron después de la última conflagración mundial a la Unión Soviética, aunque llegaron a ser deportados a Siberia para trabajos forzados (en el caso de que hubieran colaborado con los “blancos” durante la guerra civil), y murieron en la miseria y el olvido.
    Muchos oficiales y cosacos experimentados lucharon para el Ejército Blanco y algunos más pobres se unieron al Ejército Rojo, incluyendo importantes comandantes como Semyon Budennyi. Después de la derrota del Ejército Blanco, se implantó una política de descosaquización (razkazachivanye) sobre los cosacos supervivientes y sus lugares natales, ya que se les vio como una amenaza potencial al nuevo régimen. Esta medida implicó la partición de su territorio entre otras divisiones, dando estas partes a las nuevas repúblicas de minorías y animando a esas gentes a establecerse en dichos territorios, lo que fue especialmente notable en el territorio de los cosacos del río Terek. Las tierras natales de los cosacos eran a menudo muy fértiles y durante la campaña de colectivización compartieron el mismo destino que los kulaks. La hambruna de 1933 fue especialmente dura en los territorios del Don y de Kuba.
    En 1936, bajo la presión de los antiguos descendientes de cosacos, como Budennyi, se decidió reintroducir fuerzas cosacas en el Ejército Rojo. Pero tras rechazar las colectivizaciones forzadas de Stalin (años ’30 del siglo XX), hubo cosacos que terminaron colaborando con los alemanes, -la mayoría de los colaboradores nazis procedía de refugiados del antiguo Ejército Blanco-. con la vana esperanza de obtener cierta autodeterminación, mientras otros se alistaron en el Ejército Rojo y hostigaron desde la retaguardia al ocupante nazi.

    Algunas comunidades cosacas no fueron las únicas en colaborar con los alemanes. También lo hicieron, por ejemplo, grupos montañeses de chechenos, lo que les costaría posteriormente la deportación.



     
    #1 Draugen, 1 Mar 2013
    Última edición: 1 Mar 2013
  2. Draugen

    Draugen Moderador
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    Ciertamente cerca de 100 mil cosacos servían en el Ejército Rojo, y a ellos se sumaron voluntarios y reclutas, entre otros bajo el mando del general Dovator: atacaron a las divisiones Pánzer alemanas, penetraron por detrás de las líneas enemigas, sabotearon trenes de aprovisionamiento y atacaron cuarteles de campaña de las SS. Varios regimientos cosacos fueron ascendidos, como el Cuerpo de Caballería del Kubán. Pero cuando los alemanes entraron en la Unión Soviética, algunas comunidades (stanitsis) cosacas los recibieron como liberadores, como ocurriera incluso en Novocherkassk, la “capital” cosaca del Don, donde Serguei Pavlov se autonombró atamán local (jefe de la comunidad) y reclutó cosacos para pelear junto con los germanos contra el Ejército Rojo. Entre los partidarios de los alemanes solían haber antiguos cosacos “blancos” durante la guerra civil (como el general Krasnov), y existió un caso por demás curioso: el del coronel de las SS Helmut von Pannwitz, procedente del Báltico, con algunos conocimientos del idioma ruso, que fue asignado por el alto mando alemán para dirigir divisiones cosacas al servicio del invasor, y logró convertirse en atamán general con el atavío del Kubán.
    Con todo, Berlín nunca dejó de considerar a los cosacos Untermenschen, “seres inferiores”, aunque “un poco menos” que los rusos. Luego de la derrota alemana en Stalingrado, las divisiones cosacas de von Pannwitz fueron a parar de la manera más extraña, ya en plena retirada, en Yugoslavia (particularmente en Croacia) para luchar contra los partisanos de Tito, mientras que un regimiento de cosacos del Don, bajo el mando del general Domanov, acabó luchando con los alemanes en el norte de Italia, con cerca de 10 mil hombres. Con todo, von Pannwitz acabó huyendo desde Austria para unirse a los partisanos chetniks (monárquicos y anticomunistas) serbios, y Domanov se refugió igualmente en Leinz (Austria). La grandeza de algunos combatientes cosacos, que seguía atrayendo a los occidentales, tocaba a su fin: los británicos tomaron cerca de 30 mil prisioneros cosacos de guerra en Austria, y fueron entregados a los soviéticos, de acuerdo con lo establecido en Yalta. Considerados como desertores y traidores, muchos fueron pasados por las armas (Krasnov, Domanov y von Pannwitz) y otros desterrados a tierras lejanas en Siberia. Los cosacos prisioneros no pensaban que serían entregados por los británicos.


    Los cosacos del Ejército Rojo lucharon en el frente del sur, donde las estepas abiertas les hacían ideales para patrullas y logística. Una facción de cosacos marchó sobre la Plaza Roja durante el famoso desfile de la victoria en 1945. Pero
    después de la guerra, el Ejército Soviético decidió desprenderse de los cosacos, así como de la caballería, por considerarlos obsoletos. En los años de postguerra muchos descendientes de cosacos se vieron asimismo como simples campesinos. Aquéllos que vivían en el interior de una república autónoma dejaban frecuentemente el camino libre a la minoría en cuestión migrando hacia cualquier otro lugar (en muchas ocasiones hacial el Báltico).


