Megapost Asesinos de Argentina

Tema en 'Cementerio De Temas' iniciado por Italiano, 6 Mar 2010.

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  1. Italiano

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    Primer asesino serial que tuvo nuestro pais : El petiso orejudo

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    Comenzó a matar siendo un adolescente. Sus víctimas eran niños indefensos. El de Cayetano Santos Godino es el caso más escalofriante de los que registran los anales policiales del país vecino.
    Un día de 1906, el empleado municipal
    Fiore Godino entró en la comisaría décima y a los gritos clamó ayuda para controlar a su propio hijo, Cayetano Santos Godino, de sólo 9 años:
    –¡Señor comisario, yo no puedo con él! Es imposible dominarlo. Rompe a pedradas los vidrios de los vecinos, les pega a los chicos del barrio… Y si lo encierro en casa es peor. Se pone como loco. El otro día encontré una caja de zapatos. Había matado a los canarios del patio, les había arrancado los ojos y las plumas y me los dejó en la caja, al lado de mi cama…
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    El comisario fue a buscar a Cayetano al conventillo donde vivían entonces los Godino, y se lo envió al juez. Tras una reprimenda, fue devuelto a sus padres. Como no mejoraba, en 1908 lo encerraron en un r
    eformatorio de Marcos Paz. Iba a pasar allí tres años, pero no sirvió de nada.
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    Fiore Godino y Lucia Ruffo, dos campesinos sardos, habían llegado en 1884 a Buenos Aires. Eran analfabetos y huían de la pobreza, pero también de una tragedia personal: el hijo primogénito, también Cayetano, había muerto de una afección cardíaca a los diez meses de edad. Después, los Godino tuvieron una hija, Josefa, con la que emprendieron la travesía, y en Buenos Aires
    les nacieron nueve hijos más. Al último, que vio la luz en 1896 en el conventillo de lo bautizaron Cayetano, como al muertito.
    El padre de Cayetano era sifilítico y alcohólico, aunque se las arreglaba para ir tirando, hasta que finalmente consiguió un trabajo de farolero (encendía el fuego en los faroles de alumbrado).

