El cerebro de este chico podría descifrar el autismo

Tema en 'Portal Salud' iniciado por Xupador de lo inxupable, 16 Mar 2014.

  1. Xupador de lo inxupable

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    Algo no iba bien con Kai Markram. A los cinco días de nacer parecía extrañamente despierto, estirando el cuello para curiosear mucho antes de lo que lo habían hecho sus hermanas. Cuando aprendió a andar no paraba quieto, y había que estar muy pendiente de él para evitar una desgracia. “Era súper activo, no se le acababan nunca las pilas”, dice su hermana Kali. Y no era solo una cuestión de energía infantil. Cuando sus padres trataban de establecer unos límites, venían los berrinches. No los típicos gritos y pataletas: mordiscos y escupitajos con una rabia incontrolable, desproporcionada. Y no solo a los 2 años, también a los 3, a los 4, a los 5 e incluso más tarde. Con los otros Kai también se comportaba de un modo extraño: a veces se mostraba esquivo y otras se abalanzaba sobre un desconocido para darle un abrazo.


    El paso del tiempo no mejoró las cosas. Nadie en la familia Markram olvidará el viaje a la India en 1999, cuando se unieron al público de un encantador de serpientes. De repente, Kai, que entonces tenía cinco años, salió disparado a tocar la cabeza de la mortífera cobra.


    Lidiar con un chico así sería difícil para cualquiera, pero era especialmente frustrante para su padre, uno de los neurocientíficos más importantes del mundo. Henry Markram es el hombre que está detrás del Proyecto Cerebro Humano, con un presupuesto de 1.300 millones de dólares, un descomunal esfuerzo de investigación para construir un superordenador a semejanza del cerebro. Nadie sabe más de los entresijos del cerebro que Markram, que se veía sin embargo impotente para afrontar los problemas de Kai. “Como padre y neurocientífico, te das cuenta de que no sabes qué hacer”, dice. De hecho, el comportamiento de Kai –a quien finalmente se le diagnosticó autismo- ha transformado su carrera, llevándole a desarrollar una teoría nueva y radical sobre esta enfermedad que contradice por completo la creencia popular. Es irónico, pero esta otra ocupación podría empezar a dar sus frutos mucho antes de que Henry complete su modelo cerebral.


    maginemos venir a un mundo que es un torbellino de sensaciones inexorables y desconcertantes, como si llegáramos de un planeta mucho más oscuro, sereno y silencioso. ¿La voz de tu padre? El rugido de un taladro. ¿El peto tan bonito que todo el mundo encuentra muy suave? Papel de lija con polvo de diamantes. ¿Y todo ese cariño y todos esos arrullos? Un torrente indescifrable y caótico, una cacofonía de datos imposibles de procesar ni de filtrar.


    Por pura supervivencia, habría que tener mucha habilidad para identificar patrones en todo ese ruido opresivo y espantoso. Para no perder la cabeza, sería necesario ejercer un gran control sobre las cosas, adquirir una enorme capacidad de atención a los detalles, las rutinas y las repeticiones. Aquellos sistemas en los que se introduce un dato y se obtiene un resultado previsible serían mucho más atractivos que los seres humanos, con sus exigencias incomprensibles y cambiantes y su conducta arbitraria.


    Ser autista, según Markram y su mujer, Kamila, es algo así. El comportamiento que se deriva de ello no obedece, dicen, a carencias cognitivas –como cree la mayoría de estudiosos del autismo-, sino más bien al contrario. Lejos de ser distraídos, los autistas asimilan demasiadas cosas y aprenden demasiado rápido. Y aunque pueda parecer que carecen de emociones, los Markram insisten en que los autistas viven abrumados por sus propias emociones y por las de los demás.


    La arquitectura cerebral del autismo está, pues, definida por sus fortalezas intrínsecas tanto como por sus debilidades. El trastorno en el desarrollo que hoy podría afectar en torno al 1% de la población no se caracteriza por la falta de empatía, aseguran los Markram. Las dificultades de socialización y la extraña conducta son la consecuencia de enfrentarse a un mundo excesivo.


    A los dos años de empezar sus estudios, la pareja encontró un nombre para la teoría durante una visita al lugar de nacimiento de Henry Markram, una zona remota en la parte sudafricana del desierto de Kalahari. Él dice que “mundo intenso” fue una idea de Kamila; ella dice no saber a quién se le ocurrió. Pero él recuerda estar sentado en las dunas de color óxido siguiendo el increíble vaivén de la hierba amarilla mientras meditaba sobre cómo debe sentirse alguien atrapado en un mar de emociones y sensaciones. Eso, pensó, es lo que experimenta Kai. Cuanto más profundizaba en la idea de que el autismo no obedece a un déficit de la memoria, las emociones y las sensaciones, sino a un exceso de todo ello, más claramente percibía cuánto tenían en común él y su hijo "diferente".


    Fuente:soychile.cl
     
  2. Ç@m!LöXxX

    Ç@m!LöXxX Usuario Nuevo nvl. 1
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    Yo siempre he pensada que el autismo es mal llamada una enfermedad. El hijo de una amiga de la familia, cuando tenia 5 años ya manejaba el ingles básico de manera super fluida solo con esos programas de niños del discovery kids y weas. Seco con los aparatos tecnológicos (celulares, tablets, notes, etc).
    La gente suele escuchar la palabra autismo y de inmediato siente pena por esa persona.
    Siempre he dicho " si los locos no son weones", de hecho, en lo que de verdad le prestan mas atención, los locos son secos. Hay muchos compadres que son pintores y lo hacen la raja, hasta se ha sabido de socios que han descifrado algún tipo de cogido que nadie mas a podido.

    Vale por la info ! Salud!os