    A finales de los años 1980, en la URSS de la aligerada perestroika, muchos herederos de los cosacos comenzaron de forma entusiasta a recuperar sus tradiciones nacionales. Finalmente, en 1988 la URSS aprobó una ley que permitía la formación de los antiguos voiskos, junto con los nuevos. El mayor ataman del voisko fue condecorado con el rango de mariscal y la estrella y el derecho a reconocer un nuevo voisko. Desde entonces los cosacos tomaron parte activa en muchos de los conflictos que ocurrieron después: Transnistria, Abjasia, Osetia del Sur, Kosovo y Chechenia. Mientras el impacto de los cosacos en el resultado de los conflictos atraía raramente la atención de los medios de comunicación, los cosacos fueron conocidos por su alta moral y bravura, como lo habían sido anteriormente.


    Con el desplome de la Unión Soviética, el ahora ex presidente Boris Yeltsin intentó de algún modo rehabilitar las tradiciones cosacas, aunque ya convertidas en motivo de atracción turística (como las “guardias montadas” para vigilar las calles de San Petersburgo). Pero también hubo cosacos que, oponiéndose a Yeltsin, defendieron el Parlamento Ruso del asalto armado de Yeltsin. Mientras que en ese momento el líder comunista Guennadi Ziuganov llamaba a la calma y a no ejercer la violencia, unos cuantos cosacos se confundieron con fuerzas de extrema derecha (monarquistas y “nacional-bolcheviques”) para defender a sangre y fuego el Parlamento.[​IMG]

    En 1990 se formó la Unión de Cosacos Rusos, integrada en gran medida por cosacos “soviéticos”, mientras que en 1991 vio la luz la Unión de Huestes Cosacas en Rusia y el Extranjero, con los cosacos perseguidos durante la época comunista, con frecuencia descendientes de excombatientes “blancos” durante el periodo de la guerra civil. Cuando se pensaba que las proezas cosacas habían quedado en el pasado, resurgieron con el desplome de la Unión Soviética. Algunas comunidades cosacas, aunque se opusieran a la descolectivización de la agricultura, comenzaron a reclamar un mayor dominio sobre sus recursos naturales y sus riquezas. El renacimiento cosaco, que había comenzado en la primavera de 1990 con una reunión en Rostov (en noviembre de 1990 se reunió la Primera Conferencia del Ejército del Don, que eligió al filósofo Mijaíl Mijáilovich Shólojov –hijo del célebre escritor- como su atamán), reclamó una mayor autonomía cultural, para que los cosacos pudieran tener sus propias escuelas, la “Facultad cosaca” en la Universidad de Kubán, películas cosacas e incluso una enciclopedia local. Desde 1991, asambleas populares cosacas reclamaron establecer bancos y bolsas propios para financiar sus actividades, aunque el reclamo no tuvo muchas repercusiones. Algunas reivindicaciones probablemente hayan ido demasiado lejos: algunos cosacos llegaron a reclamar el gobierno de una ciudad como Rostov, aunque no existiera allí una mayoría cosaca, y lo mismo habría de valer para ciudades más pequeñas, como Krasnodar y Stavropol.