    Cayetano era un chico frágil: enfermó de enteritis a los pocos años y creció raquítico. Peor les fue a algunos de sus hermanos, como Antonio, que era epiléptico. Cuando Fiore llegaba a casa –las dos piezas del conventillo donde la familia habitaba– les propinaba feroces palizas a Lucía y a sus hijos. Cayetano fue a varias escuelas, pero duraba poco: lo expulsaron seis veces y nadie le enseñó a leer.
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    Cuando fue revisado por los médicos, éstos contaron 27 cicatrices en la cabeza provocadas por las palizas del padre y de su hermano Antonio.
    A los siete años, Cayetano era tan bajo y menudo que parecía de cuatro. Lo llamaban "El Oreja" o "El Petiso Orejudo" porque sus apéndices auditivos eran grandes y apantallados. A los 8 cometió su primera fechoría. Tomó de la mano a un niño de 21 meses y lo llevó a un baldío donde comenzó a pegarle en la cabeza con una piedra. Al pequeño
    Miguel de Paoli lo salvó el vigilante de la esquina, que llevó al agresor a la comisaría.
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    El padre tuvo que ir a buscarlo y todo quedó como una pelea de chicos. ¿Quién podía pensar que en ese incidente comenzaba su carrera el mayor asesino serial y pirómano nunca conocido en el sur de América?
    El año siguiente, 1912, iba a ser un año lleno de acontecimientos, en la Argentina
    El 25 de enero de 1912 se encontró, en una casa vacía de Pavón 1541, el cadáver de
    Arturo Laurora, de 13 años, golpeado y estrangulado.
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    A las seis de la tarde del 7 de marzo de 1912, una niña de 5 años llamada
    Reina Bonita Vainicoff, hija de inmigrantes judíos que vivían en la avenida Entre Ríos 522, miraba la vidriera de una zapatería. De pronto, sin que nadie atinara a darse cuenta cómo, el vestido blanco de Reina Bonita, lleno de volados y puntillas, comenzó a arder. Alguien le había tirado un fósforo. A pesar de los gritos desgarradores de la niña en llamas, y de que un policía se tiró sobre ella para apagar el fuego con el cuerpo, no pudo ser salvada. Reina Bonita, con quemaduras múltiples, murió 16 días más tarde. La tragedia se ensañó con la familia Vainicoff: el abuelo, al ver que su nieta ardía, cruzó la avenida Entre Ríos sin mirar y lo mató un auto.
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    El 16 de julio de ese mismo año, Cayetano incendió un corralón en Garay al 3100. En septiembre, mientras trabajaba como mandadero en unos almacenes del barrio, acuchilló a un caballo en los establos de Chiclana al 3300. Dos días después prendió fuego a la estación de tranvías de la Compañía Anglo, que tenía entrada por Estados Unidos y por Carlos Calvo. El 8 de noviembre de 1912, y en un descuido de sus padres, desapareció el niño Roberto Carmelo Russo, de dos años y medio, quien jugaba con su hermanito mayor en la vereda de Carlos Calvo al 3800. Minutos más tarde, un vigilante rescató a Roberto Carmelo en un baldío. Lo habían maniatado con un piolín. Junto a él estaba un muchacho menudo y de orejas apantalladas: alegó que acababa de descubrir a Robertito y estaba desatándolo.
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    Durante ese mes de noviembre, otros extraños sucesos conmovieron al barrio: alguien incendió un galpón de azulejos en la calle Carlos Calvo y Carmen Ghittoni, de tres años, fue golpeada en un baldío de Chiclana y Deán Funes. El vigilante llegó corriendo y sólo avistó de lejos al agresor, que huía. Cuatro días después, Catalina Neolener, de cinco años, sufrió un ataque similar en el umbral de su casa, en Directorio 78. Pero todo se iba a precipitar el día de la tragedia, el martes 3 de diciembre de 1912.
    La señora María Giordano abrió la puerta de calle y miró al cielo. Estaba nublado y bochornoso, pero no parecía que fuera a llover. Dirigiéndose a su hijo Jesualdo, un gordito de tres años y medio que llevaba una pelota colorada bajo el brazo, le recomendó:
    –Quedate jugando en la vereda, Jesualdito, pero no crucés.
    Fue lo último que le dijo. Cuando volvió a verlo, su hijo estaba muerto. La tarde del 3 de diciembre Jesualdo fue encontrado en un basural conocido como la quinta Moreno, donde funcionaba antes el horno de ladrillos de la fábrica La Americana. Lo habían estrangulado con trece vueltas de un piolín que se le hundió en el cuello. Como no terminaba de morir, el homicida le perforó la sien derecha con un clavo de cuatro pulgadas, al que golpeó con una piedra hasta que la punta salió por el otro parietal. Luego tapó el cuerpito con chapas de cinc y se fue tranquilamente a su casa.
    "El Oreja", con inconsciencia, parecía provocar al mundo. Durante la reconstrucción del crimen de Jesualdo, Godino fue visto entre el gentío que llenaba la quinta Moreno. También fue al velorio, y hasta algunos dijeron que se mostró compungido al acercarse al féretro blanco y tocar la cabecita con mano trémula. Se sabe que compró un ejemplar del diario y se hizo leer la crónica de los hechos (era analfabeto). Luego recortó la noticia y se la guardó.
    El proceso a Cayetano Santos Godino se prolongó por dos años, durante los cuales "El Petiso" fue recluido en el Hospicio de las Mercedes. Las más importantes figuras de la psiquiatría criminal concurrían para examinar al reo y comprobar cómo era aquel ser al que la prensa calificaba de fiera humana. Muchas voces reclamaron que se lo condenara a la pena capital, que entonces estaba en vigencia para delitos como el homicidio, aunque no podía aplicarse a menores. ¿Pero podía llamársele niño al "Petiso", aunque su partida de nacimiento dijera que sólo tenía 15 años?
    Godino era examinado como un cobayo; en el diagnóstico, se destacaban sus características físicas: la escasa talla (1,51 metros), la cabeza pequeña (microsomía); la extensión de sus brazos, que abiertos alcanzaban una envergadura de 1,85 metros; sus orejas desmesuradas y en asa, su miseria física y la desmesura de su órgano sexual. Todo conducía a una conclusión: Godino estaba predestinado al crimen. Por esa época estaban de moda las teorías de Cesare Lombrosso, que describía a los asesinos según su aspecto físico. Los médicos decidieron entonces operarle las orejas y coserlas al costado de la cabeza, suponiendo que de esta manera concluiría su afección al homicidio. Luego de una larga recuperación, dejaron en libertad al Petiso, quien cometió otro horrendo asesinato dos días después del alta médica. Fue capturado nuevamente y esta vez para siempre.
    Godino fue condenado en 1914 a la pena de penitenciaría perpetua, que era irredimible. El juez lo envió a la Penitenciaría Nacional de la calle Las Heras, donde podía ser aislado en una celda. Allí pasó varios años. Aprendió a leer y escribir, a sumar y restar.
    En 1923 se inauguró en Ushuaia un presidio de máxima seguridad. Se la llamó "la cárcel del fin del mundo". Godino, severamente custodiado y engrillado, fue trasladado a ella en el transporte Chaco.
    Cayetano Santos Godino nunca recuperó su libertad. Según el certificado de defunción, "El Petiso Orejudo" falleció el 15 de noviembre de 1944 por una hemorragia interna causada por gastritis avanzada, aparentemente provocada por una paliza dada por los presos cuando este mató a los dos gatos mascotas de la penitenciaría. Cuenta la leyenda que, cuando el penal fue clausurado, en 1947, los huesos de nuestro primer asesino serial no pudieron ser hallados en el camposanto del lugar. En cambio, la esposa del último director tenía un pisapapeles con el fémur de Cayetano Santos Godino. y en el mundo. Se hundió el Titanic en el Atlántico norte y en algunos cabarets de Buenos Aires comenzó a actuar un dúo de tangueros: el cantor Carlos Gardel y su guitarrista José Razzano. Pero para muchos porteños aquel 1912 quedó en la memoria como un año atroz, porque fue cuando un fantasma recorrió Buenos Aires dejando una huella de sangre…


    El odontologo
    Ricardo Barreda

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    Gladys. "Voy a limpiar las telarañas del techo", comentó.
    No tuvo éxito. "Andá a limpiar, que los trabajos de ''conchita'' son los que mejor hacés", llegó la respuesta como latigazo. Prefirió ir a podar la parra. Cuando llegó al armario para buscar un casco se encontró con la escopeta Víctor Sarrasqueta, calibre 16,5, que su suegra,
    Elena Arreche, le había traído de Europa.
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    El arma recompuso su ego. La tomó casi con pericia. Cargó rápido. Y guardó más cartuchos en el bolsillo de su guardapolvo. Entonces inició la cacería. Fue hasta la cocina, donde estaban su mujer y su hija menor, Adriana. Primero le disparó a Gladys. "Mami, está loco", escuchó con nitidez a pesar del estruendo que rebotaba en las paredes. No se detuvo. Esta vez, los disparos fueron contra la chica.

