Mi primera MILF

Mi primera MILF​

Quienes somos parte de la generación de los 90s le debemos a American Pie lo que hoy se conoce como Mommy Issues. Probablemente la madre de Stifler se haya colado en innumerables fantasías. Esta es la historia de cómo logré hacer realidad la mía.

Tenía 25 años. Había encontrado un trabajo en uno de los cuantos engranajes de nuestro poco probo sistema financiero nacional. Por alguna razón, en la empresa contrataban mayoritariamente jóvenes y únicamente unos pocos ejemplares mayores. Casi todos y todas de buen ver. La pasé bien el poco tiempo que estuve trabajando.

Les describiré a mis compañeras. Clara, pasadito de los 30s, blanca de pasado punk, pelo de color y unas proporciones y rostro hermosos. Curiosamente, le gustaba mucho el baile, así que me entretenía pidiéndole que me enseñe unos pasos para mejorar mis movimientos de cadera. Nuestro coqueteo duró todo el mes y medio que estuve ahí pero no llegó a mayores porque no me entrometo en relaciones. Fernanda, 21 años, una rubia bastante tonta, y cara de maldita pero con un cuerpo muy atlético. Se cagaba a su pololo con un compañero. Elizabeth, una morena estupenda, algo callada, no llegué a conocerla del todo. Alondra, 20 años, una rubia preciosa, moderadamente inteligente y con un gusto aesthetic muy marcado. Cara de ángel pero con el corazón podrido. Francisca, otra rubia de rostro angelical, algo hueca pero simpática. Lidia, a quien no conocía en ese entonces directamente, pero era sin lugar a dudas quien dentro de las jóvenes se ganaba toda mi atención. Era una morenaza de aquellas, 22 años un cuerpo de muerte y un rostro hermoso, con unos labios gruesos y de buen gusto para vestir. La miraba todos los días como loco pero solo alcancé a saludar (mientras trabajé).

Y, por fin, la milf de esta historia, Bárbara, llegaba casi a los 50s pero estaba muy bien mantenida, tenía una cara entre sarcástica y caliente. A menudo usaba unas faldas y pantis que marcaban su trasero no muy abundante. Destacaba en ella sus senos y sobretodo su rostro y actitud. Apenas la veía asomarse a la sala donde trabajábamos, se daba una vuelta para mostrarse y volvía a su puesto. Atraía las miradas de todos, incluyendo del jefe que la pretendía.

Comenzamos a conversar en los pequeños descansos. Nos quedábamos afuera fumando cigarros y hablando de todo. En algo más de una semana alcanzamos a conversar poco pero lo suficiente para generar interés.

Tristemente, la historia se ve interrumpida porque decidí renunciar. Habían surgido cosas externas y decidí irme sin más del trabajo.

Grande fue mi sorpresa cuando me habla al wsp para preguntarme cómo estaba y qué me había pasado. Se hizo la loca tratando de hacerme ligue con Clara, nuestra punky amiga, y quería que rompiera la relación con su pololo metiéndome en medio (imagino que algo había ahí pero no tiré del hilo). Yo tenía otros intereses. Le había puesto el ojo y quería realizar la fantasía de comerme una milf. Con el tiempo me he dado cuenta que en realidad siempre que he tenido algo con una mujer mayor soy yo la presa y no al revés. Pero entonces no lo sabía.

Las arremetidas entonces continuaron inesperadamente por otros carriles. Lidia le había pedido mi número a Bárbara. Así que siguió intentando hacerme ligar con otra. Bueno, triste no estaba, sin lugar a dudas Lidia era fabulosa. Sin embargo, no iba soltar a mi milf tan fácil y menos cuando además me quería ayudar con otras conquistas. Así que presioné.