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    Los cosacos buscaron enrolarse pronto en la defensa de las fronteras territoriales étnicas rusas. En 1992, algunos se alistaron para defender a los rusos en Moldavia, un territorio relativamente pequeño de la antigua Unión Soviética que anida entre Ucrania y Rumania. En 1993, los cosacos entraron nuevamente en acción, esta vez en el Caúcaso, para defender a la población de osetios contra los ingushes: en el siglo XIX, los cosacos del Terek ya habían sido aliados de los osetios. Algunos cosacos más acudieron a Bosnia en ayuda de los serbios, a Abjazia y el Karabaj en el Caúcaso, y a Tayikistán, cuando en agosto de 1998 las fuerzas de talibanes afganos se acercaron peligrosamente a la frontera ex soviética. De igual forma, los cosacos se opusieron a una posible devolución de las islas Buriles a Japón, ya que algunos de ellos habían participado en el pasado en el descubrimiento de la región. Aún así, los cosacos no consiguieron la plena confianza de Yeltsin y, ya en el conflicto con Chechenia, las patrullas cosacas se dedicaron a una inveterada actividad: el pillaje. Yeltsin, aún con demagogia electoral, dudó en hacerse de una guardia pretoriana de cosacos. Quedaba el recuerdo de los últimos tiempos del régimen zarista, entre 1905 y 1917, cuando los cosacos, convertidos en policía montada de las ciudades, fueron empleados en varias ocasiones para reprimir manifestaciones populares de descontento (por ejemplo en San Petersburgo), en particular de obreros y campesinos. Boris Pasternak hubo de relatar las cargas de cosacos contra multitudes descontentas en el libro autobiográfico El salvoconducto, y también en uno de los primeros capítulos de El Doctor Zhivago. Antes, los cosacos también participaban en ocasiones en los pogroms contra los judíos.
    Por lo demás, pronto se confirmó que algunos cosacos poderosos se encontraban involucrados en los asuntos de mafias. Tuvo que llegar Vladimir Putin al poder en Rusia para que el problema del estatuto cosaco volviera a plantearse, luego de que, en 1920, Lenin anulara la condición especial de que gozaban estas comunidades, sobre todo en la medida en que habían prestado ayuda a los contrarrevolucionarios “blancos”. Aunque el estatuto especial les fue devuelto en 1990, los cosacos esperaron que se les volviera a llamar a defender a Rusia, y desde Putin (en particular, desde el año 2005) se les consagró como “guardianes de frontera” (una modalidad del servicio militar profesional), sobre todo en las cercanías del Caúcaso y ante la infiltración del terrorismo checheno en las fronteras meridionales de Rusia.En el siglo XX, durante el periodo soviético, Shólojov escribió la novela más larga que se haya escrito sobre los cosacos, El Don Apacible. En ella retrató las contradicciones del cosaco del Don, Grigori Mélejov, que ora luchó con los “rojos”, ora se convirtió en bandido, y que jamás terminó de idealizar, sin llegar a mirar más lejos, el “tercer camino” que glorificaba las comunidades cosacas de antaño y, además, lo aislaba del pueblo. El personaje de Shólojov habría de ser un héroe popular, pero trágico.Los cosacos siempre han resultado fascinantes en la historia rusa, como estamento militar y como protagonistas de grandes sublevaciones campesinas en un pasado ya lejano. Fue sin duda entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial que su aureola se vino abajo, aunque hayan resurgido con algunas de sus reivindicaciones con la caída de la Unión Soviética. Un auténtico renacer cosaco se antoja difícil, aunque este estamento siga ofreciendo, hasta hoy, sus servicios de guardafronteras a Moscú. Y es que la misma Rusia, durante el siglo XX, dejó en un “gran salto” de ser un mundo predominantemente rural, para convertirse en uno urbano donde los cosacos apenas pueden ser una pieza de museo y un motivo de atracción turística.En 2005, los cosacos adquirieron nuevos derechos y quizá su ambición de crear un territorio autónomo, que abarque desde el río Dniester a través de la estepa hasta el río Ural, se pueda ver realizada algún día.

    VIDEO COSACOS

    Les dejo como opus un video tributo a los cosacos!





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    #2 Draugen, 1 Mar 2013
    Última edición por un moderador: 14 Nov 2016
  3. burning_hell

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    increíble historia descrita por el historiador Britanico Jhon Ure los cosacos fueron de verdad aguerridos que pasaron a través de ellos siglos enfrentándose a diferentes ejércitos ya sea al imperio Otomano y luego en el tiempo de Pedro el Grande y Catalina iii claro que a muchos de sus bravos lideres le significo la muerte, encarcelamiento y torturas por parte de Zares que no veían con buenos ojos la sublevación.
    En tiempos de Napoleón estos se enfrentaron a los ejércitos franceses y posteriormente en el siglo xx fueron significativa su participación en las dos guerras mundiales.
    Los cosacos como pueblo me llamó la atención eran muy organizados y orgullosos entre si cuidaban a sus mujeres, las valoraban y ellas eran una buena fuente de sustento en los campos.
    Claro que lo pasaron mal cuando hubo hambruna alrededor del año 1933 en tiempos de Stalin.
    También me gusto el hecho que en la literatura y en el cine y el arte eso habla que a pesar que han sido ejecutados o humillados en el pasado en guerra .
    Lo otro es a destacar que los cosacos hasta finales de la centuria participaron en conflictos cuando se desintegro la URRSS y ayudaron a los Serbios en la guerra de los Balcanes.
    En definitiva pasaron por diferentes guerras, situaciones positivas y negativas y soñando con el anhelo de ser una real nación. De seguro los descendientes de los cosacos los anhelan .
    Me gustó el vídeo del ejercito cosaco y su gente puesto en vídeos reales y fotografías que quizás son de los años 20 muy hermoso el vídeo.
    La maestría de los hombres con los caballos acrobacias a lomo de caballo increíble y cuando subían un tercer jinete arriba también estuvo bueno.
    Gracias por el tema esta muy completo y un gran material en imágenes y este buen vídeo con una hermosa canción!.
     
  4. Elvis Presley

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    muy muy buen aprote se agradece completamente, la evolución de los cosacos en cuanto a comportamiento igual es muy buena, pasaron de ser tratados casi como incivilizados y temidos a ser admirados, se agradece el aporte compa!
     
  5. BILLYBOY

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    Guardando el post y leo luego,me da paja leer ahora
    se agradece esta info
     
  6. Nihilum Aeternus

    Nihilum Aeternus Usuario Casual nvl. 2
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    Lei el post escuchando el video que posteaste, me imagine esas guerras y a estos fieros guerreros haciendo de las suyas sobre sus caballos ...

    A todo esto ni en los mejores circos hacen esas acrobacias, Grandes!


    gracias babe :*
     
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