    Por las escaleras bajó Elena Arreche, la suegra, quien en la mente del dentista aparecía como "la desintegradora de la familia". Otra vez tuvo precisión. Su otra hija, Cecilia, saltó sobre el cadáver de su abuela y le gritó: "¿Qué hiciste, hijo de puta?". Era su preferida. También la mató.
    Luego, con la prolijidad que utilizaba para acomodar su consultorio, comenzó a levantar los cartuchos usados. Los puso en una caja y los colocó en el baúl de su auto.
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    Barreda regresó al comedor, con un plan en la cabeza. Desacomodó algunos muebles, desparramó papeles y armó un escenario de robo.
    Al mediodía salió en su Ford Falcon. Tiró los cartuchos en una boca de tormenta del centro platense. Después, fue hasta un paraje cercano a Punta Lara y tiró la escopeta a un canal.
    Ninguna evidencia podría cercarlo, pensó. Entonces, se fue tranquilo al zoológico. Tuvo tiempo para llegar al cementerio ("para conversar con mis viejos", contó luego) y a las 16.30 entró a un hotel alojamiento con su amiga, Hilda Bono.
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    A la medianoche regresó a su casa y prendió las luces. Los cuatro cuerpos seguían ahí, desparramados.
    Siguió su plan: fue a buscar un servicio de ambulancias. Y cuando llegó la Policía contó la historia de robo, fingió sorpresa y mantuvo su gesto de suficiencia.
    Fue trasladado a la seccional 1. El comisario Angel Petti tenía una sospecha, pero Barreda seguía haciendo su papel. Hasta que el policía probó una fórmula: le dio un Código Penal, abierto en la página donde el artículo 34 establece la inimputabilidad. Es decir, donde se indica que no son castigados aquellos que no entienden —por locura u otra causa— lo que hacen.
    Leyó el texto. Se sintió más seguro. Entendió el mensaje. Había llegado el momento de cambiar de papel. Un rato después llamó a Petti y le contó la verdad.
    El 7 de agosto de 1995 reveló cada detalle del cuádruple crimen a los integrantes de la Sala I de la Cámara Penal Carlos Hortel, Pedro Soria y María Clelia Rosentock. Nunca se quebró.
    Un perito, Bartolomé Capurro, aseguró al tribunal que el acusado padecía de "psicosis delirante". Si esa teoría hubiese sido aceptada por la Cámara, Barreda habría terminado en un manicomio. Para entonces, la opinión pública estaba dividida entre quienes lo creían loco y aquellos que veían un gran simulador en él.
    Después de largas jornadas de juicio, el acusado fue condenado a reclusión perpetua por triple homicidio calificado y homicidio simple.
    De los tres jueces, sólo Rosentock creyó que Barreda estaba loco. Y dijo en el fallo: "Era un fanático de la unión familiar que sucumbió cuando la vio desintegrarse". Hoy, en la cárcel, Barreda sueña con otro hogar que borre los fantasmas del pasado.