Comencé a tirarle flores. Lo típico de que es guapa, que se conserva excelente para su edad. Que traía a todos los imberbes del trabajo vueltos locos, etc. Ella se hacía de rogar diciendo que podría ser mi madre, que no estaba a la altura y que ya había pasado tiempo. Pero rápidamente las cosas subieron de tono. Comenzamos a hablar de fantasías y de experiencias sexuales. Si habíamos pensado o tenido sexo con personas mayores/menores y qué tal había sido. Me comentaba que le encantaba el dirty talk en el sexo, que la trataran de puta y la azotaran. Que le encantaba volverse una fiera mientras lo chupaba y le golpeteaban la cara. Que se lo hagan duro y que le terminen en la cara para comérselo todo. Que la humillen, que la matraten, le tiren el pelo y la nalgueen.

Fue cosa de tiempo. Ya con la calentura todo fue mas fácil. Pusimos día y hora. Y ahí llegamos. Venía con unos leggins negro y una polera corta. Compramos unas botellas de vino y nos fuimos al hotel. Música suave, unos puchos en la terraza y el vino. Conversamos y ya entrada la noche nos fuimos acercando de apoco. Me levanté a hacerle unos masajes de hombros hasta que la sentí lista. Bajé, despacito por su cuello, besando y chupando con intensidad, pero nada tan brusco aún. Llegué a sus senos, grandes y suaves. Los tocaba y chupaba. Sentí su agitación subir y cada vez que tocaba una zona erógena nueva un pequeño saltito de estremecimiento. Sus piernas se abrían de lentamente y sentía su calor interno en sus labios interiores. Estuve largo rato con sus senos, mordiendo, soplando, masajeando en círculos, agarraba uno y lo comía completo, luego ambos a la vez, mientras bajaba de a poco para explorar su pubis. La tome con ambos brazos y la deje en la cama con las piernas abiertas al borde de la cama. Me tome todos los jugos de esa madura vagina. Chupaba su clítoris, mordía y lamía sus contornos, bajo vientre, muslos interiores. Movía de lado a lado, arriba abajo, lengua dura penetrándome haciendo un ocho y como un pequeño helado. Fueron unos 20 min de intenso trabajo. Apenas terminar y sentir el estremecimiento de un largo orgasmo. Me levante. Con el pene erecto y duro como fierro. Entonces la vi en acción. Se arrodillo en la cama y mirándome como poseída me hizo un oral completamente desesperado. Lo chupaba y mojaba con escupos. Masturbaba fuerte y duro con ambas manos. Yo aprovechaba de tomarla del pelo y darle golpecitos con el miembro sobre sus mejillas, nariz, cuellos, y senos. Se lo sacaba y acercaba hasta que rogaba poder chuparlo. Ya satisfecho, rápidamente la puse en posición y la penetré fuerte, como si no hubiera mañana en el misionero, levantaba una pierna, la otra, de costado, el otro. Con las piernas al hombro, recogidas sobre su pecho. La oía gemir hasta que de pronto la vi con los ojos blancos del goce. Fue una impresión fuerte que rápidamente me provocó un orgasmo. Acabamos juntos y nos quedamos recostados, un tabaco, una copa de vino y estábamos listos para un segundo y tercer round.

La noche continuó mas o menos del mismo modo. De perrito, tomaba sus caderas y nalgueaba, mientras ella gritaba que lo hiciera más fuerte. La agarraba del cuello y ella pedía más. Ya amaneciendo, llegó el final. Con su cara de demente por la calentura, me pidió que acabara sobre su cara, así que le solté todo finalmente. Se lo tragó todo por completo.

Al igual que casi toda la generación del 90, nunca he vuelto a ver American Pie. Y tal cual pasó con la película, el encuentro nunca más ocurrió. Me dijo que si se repetía podía enamorarse de mi y que convenía seguir siendo amigos y en eso quedamos. Y aunque de vez en cuando igual mantenemos conversaciones subidas de tono, no creo que algo vuelva a pasar en el futuro.

Así cumplí mi fantasía con mi primera milf. Las demás quedarán para otras historias.

Fin