Mi conquista de Buin (parte II) al aire libre

Tema en 'Relatos Eróticos' iniciado por Palomoo, 8 Jul 2025 a las 18:15.

  1. Palomoo

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    Pasaron apenas tres días desde aquella intensa noche en el motel con Paulina, pero eso bastó para que la tensión sexual entre nosotros creciera como si no nos hubiéramos visto en semanas. Los mensajes no paraban: audios calientes, emojis sugerentes, fotos y videos de escotes estratégicos (o sin ropa interior), y frases como “Hoy ando con ganas de ti”.

    Era cerca del mediodía del sábado, mientras yo hacía unas compras en el Lider, cuando de pronto me llegó su mensaje:

    “Ameneci muy deseosa de ti, me puse una faldita nueva y es peligrosa… ¿te animas a buscarme?”

    Le respondí de inmediato:

    “Dime a dónde te paso a buscar y en pocos minutos estoy ahí"

    Ven a buscarme a la casa, pero esta vez no quiero ir a un motel, si no que quiero jugar en tu auto”

    Y antes de responderle, me dice.

    “Ya estoy caliente... y sin ropa interior”

    En ese momento, tenia el carro del supermercado casi lleno de cosas, asi que pensé en dejar el carro e ir por ella, pero opté por sacar las cosas de congelados y quedar en el carro con lo no perecible, asi que inmediatamente pasé por cajas, luego por una farmacia que esta dentro del supermercado (a comprar una ayuda azul) y me subí al auto con el pulso acelerado. El sol del mediodía pegaba muy fuerte, pero yo tenía la piel erizada como si fuera invierno, asi que me tome la azulita, un sorbo de agua y a mandarle la ubicación en tiempo real. El waze me indicaba que estaba en 10minutos en su casa, pero el trayecto lo hice en menos de 5 y al llegar al punto de encuentro la vi saliendo de su casa. Vestía una falda de tela negra corta, (que daba la impresión que era tan liviana que cualquier brisa la levantaba), una polera blanca semitransparente, un sostén negro con encajes, pero de media copa (que dejaba ver la parte superior de sus pechos y unos lentes de sol que no ocultaban su sonrisa.

    Subió al auto sin decir palabra, y lo primero que hizo fue besarme. No un beso tímido, si no que uno de esos besos que van con lengua directa, con hambre, con respiración agitada. Mientras nos besabamos, su mano ya se deslizaba por mi muslo mientras yo intentaba controlar la erección creciente.

    —¿Dónde vamos? —le pregunté, sin aliento.

    —No muy lejos… pero sí muy solos —dijo y se acomodó el sostén, corriendo el sostén hacia abajo y dejándome ver el nacimiento de sus pezones.

    Conduje unos minutos hacia Alto Jahuel y me daba las indicaciones, metiéndome por un camino rural poco transitado. Entre árboles, vi una entrada de tierra, oculta entre zarzas. Nos metimos en ese camino y avancé algunos metros y apagué el motor.

    Paulina me miró, se quitó las lentes y me dice

    —Este es un camino privado y este sitio esta a la venta, por lo cual nadie pasa por aqui.

    Dicho esto, subió una pierna a la consola del copiloto y con la mano izquierda. on la otra mano, levantó su falda, revelando su sexo completamente depilado, húmedo y listo.

    —¿Te parece si empiezo yo?

    —Haz lo que quieras conmigo-respondi, sin asimilar, ni imaginar lo que se venia con mi conquista.

    Se inclinó sobre mí, abrió el cierre de mi pantalón y sacó mi erección palpitante con una sonrisa satisfecha.

    —Ya lo extrañaba… —susurró, y sin más, se lo metió en su boca.

    El auto se llenó de gemidos, jadeos y el sonido húmedo y rítmico de su boca devorándome. Su lengua trabajaba cada rincón, cada curva, cada vena. Sus ojos no se apartaban de los míos. Yo tenía la mano en su nuca, sin presionar, solo acompañando ese vaivén glorioso que me dejaba sin habla y cuando sentí que iba a explotar, la detuve.

    —No aún —me dice, respirando agitado.

    Ella me miró, se lamió los labios, se subió de nuevo al asiento y se giró sobre mí, montándome con los muslos abiertos. Bajó su cuerpo lentamente, sintiendo cómo la invadía centímetro a centímetro. No había espacio de sobra, pero eso lo hacía aún más excitante. El asiento reclinado al máximo, su falda enrollada en la cintura, su polera se la quita y el sostén arriba, mostrándome sus tetas libres, rebotando frente a mí.

    —Estás tan rico… tan dentro —susurró con voz sexy.

    Se movía lento, con dominio, con total seguridad. Cada vez que bajaba, gemía cerca de mi oído. El sol golpeaba los vidrios, y el calor aumentaba, pero lo único que queríamos era seguir. El auto comenzó a crujir con el movimiento, y yo sentía cómo las gotas de sudor bajaban por su espalda.

    —Quiero más… más fuerte —me pidió, casi rogando.

    La tomé de la cintura y comencé a embestir desde abajo, con fuerza, con ritmo. El asiento temblaba, las ventanas comenzaban a empañarse. Ella gemía con la cabeza hacia atrás, los pezones duros, los muslos apretando mis caderas. Entonces me dijo:

    —Traje algo…

    Se estiró hacia su bolso, sin salir de encima mío, y sacó una bala vibradora con control remoto, la encendió y la llevó hasta su clítoris y dejó que la vibración aumentará su placer mientras seguía cabalgándome. La imagen era brutal: el juguete zumbando entre nuestros cuerpos, su sexo empapado, mi pene completamente enterrado en ella y su cuerpo temblando cada vez más.

    —Me vengo… no lo puedo contener… ¡me vengo!