    Un Tiempo despues:
    http://www.megavideo.com/?d=X8YZWAZH



    Amamame hasta la muerte

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    Seducía a sus víctimas como un encantador de serpientes y luego las mataba de la forma más tortuosa y brutal. Pero Ricardo Silvio Caputo -que supo ser el asesino serial más buscado de los Estados Unidos- tuvo un final abrupto e indoloro. En octubre, el argentino murió de un ataque cardíaco, mientras jugaba al básquet en una cárcel, según confirmó Clarín en fuentes del sistema penal de justicia. Caputo, de 48 años, había matado, al menos, a cuatro mujeres.No se sabe si alguien lloró por su muerte. Su hermano, Alberto Caputo, un acaudalado empresario que vive en Riverdale (la zona más rica del Bronx), retiró su cuerpo de la cárcel y, según contó a Clarín, todavía hoy mantiene sus cenizas en una urna funeraria en su casa.La noticia de la muerte de Caputo pasó prácticamente inadvertida para los medios de prensa, al revés de lo ocurrido en marzo de 1994, cuando el hombre se entregó a la Justicia de los Estados Unidos, después de huir durante 20 años.En ese momento, el caso del argentino -que asesinó a dos mujeres en el estado de Nueva York, a otra en California y a la última en la ciudad de México- ocupó la tapa de todos los diarios y los principales espacios de televisión.Claro que esto no significaba que se hubieran olvidado de él: hace poco en los Estados Unidos se publicó un libro de investigación sobre la extensa carrera criminal de Caputo, titulado Amame hasta la muerte (Love me to death).La autora, Linda Wolfe (periodista dedicada a temas policiales), sospecha que el argentino pudo haber cometido otros dos asesinatos: el de su amiga, la escritora Jacqueline Bernard, y el de Devon Green, una moza de restaurante.Pero, hasta su muerte, Caputo sólo admitió cuatro asesinatos. El primero, ocurrido en 1974, fue el de Natalie Brown, una joven que trabajaba de cajera en un banco. El planeaba casarse con ella.A Brown la mató clavándole varias veces un cuchillo de cocina. Luego llamó a la policía y simplemente les dijo: Acabo de matar a mi novia. Terminó internado en un hospital psiquiátrico, donde conoció a su segunda víctima: Judith Becker.Becker se había recibido de psicóloga, pero igual cayó bajo la trampa psicópata que le tendió su paciente argentino. Se convirtieron en amantes, a pesar de que la mujer sabía del pasado asesino de Caputo.Un día, tras una discusión feroz, el criminal la ahogó con una media de nailon, y la dejó desnuda, tirada en la cama. Se escapó en un ómnibus hacia San Francisco, cruzando el país de punta a punta. En un bar encontró a su tercera víctima.Barbara Taylor trabajaba en cine, era una mujer independiente que se preparaba para conquistar al mundo. Caputo la sedujo haciéndole un retrato a lápiz. La primera noche ella lo invitó a su departamento y comenzaron a vivir juntos.Pero poco a poco la relación se fue enturbiando. El le pidió que le comprara un pasaje a Hawaii; ella lo hizo para sacárselo de encima. Cuando volvió de las islas, diciendo que la amaba perdidamente, lo fue a esperar al aeropuerto.Poco después la asesinó brutalmente, usando como arma el taco de una bota texana. Su cara quedó destrozada. Caputo se escapó a México, donde volvió a matar, esta vez a Laura Gómez, estudiante universitaria de familia rica y poderosa.Resulta escalofriante leer lo que Caputo dijo de las víctimas en una de las conversaciones con Wolfe. Yo amaba a Natalie. ¿Por qué habría querido matarla? Amé también a Laura. A Bárbara no la quería, pero era mi amiga. La única a la que no amé o que no me gustaba era Judith. Con ella era una cuestión de necesidad. Yo la necesitaba, contó.Luego, sobre Laura Gómez insistió con que la mató porque quería poner fin a su sufrimiento. Ella me amaba y quería casarse conmigo. Pero yo era un asesino y no podía decírselo. Nunca lo hubiese entendido. Entonces no podía casarme con ella. Pero cuando le dije esto se puso triste. Yo quise aliviar su dolor. Caputo la mató con una barra de hierro. El golpe fue tan fuerte que se le desprendieron todos los dientes. La chica tenía 19 años.En su larga fuga, Caputo usó 17 alias diferentes, y entró y salió de los Estados Unidos cuantas veces quiso, a pesar de ser uno de los hombres más buscados.En medio de todo eso se casó con dos mujeres, con las que tuvo en total cinco hijos. La primera, Felicia Fernández, era una refugiada cubana. Literalmente, desapareció del mapa: no se sabe si Caputo la mató o se escapó para salvar su vida. La otra es Susana Elizondo, quien, en declaraciones a la televisión norteamericana, dijo que su marido era incapaz de matar a una mosca.Pero Caputo nunca conoció el valor de la verdad; o bien porque era un enfermo o, simplemente, un frío asesino. Por lo tanto, todo lo que dijo sobre sus víctimas entra en el terreno de la duda.Como Wolfe, los investigadores en Estados Unidos creen que pudo haber asesinado a más personas, incluso a hombres. Hay testigos que afirmaron que el argentino también vendió su cuerpo como un homosexual y después asaltó a sus parejas ocasionales.No es fácil saber cuándo Caputo dejó de matar. Después de declararse culpable por los asesinatos de Brown y Becker, la Justicia de los Estados Unidos desistió de la investigación de otras posibles víctimas. La historia de sus crímenes quedará inconclusa para siempre.El prontuario carcelario de Caputo dice sólo que murió por causas naturales. Hoy sólo quedan sus cenizas y el relato del terrible sufrimiento de sus inocentes víctimas.

    El angel negro

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    El 9 de mayo de 1971, a las cuatro de la mañana, Robledo Puch e Ibáñez ingresan en un negocio de respuestos de automóviles Mercedes-Benz en Vicente López. Al ingresar en una de las habitaciones, encuentran a una pareja y a su hijo recién nacido. Robledo Puch asesina al hombre de un disparo y hiere a la mujer de la misma forma. Ibáñez intenta violar a la mujer herida -quien sobrevive y testifica en el juicio-. Antes de huir con 400.000 pesos, Robledo Puch dispara a la cuna donde llora un bebé de pocos meses, quien salva su vida de milagro.
    El siguiente 24 de mayo asesinan al sereno de un supermercado en Olivos. Por lo menos en dos ocasiones, a mediados de junio de ese mismo año, Robledo Puch ejecutó en la ruta a dos jovenes mujeres que habían sido abusadas sexualmente (una de ellas pudo evitar ser violada) por Ibáñez en el asiento trasero del automóvil de turno.
    El día 5 de agosto, en circunstancias bastante dudosas, Ibáñez falleció luego de un accidente automovilístico. Robledo Puch, quien conducía el vehículo, huyó ileso de la escena luego del accidente. Hay quienes sospechan que en realidad se trató de un ajuste de cuentas.
    Con la muerte de Ibáñez hubo un receso en la actividad delictiva de Robledo Puch, la cual retomó en noviembre de 1971 junto con su nuevo cómplice, Héctor Somoza. El 15 de ese mismo mes asaltaron un supermercado en Boulogne, acribillando al sereno con una pistola Astra Cádiz calibre 32 que obtuvieron pocos días antes en el robo a una armería. Dos días después, el 17 de noviembre, ingresaron a una concesionaria de autos y asesinaron al cuidador. Una semana después, ingresaron en una concesionaria en Martínez, redujeron al sereno, le quitaron las llaves y robaron un millón de pesos. Robledo Puch lo remató de un disparo en la zona occipital del cráneo.
    Fue juzgado y condenado en 1980. Sus últimas palabras ante el tribunal de la Sala 1ra de la Cámara de Apelaciones de San Isidro fueron "Esto fue un circo romano. Algún día voy a salir y los voy a matar a todos".
    Llama la atención lo expuesto en la pericia psiquiátrica adjunta en el expediente del juicio a Robledo Puch.
    * "Procede de un hogar legítimo y completo, ausente de circunstancias higiénicas y morales desfavorables".
    * "Tampoco hubo apremios económicos de importancia, reveses de fortuna, abandono del hogar, falta de trabajo, desgracias personales, enfermedades, conflictos afectivos, hacinamiento o promiscuidad".
    En la actualidad, Robledo Puch continúa privado de su libertad en un pabellón para homosexuales del penal de Sierra Chica. Desde julio de 2000 puede solicitar su libertad condicional, pero no lo hace.

    El Crimen de la posesion diabolica

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    la escena que los policías presenciaron cerca del mediodía del lunes 27 de marzo de 2000 en la vivienda de Manuela Pedraza 5873, casi esquina Ceretti, fue tan o más escalofriante que cualquiera de las que puede verse en El exorcista (1973), la película de William Friedkin basada en el best-seller de William Peter Blatty.
    Luego de concurrir al lugar ante una denuncia de los vecinos por ruidos molestos y alertados por los alaridos provenientes del interior, los agentes de la Comisaría 49ª rompieron el cristal esmerilado de la puerta de entrada y fueron testigos del momento exacto en que el dueño de casa era apuñalado repetidamente en la cara por su hija menor.
    Cuando por fin pudieron derribar la puerta e ingresar se encontraron con un cuadro espantoso: el cuerpo sin vida de Juan Carlos Vásquez (50) yacía en el living sobre un charco de sangre tras haber recibido más de cien tajos en todo su cuerpo. A su lado estaban sus hijas Gabriela (29), muy herida, y Silvina (21), quien aún tenía en su mano el cuchillo Tramontina que había utilizado para consumar su propósito y con el que también pretendía matar a su hermana. Las chicas, que al igual que el padre estaban desnudas y bañadas en sangre, se hallaban en estado de trance y con la mirada extraviada.
    “¿Qué quieren? Esto no es real, váyanse”, les gritó Silvina a los policías con voz ronca, casi de hombre. “El diablo estaba en papá. Mamita, mamita, ahora papito va a volver bueno”, continuó profiriendo. La joven tenía tanta fuerza que hizo falta toda la brigada para controlarla.
    Uno de los uniformados dijo que al cuerpo le habían sacado los ojos y que había signos de canibalismo, de hecho vieron a las dos hermanas escupir pedazos de la cara que le habían arrancado al padre a mordiscones. La víctima tenía además cortes esotéricos sobre su torso, consistentes un círculo que encerraba un triángulo.
    Ese signo de purificación le fue realizado mientras estaba con vida, es decir que Juan Carlos Vásquez lo consintió. Silvina lo agredió mientras estaba de pie y así lo muestran los rastros de sangre emanada hacia abajo. La autopsia reveló que las cuchilladas más violentas fueron hacia su cabeza y cuello y que la mayoría de ellas eran en forma de cruz.
    Las heridas que le provocaron la muerte fueron especialmente las producidas en el cuello y la cara: Silvina decía que por allí se había “metido el muñeco”. La creencia de que Satanás entra por la cara la habría llevado a tajear más tarde el rostro de su hermana. Otro de los policías señaló que había sangre por todos lados, hasta en el techo, y que escuchó hablar a un hombre (se refería a la voz gutural de Silvina), aunque la única persona de sexo masculino yacía inerte en el piso.
    Las hermanas fueron detenidas e internadas en el Hospital Pirovano, a donde ingresaron con convulsiones. Gabriela dio un nombre falso y dijo que tenía 45 años, mientras Silvina pronunciaba frases incomprensibles en un acento que algunos interpretaron como portugués.
    Las sospechas de una relación incestuosa son ratificadas por numerosos testimonios de vecinos. Esta hipótesis adquiere fuerza debido a que en el pene de Vásquez fueron hallados restos de semen. Los forenses dijeron que podía ser causado por el proceso de la muerte o por una relación sexual no acreditada.
    “Suponiendo que Vásquez haya abusado sexualmente de Gabriela, Silvina no podía aceptar a su padre como el responsable de tal acto: todo era culpa del Diablo, que se había posesionado de él para luego invadir el cuerpo de su hermana -afirma la psicóloga Isabel Monzón-.
    Con su delirio, la joven podría estar hablando de un diabólico padre que cometía abuso incestuoso contra Gabriela y, tal vez, también contra ella misma”.