    Y se vino muy fuerte, aferrandose a mis hombros, succionándome por dentro con cada espasmo, su cuerpo temblando sobre el mío. La vibración y su contracción me llevaron al límite y me corrí con un gemido seco, largo, mientras ella me abrazaba como si no quisiera que nos separáramos nunca.

    Nos quedamos así, semi desnudos, pegados, jadeando, sudados, en silencio. Afuera solo se oía el canto de los pájaros y el zumbido lejano de una moto pasando por la carretera. Dentro del auto, olía a sexo, a piel húmeda, a lujuria total.

    Paulina apoyó su cabeza en mi pecho, con una sonrisa agotada.

    —Definitivamente, el auto es un excelente lugar…

    —Nunca lo había hecho en el auto.

    Y sin dejar de mirarnos, ella volvió a encender la bala vibradora y la deslizó entre mis piernas con una sonrisa salvaje.

    No habían pasado ni diez minutos desde que nos corrimos, empapados y rendidos en el asiento delantero, cuando Paulina, aún sentada sobre mí, levantó la cabeza y me dijo al oído con una sonrisa descarada:

    —Ahora quiero más… pero atrás. Ahí tengo una fantasía pendiente.

    —¿Aquí mismo, en el auto?

    —Atrás. Siento que pierdo el control cuando me siento encerrada… —me dijo con una mirada que desbordaba deseo.

    Se bajó de encima, su falda apenas cubriendo su trasero, se giró y pasó entre los asientos delanteros con agilidad felina. Ene se momento, encendí el motor del auto para colocar el aire acondicionado (hacia muchisimo calor dentro del vehiculo) y la seguí sin decir palabra, con el cuerpo aún caliente por el orgasmo anterior, pero ya con otra erección latentey estaba listo para volver al juego. Nos metimos en la parte trasera del auto, cerré las puertas con seguro y en cuanto nos sentamos, me tomó la cara con las dos manos y me besó salvaje, hambrienta.

    —Aquí no hay escape —susurró, subiéndose otra vez sobre mí.

    El espacio era justo, íntimo, perfecto para lo que queríamos. Ella se arrodilló sobre mis piernas, se sacó el sostén de una, dejando sus tetas completamente a la vista, y se quitó la falda con una sola mano, quedando completamente desnuda sobre mí, sudada, con el cabello revuelto y las pupilas dilatadas de ganas. Yo la miraba como si fuera un animal salvaje listo para devorarme.

    —Ahora me toca a mí jugar contigo —dije y la giré con fuerza, haciéndola quedar de rodillas sobre el asiento trasero, apoyando las manos contra el respaldo.

    Sus nalgas redondas, perfectas, quedaron elevadas hacia mí, y su sexo brillaba de humedad. Con rapidez tomé uno de los juguetes que tenia en su cartera: un plug con cola de zorro, que ella misma se colocó con una sonrisa traviesa y jadeó cuando entró del todo. Luego la penetré vaginalmente con un movimiento seco y profundo.

    —¡Uuuuufff…! ¡Así! —gritó con la cabeza hacia delante, apretando los dedos contra el respaldo.

    Cada embestida mía hacía que el auto se meciera ligeramente sobre sus amortiguadores. Las ventanas, ya empañadas, se llenaban de marcas de nuestras manos. Yo entraba en ella hasta el fondo, sujetándola de la cintura con fuerza y ella empujaba hacia atrás, buscándome más, gimiendo sin control.

    La combinación de mi pene dentro de ella y el plug en su interior la tenía desbordada. Su cuerpo temblaba, su respiración era caótica. Yo la tomé del pelo, con suavidad pero con firmeza, inclinándola hacia atrás para besarle la espalda mientras seguía embistiéndola con ritmo brutal.

    —¿Te gusta así, en el auto, toda puta y encerrada? —le pregunté con la voz ronca.

    —¡Me encanta! ¡Me vengo, me vengo de nuevo!

    Y se vino de una manera tan intensa que se le doblaron las piernas. Cayó sobre el asiento, con el cuerpo temblando, con la piel sudorosa, con un gemido que parecía un sollozo de placer. La abracé por detrás, le mordí la nuca mientras la seguía penetrando, y unos segundos después, yo también me vine, profundamente, descargando todo lo que me quedaba con un gruñido ronco y el cuerpo tenso.

    Quedamos recostados, ella sobre mí, los dos jadeando, mientras el sol encendía el ambiente. No dijimos nada por unos minutos. Solo se escuchaba el latido acelerado de nuestros cuerpos. El plug seguía dentro de ella y me dice:

    —Creo que acabo de hacerme adicta a esto… —dijo al fin, con la voz aún entrecortada.

    —¿A qué parte? ¿Al sexo, al auto o a los juguetes?

    —A todo, pero sobre todo… a cómo me haces sentir cuando me miras así… como si fueras a romperme y después a armarme otra vez.

    La besé con misma intensidad. Un beso largo, apasionado y sensual. Pasaron unos minutos besandonos y antes de irnos, nos empezamos a vestir entre risas y caricias, sin asimilar que habiamos follado en el auto a pleno día, Paulina me miró desde el asiento y me dijo:

    —La próxima vez, quiero hacerlo con los ojos vendados. Pero en un lugar que no me digas… Quiero que me lleves sin que sepa adónde… y me uses como quieras.

    —Eso será un secuestro consentidoy delicioso.

    —Y yo… me dejaré amarrar.
     
  2. Conwok

    Conwok Usuario Casual nvl. 2
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    bueeena palomo!!
    entretenido relato y bien escrito...caliente la chia que salio por tinder jajaj bien ahi
    sin abusar de la pastillita azul siii

    esperamos continuacion