    113 puñaladas de amor

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    "Bebe, te amo. Nunca más me quiero pelear con vos", le había escrito Carolina a Fabián a fines de 1993, el día en que cumplieron 10 meses de novios. Esta y otras 100 cartas estaban guardadas por Fabián en el cajón de su mesa de luz.
    En un aparente ataque de celos, un joven,
    Fabián Tablado (20), asesinó a su novia, Carolina Aló (17), de 113 puñaladas. Después llamó por teléfono a un amigo, le contó lo que había hecho y le dijo dónde estaba. La Policía lo detuvo poco después.
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    Fabián y Carolina eran novios desde principios de 1993. Vivían con sus familias en el centro de Tigre y por la noche cursaban juntos el 4° año del secundario en el colegio Marcos Sastre.
    El lunes habían salido de la escuela a las 21.30, una hora y media antes que terminasen las clases. Carolina, que el martes que viene iba a cumplir 18 años, dijo que tenía que visitar a un primo que estaba enfermo.
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    En realidad, se fue con Fabián a la casa del joven, en Albarellos al 300. Los padres del joven y sus cuatro hermanos habían ido a comer a la casa del abuelo.
    Dijo Cristián Baldo (21), primo de Carolina: "Fabián estaba convencido de que ella lo engañaba con un amigo. Varias veces le pegó por celos, por ejemplo la semana pasada, y la había amenazado con matarla". Para el padre de la víctima, el joven la mató porque ella pensaba dejarlo.
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    Cuando los Tablado regresaron a su casa, a eso de las 23, y vieron todo manchado de sangre, pensaron que habían entrado ladrones y que Fabián estaba herido. El desorden era tal que no se animaron a entrar. Llamaron a la Policía. Minutos después, agentes de la comisaría 1° encontraron el cadáver de Carolina en el garaje.
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    El comisario Raúl Torre, a cargo del equipo del Servicio Especial de Investigaciones Técnicas (SEIT) Zona Norte, que llegó al lugar, aseguró que Carolina Aló estaba llena de puñaladas de la cintura para arriba, en cabeza, pecho y brazos.
    Informó también lo siguiente: "Al lado del cuerpo encontramos tres cuchillos ensangrentados y un formón, que es una especie de punzón que utilizan los carpinteros. Algunos estaban doblados porque chocaron con hueso, como las puñaladas en la cabeza de la chica. El joven también tiene cortes en las manos, provocados por la fuerza que debió hacer a veces para clavar los cuchillos. Lo hizo con tanta fuerza que su mano se deslizó hasta la hoja del cuchillo y lo cortó a él".
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    Aunque no se sabe cuánto tiempo tardó Tablado en aplicar las 113 puñaladas, la tragedia debió ocurrir entre las 21.30 y las 23. La reconstrucción preliminar de lo que pudo haber pasado, según los forenses e investigadores, indica que Fabián persiguió a Carolina por toda la planta baja de la casa y que el acto final ocurrió en el garaje.
    "La chica trató de defenderse. Tenía las manos cortadas, como si hubiera tratado de cubrirse de las puñaladas", agregó Torre.
    Al parecer, Fabián entró y salió del garaje varias veces. Iba a la cocina a cambiar los cuchillos a medida que se iban rompiendo.
    Luego de realizar una autopsia de cinco horas, los forenses Gloria Peleorini y Héctor Di Salvo concluyeron que solo una de las puñaladas fue la que causó la muerte.
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    En el cuarto de Fabián la Policía secuestró un cuaderno lleno de dibujos. "Uno de ellos muestra a un hombre con un hacha en la mano. Del hacha gotea sangre y como única inscripción hay tres "JA JA JA", confiaron los investigadores.



    Un té con amigas

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    Su verdadero nombre era Maria de las Mercedes Bernardina Bella Aponte. Nacida en la provincia de Corrientes (Argentina) en el año 1930.
    Acusada de haber envenenado a tres mujeres y llevada a juicio por homicidio, Yiya Murano nunca confesó. Fue absuelta en primera instancia, el juez alegó que había dudas insalvables. Tres años después, la Cámara de Apelaciones evaluó los indicios de manera diametralmente opuesta y la condenó a cadena perpetua.
    Año tras año Yiya presenta pedidos de indulto y de conmutación de pena porque insiste en su inocencia.
    Hace poco, sus reclamos fueron escuchados por el presidente de Argentina, Carlos Ménem y su pena fue reducida a 25 años de prisión.
    Carmen Zulema del Giorgio Venturini, su prima segunda, tentada por las promesas de jugosos intereses, entrego a Yiya un montón de dinero no muy significativo, con el propósito de que lo invirtiera. Luego del éxito de su primera inversión decidió hacer otra.
    Su vecina Nilda, hizo lo mismo y una amiga de esta, Leticia Fornisano de Ayala también se sintió atraída y decidió invertir.
    Yiya aumentaba desmedidamente su amistad hacia estas y sobre todo, las visitaba con mayor frecuencia.
    El sábado 10 de febrero de 1979 Nilda Gamba comenzó a sentir dolores agudos en el estomago y náuseas. El medico que la atendió le pronosticó intoxicación y ella recordó (al médico) haber tomado el té con Yiya.
    Yiya se ofreció a cuidarla. Por la noche, empeorando, entró en estado de coma y el domingo fallecía.
    Yiya buscó al doctor Tomer, el primero que la atendió, con el fin de que firmara el certificado de defunción. El médico se negó alegando que él no había sido el último en atenderla. Ante tal inconveniente, Yiya se dirigió al medico de la cochera, quien sí aceptó el trámite a cambio de una propina. La causa de muerte según el certificado fue: paro cardíaco no traumático, fórmula que evita la autopsia.
    Un mes y medio antes, durante tres días no se supo nada de Nilda. Se hizo la denuncia a la policía y cuando forzaron la puerta encontraron a Nilda tirada en el piso, víctima de un coma diabético. Aquella vez fue Yiya la persona que vio a Nilda por última vez antes de que se descompusiera. Puede que haya sido un intento de envenenamiento que no resultó, o tal vez lo del coma diabético haya sido verdad.
    Días más tarde cuando debía devolver el dinero a Chicha, Yiya fue a su casa a tomar el té y a tranquilizarla. Según ella convinieron en encontrarse esa misma noche. Cuando Yiya y las otras amigas fueron a buscarla, nadie contestaba.
    El 22 de febrero los vecinos del edificio denunciaron a la policía que del departamento ocupado por Chicha salía un olor penetrante y que nadie contestaba el timbre. Al forzar la puerta encontraron el cadáver sentado frente a la tv, a su lado restos de pescado, una taza con un poco de té. También en este caso el médico de la funeraria extendió el certificado de muerte: infarto de miocardio no traumático.
    El 24 de marzo, Mema del Giorgio Venturini sintió náuseas y un profundo malestar. Desfalleciente, se arrastró hacia el pasillo del edificio, pero presa del vértigo perdió el equilibrio y cayó haciendo ruido, el cual escucharon los vecinos y acudieron a socorrerla. En ese momento llegaba Yiya quien preguntó a los vecinos si Mema había dicho algo antes de perder el conocimiento. De camino al hospital en la ambulancia, al fallecer la víctima le preguntó al medico si seria necesaria la autopsia.
    Cuando Diana Maria Venturini, hija de Mema, intentaba poner en orden las pertenencias de su madre descubrió que faltaban unos Pagarés que habían sido extendidos como garantía de los depósitos de Yiya, ante este hecho, indagó al portero del edificio quien recordó haberle dado las llaves del departamento a Yiya, minutos después de ocurrido el incidente, con el propósito de hacer unas llamadas a los familiares (las cuales nunca se hicieron).
    Ya en su domicilio y con la mente más despejada Diana comenzó a hacer conjeturas. Puesto que otras 2 personas a quienes Yiya debía dinero habían muerto en circunstancias similares a las de su madre, decidió hablar del caso con la policía. A partir de eso, el juez ordenó la exhumación de los cadáveres para realizarles las autopsias pertinentes. En el caso de Nilda y Chicha, inhumadas en tierra, esa tarea no arrojaría resultados decisivos ya que en el proceso de descomposición de los cuerpos una de las sustancias que se forman es el clorhidrato de cianuro. Esto impide establecer si la sustancia esta allí por causas naturales o por haber sido injerida en vida. En cambio, en el cadáver de Mema pudo determinarse con exactitud que en sus vísceras había restos de cianuro alcalino y así se consideró que se trataba de muerte por envenenamiento.
    A los tres años de estar detenida, salió en libertad. ¿Cómo explicar la decisión de la justicia cuando nadie dudaba de su culpabilidad?
    Primero: Yiya nunca había confesado, segundo, si bien todas las pruebas apuntaban en su contra, no hubo testigos directos de los crímenes, y por último, que la querella se basaba en que otra persona no podría haber sido, pero demostraba incapacidad en probar la autoría de la imputada. Yiya estuvo muy cerca de cometer el crimen perfecto que tanto admiraba.
    Las mujeres habían sido asesinadas con una sustancia que, una vez muertas, era producida por el cuerpo en estado de descomposición. Sólo la agonía de Mema le había dificultado las cosas.
    Después de tres años de libertad, la Cámara de Apelaciones la considera culpable, ante este fallo, Yiya planea fugarse.
    La Cámara calificó que los hechos constituyen homicidio calificado por ser cometidos con veneno reiterado en tres oportunidades. También se la condenó por el delito de estafa al patrimonio de estas mujeres.
    Desde el punto de vista médico, de acuerdo con el informe forense, Yiya presenta ´una personalidad polifacética en la que se destacan componentes histéricos, paranoides y perversos, y es precisamente en base al tipo de personalidad que estiman los médicos que posee peligrosidad social´.
    Se considero probado en la causa que el cianuro que llevo a la muerte a Mema Venturini y a Nilda Gamba fue colocado en vasos de agua, como parte de remedios, que éstas tomaban sin dudar, en razón de la confianza que tenían con Yiya. En cuanto al caso de Chicha Ayala, el tribunal sostuvo que el cianuro tuvo dos vehículos posibles: el té o las pasas. Se sabe o supone que el cianuro estaba en los saquitos de té, ésta es una manera de que nadie sospeche de ella por que las mujeres vivían solas, eran de avanzada edad y cuando morían no hacia falta que Yiya estuviese presente.


    Junior

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    Sus compañeros del 1º B del Polimodal lo vieron llegar temprano, tranquilo y callado como siempre, a la Escuela 202 "Islas Malvinas", en pleno centro de Carmen de Patagones. Sólo lo oyeron saludar. Minutos después, a las 7.30 y sin abrir la boca, el adolescente de 15 años empezaba a vaciar una 9 milímetros en el aula llena. Primero fue el terror, y enseguida el horror: tres chicos murieron en el acto, y otros cinco sufrieron heridas, tres de ellos de gravedad.
    Poco después, el espanto y el dolor fueron contagiando a los casi 30.000 habitantes de esta ciudad del sur de la provincia de Buenos Aires. La noticia de la primera, incomprensible matanza en una escuela del país despertó ayer a los argentinos. El Gobierno nacional decretó dos días de duelo, y el Ministerio de Educación convocó a "una jornada de repudio, dolor y reflexión.
    Es un chico tímido, muy introvertido. Debe haberse vuelto loco", atinó apenas a decir una tía de Rafael S., hermana de su padre, un suboficial de la Prefectura Naval. El hombre estaba durmiendo —trabaja por la tarde— y la madre se había ido a la casa donde trabaja como empleada doméstica, cuando el muchacho salió rumbo a la escuela. El suboficial nunca supo que en el camperón verde que venía usando en los últimos días, su hijo se llevaba su arma reglamentaria, tres cargadores y un cuchillo de caza.
    La subsecretaria de Educación bonaerense, Delia Méndez, aseguró que "no había antecedentes de inconducta" en el chico. Una encuesta de la Dirección General de Escuelas había alertado, en el 20% de los colegios bonaerenses, acerca del componente violento en las formas de relacionarse de los alumnos con la escuela y entre ellos mismos; pero en Patagones no se registró ese problema.
    La semana anterior se habría proyectado en la escuela Bowling for Columbine. Una discusión con Federico Ponce —uno de los tres muertos—, el lunes siguiente, porque solía cargarlo en las clases de Educación Física, se convirtió en un intento por razonar lo inexplicable.
    Se lo había visto seguir con respeto la ceremonia de izamiento de la Bandera y dirigirse al aula. Todos los chicos esperaban sentados al profesor de Derechos Humanos, Carlos Ruiz, cuando entró Rafael. Sin decir palabra sacó la pistola. "¿Qué hacés, loco?", se aterró un compañero. Rafael lo apartó. Se paró "de frente al pizarrón, primero, y luego se dio vuelta con el arma en la mano para empezar a disparar, en un ámbito en el que había 29 compañeritos", relató la jueza de Menores de Bahía Blanca Alicia Ramallo, a cargo del caso.
    "Iba por el pasillo hacia el aula cuando sentí lo que creí era un petardo." Al oír más estampidos y darse cuenta de que eran disparos, Ruiz salió corriendo de la escuela y fue en su auto hasta la comisaría 4ª, que está a siete cuadras, porque el teléfono de la escuela no funciona. Llegó de contramano y tocando bocina, cuando ya aullaban los patrulleros, alertados por un llamado anónimo.
    Los primeros tiros impactaron contra las paredes. En medio del griterío, los chicos se zambulleron bajo los bancos. Rafael empezó a gatillar contra los cuerpos. Se desplomaron cuatro chicas y tres muchachos. Desesperados, otros alcanzaron a salir al pasillo, seguidos por Rafael. Allí cayó el último, Nicolás Leonardi, sangrando en un hombro.
    Había vaciado el primer cargador, con 13 balas. Sin pronunciar palabra, como en estado de shock, puso el segundo cargador en la pistola. Un chico consiguió dominarlo, lo calmó y le sacó el arma —contó la jueza—, que llevó a la Secretaría. Se quedó quieto y solo en un patio interno hasta las 7.43, cuando llegó la Policía.
    No se resistió. Todavía llevaba encima un cargador completo y un cuchillo de caza. El comisario Eduardo Diego precisó a Clarín que se recogieron 13 vainas servidas —correspondientes al primer cargador—, y que el que estaba en la pistola tenía 9 balas. Aún no se determinó si el muchacho hizo 17 disparos o si colocó ese cargador con cuatro balas menos.
    Federico Ponce, Sandra Núñez y Evangelina Miranda, de 15 y 16 años, murieron en el acto. Los heridos fueron trasladados al Hospital Pedro Ecay.
    Por orden de la doctora Ramallo, Rafael fue trasladado a Bahía Blanca. En el camino, el patrullero se cruzó con la jueza. Según voceros policiales, en un breve diálogo el chico se habría confesado arrepentido y dicho que no sabía por qué había actuado así.
    Ramallo ordenó alojarlo en la comisaría 1ª, en celda individual y con custodia personal permanente. Fue examinado por médicos legistas. Mientras la jueza se reunía en la escuela con los docentes, la Policía retiraba el pupitre de Rafael. Allí había tres frases en lápiz: "La mentira es la base de la felicidad de los hombres"; "Si alguien le encontró sentido a la vida, por favor, escríbalo acá"; y "Lo más sensato que podemos hacer los seres humanos es suicidarnos".
    Junior estuvo 90 días alojado en la base de Prefectura de Ingeniero White, cerca de Bahía Blanca. Para conseguir su ubicación en el nuevo predio —ubicado en 127 y 50, a cinco kilómetros del centro de La Plata.

    Mi computador esta medio malo, pero de apoco agregare fotos y videos, espero que les guste
     
    #1 Italiano, 6 Mar 2010
    Última edición por un moderador: 14 Nov 2016
    A Charlie_Chirimoya y sunshower_x les gusta esto.
  2. Miss__Shine

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    gracias por las historia, :)
     
  3. Charlie_Chirimoya

    Charlie_Chirimoya Usuario Nuevo nvl. 1
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    gracias por el aporte compañero

    el petiso orejon la cago, malo el cabro chico culiao
     
  4. Sever

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    Petizo qliao loco la cagó...buenas sus historias men
     
  5. sunshower_x

    sunshower_x Usuario Nuevo nvl. 1
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    muy buen aporte, se agradece. La historia del petiso orejudo ya la habia leido el año pasado pero siempre que me encuentro con ella en alguna página de internet no puedo evitar volver a leerla de verdad me sorprende que un niño lleve tanta maldad siendo tan pequeño y la de ricardo barrera tb la conocia, es impresionante dicen por ahi que el odio es capaz que hacer que el hombre mas sensato cometa el acto mas despiadado, un hombre totalmente sumiso asesina a toda su familia..
     
  6. Minesita.

    Minesita. Invitado

    Se agradece
     
  7. I L C R I S

    I L C R I S Usuario Casual nvl. 2
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    :omg: Excelentes Historas Vale Compa! :B
     
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